Se formó en un hogar de izquierda. No politizado, pero con inclinación clara. Su padre fue compañero en la Escuela de Medicina de Salvador Allende, y los unía una amistad; su abuelo, fue regidor socialista en Valparaíso y su padrino, Enrique Kirberg, pasó de la rectoría de la UTEM a la isla Dawson tras el 11 de septiembre del '73.
Pese a eso, su aterrizaje en las filas de Unión Nacional (UN), en la primera mitad de los ochenta, no fue casual. Andaba buscando ideas liberales, algo de modernidad, un liderazgo nuevo y alguna mirada no incondicional con el gobierno militar. El gremialismo le parecía demasiado conservador, así que se acercó a la dupla que conformaban Andrés Allamand y Alberto Espina; uno en la presidencia de UN y el otro al mando de la juventud.
El resto de la historia suma a su decisión racional de convertirse en "momio", el surgimiento de amistades, lealtades, decepciones y episodios aún no totalmente conocidos de la acontecida centroderecha durante los estertores del gobierno militar y todos estos años de democracia. Rodrigo Hinzpeter (44) recuerda la "sana distancia" que tomó de los protagonistas del kiotazo: no se enojó con Evelyn Matthei (de quien fue jefe de campaña en 1989), pero solidarizó con Sebastián Pïñera. Era el comienzo del fin de la "patrulla juvenil" que él integraba casi en calidad de mascota: era mucho más joven que el resto.
Hasta 1994, comandó la juventud de RN. Luego dedicó tiempo y esfuerzo a consolidar -con éxito- su profesión de abogado. Vivió y ejerció en Nueva York entre 2000 y 2001 y cuando volvió, se encontró con que el liderazgo de Piñera se había hecho manifiesto y había desplazado al de su referente, Allamand.
De Piñera, dice que le atrajo su capacidad de reinventarse y su inteligencia. Fue él quien lo buscó en 2002 para que se hiciera cargo de la presidencia de RN, ante la salida de Alberto Cardemil. Lo acompañó en la secretaría general y luego en la vicepresidencia. Y estuvo a su lado en 2005 cuando decidió entrar inesperadamente -y de forma incomprensible para muchos- a la carrera presidencial, que hasta entonces corría Joaquín Lavín como único abanderado de la Alianza. En la soledad de esos meses -recuerda- se consolidó su amistad.
Cuando conoció a Piñera, hacia fines de los 80, encontró en él algo que escapaba a la lógica de su entorno político inmediato: la convicción de que lo correcto era haber votado No en el plebiscito de 1988. Cosa que él no hizo. "Pecado de juventud", dice hoy.
-Las razones por las que usted se convierte en activo militante de la derecha no parecen estar en un apoyo al gobierno de Pinochet, entonces ¿por qué votar Sí?
-Digo que fue como un pecado de juventud porque es una forma de sacarle el cuerpo a un problema real. Es un tema pendiente conmigo mismo. No fui capaz de darme cuenta de las implicancias que tenía votar Sí. Fue un error.
No quiero decir que me arrepentí; me parece mucho más honesto decir que fue un error votar Sí en el plebiscito de 1988.
-¿Se dejó llevar por la corriente de su entorno o le temía a algo?
-No le puedo echar la culpa a la gente que estaba conmigo en ese momento, no me parece correcto. Había tomado la decisión de incorporarme a un grupo de personas que estaban mucho más activas que yo en lo político antes del plebiscito de 1988. Y en ese momento la decisión de votar Sí se tomó en un nivel en el que yo no participé. Me sumé a esa opción sin ser capaz de darme cuenta de que no lo debería haber hecho.
-¿En que momento se arrepintió?
-No quiero decir que me arrepentí; me parece mucho más honesto decir que fue un error.
-¿Cuándo se dio cuenta del error entonces?
-Muy luego, durante el gobierno de Patricio Aylwin. Cuando me di cuenta de que el país estaba perfectamente preparado y que era muy beneficioso el restablecimiento democrático y que, al final del día, Chile podía funcionar en democracia plena. Era mucho mejor hacer un corte tajante con lo que había sido el gobierno militar. No era lógico pretender construir el futuro con el liderazgo de gente que había cometido violaciones a los derechos humanos. Habría sido imposible. No se hubiera podido construir la paz social ni habríamos tenido los progresos de estos 20 años.
-¿Fue bueno para usted que gobernara Aylwin o hubiera preferido a Büchi?
-Es un ejercicio intelectual imposible. Pero, a juzgar por los resultados, el país eligió bien en esa oportunidad quién debía ser presidente.
A quebrar huevos
La llegada de Rodrigo Hinzpeter a RN tiene tantas similitudes como diferencias con el aterrizaje que más tarde tuvo Piñera. Siempre se ha dicho que este último golpeó la puerta de calle Antonio Varas porque la fila en la DC era demasiado larga y su paciencia corta. "Esa es una caricatura. Lo suyo tiene más que ver con su formación humanista cristiana, que no se dio en mi casa: si bien somos judíos, no éramos religiosos. Mi aproximación fue más intelectual que de activismo político".
De origen judío y familia de clase media con formación profesional, Hinzpeter podría haber sido radical. Sin embargo, eligió estudiar derecho en la Universidad Católica y militar en el partido más cercano a las tradiciones, a las elites e incluso a la aristocracia chilensis.
-¿Cómo se relacionó con ese entorno?
-Ni Allamand ni Espina, que eran mis referentes, son de la rancia aristocracia chilena, y se lograron forjar un camino. Si bien me daba cuenta de que las fronteras del sector estaban construidas a partir de esas tradiciones, quienes conducían no venían de ahí.
-¿Y nunca sintió que les impusieran límites?
-No, hasta hoy eso no sucede. A lo mejor he sido más negrito de Harvard de lo que yo mismo me he dado cuenta. Nunca he sentido limitantes, ni por el tema del origen social ni por el religioso, que, en mi caso, es prácticamente una excepción dentro del sector.
"Piñera podrá hacer exigencias a los empresarios y concesiones a los sectores sociales"
-Pero es un hecho que ni ser judío ni su origen social lo favorecieron en su construcción. Tampoco ser de la UC, lo que es visto con cierta suspicacia por muchos abogados.
-Es que quizás uno construye sus fortalezas a partir de sus debilidades. Hablamos de rasgos indelebles de mi origen y personalidad que tal vez han operado más como trampolines.
-Se resiste a reconocer que esos factores pudieran jugarle en contra…
-Intelectualmente coincido contigo: son dos rasgos que pudieron jugar en contra, pero me resisto a reconocerlo. Primero por personalidad: no me gusta ponerme chapas de discriminado ni de perjudicado, porque son quejas que no corresponden. Y segundo, por un respeto enorme hacia todos aquellos que jamás han planteado ni hecho nada que pudiera a mí hacerme sentir incómodo. Si yo dijera al voleo que tuve más dificultades por ser judío estaría contaminándolos a todos. No se me han cerrado puertas, así que no estoy dispuesto a reconocer mochilas.
-Finalmente, se insertó en la elite política y también en el mundo de los abogados, como socio de un importantísimo estudio. ¿Cómo se vincula con la elite empresarial?
-Tengo una buena relación con ellos y con varios de los grupos económicos, pero no soy un hombre de ninguno, sin perjuicio de mantener relaciones esporádicas profesionales o de amistad.
-Piñera se ha movido siempre marcando cierta distancia con esos grupos, más ligados a la elite y que podrían personificarse en el CEP. ¿Siente que eso también lo afecta en su cercanía al mundo de los empresarios?
-Sería complicado hablar de distanciamiento. Yo no siento distancia con ellos. Ahora, no sé si ellos la tienen conmigo por mi vinculación con Piñera. Se dice mucho que él es representante de esos grupos, pero no tiene cuentas de pasivo con ninguno; no pertenece a ninguna aristocracia empresarial.
-Se da ahí una paradoja. Buena parte de la opinión pública efectivamente ve a Piñera como parte de ese "club". Pero parece que a él le resulta más conveniente en lo político marcar diferencias.
-No creo que haya una necesidad política de marcar la diferencia. Lo que hay que hacer es despejar un mito a partir de una realidad: Sebastián ha forjado su posición empresarial a partir de sus propios esfuerzos y talentos, no es uno más de la clase empresarial típica.
-Asumiendo que eso es efectivo, ¿qué diferencias debiera establecer Piñera con la clase empresarial en un eventual gobierno? Los de la Concertación debieron dar pruebas de que podían administrar el modelo y Lagos terminó siendo "amado" por los empresarios. ¿Qué tan dispuesto estará Piñera a romper ciertos dogmas?
-Su convicción es que si como presidente de Chile tiene que romper algunas reglas de oro en beneficio de los más desposeídos o de la clase media, lo hará. Posee además la gran ventaja de que conoce bien el funcionamiento de las empresas: no le vienen con cuentos y eso le da mucha libertad. Él sabe que para generar crecimiento y empleo se necesitan empresas, y también sabe qué medidas se deben adoptar. La relación de Piñera con los empresarios será más honesta de la que han tenido con la Concertación.
-¿Cuáles serían las reglas de oro que se pueden romper?
-Son temas de política pública. Por ejemplo, Piñera no tiene ningún problema en subirles los impuestos a las empresas y bajárselos a las personas, algo que no se ha hecho en los gobiernos de la Concertación. El ha dicho que si siendo presidente considera que es necesario financiar algún proyecto social por esa vía, lo hará.
Demostraremos que podemos hacer a los empresarios andar más rápido, ser más justos en su trato con los trabajadores y que los dirigentes gremiales encuentren los acuerdos que no han logrado.
-Por ejemplo, si el puente del Chacao tuviera beneficios asegurados para la gente de Chiloé, ¿Piñera lo construiría, aunque no fuera rentable?
-El Estado tiene que asumir obras que no siempre son ciento por ciento viables en el análisis de la empresa privada. El beneficio social es una variable extraordinariamente importante en las obras que decida emprender el fisco. El gobierno de Sebastián deberá tener la audacia de generar obras cuyo beneficio social sea superior al económico, obras que bajo el examen de la empresa privada no se harían.
Cambio de paradigma
-¿Esta predisposición a quebrar huevos ante los empresarios se repetiría en un eventual gobierno de Piñera respecto de la elite conservadora, por ejemplo, en torno a los llamados temas valóricos?
-Si Piñera es presidente habrá bastantes sorpresas. Hablará claro con los empresarios. En él tendrán un aliado en las cosas buenas, pero también una contraparte muy preparada para obligarlos a sacar adelante al país en aquello que les corresponde. Para las elites más intelectuales también habrá sorpresas: se encontrarán con un presidente más tolerante y pluralista de lo que puedan pensar. Y los gremios -profesores, salud, cobre, etc.- también se llevarán una sorpresa con la apertura con que Piñera atenderá y entenderá sus demandas. Lejos de esa especie de caos social que gente de la Concertación intentó instalar, la posibilidad de llegar a acuerdos con esos gremios es enormemente alta.
-¿La mano se apretará y se soltará en sentido contrario al actual?
-Definitivamente. Tedremos grandes posibilidades, porque se rebarajará el naipe tan superlativamente que cambiarán las correlaciones de fuerzas y las negociaciones se darán en un plano distinto.
-¿Tanto cree que ha cambiado el país?
-Chile es capaz de cerrar la transición con un gobierno de Sebastián Piñera. Después del gobierno militar había temor y nada ocurrió; hubo miedo a un nuevo gobierno socialista y lejos de que algo pasara, hemos tenido dos. Hoy tratan de instalar temor con un gobierno de centroderecha y nada pasará. Las cosas se mantendrán relativamente iguales, pero habrá cambios donde el país los necesita: reingeniería en temas micro -donde estamos atrasados-, e impulso a los grandes acuerdos pendientes. Chile necesita grandes acuerdos que no han podido construirse en los gobiernos de la Concertación, por ejemplo,en salud y trabajo. Nuestro propósito es romper ese paradigma: demostraremos que podemos hacer a los empresarios andar más rápido, ser más justos en su trato con los trabajadores y que los dirigentes gremiales encuentren los acuerdos que no han logrado.
"Piñera podrá hacer exigencias a los empresarios y concesiones a los sectores sociales"
-El mundo al revés…
-Nos incentiva mostrar que un gobierno como el nuestro será más cercano a los sectores más pobres. Hasta ahora se han dado grandes acuerdos políticos. Yo quiero que el de Piñera sea el de los grandes acuerdos sociales…
-¿Me dice que el de Piñera será el gobierno de los postergados?
-Claro, con todas las personas y grupos que han quedado fuera hasta ahora.
-¿No cree que justamente frente a esa "amenaza", la elite prefiere a la Concertación en el gobierno y a la Alianza en la oposición?
-Es que ése es un análisis que no resiste porque no ha habido un gobierno nuestro.
-Funciona por los paradigmas que pretenden romper…
-Es que al revés. Yo reconozco que la Concertación ha hecho muchas cosas buenas, pero las relaciones con los grandes agentes sociales se han dado desde las posiciones inversas: un grupo gobernante con relaciones de tensión y afecto con empresarios y grupos sociales, desde la lógica de que es más cercano a estos últimos. Piñera invierte eso y podrá hacer exigencias a los primeros y concesiones a los sectores sociales.
Soy un buen complemento de Sebastián Piñera. Yo no tengo un proyecto personal, no pretendo establecer un liderazgo propio.
-¿Con qué rendiría Piñera la prueba de la blancura los tres primeros meses?
-Me gustaría ver el Ministerio de Desarrollo Social instalado en La Moneda y coordinando la ejecución de las políticas antipobreza. Ver también una Mesa de Diálogo con los profesores -que será convocada en marzo de 2010-, que trabaje en una mejora de sus condiciones y en la calidad de la educación. Finalmente, que se encuentre concluida o a punto de terminar la urgente reestructuración del Sename, el que debe convertirse en un Servicio Nacional de la Infancia: moderno, eficiente y que realmente ayude a los menores en condiciones de vulnerabilidad y a sus familias.
¿El ejecutor?
-¿Y dónde le gustaría estar instalado a Rodrigo Hinzpeter en ese período?
-No puedo contestar eso.
-¿Con Piñera en el gobierno o en su oficina de abogados?
-Ayudaré a Piñera donde él quiera que yo esté.
-En la campaña anterior no dejó de trabajar en su bufete. Eso se interpretó como que nunca creyó en un triunfo posible.
-Entonces reduje superlativamente mi actividad profesional. En esta ocasión, en abril de este año, suspendí la participación en mi oficina…
-Ahora sí se creyó el cuento.
-Es evidente que la probabilidad de ganar esta elección es mayor que la de 2005. Una campaña con mayor posibilidad de éxito tiene más responsabilidad, es más amplia, más sectores nos apoyan, y eso me ha obligado -gustosamente- a dejar mi oficina.
-Desde afuera usted es visto como el ejecutor de Piñera. Quizás el episodio que mejor lo grafica es haber expulsado del acto en el Arena Santiago a los periodistas de La Nación. Apareció haciendo aquello que probablemente Piñera hubiera querido hacer, pero no podía. A tal punto que luego él lo contradijo públicamente, le quitó el piso... Un buen ejecutor.
-Ésa es una decisión que tomé yo. Sebastián Piñera no necesita ejecutores.
-¿Cómo definiría el rol que usted juega para Piñera?
-Soy un buen complemento. Todos los liderazgos grandes -como el de Sebastián- necesitan personas que compartan el mismo proyecto, que en este caso es que él sea presidente de Chile. Yo no tengo un proyecto personal, no pretendo establecer un liderazgo propio.
-¿Qué tiene Hinzpeter que no tiene Piñera?
-No, eso se lo tienes que preguntar a otras personas. Hay una sola cosa que te puedo decir: tengo una situación económica muy diferente.
-Menos ventajosa, pero no por eso mala.
-No, gracias a Dios, no.
-Su anterior oficina en el comando decía "templo del mando". Ésta dice "templo de la inteligencia". ¿Cambiará el cartel?
-A lo mejor me lo cambian
-¿Qué le gustaría que dijera?
-Ésta fue la oficina del jefe de campaña del actual presidente de Chile…
-¿Y algo menos cursi?
-Entre sin golpear.
* Directora de Radio Duna.