Por Michelle Chapochnick Abril 9, 2010

© Felipe González

Sebastián Piñera había escuchado un rumor sobre la nueva incursión literaria de Andrés Allamand y Marcela Cubillos, sin embargo recién el domingo pasado lo vio confirmado por la prensa. Las luces de alerta se encendieron en La Moneda -la mayoría no tenía idea del libro-, donde ven La Estrella y el Arco Iris como un potencial foco de conflicto dada la promesa del documento: revelar entretelones de la campaña. Es sabido que Allamand está herido -quiso ser canciller y no lo fue- y el misterio sobre los contenidos del texto -en la editorial tienen prohibido adelantar ni siquiera una seña- llama a la expectación.

Sin embargo, en el entorno palaciego la mayoría apuesta por la mesura de los autores, sobre todo porque la Coalición está en el poder. Pero hay un dato de la causa que no se puede soslayar y quizá de por ahí proviene la suspicacia frente al libro: en la última elección, Allamand y Cubillos perdieron poder y cercanía con el entonces candidato Sebastián Piñera. La historia de desencuentros es un secreto a voces en el gobierno y abarca hechos tan polémicos como la salida de la ex diputada del círculo de hierro del comando y el alejamiento del senador del comité estratégico.

Todo se sabrá el jueves 15 de abril, día fijado para el lanzamiento de La Estrella y el Arco Iris, que podría convertirse en una especie de revival de La Travesía del Desierto. Sin embargo, algunas historias de la campaña ya se conocen. Nadie sabe a ciencia cierta si el libro las incluirá o no. Habrá que esperar.

La desaparición de Allamand

El lunes 4 de enero el comité estratégico de la campaña presidencial de Sebastián Piñera se dio cita como todas las semanas. Pero con una visible ausencia: Andrés Allamand.

A pesar que la explicación oficial fue que se encontraba escalando un cerro -como lo hace todos los comienzos de año-, la verdadera razón era otra.

Pocos días antes, según fuentes de RN, el senador y Piñera habían tenido un fuerte altercado por la creación del cargo de jefe del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA. Mientras el hoy presidente era partidario de postergar el tema, Allamand se mostró proclive a respaldar la iniciativa de Bachelet en el Senado. "Andrés se molestó por lo que consideró una intromisión de Sebastián en un tema que él lideraba, dio un portazo y no pisó el comando en más de una semana", señalan las fuentes.

A pesar que el parlamentario regresó unos días después y tomó su lugar como si las circunstancias y la fecha del calendario no hubiesen cambiado, para el entonces presidenciable la actitud de su antiguo compañero de la patrulla juvenil fue decisiva. Cercanos a Piñera dicen que éste aceptó su regreso en silencio, pero sumó a Alberto Espina al comité estratégico -hasta entonces abocado por completo a su propia candidatura senatorial- y puso en evidencia que la relación con Allamand ya no era la misma que antaño. ¿La razón?: no era aceptable su desaparición ad portas de la segunda vuelta, ni su falta de compromiso con la candidatura.

"Ese evento no fue menor. Minó la confianza que Piñera tenía en Allamand y se sumó a una larga historia de desencuentros que marcaron la campaña presidencial", aseguran fuentes que participaron en el comando.

El díscolo

A pesar que las críticas al Transantiago generaron grandes dividendos a la derecha -que utilizó esa bandera de lucha contra Ricardo Lagos y puso en entredicho la primera etapa del gobierno de Michelle Bachelet-, durante la campaña presidencial de Piñera se decidió dar un giro estratégico.

Entonces, en mayo del 2009, se instruyó a los parlamentarios de la derecha para que apoyaran el plan de financiamiento del sistema de transporte público en el Congreso. Inesperadamente, Piñera -que buscaba mostrarse como promotor de los grandes acuerdos- se dio cuenta de que varios de los legisladores que habían comprometido su voto con el proyecto tomaban una postura disonante.

Tras el primer debate presidencial televisado, en algo estuvieron casi todos de acuerdo en el entorno piñerista: el candidato había tenido un mal desempeño. Según fuentes del ex comando de Apoquindo, Allamand increpó en duros términos al jefe de campaña, Rodrigo Hinzpeter, a quien consideró responsable de ello.

Según fuentes cercanas al hoy presidente, éste buscó una explicación y se encontró con una sorpresa: Allamand estaba detrás de esa jugada. "Piñera se molestó al percatarse que Andrés operaba en las sombras y consideró que su actitud era desleal, tal como había ocurrido cuando Allamand en medio del caso Spiniak apoyó la propuesta de Joaquín Lavín de que Piñera y Longueira renunciaran a la presidencia de los partidos", dicen.

Reuniones con fuego cruzado

Tras el primer debate presidencial televisado de septiembre del 2009 -en TVN- en algo estuvieron casi todos de acuerdo en el entorno piñerista: el candidato había tenido un mal desempeño.

Ante el difícil trance, algunos guardaron silencio y otros decidieron dejar atrás los lamentos y buscar culpables. Allamand se inclinó por el último camino. Según fuentes del ex comando de Apoquindo, el senador increpó en duros términos al jefe de campaña, Rodrigo Hinzpeter, a quien consideró responsable de la actuación del presidenciable.

"Andrés era partidario de salir a ganar, de ser activo y confrontacional y consideró que Hinzpeter se inclinó equívocamente por una postura blanda y defensiva, donde sólo se intentó ganar tiempo y no perder", dice un ex miembro del comando.

La actitud de Allamand gatilló una serie de desencuentros dentro del equipo, los que escalaron hasta los oídos de Piñera. Se organizaron dos reuniones -una en la casa del candidato- para ventilar las discrepancias. Hubo fuego cruzado. Y surgió el tema de fondo: "Allamand siempre cree que tiene la razón: o haces lo que él dice o estás equivocado y no pierde oportunidad de echárselo en cara a quienes no le siguen el amén. Él siempre quiere llevar la batuta", asegura una persona que participó en dichos encuentros. Por ello, el círculo de hierro le enrostró al parlamentario esa actitud. "En esas citas, en un intento de afiatarse y limar asperezas, muchos le hicieron ver al senador su molestia ante su tendencia a mostrarse como el mentor de las buenas ideas y a responsabilizar a otros por los errores. Allamand no se dio por aludido".

Cercanos al senador les bajan el perfil a dichas discrepancias. Señalan que fueron de "tono menor y acotadas".

En tanto, fuentes de RN dicen que el entonces candidato tomó nota de la situación. "A pesar de que Piñera escucha y respeta intelectualmente al hombre que lo incentivó a entrar a la arena política hace más de 20 años, no pasó por alto esa actitud, ni sus intentos de imponer su liderazgo".

Quienes conocen la relación histórica entre ambos, aseguran que esos eventos pusieron en evidencia la verdadera razón del permanente roce entre ellos: que ninguno nunca quiso renunciar a su agenda propia.

Historias de una campaña

La filtración que molestó a Piñera

La gira, en junio del 2009, de Piñera por Europa, escoltado por los senadores Andrés Allamand y Andrés Chadwick, marcó un importante hito en la campaña presidencial de la derecha. La reunión con Nicolas Sarkozy dejó muy entusiasmado al candidato. Allamand también quedó impresionado con la impronta del mandatario galo. Ambos tomaron nota de los consejos sobre la conformación del gabinete, de la relación con los sindicatos e incluso de las reflexiones del líder francés sobre su estadía en el poder.

Pero los rostros felices de las fotos en el Palacio del Elíseo y en las calles del Viejo Continente, que inundaron la prensa, durarían poco.

Inspirados en una iniciativa gala a favor de los gays, Allamand junto a Chadwick comenzaron a trabajar en un escrito que proponía regular las uniones de hecho, incluidas las de los homosexuales. Hasta ahí, tenían la venia del actual jefe de Estado, que se había mostrado abierto a dar espacio a ese debate. Pero el 11 de octubre del 2009 se generó un fuerte impasse: los senadores hicieron público el documento conocido como Acuerdo de Vida en Común. Fuentes del piñerismo señalan que él entonces presidenciable no esperaba que el documento se filtrara a la prensa. No estaba previsto. "El afán de protagonismo de Allamand terminó empañando el buen momento por el que pasaban las relaciones entre ambos", aseguran.

Cubillos se aleja del comando

Piñera inició su segunda campaña presidencial de forma improvisada y sin el apoyo formal de la UDI. A ella se sumó su antiguo amigo, Andrés Allamand, quien decidió dejar en el olvido lo que él consideró como falta de respaldo, por parte de Piñera, en su frustrada carrera senatorial de 1997. Esa derrota terminó en la famoso libro La Travesía del Desierto y el autoexilio en Washington.

En esos tiempos, de análisis y proyecciones, el aporte y experiencia del parlamentario fueron vitales.

En forma casi paralela, en marzo del 2009, Piñera puso a Marcela Cubillos, diputada UDI y pareja de Allamand, en la primera línea del comando. Algunos sostienen que casi a un nivel equivalente al del jefe de la campaña, Rodrigo Hinzpeter. Inicialmente, le entregó una amplia oficina y la ungió como vocera de su candidatura. De hecho, era mencionada como una de las cartas seguras para la Secretaría General de Gobierno.

Pero la época de esplendor de la dupla Allamand-Piñera no duró mucho. A medida que se profesionalizó el comando, de acuerdo a fuentes de derecha, el senador perdió su espacio e influencia. "Andrés estaba ocupado en su circunscripción y en el Senado y se necesitaba gente que trabajara full time. Además, Allamand es muy bueno para las teorías y análisis, y Piñera sabía que sólo el pragmatismo, los hechos y soluciones lo harían ganar. Así que dejó de escucharlo con tanta intensidad", dicen dichas fuentes.

Cubillos no tenía restricciones de tiempo: decidió no repostularse a la Cámara para instalarse en el comando de Apoquindo. Pero fuentes del actual gobierno señalan que la apuesta no dio los resultados esperados. "Su relación con Hinzpeter nunca fue buena. Las diferencias y roces fueron en aumento y finalmente en diciembre se fue del comando", sentencian.

Aunque la ruptura era irreversible, se ideó una salida "elegante" para la entonces parlamentaria: se fue a trabajar en el área de contenidos, al piso 18 de Apoquindo 3000, pero quedó marginada del cuartel general.

Pero fuentes del actual gobierno señalan que la apuesta por Marcela Cubillos no dio los resultados esperados. "Su relación con Hinzpeter nunca fue buena. Las diferencias y roces fueron en aumento y finalmente en diciembre se fue del comando", sentencian.

Según cercanos a Cubillos, la entonces diputada por Providencia no estaba de acuerdo con el modus operandi del comando y así lo hizo ver. Había fricciones por el manejo comunicacional, por ejemplo. Esas mismas fuentes esgrimen que Cubillos nunca dejó de tener línea directa con el hoy presidente, al punto que se instaló en la oficina contigua a su despacho privado.

Cercanos a Piñera aseguran que, más allá de las versiones e interpretaciones, Allamand y Cubillos perdieron poder en forma progresiva y fueron desplazados del centro neurálgico del piñerismo.

"Rodrigo Hinzpeter se había convertido en el hombre de confianza del entonces candidato y en ese terreno no había espacio político para Allamand", explican. Eso se comenzó a percibir cada vez con más claridad en el comando: dos buques no cabían en ese espacio y todo indicaba -por los signos que daba Piñera- que Hinzpeter y su equipo eran los elegidos.

Punto final

Sólo horas después de su triunfo en segunda vuelta, Piñera disolvió el comité estratégico de la campaña y concentró el trabajo en el equipo de instalación, compuesto por Miguel Flores, Cristián Larroulet y María Luisa Brahm. Allamand se mostró sorprendido ante la abrupta decisión: no estaba de acuerdo con que personas que habían estado en la primera línea de la candidatura no tuviesen voz en las decisiones sobre el gabinete.

Más sorprendido y molesto se mostró cuando el fin de semana anterior al nombramiento del gabinete, se enteró de que no sería canciller: por ahora no formaría parte de las decisiones de la era Piñera.

Allamand lanzó toda la artillería en un intento desesperado por revertir la situación y tener protagonismo. El 14 de febrero criticó -en una entrevista de El Mercurio- al presidente electo y dijo que "sería grave creer que los partidos están para ganar las elecciones y los ejecutivos para gobernar".

Luego de eso calló. No dio más entrevistas. No fue rostro del arribo de la centroderecha a La Moneda, y por estos días su ausencia tenía un tufillo a otra travesía en el desierto. Hasta que el fin de semana se supo de su nuevo libro, que muchos interpretan como el primer párrafo de un nuevo capítulo en la historia política de Allamand.

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