Por Claudia Farfán M. y Alberto Labra W. Septiembre 3, 2010

-Buenas tardes, ¿podría comunicarme con María Alicia Uribe?

-Aquí no hay ninguna señora con ese nombre.

-¿Ésta no es su casa?

-No, ésta es una oficina comercial. Disculpe. Hasta luego.

La vida de María Alicia Uribe Gómez sigue siendo un misterio hasta hoy. En sus declaraciones ante la justicia ha reiterado que la dirección donde reside es un departamento situado en la calle Santa Rosa y es ahí donde la Policía de Investigaciones la contacta cada vez que requiere su testimonio por causas de violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, en esta conversación telefónica, ocurrida el martes 24 de agosto, quienes habitan el antiguo edificio donde ella dice vivir niegan conocerla. En este céntrico barrio de Santiago, además, ningún vecino sabe quién es.

Tal vez porque hace mucho tiempo que no se aparece por ese lugar o, como suele hacer cuando camina por la calle, llega hasta allí ocultando su rostro con unos anteojos oscuros y una bufanda. De esta manera, busca que nadie la identifique en sus escasas salidas por la ciudad. El miedo a ser agredida por su pasado la transformó en un personaje solitario, casi en una ermitaña, que pasa la mayor parte del tiempo recluida en su hogar.

Su temor obedece a que, de ser una decidida militante con formación militar  en Cuba, se convirtió con la misma vehemencia en una colaboradora fundamental para los organismos de seguridad del régimen militar. Ahí, quien fue conocida como "Carola" por sus antiguos compañeros del MIR, pasó a llamarse "Gloria Vilches".

Como muchos otros detenidos,  no toleró las sesiones de tortura que sufrió durante un mes en el centro de detención de Villa Grimaldi. Pero a diferencia de la mayoría de ellos,  esta mujer de 62 años rompió todo vínculo afectivo e ideológico con su pasado revolucionario y se integró para siempre al mundo militar. Primero delató a quienes trabajaron con ella por años en el MIR, varios de los cuales se encuentran desaparecidos. Luego, durante 25 años, María Alicia Uribe trabajó como una funcionaria más en los servicios de inteligencia del Ejército, hasta que el año 2000 jubiló de la institución como empleada civil.

María Alicia Uribe era un cuadro político atípico en el MIR. No vestía con los atuendos artesanales característicos de las jóvenes miristas y destacaba por su preocupado look. Ángeles Álvarez, quien compartió militancia con ella, recuerda que era "un poco frívola".

Es el caso más extremo entre quienes son considerados un símbolo de la deslealtad en las filas de izquierda. Como sí lo hicieron la ex militante del PS Luz Arce, y, en menor medida, la ex mirista Marcia Merino, "Carola" nunca mostró el menor indicio de arrepentimiento. Tampoco quiso colaborar con la justicia cada vez que fue citada a declarar. En 2001, al ser interrogada por la Policía de Investigaciones, dijo: "Ya traicioné una vez en la vida. No lo volveré a hacer".

Su historia es la más desconocida y desconcertante sobre el tema de la delación en el gobierno militar y, por ese motivo, estuvo entre las fuentes de inspiración para construir a Irene, el personaje principal de la novela La Vida Doble, de Arturo Fontaine. Entre Carola e Irene hay muchas coincidencias. Ambas pasaron por la tortura y entregaron a mucha gente. Pero, además, justifican en mayor o menos medida su traición. En uno de los párrafos, la protagonista del libro dice: "Hay algo indigno en el arrepentimiento y el deseo de perdón, algo cristianoide que me molesta. El demonio, incluso en la derrota, sigue siendo fiel a sí mismo y a su propia contradicción".

Entre el maquillaje y las armas

María Alicia Uribe Gómez llevó siempre una vida solitaria. Desde su época como  alumna en el Liceo Darío Salas hasta que ingresó a la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Chile debió acostumbrarse a pasar las noches en distintas pensiones de Santiago. Su padre no la reconoció durante muchos años y su madre, quien trabajaba como asesora del hogar puertas adentro, no pudo vivir con ella.

Sus ex compañeras de colegio no recuerdan haber conocido a su familia materna, pues dicen que "Carola" evitaba hablar sobre su historia personal. "Le avergonzaba su origen social y el hecho de ser hija de madre soltera", precisa una de ellas.

En 1969, mientras cursaba primer año de universidad, ingresó a una brigada estudiantil del MIR, donde se reflexionaba mucho acerca de las diferencias de clases y  sobre las caminos que existían para superar la desigualdad y el capitalismo. Eso la hizo sentirse acogida y "su realidad social dejó de ser un motivo de complejo para ella durante un tiempo", según sus compañeros de la U.

Historia de una traición

A pesar de la sintonía que lograba con las ideas revolucionarias, María Alicia Uribe era un cuadro político atípico en este movimiento. No vestía con los atuendos artesanales característicos de las jóvenes miristas y destacaba por su preocupado look. Ángeles Álvarez, quien compartió militancia con ella, recuerda que era "un poco frívola. Le gustaba usar mucho maquillaje y ser el centro de atención". Bajo su perspectiva, Uribe se sumó al MIR más atraída por la aventura que por una convicción ideológica profunda. No obstante, Álvarez admite que tuvo "un gran nivel de entrega a la revolución". Lo anterior, sin embargo, es interpretado por quienes investigaron su historia como el resultado de "una desmedida  aspiración de poder", lo que habría determinado su conducta a lo largo de su vida política.

En cualquier caso, "Carola" sobresalió por sus destrezas como parte del equipo de informaciones del movimiento fundado por Miguel Enríquez. Ahí tuvo una labor importante en la unidad "Tarea en F", la instancia que buscaba, entre otras cosas, infiltrar a las Fuerzas Armadas. Además, durante su formación militar y de inteligencia en La Habana demostró una gran habilidad con las armas. Después de seis meses de entrenamiento, regresó a Chile convertida en una mujer de confianza para la cúpula del MIR. Con posterioridad al golpe militar, esta condición la llevó a asumir un cargo de jefatura en la unidad donde se clasificaban los antecedentes más confidenciales de la organización insurgente. Y aunque paradojal, esto la llevó a prisión y la salvó de la muerte.

Del miedo a la delación

Cerca de las 11.00 del 12 de noviembre de 1974, "Carola" caminaba por Irarrázaval, cuando de pronto el pánico se apoderó de ella. Enfrente suyo estaba su amiga Marcia Merino, quien ya colaboraba con los servicios de seguridad. Su primera impresión no estaba errada. Casi de inmediato, la temida "Flaca Alejandra" la apuntó con su mano y un grupo de agentes de la DINA se abalanzó sobre ella para capturarla. Su última visión en libertad fue una renoleta roja hasta donde la subieron luego de taparle los ojos con scotch.

"Hay un período de cuando uno está detenida en el cual no habla nada. Luego por la presiones y torturas, uno comienza a hablar, y posteriormente se produce un quiebre absoluto. Eso fue lo que me pasó a mí a fines de diciembre de 1974", relató María Alicia Uribe.

La primera imagen que volvería a ver fue la cara de un militar que la interrogaba mientras sufría golpes de corriente. Así pasó cerca de un mes en Villa Grimaldi, hasta que el miedo al dolor físico terminó por destruir su lealtad con el MIR. María Alicia describió el horror vivido esas semanas en una declaración que prestó ante la justicia hace seis años: "Hay un período de cuando uno está detenida en el cual no habla nada. Luego por la presiones y torturas, uno comienza a hablar, y posteriormente se produce un quiebre absoluto. Eso fue lo que me pasó a mí a fines de diciembre de 1974".

"Carola", sin embargo, omite en este testimonio un hecho que sus ex camaradas políticos consideran clave en su determinación de trabajar para el organismo que dirigió el general Manuel Contreras. En esos días, el brigadier Pedro Espinoza llevó a la madre de Uribe al centro de detención situado en Peñalolén. Nunca se supo qué ocurrió en ese encuentro, pero luego de eso "Carola" decidió unirse al organismo de seguridad.

Con el paso de las semanas, Espinoza estableció un vínculo muy estrecho con "Carola". En un principio, el militar se percató de la información privilegiada que ella manejaba no sólo sobre el MIR sino también sobre el Partido Comunista. Y ése fue el principal motivo por el cual decidió no hacerla desaparecer. Más tarde, ese vínculo entre ambos se transformó en una relación sentimental, según diversas fuentes que conocieron de cerca esta situación.

Los otros detenidos en Villa Grimaldi se percataron del vuelco que ella experimentó a principios de 1975, cuando se trasladó desde los calabozos oscuros a una pequeña cabaña situada en el patio de ese recinto, donde vivían también Luz Arce y Marcia Merino. Desde ese lugar, María Alicia Uribe regresaba a las celdas en forma ocasional, vestida con la ropa de los prisioneros. "Ella se paseaba con un chaleco mío y parecía no importarle", recuerda Ángeles Álvarez.

A su antigua compañera de militancia no le sorprendió demasiado el giro rotundo de su ex camarada. Pero a muchos sí les impactó la crueldad de su actuación durante los interrogatorios a los detenidos. Recuerdan, por ejemplo, una frase recurrente. Cuando alguien no colaboraba, decía: "A éste hay que repasarlo".

Historia de una traición

La nueva vida de Carola

Las carcajadas de "Carola" dentro de Villa Grimaldi eran inconfundibles para varios de los detenidos. Era una risa "desfachatada", dicen, en medio del lenguaje soez que utilizaba con Pedro Espinoza y con el oficial Ricardo Lawrence, quien semanas antes había estado a cargo de su tortura. A principios de 1975, ella ya estaba del todo integrada a esa nueva vida y evitaba encontrarse de frente con quienes habían sido sus amigos y entonces se encontraban presos.

Debido a su capacidad como analista, su primera labor en la DINA fue descifrar microfilms en negativo con información estratégica del MIR. Más tarde, asumió funciones en la Dirección de Operaciones, instancia donde se decidía a quiénes detener. Corría 1976 y María Alicia Uribe ya disfrutaba de cierto ascendiente sobre los agentes de inteligencia. Dos años después su lealtad fue premiada: permitieron su ingreso a la CNI como analista de información subversiva y como asistente directa del oficial de la Armada Alejandro Campos Rehbein, en el cuartel central del organismo de seguridad.

Ya en ese entonces, "Carola" era una mujer solitaria. En sus nuevas funciones hablaba poco con sus compañeros de trabajo, con quienes no tenía una relación personal fluida. Además, había perdido a todas sus antiguas amistades formadas en la vida política universitaria. Su vínculo más estrecho era el que tenía con el brigadier Pedro Espinoza, quien fue su principal protector en el mundo militar y, a veces, también en el ámbito personal. El abogado socialista Pedro Matta, quien ha investigado las actividades de seguridad, relata que en 1975 la ex mirista fue reconocida legalmente por su padre y dejó de llamarse María Alicia Gómez Gómez para llevar el apellido Uribe. En este cambio tan importante para ella, según el profesional, fue determinante la gestión de Pedro Espinoza. De acuerdo a quienes han investigado esta historia, la intermediación del oficial consistió en apuntar con un arma al padre de "Carola" para obligarlo a asumir su reponsabilidad.

En 1994, esta mujer, de estatura media y pelo castaño, fue reconocida por un ex mirista en la calle. Afortunadamente, era uno de los pocos militantes que la veían como una víctima de la represión. En ese encuentro, Uribe le dijo que había asumido por completo su nueva vida en el mundo militar.

Después del retorno a la democracia, ella siguió ligada a la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), primero como analista y luego en labores más administrativas. A principios de los años 90 era usual verla caminar por calle República, el barrio donde funcionaban varias oficinas de los organismos de inteligencia.

En 1994, esta mujer, de estatura media y pelo castaño, fue reconocida por un ex mirista en la calle. Afortunadamente, era uno de los pocos militantes que la veían como una víctima de la represión. En ese encuentro, la otrora estudiante de la Universidad de Chile le dijo que había asumido por completo su nueva vida en el mundo militar. En ese tiempo, según ha comentado Marcia Merino en más de una oportunidad, María Alicia se refería a los integrante del MIR como terroristas.

Hoy, "Carola" dice vivir desvinculada del Ejército, aunque en la Policía de Investigaciones afirman que ella recibe una pensión mensual de la Caja de Previsión de la Defensa Nacional (Capredena). Esto le permitió cuidar a su madre enferma, a quien le dedicó en los últimos años la mayor parte de su tiempo. A diferencia de Luz Arce y de la "Flaca Alejandra", María Alicia Uribe no formó una familia. Según un amigo, vive sola en un departamento cerca de La Moneda.

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