Luciano Cruz-Coke fue uno de las primeros rostros del mundo artístico que se sumaron a la campaña de Sebastián Piñera: a pesar de las críticas de sus pares, se convirtió en el director cultural de la candidatura opositora. Varios meses después y a una semana de la segunda vuelta, el actor recibió un fuerte espaldarazo a su opción: Mario Vargas Llosa adhirió a la campaña de derecha provocando una gran polémica en el ámbito de la cultura.
-¿Por qué Piñera es mejor que Frei en términos culturales?
-Primero, porque he leído el programa de Frei y no supera la página y media de Word. Nosotros tenemos uno de 50 páginas que fue elaborado durante un año y medio con profesionales que trabajan en diferentes instituciones y fundaciones culturales. Un gobierno de Frei sólo podría replicar lo que ya se ha hecho. Y eso es insuficiente. La institucionalidad fundada el 2003 ya cumplió un cierto ciclo y hay que pasar de una etapa adolescente a una más adulta. Además, por primera vez en muchos años se puso a la cultura en un lugar destacado: en la campaña se sumó a Mario Vargas Llosa, Jorge Edwards, Roberto Ampuero y David Gallagher. Frei se quedó atrás.
-Para muchos eso se explica porque Piñera tiene que demostrar que se preocupará de la cultura.
-Piñera está dando muestras. En ese sentido, la derecha tiene que hacer un mea culpa porque abandonó a un sector que es muy importante.
-Puede ser visto sólo como un efecto mediático para conquistar votos...
-No lo es. Siempre en campaña sale a relucir el tema cultural porque viste bastante. Pero, la gracia es que aquí hay un programa de gobierno.
-Algunos señalan que sí le creen a Piñera en cuanto a su intención de dar un lugar privilegiado a la cultura, pero la derecha conservadora que lo acompaña puede tener otro plan...
-Este país es tan presidencialista que es el Ejecutivo el que envía las leyes, el que pone urgencia, quien toma las medidas de lo que se hace y no se hace. Cuando se gobierna en coalición se está detrás de un proyecto y el poder cohesiona. De hecho, cuando hubo problemas durante la campaña por la píldora del día después, Sebastián tuvo una posición muy firme y clara y no cejó con el tema. Soy capaz de entender la desconfianza, porque históricamente el sector tampoco ha demostrado una conducta muy pro cultura, por sentir que éste es un terreno colonizado por la izquierda. Pero la gracia es que Piñera ha metido los pies en el barro en la disputa de ese mundo. Llegó el momento de ponernos al día.
"He leído el programa de Frei y no supera la página y media de Word. Nosotros tenemos uno de 50 páginas que fue elaborado durante un año y medio con profesionales que trabajan en diferentes instituciones y fundaciones culturales."
-¿Usted, como lo han dicho desde la izquierda, teme que el resto de la Coalición no deje pasar algunos proyectos importantes en cultura?
-Hoy cualquier candidatura, aunque sea de extrema derecha, tiene que hacer gestos hacia la cultura, porque ella está enraizada en la gente. Durante años se ha vivido con la idea de hay una superioridad ética y moral de la Concertación, la que se justifica por los horrores en derechos humanos. Siento que esa percepción irá cambiando en la medida que se logre legitimar la posición de una derecha democrática. Los tiempos de los vetos y la censura no corren. Hoy la palabra censura está muy mal evaluada.
Fondart y Ministerio de Cultura
-Algunos señalan que la cultura correría un riesgo si Piñera la midiera en términos de productividad.
-Ha quedado claro que creemos, por una parte, en el financiamiento del Estado, pero también pretendemos fortalecer la participación de privados. Nadie mejor que Piñera entiende que su labor es ser presidente de un país y no estar a cargo de una empresa. Eso es parte de la caricaturización.
-¿Y quién decidirá en qué se invierte el presupuesto de cultura?
-Para eso existe un Consejo Nacional de la Cultura que es transversal. Es una institucionalidad nueva, que pretendemos jerarquizar. Queremos mejorar imperfecciones: por ejemplo, la gratuidad de los consejeros, que el ministro no sea en realidad un ministro, sino que sea un jefe de servicio que no puede firmar decretos.
-¿El gobierno de Piñera creará el Ministerio de Cultura?
-En este minuto no existen las condiciones políticas para crear un ministerio. Sin embargo, hay bastante consenso en el mundo de la cultura de que hay que jerarquizar la institucionalidad vigente.
-Piñera criticó la forma en que se asigna el Fondart y a sus jurados. ¿Qué cambios harán en ese ámbito?
-Ha funcionado bastante bien.
"Los tiempos de los vetos y la censura ya no corren"
-Pero Piñera lanzó la idea de que esos recursos se iban a asignar a través de encuestas...
-La idea fue sacada de contexto. Dentro del plan cultural de Sebastián, está la creación de un centro de estudios culturales, que es muy necesario que lleve estadísticas, que forme gestores y que tenga la posibilidad de hacer encuestas públicas, que sólo serían consultivas. Pero bajo ningún punto de vista se decidirá por encuestas. La cultura jamás puede estar expuesta a encuestas.
Patrimonio y Museo de la Memoria
-Un sello de la Concertación ha sido el Teatro a Mil, el arte en la calle, la Pequeña Gigante. ¿Se mantendrán?
-Sí, eso se mantendrá, pero además apostamos a fortalecer la industria cultural para que sea autosustentable, para que existamos en otro lugar del mundo, para que haya inversión extranjera en la cultura. Será un trabajo más de hormiga y menos visible en una primera etapa. Imagínese que los grandes artistas chilenos se tienen que ir de aquí para vivir: eso es aberrante. Y, por supuesto, promover el acceso cultural.
-¿A través de qué obras les gustaría ser recordados?
-Es muy fácil crear museos vía presupuesto nacional, pero no damos más de museos. Uno de los proyectos emblemáticos es el remozamiento del Bellas Artes y rescatar el patrimonio cultural. Vamos a mejorar lo ya existente.
-¿Cree que el Museo de la Memoria debería incluir a los uniformados asesinados durante el régimen militar?
-Lo conversamos con Vargas Llosa y creo que de momento tiene que quedarse tal como está. Pienso que se irá ampliando en la medida que exista la capacidad del país de reconciliación, de perdón.
La familia
-¿Qué votó en el plebiscito?
-Sí.
-¿Cómo evalúa eso hoy?
-Como una muy mala decisión. No sabía que se violaban los derechos humanos de esa manera.
-¿Estaba influido por su familia?
-Claro.
-¿Y la influencia cesó?
-Es mucho menor, porque yo me he movido en un mundo de izquierda. Sí considero que la Concertación ha tenido una altura ética mayor que la derecha en el tema de los derechos humanos.
-Bajo su actual mirada ¿cómo evalúa a quienes participaron en el gobierno militar, entre ellos su padre, Carlos Cruz-Coke?
-Hay gente que no sabía lo de los DD.HH. Pero todavía hay personas como Hermógenes Pérez de Arce y mi papá que sostienen que eso era una guerra civil. Él tiene su argumento y ya me cansé de pelear con él y mi hermano.
-¿Y qué le parece que el gobierno de Piñera haya descartado en un momento incluir a personas que participaron en el gobierno militar?
-Me parece que esa generación tiene que dar un paso al lado, por lo menos en la línea de frente. Lo que a él le conviene estratégica y políticamente es distanciarse cuanto más pueda del gobierno de Pinochet, porque no podemos soslayar que fue una dictadura.