Arturo Martínez (67) se sabe escuchado dentro y fuera del mundo laboral. Desde el 2000, cuando asumió la presidencia de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que sus reflexiones, interpretadas en clave como la voluntad de los trabajadores, no pasan inadvertidas en el ámbito político y económico.
Militante socialista, durante los años de la Concertación buscó el equilibrio entre su rol como representante de los trabajadores y las peticiones de lealtad de parte de sus camaradas. Por eso ahora, que gobierna la Alianza, reconoce que podría llevarse mejor con sus adversarios que con sus propios compañeros de trinchera.
Está en su oficina en el centro de Santiago. Una pequeña estufa a parafina intenta abrigar esa sala de paredes altas y gruesas sobre las que están fijados algunos retratos de Allende y Neruda, la foto del mismo Martínez saludando al Papa Juan Pablo II en su visita al país en 1987, y hasta un reloj con los emblemas y colores de la "U".
Éste es su décimo año a la cabeza de la CUT y dice que nunca antes había tenido tanta actividad. Asegura que nada más asumir el nuevo gobierno, en marzo pasado, diversos sindicatos comenzaron a afiliarse a la Central y que -silenciosamente- ya ha apagado varios incendios sindicales que podrían haberle estallado a la nueva administración. Cita el caso de Ferrocarriles del Pacífico, con más de 500 trabajadores: "La negociación colectiva estaba a punto de quebrarse y se venía la huelga, pero yo llamé a la empresa y conversamos. Al final hubo acuerdo".
La palabra "acuerdo" la pronuncia varias veces durante la entrevista. Sostiene que buscarlo es "su negocio" y que "el sindicato que se tomaba la empresa porque estábamos haciendo la revolución socialista, ya no existe". Y anuncia su disposición a conversar con el gobierno de todos los temas, incluyendo flexibilidad laboral.
Inmerso en el mundo sindical desde los 20 años, el dirigente dice que ya no cree en la lucha de clases, que comprende que las cosas han cambiado y que aunque los objetivos sindicales sigan inalterables, hay nuevos retos, como la revolución tecnológica, las empresas temporales, las telecomunicaciones, la globalización y las minorías.
"El empresario se siente parte del gobierno. Y cuando uno se siente gobierno y es responsable, tiene que ayudar a su gobierno. Ahí está el ejemplo de los impuestos. En otro gobierno los empresarios habrían puesto el grito en el cielo. Por eso también creo que, en el tema laboral, los empresarios pueden entender que el gobierno necesita hacer su pega".
"No somos opositores"
-¿La CUT está disponible para las transformaciones laborales que planea el gobierno?
-Al principio pensaba que con este gobierno nada se podía hacer porque tenía el prejuicio de que la derecha representa a los empresarios. Pero me he ido dando cuenta de que al gobierno le interesa que a la empresa le vaya bien y, para que eso suceda, a los trabajadores también les tiene que ir bien. Yo quiero que a todos les vaya bien. El gobierno se equivoca si piensa que la CUT es una organización opositora. Somos contraparte, queremos ser interlocutores para lograr acuerdo y pelear también. Si el gobierno entiende eso, puede que construyamos algunos acuerdos. A mí me sorprende la opinión del ministro Hinzpeter cuando dice que el gobierno está dispuesto a conversar.
-Él mismo dijo que Piñera podrá hacer exigencias a los empresarios y concesiones a los sectores sociales que otros no podían hacerles…
-Lo que pasa es que el empresario se siente parte del gobierno, se siente gobierno. Y cuando uno se siente gobierno y es responsable, tiene que ayudar a su gobierno. Ahí está el ejemplo de los impuestos. En otro gobierno los empresarios habrían puesto el grito en el cielo, habrían hecho lobby, pero se quedaron calladitos. Por eso también creo que, en el tema laboral, los empresarios pueden entender que el gobierno necesita hacer su pega.
-¿Y cómo encuentra que la está haciendo?
-Le ha costado demasiado instalarse. Uno tiene que ser ecuánime, porque hubo un terremoto, pero muchas autoridades no estaban familiarizadas con la administración del Estado. Y, luego, la derecha no tenía experiencia en diálogo social, más bien mucha desconfianza. Todavía no somos capaces de sincerar nuestras agendas. A mí me interesa conocer un poco más en detalle cuáles son los temas que al gobierno le interesa abordar y cómo los quiere abordar.
-¿Y de qué han hablado en sus reuniones con la ministra Merino y el ex subsecretario Soto?
-Con la ministra me he reunido tres veces y me acaba de llamar para una reunión esta semana. El subsecretario Bruno Baranda en su primer día de trabajo me llamó a las 10 de la mañana y me invitó a una reunión también.
-La salida del subsecretario Marcelo Soto ¿afectó estos primeros acercamientos?
-Evidentemente hubo un poco de retroceso. Con el subsecretario Soto habíamos avanzado un poco en tocar temas de agenda, conocer un poco más cuál era su visión, pero él no estaba empoderado para eso, yo lo entendía como una situación más de apreciación personal. Entonces, nosotros no conocemos cuál es la agenda del gobierno en el tema social y laboral, y ellos no conocen la nuestro: qué pensamos y cómo abordamos los temas.
-¿Pero no cree que la CUT debiera ser más activa e incitar a las conversaciones?
-Sería bueno instalar una agenda corta con el gobierno para ir probando y mostrando que es posible tomar acuerdos. Para eso no se necesita una reunión técnica, sino una política, en donde esté el Ministerio del Trabajo, pero también un ministro de La Moneda que responda políticamente. Hoy hay mucho reclamo de la gente por las alzas, los despidos.
"Tenía el prejuicio de que la derecha representa a los empresarios"
Flexibilizar, sin reducir
-Usted dijo esta semana que estaba dispuesto a avanzar en temas como la flexibilidad laboral para el primer contrato de trabajo, pero el gobierno busca cambios más profundos…
-Si me meto a la negociación colectiva no voy a tener acuerdos. Pero en los "temas blandos" uno puede construir acuerdos que facilitan encontrar acuerdos en otros temas más complejos.
-¿Eso quiere decir que ustedes están disponibles para conversar de todo, sin tabúes?
-Estoy dispuesto a avanzar en todos los temas que al país le sirvan y que a los trabajadores y a la empresa les sirvan. Más flexibilidad de la que hay no le sirve a nadie. Crea puros conflictos. ¿Tocar el tema de las indemnizaciones? Vamos a perder todos. Si a mí me dijeran que las indemnizaciones darán 2 ó 3 puntos más de empleo, hasta yo lo discuto y trato de convencer, pero las indemnizaciones no darán más empleos; lo único que traerán es más conflictos. Tendrá costos políticos para el gobierno, costos sociales para nosotros... nadie gana.
"Con los gobiernos de la Concertación uno estaba como atado porque tenía, por un lado, la cosa clarita de que tenía que luchar por los derechos de los trabajadores, buscar acuerdos. Pero cuando venía un conflicto, uno miraba la parte política; sin quererlo se sentía parte del gobierno".
- Pero la gente que realmente recibe indemnizaciones es muy poca...
-6% ó 7% no más. Pero es un tema cultural muy complejo y se ideologizó.
-¿Cedería en que sea sólo para los contratos nuevos?
-Acepto que discutamos un poco el tema, pero no sobre la base de reducir o quitar lo que ya hay. Abramos una cuenta aparte para la indemnización en el seguro de cesantía y cuando el trabajador sea despedido, que lo primero que haga sea retirar su indemnización y al otro mes comience a cobrar su seguro de cesantía. Pero no mezclemos las cosas porque son distintas.
La deuda de la Concertación
-¿El hecho de que no gobierne la Concertación lo hace sentirse más libre?
-Creo que sí. Es complejo el tema, pero uno tiene que ser muy franco: con los gobiernos de la Concertación uno estaba como atado porque tenía, por un lado, la cosa clarita de que tenía que luchar por los derechos de los trabajadores, buscar acuerdos. Pero cuando venía un conflicto, uno miraba la parte política; sin quererlo se sentía parte del gobierno. Los dirigentes sociales, en su mayoría, siempre han sido de la Concertación, y hoy se sienten mucho más libres para conversar con el empleador de igual a igual, porque antes el empleador les decía: "Bueno pero si es tu gobierno, que me venís a reclamar a mí" y ahora eso no lo pueden decir.
-¿Usted o la CUT no se sienten un poco arrepentidos por no haber sido más duros con la Concertación?
-Para entender todo esto hay que remontarse a cuando se instala el primer gobierno de la Concertación. Con ese gobierno había un acuerdo claro de que se cambiarían varios temas del plan laboral dejado por la dictadura. Pero a los pocos meses, se nos notificó de que eso no era posible porque había que estabilizar la democracia, que era muy débil. Y eso estuvo a punto de dividir a la CUT. La década del 90 la perdimos por eso. Valoramos lo que hizo la Concertación por el país en todos los temas, pero en cuanto a los trabajadores quedó con una gran deuda.
"Hubo trabajadores que votaron por Piñera y lo hicieron porque la Concertación nunca los consideró en sus proyectos. Y tenemos un discurso nuevo en la CUT. Los trabajadores de hoy no son los antiguos obreros desinformados. La lucha de clases hoy no existe".
-En Chile existen sectores medios y emergentes que no están sindicalizados. Muchos de ellos, de hecho, votaron por Piñera. ¿Cómo se plantea la CUT ante ellos?
-Tenemos 782 mil afiliados. De esos, 380 mil son del sector público y el resto del privado más precario. Tenemos que entrar en los trabajadores del sector medio, que de a poco se han estado afiliando a la CUT, como los de Lucchetti, Tres Montes o LAN Chile. Reconozco que hubo trabajadores que votaron mayoritariamente por Piñera y lo hicieron porque la Concertación nunca los consideró en sus proyectos, no tuvo políticas para ellos. Y tenemos un discurso nuevo en la CUT. Había caído el muro de Berlín hace rato y aquí en Chile se hablaba de la clase obrera, y ya no existía la clase obrera. Entonces costó mucho hacer el cambio para entender este nuevo proceso de que los trabajadores de hoy día no son los antiguos obreros desinformados. La lucha de clases hoy no existe. No existe.
-¿Y cómo la CUT entra en esta realidad? ¿Cómo asume fenómenos como la economía verde o las minorías?
-Costó mucho meter estos temas. Antes, a la gente le resbalaban porque no los sentía cercanos. Hablar del calentamiento global sonaba a una tontera con tantos problemas sociales. Pero empezamos a conversar de esos temas.
-¿La CUT, apoyaría por ejemplo la construcción de HidroAysén?
-No estamos en desacuerdo con que se haga, pero queremos que se generen ciertas condiciones para que no dañe el cauce de los ríos ni el ambiente natural. También la empresa tiene que decir "vamos a dar tanto empleo". Para nosotros, como dirigentes, nuestro primer desafío es que la persona tenga empleo, porque en ese momento se convierte en trabajador y lo podemos organizar.
-¿Y cómo están las relaciones con el empresariado?
-Con Rafael Guilisasti, tengo buenas relaciones personales, compartimos, conversamos, pero él ya se está yendo. Con Andrés Concha se pueden hacer más cosas. Participa más con nosotros. Pero no hay malas relaciones con los empresarios. No estamos llegando en este momento a ningún acuerdo, pero tampoco andamos a las cachetadas.