La anterior entrevista que David Gallagher dio a Qué Pasa fue publicada el mismo día del terremoto: el viernes 27 de febrero. Ahí el socio de Asset especulaba sobre el futuro del gobierno de Sebastián Piñera. Sin embargo, la tragedia cambió dramáticamente el escenario. Hoy, con el mensaje presidencial del 21 de mayo se cierra, para muchos, la etapa de instalación y comienza la carrera larga hasta el 2014.
Los primeros días de Piñera están marcados por el terremoto, la reconstrucción y también por las diferencias que suscitan, entre sus partidarios, medidas como el alza de impuestos. Sobre eso, se explaya Gallagher en esta entrevista.
-¿Qué le pareció el alza de impuestos?
-La subida temporal de impuestos a las empresas fue un golazo, estuvo muy bien pensada. Es un paquete bueno y pragmático. Tiene lógica que no se haya incluido la depreciación acelerada -aunque al comienzo yo estaba a favor de que sí se hiciera-, porque es mejor no mezclar las cosas: éste es un paquete tributario para enfrentar la emergencia. Si introduce la depreciación acelerada ahora -que es para fomentar la inversión- confunde las cosas. Ese tema puede entrar en un paquete distinto, pro crecimiento, que se presente en el futuro.
-¿Cómo evalúa el rol que jugó Hernán Büchi en el debate sobre los impuestos?
-Hay poca gente a la que Chile le deba tanto como a Büchi. Me parece muy bueno que diga lo que piensa y que exista un referente principista en este aspecto. Pero realmente me sorprende que él recurra a principios inamovibles de la economía, porque su gracia como ministro de Hacienda fue justamente ser pragmático, heterodoxo y creativo en sus políticas. Y el paquete del ministro Felipe Larraín cumple con esas características. Si financias la emergencia con deuda internacional y con el uso de los fondos externos, se genera un problema macroeconómico y sobre la inversión muchísimo más grave que subir impuestos. En ese escenario se depreciaría el dólar y nadie invertiría, porque sería imposible producir algo competitivamente. En cambio, así proteges la tasa de cambio.
-¿Se equivocó Büchi en su postura?
-Todos nos equivocamos, todos tenemos corazonadas que no se cumplen. No creo que él esté actuando para defender las utilidades de las empresas, sino que realmente cree que subir impuestos es malo para la inversión. Y en el largo plazo lo es. En el largo plazo hay que tener mucho cuidado con los impuestos, porque lo que más importa es la inversión, el crecimiento y el aumento de la productividad. Y eso en Chile se convirtió en un problema.
-Algunos analistas políticos han sostenido que lo que se está dando, al interior de la Coalición, es un choque entre doctrinarios y pragmáticos.
-Los gobiernos deben tener principios, pero, a la vez, deben aplicar cierto pragmatismo. Eso no significa que todo es relativo o que todo da lo mismo. En economía las cosas tienen que ver con reglas. Pero es muy difícil que un gobierno se ciña a una doctrina económica sin tener capacidad de reacción frente a situaciones particulares. Subir impuestos por dos o tres años por una emergencia de esta magnitud no significa abandonar el liberalismo económico. Pensar eso es de locos.
"Hay poca gente a la que Chile le deba tanto como a Büchi. Pero realmente me sorprende que él recurra a principios inamovibles de la economía, porque su gracia como ministro de Hacienda fue justamente ser pragmático, heterodoxo y creativo en sus políticas. Y el paquete del ministro Felipe Larraín cumple con esas características".
-Dirigentes oficialistas dicen que con el alza de los impuestos el presidente buscaba dar una señal política y que utilizó el terremoto como excusa.
-A mí me parecía obvio que el gobierno de Piñera no iba a ser el gobierno de los empresarios. Si esa señal -los impuestos- creó además un capital político, me gustaría que éste fuera usado para hacer reformas pro crecimiento, porque en este momento tenemos un problema grave: ha bajado mucho la productividad. Mientras se le ofrece a la gente una sociedad de garantías y se les dice que tienen derechos, que baje la productividad de la economía es muy peligroso. Porque así se va abriendo una brecha entre las expectativas de las personas y la realidad de la economía y su capacidad para satisfacerlas. Es una bomba de tiempo que puede desembocar en populismo, en desenlaces como el de Argentina. Revertir esa tendencia es la principal tarea de este gobierno.
Evaluación del gabinete
-Uno de los flancos futuros del gobierno es la situación que se vive en las zonas afectadas. Se habla de posibles protestas y de movilizaciones sociales.
-El invierno será duro. Habrá manifestaciones sociales de distinto tipo. Eso es natural. Aun cuando te entreguen una mediagua, la gente no está acostumbrada a vivir en una mediagua.
-¿Cómo evalúa la actuación del gobierno en la etapa post-terremoto?
-Lo está haciendo bastante bien. Lo que yo critico es que no venda bien lo que está haciendo. O sea, su gestión es mucho mejor de lo que aparenta. Hay que ir mejorando eso, siempre y cuando -y en eso confío mucho en este gobierno- no prime la imagen sobre la realidad. Prefiero un gobierno realizador que no cuida sus comunicaciones, que uno que descansa nada más que en las comunicaciones, pero no hace nada.
-¿Por qué el gobierno vende mal su gestión?
-No se ha montado un sistema de comunicaciones eficiente. En los gobiernos de Michelle Bachelet y de Ricardo Lagos había, con distintos matices, segundos pisos muy potentes. El de Bachelet era astro en comunicaciones; el de Lagos, para mi gusto, era más interesante.
"La subida temporal de impuestos fue un golazo"
-¿Y cómo es el Segundo Piso de esta administración?
-No estoy muy seguro. Se enfoca más en que las cosas se hagan en forma expedita y eso es propio de una emergencia. También ha privilegiado los seguimientos a los ministros.
-¿Qué opina del manejo mediático del presidente?
-No es lo mismo estar presente todo el tiempo en televisión, trabajar en terreno y mostrar energía, que comunicar con reflexión y profundidad sobre las políticas de largo plazo. Eso le hace falta a este gobierno. Además, los ministros son primordialmente técnicos y no poseen experiencia política. Por ende, la obra de cada ministerio no es suficientemente conocida. Hay algunos ministros con demasiado bajo perfil.
-¿También cree que montar un gabinete eminentemente técnico acarrea costos?
-Entiendo la crítica, pero a mí me gusta el gabinete. Esa falencia se puede suplir y corregir con una buena política de comunicación, con asesores que ayuden a los ministros a comunicarse y a proyectarse al mundo político. Eso es más fácil que proveer de excelencia técnica e inteligencia privilegiada a un político que no las tenga. El gabinete está muy bien planteado, pero tiene que armarse de atributos complementarios.
La derecha por dentro
-La agenda de Piñera no parece ser la misma que la de una parte importante de la derecha, sobre todo de la UDI. ¿Podrá conciliar sus posiciones con ese sector y gobernar con ellos?
-Piñera hizo una campaña bastante clara. Mostró cuáles eran sus prioridades. Obvio que existen personas en la derecha conservadora que estarán descontentas con algunas de sus iniciativas. Y también liberales en la Coalición por el Cambio que sientan que él se queda corto en algunas cosas. Por el sistema binominal, en los últimos 20 años, la derecha podía elegir diputados y senadores sólo apelando al 25% del electorado, que era, por definición, el de derecha dura. Sin embargo, para llegar al gobierno se necesita más del 50% de los sufragios y para eso hay que contar con una derecha de gusto más universal. Con la elección, Piñera creó una nueva mayoría que garantiza alternancia en el poder. La derecha tradicional se tiene que sentir incluida, pero también debe acostumbrarse a hacer sacrificios, a menos de que quiera estar fuera del sistema. Siempre existe la posibilidad de que algunas personas quieran crear un partido de extrema derecha fuera de la Coalición. No lo veo muy probable, pero podría pasar.
-¿La Coalición por el Cambio entiende y comparte la lógica expuesta por usted?
-Creo que sí. Pero los senadores y diputados están pasando un trauma entendible: eran los únicos protagonistas de la derecha y ya no lo son. Ahora, tienen la competencia de los ministros y del presidente y eso es terrible. Están en un bosque mucho más grande y denso.
-¿La molestia de los partidos con Piñera se debe a este nuevo escenario donde compiten por el protagonismo?
-Para crear esa derecha de gusto universal, Piñera debe contar con los partidos. Y eso significa tratarlos con cariño, consultarlos, convencerlos, darles bola. Una tarea del gobierno es interactuar mejor con sus aliados. Y que sienta que RN y la UDI son de su coalición. El gobierno es minoría en el Senado. Por ende, tiene que atraer votos de senadores que no son de su coalición. Se tiene que tomar conciencia de que conseguirá esos votos extras de forma más efectiva si se le ve actuando con convicción profunda. No hay que gobernar para ese puñado de votos de oposición. No estoy diciendo que el gobierno lo esté haciendo, pero para el futuro es mejor tener cuidado.
"No veo a Piñera promoviendo caudillismos si por piñerismo se entiende eso. Si por piñerismo, en cambio, se entiende una constelación de parámetros, de signos y políticas que trascienden a la derecha tradicional, en buena hora. Pero ojalá aquello tuviera un mejor nombre que "piñerismo".
-¿Qué me dice de las críticas sobre el personalismo de Piñera?
-Existe un sistema ultrapresidencialista. Además, tenemos un presidente tremendamente capaz, que conoce todos los temas. ¿Es eso un defecto? Encuentro que los ministros están mucho más empoderados que en los primeros meses del gobierno de Michelle Bachelet, donde se veían como pisando huevos. Piñera es una persona con mucha personalidad, que toma sus propias decisiones. Bachelet era un liderazgo más consultivo. Él tiene un estilo más parecido al de Lagos. Tiene mucha capacidad para convencer. Por algo fue elegido como el candidato de su partido, de la Alianza e incluso logró que se cruzaran algunos PPD.
-Pero en los partidos no se quejan de eso, sino de que no los consultan...
-El presidente posee un estilo ejecutivo, propio de empresa privada, donde se sabe que si consultas mucho terminas haciendo nada. En la emergencia de los últimos dos meses no ha habido mucho tiempo para consultar. Ahora, si los partidos se quejan mucho, es la prueba de que hay un déficit ahí, que debe remediarse.
-Varias voces han empezado a hablar de piñerismo...
-Interesante. Nunca se habló de aylwinismo, ni de freísmo. Sí un poco de bacheletismo y de laguismo. Es fundamental para la derecha chilena ser una coalición alternativa en el largo plazo y evitar el caudillismo. No veo a Piñera promoviendo caudillismos si por piñerismo se entiende eso. Si por piñerismo, en cambio, se entiende una constelación de parámetros, de signos y políticas que trascienden a la derecha tradicional, en buena hora. Pero ojalá aquello tuviera un mejor nombre que piñerismo.
-¿Cuáles deberían ser los contrapesos a este gobierno?
- La oposición, la prensa y los centros de estudios.
-¿El CEP por ejemplo?
-El CEP será un contrapeso a todo lo que sea inmediatismo en el gobierno y recordará constantemente las reformas profundas que hay que hacer. El inmediatismo hasta ahora lo atribuyo al terremoto. Pero si en seis meses más todavía no existe una visión profunda ya no puede atribuírsele al terremoto. El CEP tiene que pensar el país en el largo plazo.
-¿El gobierno podría tender puentes para crear una coalición de centro que integre a la DC?
-No es imposible. Hoy estamos en la aventura de lo nuevo, donde es más difícil predecir el futuro. Sería muy bienvenida una coalición donde esté la DC. Sin embargo, en ellos hay un rechazo ancestral a la derecha. Es más una cosa de tribu, porque muchos de sus parlamentarios no tienen ninguna diferencia con el gobierno de Piñera. Pero estamos entrando en un período de elecciones en los partidos y es posible que se profundicen las diferencias y que la DC se manifieste muy descontenta.