Por Ricardo Leiva, desde España Julio 2, 2010

La foto muestra a Anita saliendo de su colegio en la calle Luis Pasteur, en Vitacura. Tenía cinco años, vestía una falda azul y cargaba una mochila. Reía con ganas. Era la típica imagen que guardaría un padre orgulloso en su billetera, pero en manos de un torturador, en el Chile de los años 70, resultaba un mensaje brutal, y marcó un antes y un después en la vida de Irene, la guerrillera que era vejada e interrogada en un centro clandestino de detención. Como sus cancerberos tenían a su hija al alcance de la mano, Irene tendría que elegir entre dos traiciones: rendirse y entregar a sus camaradas o callar y condenar a Anita.

Irene es la protagonista de la última novela de Arturo Fontaine, que acaba de ser lanzada en España bajo el sello Tusquets. La vida doble se basa en la historia de una dirigente del MIR que después de varias sesiones de tortura pasó a trabajar para los servicios de seguridad. Es el regreso de Fontaine a la prosa después de publicar Cuando éramos inmortales, hace 12 años. En Chile, su nuevo libro será lanzado en septiembre.

La vida doble es el testimonio en primera persona de una mujer, que bien podría ser "la Flaca Alejandra" o Luz Arce, militantes de la izquierda chilena que tras ser detenidas se convirtieron en delatoras (ver página 30). El libro es un recorrido de 300 folios por todas las estaciones de la infamia, la amargura y la miseria. Hay que tener estómago para sortear esas páginas, en las que corre sangre, muerte, dolor, odio, miedo, vergüenza. No hay salida posible. No basta el recurso escapista de cerrar el libro y repetirse que sólo se trata de una ficción imaginada por el director del Centro de Estudios Públicos, quien pretende abusar de su pacto con el lector para hacer creer que se ha metido en el pellejo de una delatora con el afán de convertirse en un escritor maldito. No tenemos esa coartada porque sabemos que todo eso pasó en Chile y sobre esas ruinas se levantaron una transición y un pacto democrático. Aquello está documentado y Fontaine expone las numerosas fuentes bibliográficas y las entrevistas que son la base de su investigación. Su historia abruma porque fue real.

La trama

La novela se ambienta en Santiago y arranca con el asalto de la banda de Irene a una casa de cambio y su huida con un botín de 30 mil dólares y cuatro millones de pesos. Al escapar, el puñado de combatientes es interceptado por una patrulla de agentes de seguridad. En la refriega caen tres compañeros de Irene, pero ella sobrevive y es detenida. Resiste las torturas durante un mes, estoicamente. Decepcionados, sus guardianes la liberan. Al cabo de 71 días, la recapturan, la violan y le muestran una foto de su pequeña hija Anita saliendo de la Alianza Francesa. Hasta ahí llega su compromiso. En ese momento Irene se convierte en Consuelo Frías, alias "la Cubanita", quien delatará a sus compañeros del MIR.

Convertida ya en Consuelo Frías Zaldívar, una cubana llegada de Matanzas que se une a la lucha antiterrorista en Chile, Irene participa en varias sesiones de tortura, con un sadismo que sorprende a sus nuevos colegas: "Yo fui una agente implacable… tenía una rabia feroz. Nunca nadie sabrá a cuántos me cagué. Fui la traidora máxima".

La vida doble es la historia de Irene relatada a un escritor ficticio que la entrevista, aunque éste no se muestra ni pregunta. Sólo escucha. La entrevista es a cambio de dinero. Al cabo de las cinco horas pactadas de conversación, Irene exige su recompensa y despide bruscamente a su visitante. Lo que éste haga con sus notas y grabaciones le da lo mismo. A Irene no le interesa ni el indulto ni la comprensión. Sólo quiere plata. 

En el momento en que Irene se convierte en delatora, los agentes malos ceden su lugar a "los buenos". Entre ellos se encuentra "el Flaco Artaza", quien la trata con respeto y educación. Le quita las esposas, le da una Coca Cola y le permite ducharse. Artaza quiere que Irene describa el organigrama de su grupo subversivo. Conversan durante días, almuerzan juntos y él le regala perfumes y maquillaje. Entre tantos salvajes, "el Flaco" es un príncipe azul. Para complacerle y ayudarle a ascender en su carrera, Irene le da datos cruciales, que terminan en la detención de varios conspicuos izquierdistas. Pero "el Flaco" sólo quiere divertirse con la delatora y hacerla partícipe de sus orgías. Ella acepta con tal de gustarle.

Convertida ya en Consuelo Frías Zaldívar, una cubana llegada de Matanzas que se une a la lucha antiterrorista en Chile, Irene participa en varias sesiones de tortura, con un sadismo que sorprende a sus nuevos colegas: "Yo fui una agente implacable… tenía una rabia feroz. Nunca nadie sabrá a cuántos me cagué. Fui la traidora máxima".

Consuelo porta armas y participa en operativos y detenciones. Aporta un dato clave para apresar a uno de los dirigentes más buscados: "el Espartano" fuma habanos cubanos. A partir de entonces, en todas las casas allanadas, los agentes buscarán cenizas y colillas para seguirle el rastro: "El Espartano caería por eso, caería por mí".

En el clímax de la historia, Irene sufre una especie de epifanía, después de la detención violenta de uno de los comandantes del movimiento Entonces decide romper el síndrome de Estocolmo que la tiene esclavizada, huyendo a Suecia junto a su hija.

La traición según Fontaine

La conversión

La novela relata con fluidez la transformación de la renegada marxista que se desempeñó en sus labores delatoras con la furia de los conversos más fanáticos. La luchadora con hambre de justicia se volvió una mercenaria que recibió gustosamente salario, adiestramiento, armas, drogas y placeres de sus esbirros, y se cebaba especialmente con los extremistas que más aguantaban, porque con su resistencia la injuriaban. Eso sí, había que evitar que los interrogados murieran, porque así se saldrían con la suya. Antes había que doblegarlos. La muerte no era un privilegio al alcance de los capturados. 

La lenta descomposición moral de Irene es tan deprimente como sus tormentos anteriores. La compasión que inspiraba es reemplazada rápidamente por el desprecio. La primera vez que matas, dice uno de sus cómplices de represión, matas a dos personas al mismo tiempo: a la que muere de verdad y a la que uno era hasta ese momento.

Después de "matar" a Irene, Consuelo Frías se dejó llevar por la vorágine subyugadora: "No me entregué a medias, te digo. Una vez que di el paso, lo di de frentón… Apenas recibí mi nuevo carné de identidad, la tarjeta de identificación de la Central y mi CZ, juré usarla. Odié a mis hermanos".

la traición

El infierno no comienza el día de la muerte, sino el de la traición, escribe Fontaine, quien recuerda que para Dante los traidores ocupan justo el peldaño superior al de la hoguera. Uno de los tres epígrafes que presenta su libro es de Jorge Luis Borges ("Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres") y fue extraído del cuento La forma de la espada, la historia de uno de los traidores literarios por antonomasia, John Vincent Moon, un conspirador en la Irlanda ocupada que "había cursado con fervor y con vanidad casi todas las páginas de no sé que manual comunista" y que "afirmaba que la revolución estaba predestinada a triunfar". Por su "cobardía irreparable", sin embargo, "cobró los dineros de Judas y huyó al Brasil" después de vender a sus compañeros y estropear todos los intentos de sublevación.

La lenta descomposición moral de Irene es tan deprimente como sus tormentos anteriores. La compasión que inspiraba es reemplazada rápidamente por el desprecio. La primera vez que matas, dice uno de sus cómplices de represión, matas a dos personas al mismo tiempo: a la que muere de verdad y a la que uno era hasta ese momento.

Como en el cuento de Borges, en la novela de Fontaine el leitmotiv es la deslealtad sin límites. En uno de los capítulos, Irene visita a sus amigos Rafa y Teruca, a quienes conoce desde la universidad. Teruca está de cumpleaños. Irene participa en su fiesta, come torta milhojas y toma piscola. También obtiene la información necesaria para citar a Rafa a una plaza y entregarlo a los organismos de seguridad. Al guardaespaldas de Rafa lo acribillan vaciándole varios cargadores en la cara. La misma Irene  interrogará a Rafa más tarde, imitando el acento cubano.

El lenguaje y las situaciones descritas en el libro de Fontaine son brutales. Relata con detalle las violaciones, balaceras y orgías de los agentes. A ratos se hace difícil olvidar que éste no es el relato de una mujer con antepasados izquierdistas, sino que el del hombre que dirige el think-tank más influyente de la derecha chilena.

La novela de Fontaine recuerda el estilo descarnado y violento hasta el paroxismo de Las benévolas de Jonathan Littell, también narrada en primera persona por un represor sin corazón ni espíritu. En la crítica que hizo Mario Vargas Llosa a esa premiada novela francesa -que narra el auge y la decadencia del nazismo personificado en uno de sus criminales-, el escritor peruano dice que es casi una falacia literaria leer centenares de páginas sin un solo gesto de humanidad ni matiz, y se rebela ante tanta crueldad y tantos personajes despreciables en un mismo libro. La obra de Fontaine produce algo parecido. Sólo Anita se salva en esa jauría, abandonando reiteradas veces a su madre y refugiándose anónimamente en Santiago junto a su novio. El resto de los personajes se pierden de una forma u otra. "Llegué a disipar en mi espíritu toda esperanza humana", cuenta Irene. "He dado el salto sordo de la bestia feroz sobre toda alegría, para estrangularla".

Tal vez el momento menos inquietante de esta obra sea su final. Saber con certeza que esa historia tan triste llega a su fin es un alivio. Saber, ademá,s que de las cenizas de aquella pira delirante surgió una democracia sólida, también resulta reconfortante. Por eso, el libro de Fontaine debería incluirse en el maletín literario de todos los países que sufrieron convulsiones parecidas. El sicólogo social norteamericano Abraham Maslow escribió en 1961 que los seres humanos sentimos "la necesidad y el miedo de saber": el conocimiento es necesario para obtener tranquilidad, pero también puede ser la fuente de nuestras angustias. Al leer La vida doble se suceden atropelladamente las dos sensaciones: la necesidad de saber y el miedo de descubrir cuánta locura y violencia puede desatarse en ciertos momentos.

*Periodista chileno, profesor de la Universidad de Navarra.

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