Víctor Schneider debió esperar casi 40 años antes de escribir la historia de su padre. Recién, una vez que dejó las filas del Ejército, en diciembre de 2006, tuvo la libertad necesaria para reconstruir la vida del ex comandante en jefe de esa institución que fue asesinado por un grupo paramilitar de ultraderecha. Como militar en servicio activo optó por mantener silencio respecto de la figura del general René Schneider, porque no habría podido contar toda su verdad sobre los hechos que rodearon el violento atentado que sufrió el oficial el 22 de octubre de 1970. Tampoco se podría haber referido a la decepción que le produce la impunidad en que -estima- quedó el crimen de quien defendió hasta el último día de su vida la prescindencia política de las Fuerzas Armadas, la causa que habría terminado por provocarle la muerte. Además, dice, prefirió esperar el paso del tiempo para tener una perspectiva más objetiva de los hechos ocurridos hace cuatro décadas.
-¿Por qué afirma que no se ha hecho justicia en el caso de su padre?
-Con él existe una gran deuda social. No se entendió su doctrina del Ejército, se lo dejó solo en su posición, los tribunales actuaron en forma arbitraria con los inculpados y, finalmente, vino el olvido.
La biografía titulada "General Schneider: Un hombre de honor, un crimen impune", busca rescatar la memoria del fallecido militar. Por esa razón, retrata en extenso su historia personal, su formación en las filas castrenses y el rol, para muchos incomprendido, que él cumplió después del triunfo de Salvador Allende, pues a pesar de todas las presiones que recibió, se negó a liderar una intervención armada para impedir la llegada del ex mandatario socialista a La Moneda.
Han pasado exactamente 40 años desde esa mañana del 22 de octubre de 1970 en que el ex comandante en jefe del Ejército recibió varios tiros mientras se trasladaba en su Mercedes-Benz con destino a su oficina en el centro de Santiago.
Víctor tenía sólo 15 años de edad, pero recuerda cada detalle de lo que sucedió durante las horas previas y posteriores a ese acontecimiento. Sobre todo, algunas particularidades que en su momento no revistieron importancia para él, pero que con posterioridad constituyeron un siniestro augurio. Una de ellas fue la ausencia de los carabineros de punto fijo que vigilaban la casa de su padre la noche previa al atentado.
"Mi padre estaba muy preocupado. Efectivamente, tenía temor de ser secuestrado, por eso andaba armado. Él recibió informes de los servicios de inteligencia así es que supo que existía un plan en ese sentido".
Mucho tiempo después su hijo encontró la explicación: también formaba parte del complot la máxima autoridad de la policía uniformada en ese entonces, el general Vicente Huerta. Él, junto a un puñado de altos oficiales, entre ellos el general en retiro Roberto Viaux, habían diseñado el plan de secuestro que puso en marcha un dispositivo de 50 personas que integraban empresarios, jóvenes ligados a una incipiente "Patria y Libertad" y un grupo no menor de mercenarios.
La soledad del general
- ¿Cuál era el estado de ánimo del general Schneider en los días previos al atentado?
-Estaba muy preocupado. Efectivamente, tenía temor de ser secuestrado, por eso andaba armado. Él recibió informes de los servicios de inteligencia así es que supo que existía un plan en ese sentido. Mi mamá le comentó que viajaría a La Serena a ver a mi hermana, pero él le pidió que no fuera pues la situación política estaba muy complicada. Si no tomó más precauciones fue porque el año 70 no había registros de atentados terroristas en Chile. ¡¿Qué era eso?! Fíjese que el presidente Jorge Alessandri caminaba solo por la calle y el presidente Eduardo Frei Montalva andaba con una escolta pequeñísima. En todo caso, no sé hasta qué punto habría sido útil que él contara con mayor seguridad, porque el grupo que atentó en su contra fue muy agresivo.
- ¿Por qué dice en su libro que en esos días su padre se sentía muy solo en su voluntad de evitar una intervención militar en contra del presidente Allende?
-Pese a que era muy reservado, lo expresó un día mientras almorzábamos en la casa. Es que la derecha y mucha gente del gobierno (de Eduardo Frei Montalva) lo instaban a actuar. En realidad, las presiones venían de todas partes. Incluso algunos amigos me insistían en forma inocente que mi padre debía reaccionar. Tanto fue así, que un día le pregunté: "¿Por qué no haces un golpe de Estado?". Él me respondió de manera enérgica que no lo haría y no debía hacerlo por ningún motivo. Recuerdo que dijo: "Si yo quiero podría sacar los tanques a la calle en un minuto. ¿Pero qué pasaría después?. Habría un gran derramamiento de sangre".
-¿Cree usted que no tenía respaldo político la "Doctrina Schneider" al interior del gobierno DC?
-Contaba con apoyo, pero no en público. Una buena pregunta es por qué nadie ahí declaraba que las Fuerzas Armadas debían respetar lo que dicen las urnas. Embarcaron a mi padre en un tema que no le competía y eso terminó por costarle la vida. El propio Henry Kissinger decía que él era el principal obstáculo para un golpe militar en Chile.
"En el crimen de mi padre hubo impunidad"
El silencio de los inculpados
La mañana del 22 de octubre de 1970, el Mercedes-Benz azul que trasladaba a René Schneider salió de su casa en Las Condes, cerca de las 8:10 de la mañana. Como era su costumbre, el oficial iba sin escoltas, en compañía sólo del chofer que conducía el automóvil. Cuando éste llegó a la intersección de las calles Martín de Zamora con Américo Vespucio, su paso fue bloqueado en forma abrupta por varios vehículos.
Ahí estaban los conspiradores cumpliendo la primera etapa del plan diseñado con el propósito de secuestrar al general. Pero sería la única parte de la operación en la que tendrían éxito. En ese momento, contrariamente a lo que ellos declararon haber previsto en tribunales, el comandante en jefe del Ejército no permaneció impávido y sacó su arma de servicio para intentar defenderse.
Su hijo, sin embargo, sigue creyendo que el comando paramilitar siempre consideró la posibilidad de actuar con violencia en caso que el atentado tuviera un vuelco inesperado. Tal como finalmente ocurrió en el preciso instante en que la víctima decide poner resistencia. "El general Roberto Viaux, el artífice del operativo, tuvo que haber visualizado que un militar jamás dejaría que lo secuestren. Más aún si está armado, como era el caso de mi padre", sostiene el coronel (R) con evidente molestia hacia la versión de los victimarios respecto a que la intención era sólo raptar al general. No atentar contra su vida.
Pero en la investigación judicial sobre el crimen de René Schneider consta que Jaime Melgoza, un hombre con antecedentes penales, le disparó en una mano al alto oficial, y los jóvenes de ideas nacionalistas Juan Luis Bulnes Cerda y Diego Izquierdo Menéndez descargaron 8 proyectiles en contra suyo, a pesar de que ya estaba desarmado. Dos de esas balas le ocasionaron la muerte tres días después en el Hospital Militar.
"Las personas inculpadas en el crimen fueron beneficiadas debido a sus influencias políticas. Quienes debían fallar pensaron que no convenía condenarlos en forma muy drástica. Qué quiere que le diga. Estoy defraudado".
-Se ha dicho que la reacción de ambos fue la de dos veinteañeros inexpertos que se vieron sobrepasados por la situación. ¿Le da usted cabida a la posibilidad de que hayan actuado sin dolo?
- Efectivamente, ellos tuvieron instrucción de tiro sólo 15 días antes. No más que eso. Ahora bien, si yo soy un inexperto en armas, pero las uso para atentar contra otra persona, paso a ser un inculpado. No, yo no les resto responsabilidad. Además, esta gente huyó de Chile y se presentó ante la justicia después de muchos años, cuando sabían que los dejarían libres.
- En su libro menciona que luego de disparar contra su padre, Juan Luis Bulnes dice: "A lo mejor lo matamos. Que Dios nos perdone. Todo sea por Chile y por la patria". ¿Cómo interpreta esas palabras?
-Ése es un testimonio que los propios implicados dan a la justicia, por tanto no significa nada más que la necesidad de disfrazar un crimen. Lo que quieren decir con esto es que eran unos inexpertos y unos niños. Definitivamente, yo no los exculpo.
-Usted afirma en el texto que nadie del grupo conspirador tuvo "la entereza moral de mostrar arrepentimiento". ¿No existió el mínimo gesto en ese sentido?
-Así es. Ninguno. Lo que me parece más grave es que tampoco lo hicieran los generales que idearon el atentado, como fue el caso de Roberto Viaux y Camilo Valenzuela, este último el traidor más traidor. Fíjese que almorzaba con mi papá día por medio y yo le contesté muchas veces el teléfono, como se hace con un amigo de la familia.
"No tenemos ánimo de venganza"
A Víctor Schneider lo despertó el teléfono la madrugada del 25 de octubre de 1970. Desde el Hospital Militar su familia le avisó que la salud de su padre empeoraba. Minutos más tarde, cuando el joven cadete llegó al recinto de salud, su hermano mayor, René, le dio la triste noticia: su padre había fallecido como consecuencia de una hemorragia hepática que fue imposible de controlar. "Eso me impacta mucho. Salgo corriendo por el pasillo sin ningún rumbo y sin entender nada. Lo único que pensaba era en que se hiciera justicia".
-¿Qué opinión tiene de la actuación que tuvieron los tribunales militares en el crimen del ex comandante en Jefe del Ejército?
-Procedieron mal.
"En el crimen de mi padre hubo impunidad"
-El fiscal que investigó el caso pidió presidio perpetuo para los ejecutores materiales, sin embargo, durante el proceso judicial se redujeron las sanciones a tal punto, que muy pocos cumplieron penas de cárcel. ¿A qué lo atribuye usted?
-Los inculpados fueron beneficiados debido a sus influencias políticas. Quienes debían fallar pensaron que no convenía condenarlos en forma muy drástica. Qué quiere que le diga. Estoy defraudado. En la única justicia que creo es en la divina que, entre paréntesis, se paga en la Tierra de alguna manera.
-¿Siente usted rencor después de 40 años?
-Mi familia y yo no tenemos ánimo de venganza. Lo que escribo en el libro son realidades, porque tampoco puedo decir que las personas que participaron en el atentado eran blancas palomas. Además, salvo algunos individuos que fueron condenados, en el crimen de mi padre hubo impunidad.
El error de Pinochet
Tras la muerte del general, Víctor Schneider decidió permanecer en el Ejército. La misma determinación adoptó cuando se produjo el golpe de Estado y cinco años después, en 1978, al enterarse que el general Augusto Pinochet visó el decreto de amnistía que favoreció a Juan Luis Bulnes y Diego Izquierdo. Ambos habían regresado a Chile poco tiempo antes tras permanecer prófugos desde 1970.
Hoy, el coronel (R) explica que nunca pensó en dejar las filas castrenses. Su razón principal, según dice, era la profunda vocación militar que mantuvo durante sus 35 años como uniformado. Además, señala que su convicción fue seguir en el Ejército, pues era "la mejor forma de trasmitir una imagen correcta del rol que cumplió mi padre en la Comandancia en Jefe y hacer ver que él no era un político, sino un soldado como cualquier otro".
"Mi general Pinochet actuó siempre de manera distante. ¿Qué habrá pasado por su cabeza? No lo sé, pero nunca recordó a René Schneider como correspondía hacerlo. En realidad, percibo que el gobierno militar se olvidó de él".
-¿Cómo asumió la decisión política del general Pinochet con respecto a los inculpados en el crimen?
Creo que fue un error y una inconsecuencia.
-¿Tiene alguna explicación para ese hecho?
-Mi general Pinochet actuó siempre de manera distante con la figura de mi padre. ¿Qué habrá pasado por su cabeza?. No lo sé, pero nunca lo recordó como correspondía hacerlo. En realidad, percibo que el gobierno militar se olvidó de él.
- ¿Qué ocurrió con la imagen de su padre al interior de las Fuerzas Armadas?
-Distinta ha sido la situación al interior del Ejército. Ahí nunca fue olvidado y ha tenido siempre un reconocimiento especial. En particular, desde la Comandancia en Jefe de mi general Ricardo Izurieta en adelante.
-¿Por qué usted decide formar parte de un Ejército que rompe con la "Doctrina Schneider" el 11 de septiembre de 1973?
-Yo separo a la institución de lo que fue su rol en política. Sin embargo, quiero ser bien franco y decir que fui leal al gobierno militar con sus virtudes y sus defectos. Hasta ahora defiendo muchos aspectos de él, pero también estoy absolutamente en contra de las violaciones a los derechos humanos y no tengo nada que ver con ese tema.
-¿Qué habría hecho su padre frente a esa circunstancia?
-No sé cuáles habrían sido los pasos de él. Lo que siempre decía era que las Fuerzas Armadas no eran una alternativa de poder. Sin embargo, y con esto no quiero legitimar el golpe militar, también pensaba que había una excepción cuando los poderes del Estado podían caer en la inconstitucionalidad. En todo caso, la discusión sobre las intervenciones armadas está completamente fuera de lugar en la actualidad con la normativa internacional que hoy existe.
-¿Por qué cree que usted no llegó a ser general?
-Nunca me lo he cuestionado. Mi familia puede que se lo haya preguntado.
-¿Habrá influido que fuera hijo de René Schneider?
-No lo sé. No creo.