Carga con una caricatura de sí mismo, pero lo hace sin problemas. Incluso se ríe cuando le dicen que es como el niño símbolo de la derecha. Sólo deja entrever sus pudores cuando recuerda su paso sin éxito por las Solteras sin compromiso de Sábados Gigantes, en 1986. Juan Carlos Eichholz (41) sabe llevar la mezcla entre el liberal conservador y el tipo dialogante que cree y usa la horizontalidad de las redes. Las ha tendido desde siempre. Y hoy está donde quiere estar.
Abogado y máster en Políticas Públicas de Harvard, ha creado fundaciones como Chile Unido y Gente Nueva, es legionario de Cristo, columnista y miembro del consejo de redacción de El Mercurio, panelista de Tolerancia Cero de Chilevisión, director del Centro de Liderazgo Estratégico de la Universidad Adolfo Ibáñez y uno de los fundadores de Independientes en Red (IR), a punto de convertirse en partido político.
-¿Te consideras un líder?
-No me gusta la palabra líder, de hecho la tengo descartada de mi vocabulario. Prefiero hablar de ejercer liderazgo, es decir, impactar personas y producir cambios, movilizando gente, grupos, facciones. Y trato permanentemente de hacerlo.
-¿Te definirías como alguien influyente?
-Depende del ámbito.
-En las tres patas de tu mesa: la academia, los medios y la política.
-En lo que hago en la universidad sí, soy influyente. Dentro de IR, algo de influencia tengo. Y a nivel de los medios de comunicación, no creo que todavía lo sea.
-¿No?
-No. Soy un gallo que escribe columnas que eventualmente son leídas y comentadas. Y, en la televisión, por lo menos he avanzado de ser sólo entrevistador a entrevistador y comentarista. Pero de ahí a decir que uno es influyente... Creo que no todavía.
Ir contra los propios
-Para muchos Juan Carlos Eichholz es como una caricatura: Verbo Divino, Derecho en la UC, legionario, columnista de El Mercurio… ¿Lo asumes?
-Sí, totalmente.
-¿Y cómo administras esa caricatura?
-Me ha costado, porque creo que tengo bastantes aristas que me distancian de eso.
-¿Te rebelas?
-Soy un tipo capaz de llevar la contra y ser muy cuestionador al interior de los círculos a los que pertenezco. Hay muchas cosas que no comparto y he criticado de la centroderecha. A nivel religioso, naturalmente por mi pertenencia a los Legionarios tengo la etiqueta de conservador, pero soy bastante poco conservador. Incluso a veces soy más jesuita: me gustan las discusiones, no parto de dogmas y no me gusta estar en grupos que no se abren al debate. Siento la necesidad de desafiar a los lugares donde tengo vínculos de pertenencia. Parte esencial del liderazgo, la más difícil quizás, tiene que ver con eso: ir en contra de los propios. Trato de hacerlo, pero con cuidado porque es peligroso.
-Tus círculos parecen poco permeables a los díscolos. ¿Ése es el peligro?
-En realidad todos los círculos lo son. Todos generan cierta identidad y aquel que se rebela es marginado. Uno debe ser lo suficientemente cuidadoso como para incidir sin ser excluido, porque desde afuera ya no puedes influir: se te cierran las puertas, no eres escuchado.
-¿Qué te rebela de la centroderecha particularmente?
-Valoro mucho la diversidad, el conversar desde la diferencia, y a la centroderecha le ha costado eso. Ha sido muy dogmática y yo, por el contrario, soy súper participativo. Además, es un sector que, por su propia historia, cree que tiene la respuesta y las soluciones para todo, cuando a veces basta con hacer preguntas, con abrir los debates, con mostrar cierta debilidad y vulnerabilidad. Si lo ponemos en términos simples, la centroderecha es excesivamente masculina y machista en esa lógica. Le faltan muchos componentes femeninos: más apertura al diálogo, más inclusión.
"No soy seguidor de otros, si no parte de causas. Eso de tener la figura del padre Maciel demasiado ensalzada es algo que siempre me aproblemó y nunca me gustó. Por todo eso para mí no significó ningún quiebre de nada".
-¿Te sientes como el niño símbolo de la derecha?
-No lo soy. Jamás. Nunca. Nunca he militado en un partido de derecha, mis aproximaciones son con personas.
-Perteneces y has fundado organizaciones, te mueves en muchas instituciones. ¿Por qué no militar en un partido?
-Porque siento que, en este momento al menos, marco una mayor diferencia estando fuera que dentro de un partido. Nunca he sentido la necesidad de afiliarme a uno. ¿Qué gano hoy con eso? Por el contrario, pierdo.
-Pero en tu concepto, haces política.
-Me siento tratando de impactar en lo público. La política necesariamente está asociada a la consecución del poder, lo que es súper legítimo. Yo todavía no estoy en esa lógica, aunque puede que en determinado momento la tome. Hasta ahora he construido por otros lados. Participo en fundaciones y soy un convencido de que éstas tienen que ser independientes de los partidos. Por lo tanto, que me vincule a uno es totalmente inconcebible.
Piñerista, pero...
-¿Qué es ser de derecha hoy?
-La centroizquierda ha tendido en las últimas décadas a la contención, a la protección, mientras que la centroderecha tiende un poco más a la tensión, a decir "hay problemas y yo los voy a enfrentar". Ahora, se necesita una buena combinación de esos rasgos femeninos y masculinos. Puedes tener más de uno o del otro, dependiendo del momento en que te encuentres y los cambios que tengas que llevar adelante. Creo pertenecer generacionalmente a una centroderecha que es capaz de incorporar esos elementos de contención sin perder la tensión.
-Entonces, ¿ser de derecha hoy significa…?
-Una muy buena combinación entre colaboración y competencia, o colaboración y confrontación, en el buen sentido. Capacidad de ejecutar y participación. Equilibrio entre eficiencia y equidad.
-¿Y te parece que Piñera encarna bien todo eso?
-Piñera está mucho más inclinado a la tensión, aunque no tiene los rasgos más tradicionales de la derecha, que están asociados con lo autoritario. Él no viene de esa raigambre, no es el patrón de fundo. Es un tipo abierto, con el cual se puede conversar, es poco rencoroso, te trata de igual a igual, independiente de que tenga esa tendencia a tirarte el intelecto por la cabeza. Aunque no es el tipo de centroderecha clásico, Piñera está más en la tensión y le falta moverse más hacia elementos de contención. Fundamentalmente escuchar.
-O sea, estás de acuerdo con Arturo Fontaine, quien dijo que a Piñera le faltaba corazón.
-Totalmente.
-¿Y te parece que puede revertir esa imagen con campañas en las que manda abrazos cariñosos? Gonzalo Cordero, ex asesor comunicacional de Joaquín Lavín, decía que es difícil que alguien gane apelando a lo que no es.
-Eso tiene que ver con la estrategia de campaña, cómo envasas el producto dependiendo de la necesidad del momento. Si estás en crisis, necesitas alguien que tome el timón muy fuerte y diga para allá vamos. Tiene matices. Ahora, como político en general, para ser más completo, Piñera necesita más corazón.
-¿Por qué?
-Porque eso te lleva a escuchar, a conectarte con las personas, a pensar desde la lógica del otro, a construir más colectivamente. Ahora, también creo que Piñera se ha movido bien. Está siendo más emocional que antes, está descubriendo algo de sí mismo.
"No soy el niño símbolo de la derecha"
-Otro de sus flancos débiles es la confiabilidad. ¿Crees que puede superarlo o ser empresario lo condena?
-Piñera tiene esa cuestión de jugar siempre al límite, por definición, ganarlas todas. No lo transgrede, pero está en el límite. Cuando eso ocurre, hay veces en que algunos te ven pasado para el otro lado. Y eso es lo que le ha sucedido en casos como Chispas, el Piñeragate o LAN. Jugar al límite te expone a diversas interpretaciones sobre lo que haces o dejas de hacer, entonces tienes que ser un poco más conservador, pero sin que eso implique inmovilismo. Una de las cosas que son relevantes en Sebastián es que siempre está en la necesidad de dar una respuesta. Y una de las cosas que vale la pena aprender es que no siempre tienes que darlas todas. Decir simplemente no sé, tenemos un problema, construyamos una solución. Tiene que aprender a ser más vulnerable y eso es algo muy difícil para personas como él. Piñera como presidente necesitará abrir espacios para otros: no puede estar encima de todo.
-¿Piñera es tu hombre? Fuiste su asesor legislativo a los 23 años.
-Yo al gallo le tengo aprecio.
-¿Y le tienes fe?
-¿Para qué?
-Para gobernar el país…
-Creo que, en general, vas a encontrar pocas personas que voten ciento por ciento felices por él…
-¿Todos le encuentran algo?
-Todos... y yo también. Ahora tengo la ventaja que mucha gente no tiene, que es conocerlo personalmente, y bastante bien. Aprendí mucho de él cuando joven. De las cosas que valoro es nunca haberme enfrentado a un jefe que te impusiera las cosas. Siempre tuve la posibilidad de desafiarlo, siempre me preguntó qué opinaba, nunca fue rencoroso, pese a que pudo haber sido súper exigente y pesado. Y si escarbas un poco más, encuentras otro valor relevante: es súper leal.
Sobrevivir en Tolerancia Cero
-Eres de la bancada de Piñera en Tolerancia Cero. ¿Cómo te enfrentas a la pantalla sabiendo que la gente sabe que estás ahí porque Piñera te puso?
-Sé que la gente ve eso y me molesta porque no estoy dispuesto a ser un instrumento. Entonces tengo que mantener el equilibrio necesario como para, por un lado, no frustrar demasiado las expectativas y, por otro, no quedar limitado por ellas. Eso es lo que estoy tratando de hacer. Al principio no fue fácil.
-¿Qué fue lo más difícil?
-Mi primer desafío era televisivo: cómo sentarse a conversar con estos gallos que tienen años de estar juntos. Eso uno nunca termina de aprenderlo ni de mejorar. Ese desafío, que te da dolor de guata, debe durar como un mes. La parte que vino después fue más compleja. Está toda esa gente que tiene expectativas de ti y que te da un tiempo para que te adaptes, pero después te empieza a pedir cuentas.
-¿Cómo te llega esa presión?
-Porque me preocupo de escuchar y de interpretar, más allá de lo que se te dice directamente.
-¿Y Piñera te llama?
-Sin que se preste para interpretaciones: Sebastián me ha llamado dos veces en estos cuatro meses. Y lo ha hecho, como mucha gente, para tratar de explicarme algo en lo cual tiene una participación directa. Y la verdad es que en uno de esos temas debe haber terminado muy frustrado conmigo, porque no defendí el punto que él quería que yo defendiera.
-¿Reconoces el conflicto de interés que Pablo Halpern acusó en el caso de Matías del Río y Fernando Paulsen?
-En la vida se está siempre expuesto a conflictos de interés. Yo los tengo entre la universidad, IR y qué sé yo. En este caso es más visible. No es fácil ni para Matías ni para Fernando, porque son periodistas y tienen que mostrarse como independientes. Están puestos en una situación que es complicada, pero creo que han manejado bastante bien el conflicto de intereses.
-Ellos están obligados a transparentar el conflicto y mostrar independencia, ¿tú no te sientes forzado a eso?
-No. Creo que la gente no espera independencia de mí. Lo que más me importa son las lealtades con mis propias convicciones. Porque ésas son las que están puestas a prueba. Yo no voy a defender algo en lo que no creo. Y si tengo que hablar en contra de Sebastián Piñera, pese a que la gente crea que debo defenderlo, lo haré.
Legionarios: "no se me ha acabado el mundo"
-A propósito de convicciones, ¿cómo se vive el proceso del padre Marcial Maciel desde dentro de los Legionarios?
-Voy a separar dos cosas. Una es la vivencia personal y otra, el análisis del tema. Para mí fue algo que ya tenía cierta maduración por las revelaciones previas. Yo tomé en cuenta estas denuncias inicialmente, no me compré esto de que había un ataque concertado y que había que hacer oídos sordos. Dije aquí hay algo y hay que ponerle atención.
-¿Fue muy duro el golpe?
-Tampoco es que se me haya acabado el mundo, porque no soy seguidor de otros, sino parte de causas. Eso de tener la figura del padre Maciel demasiado ensalzada es algo que siempre me aproblemó y nunca me gustó. Al padre Maciel dentro de la Legión se le llamaba "nuestro padre". Por todo eso, para mí no significó ningún quiebre de nada. Sí hay una cuestión de solidaridad, particularmente con los sacerdotes que compartieron con él, que le tenían harta estima y a quienes de repente se les cayó y que han tenido que acoger a muchos otros que se ven desmoronados por esto. Ahora, lo que a mí me quedó como duda es cómo es posible que Dios permita una cosa así, cómo es posible que una obra tan impresionante como ésta haya nacido al amparo de una persona que cometió esas atrocidades.
-Pero antes de preguntarte cómo es posible que Dios lo permitiera, ¿no te cuestionas por qué el Vaticano no actuó antes?
-Pero vamos al fondo: los humanos aquí podemos cometer mil errores, pero cómo Dios -si uno es creyente- permite eso… Patricia Matte se preguntaba cómo tanto bien puede estar conectado con tanto mal. Yo no sé.
* Periodista. Directora de Radio Duna