En 2005 el ingreso medio de los hogares estadounidenses era de US$56 mil, nivel similar al anotado al cierre de 2005, pero por debajo de los US$58 mil conseguidos en 1999.
¿Qué explica esto? En parte importante, el estancamiento económico que experimentó el país post crisis subprime, lo que derivó muchas veces en empleo menos remunerado, pero también en procesos más productivos, menos demandantes de mano de obra.
Esta tensión, presente también en la Unión Europea, ha sido inteligentemente aprovechada por nuevas corrientes políticas, que han puesto su foco en la clase media y sus demandas.
Parte de estas demandas se ha traducido en un rechazo transversal a la apertura comercial y a beneficios que no son reconocidos por una parte importante de la población.
La clase media no ve productos más baratos, no percibe un ambiente más competitivo ni una economía más grande. Ve que ha perdido su trabajo, que el mercado laboral tiene una competencia no vista antes y que su nivel de vida no crece en función de las expectativas.
¿Están equivocados? Absolutamente. Amplia evidencia demuestra la importancia de una economía abierta y la generación de riqueza que esta produce. Pero cada persona es una realidad y un mundo particular.
El desafío está ahí, en lograr sincerar estos beneficios. En que la población perciba los beneficios del libre comercio. En que el mundo siga siendo cada vez más pequeño e interconectado.