Por Felipe Santiago del Solar, historiador. Autor de “Las logias de ultramar. En torno a los orígenes de la francmasonería en Chile” Febrero 24, 2017

Supongo que Guillier debe ser masón por su formación en instituciones públicas. La carrera masónica tradicional solía ser: Instituto Nacional, Universidad de Chile, Gran Logia. Se trata de un Chile que desapareció, el republicano, del que los masones son una de sus últimas manifestaciones.

Sin embargo, el poder hoy en día se maneja en otras coordenadas, donde las logias ya no son centrales.

La masonería es un club, alguien participa de ella por el mismo motivo que lo hace de cualquier asociación, por el gusto por vincularse con otras personas con intereses similares. En este país, donde la sociedad civil está destruida, es raro que alguien pertenezca a una institución.

La masonería es una gran burocracia, dejan acta de todo lo que hacen. No hay ningún misterio tras ella.

El secretismo en torno a reconocerse como masón viene del hecho de que en países católicos han tenido serios problemas. El Vaticano condenó a la masonería por primera vez en 1738, luego en 1751, y así sucesivamente. Tiene más de 17 excomuniones papales y cientos de cartas pastorales en su contra. De allí que la masonería en dichos países sea “discreta”. Luego de doscientos años de conflicto y miles de publicaciones en su contra, aún existen mitos.

La norma indica que en la logia no se hablan temas políticos ni religiosos. En la práctica, sí se hablan, pero de forma genérica para evitar conflictos. La masonería, al no ser no ser una secta, acepta la diversidad de expresiones ideológicas (no obstante que se concentra en la centroizquierda).

El rito es parte de la tradición, pero en rigor no es nada de raro. Es más bien un protocolo, muy similar al inicio de un proceso judicial. De hecho, una logia es muy parecida a un tribunal de justicia. Es un diálogo y un orden para intervenir en las sesiones.

Yendo hacia atrás, la Gran Logia de Chile se fundó en 1862. Llegó a Chile a través de la migración europea. Las primeras logias que se fundaron en Valparaíso fueron formadas por comerciantes franceses, quienes la importaron desde el Viejo Continente. La masonería chilena se caracterizó por ser una forma de sociabilidad masculina, de carácter laico, que abogaba por la separación absoluta de la Iglesia y el Estado. Desde temprano se vinculó al Partido Radical.

Durante el siglo XIX la masonería chilena incorporó a un número importante de miembros de la burguesía local, fundamentalmente segundas generaciones de migrantes enriquecidos por el comercio o la minería.

Las elites más tradicionales, en cambio, siguieron con su estricta observancia del catolicismo.

Durante el siglo XX, el estrato social de sus miembros varió y la masonería chilena se caracterizó por su vínculo con las clases medias profesionales, principalmente abogados y médicos. Tuvieron una importante presencia en el Ejército y en las policías, también en las universidades y liceos estatales.

Por su vinculación con el Partido Radical, los masones lograron gran poder durante la década de 1940, en el período de los presidentes radicales Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos, Gabriel González Videla. Sin embargo, perdieron influencia de forma directamente proporcional a la que perdió el partido. Al interior de la masonería chilena hubo también una importante presencia de socialistas.

El presidente Salvador Allende ingresó joven a la masonería, siguiendo una larga tradición familiar. Su abuelo, “el rojo Allende”, llegó a ser Gran Maestro de la Gran Logia de Chile durante el siglo XIX, y su padre igualmente fue masón. A pesar de ello, la dirección de la Gran Logia de Chile de esa época fue muy crítica del gobierno de Allende.

Augusto Pinochet ingresó a la Orden por recomendación de su suegro, el senador del Partido Radical Osvaldo Hiriart Corvalán. Tenía 25 años y era capitán de Ejército cuando llegó a la  Logia Victoria n°15 de San Bernardo (1941). Poco tiempo después, el consejo de la Logia le dio la Carta de Retiro Obligatoria por inasistencia y falta de pago.

Hoy en Chile el poder no está concentrado en los masones. Grupos como el Opus Dei tienen una importante presencia entre los  empresarios y, a través de estos, poseen redes clientelísticas con partidos políticos. Ver beneficios de esa naturaleza por pertenecer a la masonería es caer en teorías complotistas. En nuestro país, probablemente por su tradición confesional y una secularización no resuelta, las teorías conspirativas fascinan.

En Chile el poder no lo detentan los masones ya que los principales grupos económicos no lo son. Y ese es el sector capaz de controlar la esfera política. No existe vínculo entre ser masón y acceder al poder. ¿Qué gana entonces Guillier al pertenecer a la logia?

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