Por Enero 21, 2011

Las propuestas de reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo no progresaron mayormente en Chile hasta que Piñera recogió la idea en su campaña presidencial, y Allamand la hizo efectiva en un proyecto de ley. La fórmula acuñada por Piñera no puede ser más contradictoria: afirmación de igualdad expresada retóricamente en el rechazo a la existencia de chilenos de primera y segunda categoría, pero con reserva del matrimonio a las parejas heterosexuales.

Esa fórmula domina el debate actual en torno a la propuesta de acuerdo de Vida en Común. Se es, en general, partidario de otorgar un cierto margen de acceso a recursos simbólicos, pero se rechaza el acceso al matrimonio. Eso deja pendiente como pregunta de la política legislativa cuál será el margen de acceso consistente con ese rechazo. No está de más decirlo: la contradicción en las premisas hace incierta la respuesta.

La encuesta no permite apreciar el margen de apoyo o rechazo a la fórmula de Piñera en su integridad, porque no alcanzó a incluir preguntas relativas a la unión civil. Sólo se refiere al acceso al matrimonio y a la filiación, expresando un amplio margen de rechazo a conceder ambos derechos.

La encuesta no permite apreciar el margen de apoyo o rechazo a la fórmula de Piñera en su integridad, porque no alcanzó a incluir preguntas relativas a la unión civil de parejas del mismo sexo. Sólo se refiere al acceso al matrimonio y a la filiación, expresando un amplio margen de rechazo a conceder ambos derechos.

Tres cosas saltan a la vista. Dos de ellas eran esperables. Que la postura antiigualitaria relativa al acceso al matrimonio tenga más fuerza en los diputados que en la población, tanto en la Alianza como en la Concertación, es un dato que corresponde a experiencias de países donde comenzó esta discusión hace ya más de veinte años.

También era esperable que el rechazo en la población a reconocer derechos de adopción sea más fuerte que el rechazo a permitir el acceso al matrimonio, porque es un dato que corresponde a la experiencia comparada. Eso hace interesante, por contraste, el dato de la encuesta a los diputados, que muestra un resultado exactamente opuesto, con una diferencia muy leve en la Alianza y algo más significativa en la Concertación.

Este dato se relaciona con la inesperada inversión de la relación entre diputados de la Concertación y su población simpatizante en lo que se refiere a la percepción del posible desempeño parental de parejas del mismo sexo. Aquí el rechazo de los diputados es considerablemente menor, en especial en lo que se refiere a la pareja de mujeres: es el único porcentaje de rechazo inferior al 50%.
Las explicaciones para este dato pueden ir desde la presencia entre esos diputados de un discurso feminista que no se encuentra socialmente extendido, hasta su mejor conocimiento de la información disponible sobre el punto, que muestra no haber diferencias significativas para el bienestar de los hijos de parejas del mismo sexo.

Pero la causa más probable del menor rechazo de la crianza por una pareja de mujeres, presente en todos los encuestados, se encuentra en un estereotipo de la cultura heterosexual, que atribuye a la mujer por definición una aptitud para la puericultura. Así es como, en mi opinión, deben leerse, en general, los resultados de esta encuesta: como una confirmación de estereotipos.
Por ejemplo, la afirmación "una pareja homosexual puede criar hijos tan bien como una heterosexual" implica que hay algo así como una bondad inherente a la parentalidad heterosexual. Dado que la asunción de esa premisa prejuzga la respuesta, una encuesta que la asume inevitablemente la confirma.

¿Cómo sería el resultado de una encuesta menos marcadas por estereotipos? Por ejemplo, una que preguntara primero si todas las parejas heterosexuales crían bien a sus hijos, y luego si algunas parejas homosexuales pueden criar a sus hijos mejor que algunas parejas heterosexuales. Esa secuencia podría hacer surgir en el encuestado la reflexión acerca de los atributos personales que hacen de alguien un buen padre o madre, y si ellos dependen o no de su orientación sexual.
O una encuesta que después de la pregunta sobre el derecho a la adopción, contuviera la siguiente afirmación: "Es preferible que un niño crezca huérfano a que sea adoptado por una pareja del mismo sexo". ¿Cómo serían sus resultados?


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