Por Cony Stipicic H. Mayo 28, 2010

Lo suyo es una cuestión de "adecuación existencial": tiene la convicción de que se levanta todas las mañanas para hacer lo que debe hacer en esta etapa de su vida. Algo de darwinismo, para nada incompatible con su ser creyente, inspira al ministro de Salud, Jaime Mañalich (55 años, casado, tres hijos).

No lleva 100 días en el cargo y ya tiene una panorámica completa. El tema no le resulta nuevo: trabajó en los grupos Tantauco y, antes de llegar a ser director médico de la Clínica Las Condes, estuvo 15 años en el J.J. Aguirre.

No desconoce lo hecho por la Concertación. Al contrario, destaca varias iniciativas pasadas sobre las cuales habrá continuidad. Pero lo suyo claramente es la gestión. Y la necesidad de que de una vez por todas haya accountability en esta verdadera industria de la salud pública, que en muchos casos -dice- funciona apenas como taller de barrio.

Mañalich es bastante más político de lo que aparenta. Probablemente por eso, su idea de país también trasciende los cuatro años de mandato, aunque él insiste categóricamente que ése y no otro es el plazo tope de su gestión.

-Entró a la Universidad de Chile en 1972, en plena UP. ¿Con quién se alineaba políticamente en ese tiempo?

-Creo que con la DC.

-Nunca llegó a militar. ¿Por qué

-Porque cualquier militancia política representa para mí un compromiso que hay que tomar muy responsablemente, pero además significa renunciar a márgenes de libertad. Mantener un nivel de independencia siempre me pareció una cosa extraordinariamente deseable.

-¿Su alineamiento era con la DC que estuvo con el golpe de Estado o contra éste?

-Con la DC que estaba contra Salvador Allende.

-¿El gobierno de Pinochet duró lo que tenía que durar o debió terminar antes?

-El gobierno de Pinochet tiene claramente dos fases. Una con un claro comportamiento de dictadura, y una segunda en la que él, con otros asesores y en otro contexto político, trata de hacer una gestión más republicana. Esa segunda fase era innecesario que la encabezara Pinochet; era contraproducente incluso.

-Para el plebiscito del 88 votó que No…

-Así es.

-¿Y para el de la Constitución de 1980, también?

-Voté que no.

-¿Y votó por Hernán Büchi en 1989?

-No. Voté por Patricio Aylwin.

-O sea, ha votado por presidentes de la Concertación.

-Sí, claro.

-¿Incluso después de Aylwin?

-Después no me acuerdo.

-¿Y por qué reconoce que votó por Aylwin pero no lo admite o lo niega en los otros casos?

-En la misma línea argumental de la prolongación innecesaria del gobierno militar, la presidencia de Aylwin fue un grito de esperanza. En ese contexto apoyé vivamente la llegada de esa democracia, pero después nos embarcamos en una discusión muy encadenada políticamente, donde lo esencial era si estabas con el gobierno militar o en contra, lo que determinó mucho de nuestro quehacer en los primeros años de los 90. Eso no permitió un libre juego democrático. Recién 30 años después aparece un gobierno de centroderecha sin ningún vínculo con la dictadura.

-¿Las candidaturas anteriores de la derecha sí lo seguían manteniendo?

-Se votaba enjuiciando un pasado, y en ese sentido creo que Lavín no logró desprenderse completamente de esa carga.

-¿Es Piñera el primer candidato de derecha por el que usted vota para presidente?

-Piñera es el primer candidato de derecha por el que voto.

Ministros fusible

-De este ministerio salió una presidenta.

-Sí... y no se va a repetir en este caso.

-¿Por qué no?

-Estoy acá por una convocatoria específica, por un tiempo máximo, que incluso puede ser menor que eso.

-Probablemente Bachelet hubiera dicho lo mismo si le preguntaban mientras estaba en su escritorio.

-Sí, la diferencia es que yo lo voy a cumplir. No tengo un futuro político más allá de lo que estoy haciendo en este ministerio.

"El gobierno de Pinochet tiene dos fases. Una con un claro comportamiento de dictadura y una segunda en la que él, con otros asesores y en otro contexto político, trata de hacer una gestión más republicana. Esa segunda fase era innecesario que la encabezara Pinochet"

-¿Cuál es su relación con Piñera?, ¿Ha cambiado?

-Conozco al presidente Piñera, a Sebastián, desde hace muchos años. Hemos tenido una relación muy cercana. En la medida en que él se fue involucrando en la campaña esa relación se volvió cada vez más formal, de manera que es un poco más lejana de lo que era años atrás.

-¿Se siente blindado? El lío que se armó en el Congreso con el ministro del Interior fue básicamente por defenderlo a usted. ¿Es un protegido de Piñera el ministro de Salud?

-No hay protegidos de Piñera.

-¿Todos son igual de fusibles?

-Todos somos iguales de fusibles.

-¿Los "ministros técnicos" hablan o no de política?

-No existe tal frontera. Cuando trato de llevar adelante la iniciativa de acelerar la construcción hospitalaria que el país necesita desesperadamente por la vía de concesiones, eso no es posible sin una cuota de discusión política de gran nivel.

-¿El Estado debe ser más grande o más chico de lo que es hoy?

-Creo que el paradigma correcto es un Estado mucho más eficiente, no necesariamente más chico. Sin embargo, tengo el prejuicio de que, por instancias burocráticas, demasiado del dinero público se queda sin llegar a los beneficiarios finales.

Reinado de Hacienda

-¿Tiene algún referente político?

-No.

-¿Y algún modelo de sociedad que lo inspire?

-Tuve la oportunidad de vivir dos años en Canadá, y esa experiencia me mostró que desarrollo humano no es exactamente igual a una sociedad rica. Lo que más me llamó la atención -y es algo que he escuchado también de personas de otros países del norte europeo, Francia, Inglaterra e incluso en España- es que es básicamente una sociedad que considera a la gente como ciudadanos.

-Los países que nombra tienen, por ejemplo, un Estado mucho más presente y una carga tributaria mayor. ¿Es viable que sigamos con la que tenemos en Chile?

-No puedo validarme a mí mismo como una autoridad económica porque no lo soy. El balance apropiado entre una política fiscal protectora de los más débiles y, a la vez, impulsora del crecimiento económico -que es requisito esencial: sin éste nunca vamos a llegar a ser una sociedad que proteja adecuadamente a los más débiles- es extraordinariamente difícil. Es un tema de ensayo y error.

-¿Está por terminar con el reinado de los ministros de Hacienda? Rodrigo Hinzpeter hablaba de la necesidad de generar contrapesos en el gabinete. ¿Usted tiene espacio para dar peleas sectoriales?

-Yo con el actual ministro de Hacienda, Felipe Larraín, me relaciono muy directa y afectuosamente. Los espacios para llevar a la mesa discusiones objetivas sobre las materias del sector están abiertos. Él es extraordinariamente exigente respecto de lo que hacemos en el ministerio, y eso lo agradezco. De hecho, el próximo martes tengo que ir a rendirle examen. Para hablar de experiencias concretas: llevamos a Hacienda la solicitud de elevar, por motivos sanitarios, el precio del tabaco vía impuesto específico. Esa discusión se dio, el ministro la avaló, la llevó adelante y hoy está en el Senado a punto de aprobarse.

-¿No le preocupa abrir una batalla ideológica instalando el debate de elevar más impuestos, por ejemplo, a los alcoholes o a la comida chatarra?

-No, no me preocupa porque antes de cualquier discusión pública esto requiere un acuerdo con Hacienda y el acuerdo formal es que nosotros no llevaremos adelante -al menos en el corto y mediano plazo- una discusión de incremento a la tributación al alcohol. En el caso del impuesto específico al tabaco, sí hay evidencias de un efecto sobre la salud, específicamente en la disminución del costo del manejo de las consecuencias sanitarias del tabaquismo y al inhibir la incorporación de jóvenes a la legión de nuevos fumadores. Eso está demostrado.  En el caso de las experiencias con el impuesto al alcohol, no ha sido así. Me gusta ser superconcreto: el paso siguiente que tenemos que dar, antes de subir impuestos, es vincular el consumo de alcohol a la licencia de conducir.

La salud y la política: el diagnóstico de Mañalich

-¿Qué pasa con la comida chatarra?

-El tema es muy complejo: el impuesto a la comida chatarra que se ha llevado adelante en algunos países es extraordinariamente regresivo, afecta mucho a los más pobres. Hay dos señales que tenemos que implementar en el futuro próximo: prohibir las grasas trans, que son un sustituto artificial de muy mala calidad y peligroso para la salud; y hacer del etiquetado nutricional de los alimentos una cosa mucho más entendible y clara.

-En 2009, las utilidades de la Clínica Las Condes, que usted administraba, crecieron en 70%. Si existieran las utilidades en el sector público, ¿a cuánto ascenderán al 2014?

-La métrica para medir la eficiencia en el sector público es diferente y tiene algunos elementos superconcretos. Primero, la deuda hospitalaria. El nivel de deuda hoy es el más alto de la historia: 76 mil millones de pesos. Debe reducirse dramáticamente.

-¿A cuánto?

-Tiene que llegar a cero. No creo que seamos capaces de hacerlo a fines de este gobierno, pero debemos estar cerca de eso, porque se concentra en pocos hospitales; o sea, grandes problemas en pocos prestadores. En segundo lugar, reducir las listas de espera a cero. Tercero: la satisfacción de los usuarios tiene que aumentar al menos al doble de lo que es hoy.

-Usted se paseaba con grabadora en mano por la Clínica Las Condes: el managing by walking. ¿Aquí lo hace?

-Sí. Ahí está mi grabadora, ando por todas partes, también en los hospitales. Y ahí tengo que decir una cosa dramática: no tiene comparación lo que uno lee en un papel con la realidad que percibe cuando va y escucha a la gente, a los usuarios y a los trabajadores.

-¿Cuál es la gran diferencia?

-Hay instalada una cultura de "hagamos leso al ministro". O sea, no le informemos la gravedad de las cosas o la severidad de los problemas. Y eso, desde el punto de vista de la administración, es un gravísimo error.

-¿Y se puede hacer el cambio que usted pretende con esa cultura instalada?

-En algunos casos hay que cambiar a las personas. En otros, hay que llevarlas a un nuevo trato.

Aborto, sida y eutanasia

-¿Qué visión tiene, como ministro, sobre el aborto?

-Existe en Chile un número extraordinariamente alto de abortos. En la mínima estimación deberíamos decir que por cada niño que nace vivo se produce al menos un aborto. Y probablemente eso todavía subestima la tasa real. O sea, es un problema de salud pública muy relevante. Cuando el aborto ocurre tardíamente y en condiciones sanitarias deplorables, el riesgo que corren esas madres -generalmente jóvenes- es gigantesco. Si uno tiene que pensar en una política pública, lo esencial es prevenir. El aborto es una mala solución desde cualquier punto de vista y esto está vinculado al embarazo adolescente, a la disposición de anticonceptivos y a la educación sexual.

"Existe en Chile un número extraordinariamente alto de abortos. En la mínima estimación deberíamos decir que por cada niño que nace vivo se produce al menos un aborto. Y probablemente eso todavía subestima la tasa real. O sea, es un problema de salud pública muy relevante".

-¿Le parece suficiente sólo la prevención?

-Es en donde tenemos que poner el acento y, por el momento, es suficiente.

-¿Por una cuestión de viabilidad política o porque le parece que desde el punto de vista de la salud pública es suficiente?

-Me parece que de verdad es suficiente.

-Pero respecto del aborto, tal como usted lo ha señalado sobre la píldora del día después, se da una situación de inequidad: quienes pueden pagar acceden a uno en buenas condiciones sanitarias.

-A mí me preocupa que tengamos políticas de salud pública que son, en algún sentido, contradictorias. La legislación que permite la existencia de anticoncepción de emergencia debería ser estrictamente para esas situaciones. Y deberíamos promover -sea por las enfermedades de transmisión sexual como el sida, sea por evitar embarazos adolescentes- políticas de planificación familiar que vayan en otro sentido, y que sean realmente preventivas de esas enfermedades y del embarazo. No caigamos en contradicciones. Cuando hablamos del aborto nuestra pelea tiene que ser radical en la prevención del embarazo no deseado: por educación y por disponibilidad de anticonceptivos, que es donde estamos débiles. El embarazo que termina en aborto es un gigantesco riesgo para la salud que tenemos que disminuir a como dé lugar. Ésa es la política sin confusiones que este ministerio tiene que acentuar.

-Muchas de esas confusiones se generaron a partir del tema de la píldora por decisiones de la UDI contrarias a su distribución.

-Pero es un tema resuelto.

-¿No teme que pase lo mismo respecto de la campaña de educación sexual que hay que hacer por ley?

-He conversado este tema con el ministro Joaquín Lavín. Ambos estamos conscientes de que es necesario elaborar esta política de educación. Y su eficacia medirla en el tiempo. Podemos alcanzar grandes éxitos si empezamos por implementar alguna política de información.

-¿Pero esa campaña, a su juicio, debiera llamar a la abstinencia o al uso de la anticoncepción?

-Debiera llamar a la prevención de la transmisión de enfermedades sexuales y del embarazo adolescente por la vía que sea, con el abanico de opciones abiertas.

-¿Le parece aceptable o lógico que canales como Mega o el 13 no estén disponibles para transmitir las campañas oficiales contra el sida?

-Cada cual tiene sus valores y dentro de eso es posible llegar a acuerdos. Lo que no me parece adecuado es que hagamos como que esto no ocurre. Todos tenemos una cuota de responsabilidad que asumir. Si un canal prefiere realizar una campaña en una línea valórica determinada, que la haga y que incentive, por ejemplo, la abstinencia o la fidelidad de pareja.

-¿La eutanasia es tema en alguno de sus tipos?

-Eutanasia es una palabra maligna y esconde miradas muy diferentes. Estamos por iniciar un trámite más urgente de la Ley de Derechos y Deberes de los Pacientes, que es la primera ley de la reforma y fue enviada el 2001, y ahí descansa sin promulgación. En su discusión ha estado muy presente el tema de la muerte digna. Creo que llegaremos a un acuerdo que consistirá en un equilibrio adecuado entre prohibir dramáticamente las medidas activas para producir la muerte y permitir que una persona se exprese dignamente, independientemente de su deseo a ser sometido a determinadas terapias.

-¿Le parece que ése es el equilibrio?

-Ese es el equilibrio.

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