El que la próxima administración no cuente con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso, el que los democratacristianos constituyan la bancada de senadores más numerosa y que el próximo Presidente de la República sea Sebastián Piñera, ha generado especial atención respecto al porvenir de la falange y el rol que ese partido pueda cumplir los próximos años. Efectivamente se trata de un tema interesante, cuando no complejo, el que se puede analizar desde varias perspectivas.
La derecha de la izquierda
Ya es un lugar común escuchar que la política de alianzas que mantiene la DC en Chile es una excepción a lo que ocurre en el resto de los países del mundo. En efecto, tanto en Europa como América Latina, la tendencia es que los partidos que se aglutinan en torno al humanismo cristiano o socialcristianismo hayan pactado con la derecha.
Las razones de por qué en nuestro país fue distinto son más o menos obvias. Más allá de los matices, la historia política nos enseña que lo que finalmente resuelve que un partido sea de derecha o de izquierda está mucho más asociado a cuestiones económico-sociales que a consideraciones valórico-culturales. De esta manera, lo que sería anómalo es que aquella fuerza política que se escindió del Partido Conservador, inspirada en la cuestión social, que impulsó la sindicalización campesina, la promoción popular, la chilenización del cobre o la reforma agraria, no se hubiera acompañado con los sectores aglutinados en la izquierda, a todas luces sus socios naturales.
Sin ir más lejos, del medio siglo de historia falangista, más de la mitad ha transcurrido al interior de la Concertación, otro porcentaje relevante fue el que acumuló la época del "camino propio" y sólo circunstancialmente, con motivo de la oposición a la Unidad Popular y por un breve lapso, los intereses de la DC confluyeron con la derecha.
Con todo, a estas alturas del partido y cuando especialmente se hacen más difusas las fronteras ideológicas, alguien todavía podría preguntarse qué validez tiene este análisis para el futuro. Se trata de una interrogante legítima aunque, en lo personal, cuando alguien me interroga de por qué, hoy por hoy, la DC no podría tener una alianza con la derecha, como sucede en el resto del mundo, mi instinto natural es contestar porque en Chile la derecha no es como en el resto del mundo. Somos hijos de una historia y una experiencia compartida -finalmente un ethos- que está en la esencia de nuestro talante o "personalidad política".
Una o dos oposiciones
En las últimas dos décadas, la DC perdió un millón de votos. Los recientes resultados electorales muestran que, adicionalmente, la principal merma se produjo en los sectores medios y en la elite. Conforme a lo anterior, la supervivencia y futuro de la falange pasan necesariamente por recuperar el centro político. Más allá de la izquierdización del debate público, el que arrastró a buena parte de la clase dirigente, una porción del tradicional electorado DC parece mirar con recelo como el otrora bastión de la clase media moderada perdió el rumbo al interior de una coalición que inevitablemente desdibujó su sello distintivo.
Por lo mismo, el rol que la DC pudiera tener en la oposición al gobierno de Piñera depende también de cómo resulte la reorganización de las fuerzas progresistas. Pese a que la falange fue una pieza fundamental para el éxito de la Concertación, no está claro que algunos de sus socios deseen prolongar esta fórmula. En efecto, para el tan anunciado frente amplio progresista -al menos de lo que uno infiere de quienes con más entusiasmo han promovido esta idea- no resulta obvio que haya un espacio para la DC. Es altamente probable que no coincidan los intereses inmediatos de la falange con la idea de una fuerza mayoritaria de izquierda (y viceversa).
En esa eventual disyuntiva, sólo se vislumbran dos escenarios. Primero, que la DC quede excluida de este frente más amplio y se vea obligada a ser oposición individual, echando mano al enorme capital que significa tener la bancada de senadores más numerosa. Segundo, que una parte de lo que hoy todavía es la Concertación se aglutine en un referente más pequeño, pero que herede las bondades de lo que ha significado una alianza entre el centro y la izquierda.
La última oportunidad
Todo este escenario estará inevitablemente marcado por lo que se resuelva en los próximos meses en torno a la conducción política de la DC. El clamor por una renovación generacional ha sido transversal en los partidos políticos del hasta ahora oficialismo y la falange no será una excepción.
Nadie entendería que so pretexto de mantener la unidad partidaria, se optara por revivir fórmulas que eviten la competencia y, de esa forma, prolonguen el statu quo. Una nueva generación de políticos debe tomar el control de la DC, para lo cual se requiere una victoria en el marco de una abierta confrontación de ideas, estilos y miradas sobre el futuro.
No creo en las directivas de consenso o en la fácil componenda que postergue la discusión de fondo y prolongue nuestra agonía. El principal pecado de mi generación es haber hecho política con ropa prestada y la única manera de abandonar la larga y patética lista de las "jóvenes promesas" será imponiendo electoralmente los términos de un nuevo trato.
De esta forma, creo que el futuro de la DC se juega en la posibilidad de seguir siendo oposición a la derecha, dispuntando el centro político, dirigiendo su atención a los ciudadanos más pobres y a la clase media. Imagino a una falange con un discurso reformista que sintonice con las ideas progresistas, y cuya conducción esté en manos de una nueva generación de chilenas y chilenos que miran el futuro sin complejos, soñando una sociedad más comunitaria, justa y solidaria.
Si no somos capaces de hacer esto desde la DC, habiendo agotado todas las alternativas y haciendo nuestro mejor esfuerzo, para muchos quizás llegó la hora de pensar cómo este sueño puede materializarse desde otro espacio político.
* Abogado Del Río Izquierdo