La foto es algo imprecisa. En ella destaca una mujer de mediana edad, pelo corto y rubio, subiéndose a un avión de combate. Un acercamiento despeja las dudas: se trata de Michelle Bachelet, con buzo de piloto, a punto de instalarse en un F-16, los cazabombarderos que la Fuerza Aérea de Chile (FACh) mantiene en Antofagasta.
Ésta, como otras tres fotos en las que aparece Bachelet, fueron encontradas en manos de dos ex oficiales de la Marina de Guerra peruana acusados de espiar a autoridades -civiles y militares- de su país, Ecuador, Venezuela, Chile y Argentina.
El ex contraalmirante Elías Ponce Feijoo y el capitán de fragata (r) Carlos Tomasio de Lambarri -detenidos desde enero pasado en el penal de Castro Castro, en Lima- son los cabecillas de la mayor red privada de espionaje detectada en la historia del vecino país.
Aunque en un principio se pensó que los dos ex oficiales, formados en inteligencia en los años más duros de la represión encabezada por Alberto Fujimori, sólo se dedicaban a interceptar correos de empresarios y lobbistas, el desarrollo de la investigación judicial ha mostrado que su "negocio" iba más allá.
La revisión del material incautado en las residencias limeñas de Ponce Feijoo y Tomasio desenredó una trama con connotaciones políticas y estratégicas de escala regional. Aunque el examen de los archivos ha sido más lento de lo esperado, la Fiscalía peruana ha dado señales de que está frente a algo grande. Muy grande.
Además de fotos de la jefa de Estado chilena, en poder de los agentes se hallaron, entre muchos documentos, las direcciones de correo electrónico de cuatro altos oficiales de la FACh, uno de ellos un coronel especialista en temas informáticos, que trabajó en la Dirección de Telecomunicaciones.
También interceptaron el servidor del consulado de Ecuador en Chile: específicamente los mails de una de las secretarias de esa legación.
Tanto los correos de los oficiales de la FACh, como los del Consulado ecuatoriano son de julio y agosto de 2004. La foto de Bachelet se habría obtenido en 2003, cuando como ministra de Defensa recibió ocho F-16 de segunda mano en la base aérea de Cerro Moreno, en Antofagasta.
Qué Pasa investigó los pasos de Ponce Feijoo y Tomasio. Como oficiales activos y luego, en 2003, cuando fundaron la firma especialista en seguridad Business Track (BTR).
Los resultados, además de revelar cómo y qué espiaban los agentes limeños, arroja la existencia de nexos entre estos marinos y otro agente: el argentino Iván Velázquez Guzmán, detenido en Uruguay desde el 25 de enero pasado. La caída del agente trasandino no pasó inadvertida en los círculos de poder de Santiago: en sus archivos figuraban, entre otros, las direcciones electrónicas de la secretaria personal de Michelle Bachelet, Claudia Hernández; del vicecanciller, Alberto Van Klaveren; la directora de Fronteras y Limítes, María Teresa Infante (hoy, a cargo de la defensa chilena sobre delimitación marítima con Perú en La Haya); del jefe del Estado Mayor de Defensa Nacional, general Alfredo Ewing; y del ex embajador en Perú Cristián Barros.
Y aunque la defensa de los ex oficiales detenidos en Lima descarta cualquier vínculo con el espía trasandino, fuentes de inteligencia chilena opinan lo contrario.
Según las indagaciones realizadas por el gobierno -así como por la Armada-, se han detectado al menos cuatro encuentros, dos de ellos en Lima, entre el grupo encabezado por Elías Ponce y Velázquez, el hacker argentino.
Según la inteligencia chilena, ésta es la trama de una red de espionaje que opera en el Cono Sur, formada mayoritariamente por ex agentes del Estado, que hoy ofrecen sus servicios a gobiernos y empresas, aprovechando el expertise y la información recabada mientras estuvieron en servicio activo.
¿Qué buscaban en Chile?
El capitán de fragata (R), Carlos Tomasio era socio de Ponce en BTR, la firma que realizó las "escuchas" en Perú, Argentina y Chile.
Es julio de 2000. Elías Ponce Feijoo ha dejado hace sólo un año la agregaduría naval de la Embajada de Perú en Santiago. Está de vuelta en Lima, donde es nombrado subdirector de la Dirección de Inteligencia Naval (DIN), el segundo puesto en este organismo. Su ascenso es interpretado en los círculos fujimoristas como un "premio" por la labor realizada en Chile.
Un ex integrante del Alto Mando chileno recuerda que "siempre supimos que Ponce era de Inteligencia Naval". La fuente lo recuerda como una persona afable, muy interesada en cuestiones limítrofes, sobre todo en una eventual salida al mar para Bolivia. Además, recalca, "hizo buenas migas con el agregado naval de la Embajada de Argentina".
Ponce fue el encargado de gestionar la visita a Perú del entonces comandante en jefe de la Armada chilena, Jorge Arancibia, quien en 1998 se reunió con su par peruano Américo Ibárcena.
Mientras Ponce se desempeñaba en la embajada peruana en Santiago, su camarada Tomasio viajó en ocho ocasiones a Chile, dos de ellas con pasaporte oficial. El motivo: traer órdenes del Alto Mando y "documentos necesarios" para cumplir su misión.
A mediados de 2000, cuando Ponce regresa a la capital peruana, Tomasio es agregado Naval en Washington. Allí le toca encabezar una operación que está en el centro de las indagaciones.
Según confirma un miembro de su círculo de hierro, ese año -por encargo de la Marina de su país- el entonces capitán de fragata, Carlos Tomasio compra a la firma Harris Corporation dos equipos Triggerfish 4080 destinados a interceptar señales de celular. El valor, US$ 110.000. ¿El destino? Valparaíso y Santiago. Tomasio ha señalado a sus cercanos que los objetivos eran tres: espiar la Base Naval de la V Región, el Congreso y La Moneda.
"Ellos querían información sobre las decisiones políticas que se tomaban en Chile y necesitaban la mayor cantidad de inputs respecto a la Armada, su principal foco de espionaje", asegura este cercano al ex agregado naval.
¿Cómo ingresaron los aparatos de espionaje? El ex marino ha señalado que fueron enviados a Chile como partes y piezas, por valija diplomática y también por vía terrestre. La Marina peruana ha retrucado que "nunca ha tenido equipos de ese tipo" y que no hay registros de la transacción. La revista Caretas publicó hace cuatro meses las facturas de la operación. Todas contienen el membrete de la Armada de ese país.
Infiltrados en la FACh
¿Por qué los peruanos tenían en su poder los mails de los oficiales de la Fuerza Aérea chilena?
Si bien la FACh ha mantenido en estricto secreto lo ocurrido con sus uniformados, está confirmado que los cuatro se desempeñaban en la Comandancia de Telecomunicaciones, en Santiago, tres de ellos como expertos en informática. Y a pesar de que ninguno cumplió una misión en Perú, el hacking estaría íntimamente relacionado con la labor que desarrollaban. Tres de estos oficiales se retiraron de la institución entre 2004 y 2006. Sólo uno continúa activo en la Dirección de Informática y Telecomunicaciones.
Según una fuente que conversó con Elías Ponce y Carlos Tomasio, los ex marinos tenían "intenciones de infiltrar la red de informática de la Fuerza Aérea de Chile para tener acceso a información de tipo logístico y relativa a la destinación de personal en las distintas unidades".
Aunque el área de informática no maneja datos relacionados con armamentos, la interceptación de los correos electrónicos de los oficiales Fernando Santander, Rodrigo Vargas, Felipe Valenzuela y Rodolfo Calderón permitía, agrega este cercano a los detenidos, "acceder al área de Telecomunicaciones, que opera por vía electrónica y actúa como enlace de las distintas unidades".
Es ahí donde habrían jugado un rol los equipos de interceptación de celulares y comunicaciones que, según los marinos peruanos fueron enviados a Chile en la segunda mitad de 2000.
Redes de espionaje: Chile en la mira
Husmeando a Alan
La labor de espionaje y contrainteligencia que realizaban los marinos peruanos no era un simple hobby. En manos de la dupla Ponce-Tomasio se encontraron 29 CPU, 26 discos duros, 246 diskettes, 672 CD y 25 USB.
Con un equipo que no superaba las 10 personas, incluyendo una ejecutiva y tres expertos informáticos, los protagonistas del caso burlaron la seguridad informática de las más altas autoridades peruanas, incluido el Presidente Alan García, el ex ministro de Defensa Allan Wagner y el actual canciller, José Antonio García Belaúnde.
Pero hay más. Sus chuponeos, como se denominan a las intercepciones telefónicas en Perú, traspasaron las fronteras. A través de la firma BTR realizaron operativos después de su retiro, en 2001, tendiendo sus tentáculos hacia Chile, Ecuador, Venezuela y Argentina.
¿Para quién espiaban estos ex miembros de la Dirección de Inteligencia Naval (DIN)? Si bien los primeros indicios apuntan a la Marina peruana, esta institución, al igual que el gobierno, ha procurado desestimar cualquier nexo con la red.
No obstante, está comprobado que dos suboficiales en servicio activo -ex colaboradores de Ponce en la DIN- trabajaban en BTR, "luego de sus horarios de oficina", según han declarado.
También existen pruebas de que los suboficiales "activos" se desplazaban entre BTR y la oficina de la DIN varias veces al día, con total libertad.
El abogado de uno de los suboficiales involucrados, el agente Martín Fernández Virhuez -quien decidió cooperar con la justicia-, entregó a la prensa peruana un documento en donde la Comandancia General de la Marina confirma que BTR realizaba labores de "contrainteligencia" para esa institución. En jerga operativa, se entiende contrainteligencia o contraespionaje como el "barrido" de aparatos de espionaje, es decir, la detección de equipos ocultos, como micrófonos.
En la causa que se sigue en Lima se menciona como uno de los "blancos" de este grupo de espías al APRA, partido al que pertenece Alan García. De hecho, varios de sus ministros y ex miembros del gabinete aparecen involucrados en las conversaciones recuperadas. En su defensa, los ex uniformados detenidos aseguran que "gracias a su labor estuvo a punto de destaparse una red de corrupción enquistada en el poder político del Perú".
Se trata, precisan, de millonarias obras que el gobierno de García comenzó a licitar el año pasado y que incluyen la construcción de hospitales, autopistas y la concesión de campos petrolíferos. Fue, precisamente, la adjudicación de pozos submarinos de petróleo y gas lo que destapó el caso. En octubre de 2008, una fuente anónima envió a un canal de TV las conversaciones entre varios de los involucrados -incluido un ex ministro aprista- y representantes de una petrolera noruega. El escándalo, conocido como los petro-audios, le costó la salida al ex jefe de gabinete, Jorge del Castillo.
Lo ocurrido sería, siguiendo esta lógica, una operación para "tumbar" al actual mandatario. Se sabe que los dos ex marinos son cercanos al ala más dura de las FF.AA. peruanas, muchos de cuyos agentes siguen en funciones. "La inteligencia peruana siempre ha operado como cofradía", agrega un experto en esta rama.
La estadía de Ponce en Santiago
En el tercer piso del área denominada Venusterio, en el penal Castro Castro -a 40 kilómetros al norte de Lima- está la celda de Elías Manuel Ponce Feijoo, el verdadero protagonista de esta historia.
Tanto fuera de su "camarote" -como él prefiere decirle a la celda, recordando su paso por la Armada- como en las entradas del edificio donde están los detenidos por este caso, siempre hay alguien "de guardia", dice un cercano que lo ha visitado. "Aquí estamos frente a profesionales", asegura una persona que ha logrado traspasar la serie de controles y llegar al ex uniformado.
En julio de 2000, Carlos Tomasio compró dos equipos Triggerfish 4080 destinados a interceptar señales de celular. El valor, US$ 110.000. ¿El destino? Valparaíso y Santiago. "Querían información sobre las decisiones políticas que se tomaban en Chile y buscaban la mayor cantidad de inputs de la Armada, su principal foco de espionaje", asegura un cercano al ex agregado naval peruano.
Ponce es alto, tiene el rostro serio y cojea. Un "accidente", mientras se especializaba en Infantería -su segunda calificación, luego de Inteligencia- lo dejó rengueando de su pierna izquierda, cuenta un miembro de su familia.
A mediados de los 80 pasó por el Servicio Nacional de Inteligencia, por el Departamento de Contrainteligencia y luego partió a Argentina, donde se especializó en labores de contrasubversivas y movimientos terroristas en América Latina.
A su regreso a Lima, en 1992, participó en la captura del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, cuestión que nunca ha reconocido. Entre 1997 y 1999 se desempeñó como agregado naval en la Embajada de Perú en Chile, mientras el comandante en jefe de la Marina de su país era Américo Ibárcena -proveniente también de la rama de Inteligencia-, a quien Ponce suele llamar "compadre".
En esos años, los cargos de agregado en países vecinos eran decididos directamente por Vladimiro Montesinos, cabeza del todopoderoso Servicio de Inteligencia Nacional peruano (SIN) del gobierno de Fujimori.
Mientras estuvo destinado a Chile, Ponce habría recibido -reconocen en su entorno- al menos en dos ocasiones a Montesinos. El "doctor" habría viajado unas seis veces a Santiago entre 1994 y 1999, siendo Chile el país más visitado, después de EE.UU., en dicho lapso.
Un miembro del círculo íntimo de Ponce dice que éste solía llamar a Montesinos como "el Jefazo". Ambos se tenían simpatía.
Esta persona agrega que "efectivamente" Montesinos traía instrucciones del Alto Mando Naval y del Ejecutivo en Lima, en cada uno de sus viajes a Chile. Según varias fuentes del Alto Mando de la Marina chilena de esos años, "los peruanos estaban preocupados por la señal de apertura y acercamiento que el almirante Arancibia impulsaba hacia Argentina y Bolivia".
Una fuente que vivió el proceso recuerda que las gestiones de Arancibia "no tuvieron el mismo eco en Perú", que en esa época mantenía como hipótesis vecinal un posible conflicto con Chile. A raíz de ello, asegura esta persona, se habrían gatillado una serie de operaciones de inteligencia para monitorear el estado de los avances.
Vida de hackers
A sólo unos pasos de la celda de Ponce está el calabozo del capitán (r) Carlos Tomasio, compañero de armas y socio en BTR del ex agregado en Chile.
A Tomasio le quedan sólo 100 páginas para terminar el libro MI6, que relata la historia del servicio secreto británico, uno de los más antiguos y avezados del mundo. Quienes lo han visitado, aseguran que el ex oficial de inteligencia de la Marina peruana se ha "devorado" el texto que relata los inicios y las operaciones de "la firma", tal como se conoce al MI6.
En Castro Castro el ex oficial naval lee con avidez al peruano Eric Frattini, autor del libro. Su contenido es cercano para él: como ex oficial de Inteligencia su especialidad era realizar acciones de contraespionaje, desencriptar códigos y estar al tanto de las últimas novedades de la informática. Su principal rol en BTR eran los análisis de seguridad en redes de conexión y su misión, proporcionar a Ponce la mayor cantidad de datos posible.
Por lo mismo, no extraña que, debajo del libro de Frattini, Tomasio mantenga una revista a la que siempre ha estado suscrito: Hacking, una suerte de biblia para quienes ponen en práctica aquello de que "la red no tiene fronteras", en alusión a internet. Los mismos que cada año se reúnen en la DefCon, la convención de hackers más grande del mundo, que se realiza en julio en Las Vegas. "En sus pasillos lo normal es encontrar a agentes de la CIA, expertos en informática civiles y militares y representantes del Mossad, el servicio secreto de los israelíes", cuenta alguien que ha ido varias veces al encuentro.
Pero este año Tomasio no podrá ir. Su detención y el desarrollo del juicio le han confirmado que las cosas no van bien para él, ni para su socio. Si bien la jueza titular del caso, María Elena Martínez, sólo ha visto -y escuchado- el 10% del material incautado, las hebras del caso aumentan cada semana.
Redes de espionaje: Chile en la mira
Conexión peruana-argentina
A cientos de kilómetros de Castro Castro, el ex agente argentino Iván Velázquez purga su condena en el penal Comcar, en las afueras de Montevideo. No recibe muchas visitas, aparte de su esposa y su abogada, y en sus ratos libres está dedicado a escribir sus memorias.
Este gesto parece sorprendente para una persona que no supera los 30 años, pero el agente Velázquez tiene mucho que contar. Tanto, que por sus "conocimientos" -y por haber desarrollado un software que permite interceptar correos electrónicos- se convirtió en persona non grata a comienzos de 2008, cuando hackeó el correo del presidente de la Suprema argentina, Ricardo Lorenzetti. El supremo ordenó una investigación y Velázquez, experto en informática y en terrorismo islámico, cayó en desgracia. Decidió huir a Uruguay con un amigo y allí fue detenido por tráfico de pasaportes ilegales y por intentar entrar al disco duro de la Policía de Montevideo.
Con un equipo que no superaba las 10 personas, los ex oficiales peruanos burlaron la seguridad informática de las más altas autoridades de su país, incluido el presidente Alan García. Pero hay más. Sus "chuponeos", como se denomina a las interceptaciones telefónicas en Perú, traspasaron las fronteras, alcanzando a Chile, Ecuador, Venezuela y Argentina.
Este genio de la computación -sin estudios superiores formales- trabajó durante años en la Secretaría de Inteligencia del Estado argentina (SIDE), un poderoso servicio que suele responder al gobierno de turno. Allí llegó por sus conocimientos de informática y se mantuvo entre 1999 y 2007. Aprendió a infiltrar movimientos "antisistema" y perfeccionó sus técnicas, bajo las órdenes del encargado de Inteligencia Interior, Fernando Pocino, el mismo que le pisaba los pasos antes de ser detenido en Uruguay. Como parte de su labor interceptó los correos de personalidades como Susana Giménez hasta el ex jefe de gabinete -hoy ubicado en la vereda contraria de los Kirchner- Alberto Fernández, quien en estos días declaró sobre el caso.
Una vez fuera del servicio de inteligencia trasandino, desde su exilio en Uruguay, el ex espía siguió haciendo lo que mejor sabe: interceptar servidores. Al momento de su detención, en enero pasado, se encontraron en su laptop y en dos pendrive las direcciones electrónicas de 40 autoridades chilenas, incluida la secretaria personal de Bachelet, Claudia Hernández, y el vicecanciller, Alberto Van Klaveren.
¿Para quién espiaba Velázquez? El hacker argentino se ha negado a revelarlo aunque las autoridades uruguayas, así como fuentes cercanas a su defensa, confirmaron que "la última arista es que Iván estaba trabajando para los peruanos".
Contacto en Lima
No está claro en qué fecha ocurrió el encuentro, pero la inteligencia chilena ha logrado detectar al menos dos viajes del ex agente trasandino Iván Velázquez a Lima, gracias a la información recabada en Interpol. Lo más probable, estiman estas fuentes, es que dichos traslados hayan ocurrido a fines de los 90 o inicios de 2000, cuando Ponce y Tomasio estaban por retirarse de la Marina, lo que ocurre en 2001.
Una fuente que ha seguido la investigación estima poco viable que Velázquez haya dejado su exilio forzado en Uruguay para viajar a la capital peruana a "ofrecer" los correos de autoridades chilenas que había logrado interceptar. Velázquez huye a Uruguay en mayo de 2008 y es capturado en diciembre, por lo que resulta improbable -aun cuando no ha sido descartado- que saliera de territorio oriental en esas fechas sin ser detectado.
Al momento de la detención del hacker argentino Iván Velázquez, se encontraron en su laptop y en dos pendrive las direcciones electrónicas de 40 autoridades chilenas, incluida la de la secretaria personal de Michelle Bachelet. ¿Para quién espiaba ? Autoridades uruguayas, así como fuentes cercanas a su defensa, dicen que "la última arista es que trabajaba para los peruanos".
Lo que está prácticamente establecido son las visitas realizadas por dos subalternos de la peruana BTR a Velázquez. En una de las ocasiones, aseguran estas fuentes, habrían coincidido en Argentina, mientras que la otra en su "escondite" en las afueras de Montevideo.
Cercanos a Elías Ponce aseguraron a Qué Pasa que el viaje de estos suboficiales a Buenos Aires habría sido "por razones de descanso", y descartan cualquier vinculación entre BTR y el hacker trasandino.
La tesis, sin embargo, cobró fuerza esta semana, luego de que el diario peruano La República publicara que otra de las víctimas del "chuponeo" de BTR habría sido el propio Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández. ¿El motivo? Indagar los vínculos entre el Ejecutivo trasandino y el gobierno de Hugo Chávez, al cual ha dado varias muestras de simpatía.
La influencia de Chávez en la región -incluidos Perú y Chile- era una suerte de obsesión en los últimos meses para los ex oficiales peruanos.
Es factible que quien realizara esas labores para ellos fuera Iván Velázquez. Cuando recién huyó a Montevideo, un periodista del semanario Perfil viajó a entrevistarlo. Al preguntarle a quiénes espiaba desde la SIDE, el ex agente respondió: "desde Kirchner para abajo".
En estos días, Velázquez continúa escribiendo sus memorias y en las semanas que vienen podría ser trasladado a un penal en el interior uruguayo. La justicia argentina, en tanto, no muestra apuro en extraditarlo a ese país, algo que se viene anunciando desde marzo pasado.
En Lima, la magistrada que ve el caso continúa desenredando con tranco lento la maraña de este caso, que comenzó oliendo a mero tráfico de influencias y que hoy se devela como una red de espionaje político dentro y fuera de Perú.