Rafael Ariztía Correa (34) no se despega en ningún momento de su libreta de apuntes, donde va anotando ordenadamente todos los detalles de sus proyectos y reuniones. La libreta dice "Celfin Capital". A primera vista, parece un joven ejecutivo o un gerente de alguna firma privada. Y al escucharlo hablar, la idea se confirma: ocupa varias veces conceptos clave, como usuario, consumidores, clientes, gestión e innovación.
El entorno devuelve a la realidad: Rafael habla de esos conceptos en un vetusto palacio construido hace dos siglos, en medio del centro de Santiago. En ese edificio, el palacio de La Moneda, sus ideas suenan casi ajenas, como sacadas de otro corral. Pero él es el hombre designado por el gobierno para buscar convertirlas en realidad.
A comienzos de enero, la prensa dio cuenta brevemente de que Ariztía, entonces gerente de inversiones de Celfin, dejaba su puesto para irse a trabajar al Ministerio Secretaría General de la Presidencia como jefe de la nueva Unidad de Modernización del Estado. La noticia escondía varios detalles. Como, por ejemplo, la importancia estratégica que elpresidente Sebastián Piñera le entregaba al puesto. Y los profundos lazos con el mandatario y su equipo, que hacían que Ariztía sintiera que la decisión fuera una oportunidad única, pero también una especie de deber.
Viejos conocidos
Hace nueve años, en 2002, Rafael Ariztía tuvo su primer contacto con Sebastián Piñera. Por ese entonces, su perfil ya era seguido de cerca en el mundo académico: había egresado con excelentes notas del colegio Verbo Divino -el mismo donde estudió el presidente- y era uno de los mejores alumnos de Ingeniería Civil Industrial en la Universidad Católica.
Fue en ese marco cuando Ariztía recibió una llamada a su celular. Era Sarita, la fiel secretaria de Piñera, quien le transfirió con su jefe. El objetivo era reclutarlo para formar parte de su equipo en Bancard. Ariztía aceptó, y dio comienzo a una larga colaboración con el hoy Mandatario, que duró hasta 2009, sólo interrumpida por una estadía de dos años en Harvard, entre 2006 y 2008.
La prioridad de Ariztía es enfocarse en la simplificación de los trámites que realizan las personas, apuntando principalmente a fortalecer el sistema de gobierno electrónico. Por eso, una de las primeras decisiones que adoptó fue tomar bajo su responsabilidad el área de Estrategia Digital, que estaba a cargo de Economía.
Rápidamente, pasó a integrar el grupo de altos ejecutivos, junto a otros dos profesionales jóvenes: Nicolás Noguera y Juan Luis Rivera, que luego fue reemplazado por Santiago Valdés. La prensa de la época les puso un apodo: los "Piñera boys".
Ariztía llegó a ocupar la gerencia de finanzas, pero también estuvo a cargo de coordinar otras iniciativas, como la propuesta del Mapocho navegable y la creación del Parque Tantauco, donde debió encabezar las negociaciones en terreno con las comunidades indígenas afectadas.
En 2009, Ariztía dejó Bancard para ser gerente de finanzas de Celfin. Sin embargo, el destino lo volvió a unir con Piñera: desde su puesto, le tocó monitorear el fideicomiso ciego que él realizó en medio de la campaña presidencial. Fue en ese puesto cuando, a inicios de enero, recibió otro llamado: esta vez, fue el del ministro Cristián Larroulet, quien lo convenció de cambiar su puesto en el mundo empresarial por un desafío que involucra meterse al corazón de cómo funciona el país.
El Estado de los clientes
Modernización del Estado es un concepto que suena pomposo y grandilocuente. Sobre todo porque está asociado a grandes reformas y negociaciones políticas, como la Alta Dirección Pública o la Ley de Transparencia. Pero ésa no es la arista que más le importa a Ariztía: su mirada busca enfocar la atención de su equipo en lo que él denomina como un "usuario" o "cliente", tal como si fuera una empresa que debe satisfacer a sus consumidores.
La lógica es así: el Estado es monopólico por naturaleza. Sobre todo en lo que respecta a trámites básicos, como certificados de nacimiento, carnés o cobro de impuestos. No tiene rival. Y eso, en la mirada de Ariztía, hace que falte un incentivo directo de competencia que lo haría mejorar sus procesos para sobrevivir, y muchas veces lo estanca, generando problemas para las personas.
El gerente
Esto tiene efectos concretos y tangibles. En un estudio hecho en 2009 por el Consorcio para la Reforma del Estado, se indica que el Banco Mundial estima que si las instituciones chilenas llegaran al nivel promedio de los países de la OCDE, el producto interno del país pasaría de US$ 15 mil a US$ 20 mil anuales per cápita. Es decir, poco más de dos millones de pesos más al año por cada chileno.
La prioridad de Ariztía es enfocarse en la simplificación de los trámites que realizan las personas, apuntando principalmente a fortalecer el sistema de gobierno electrónico. Por ello, una de las primeras decisiones que adoptó fue tomar bajo su responsabilidad el área de Estrategia Digital, que estaba a cargo del Ministerio de Economía. "Si uno les cambia a las personas el modelo de atención, y evitas que para hacer un trámite A te pidan un certificado B, esas cosas te cambian y te mejoran la vida. La modernización, si uno ve al mundo privado, va mano a mano con la tecnología", dice.
Red de contactos
En la decisión de Ariztía, un factor clave fue la cercanía con Cristián Larroulet. A él lo conocía desde la década de los 80, cuando su padre, Juan Ariztía Matte, se desempeñó entre 1980 y 1989 como superintendente de AFP. Y lo volvió a ver en 2002: el hoy ministro encabezaba Libertad y Desarrollo cuando el entonces joven egresado de la PUC recibió un premio del instituto por su tesis, una comparación entre las crisis eléctricas de Chile, California y Brasil con énfasis en las políticas de regulación.
Cuando se tomó la decisión de crear la nueva Unidad de Modernización del Estado, el ministro decidió convocarlo porque cumplía plenamente con el perfil planteado. Y la idea contó con la anuencia del presidente, quien fijó el tema como una de las siete reformas estructurales que espera realizar en 2011.
Además, hubo otro factor que se sumó: la red de amigos y contactos de su generación que Ariztía tiene entre los funcionarios de gobierno, algo importante a la hora de asumir un cargo cuyo rol central será la coordinación entre organismos. Por ejemplo, en la Segpres está Sebastián Soto, el asesor jurídico del ministerio; en Interior, está jefe de asesores de la repartición, Juan Carlos Jobet, a quien conoció mientras estudiaba en Harvard; y en Mideplan, tiene una relación cercana con Felipe Kast, quien iba en su mismo colegio.
Equipo "sub 40"
Desde que asumió, Ariztía ya ha tenido tres reuniones bilaterales con el Presidente para abordar el tema, y participa además en todos los encuentros en que el Mandatario aborda con sus ministros temas vinculados a la modernización del Estado. Su equipo, de cerca de 25 personas, está compuesto por profesionales "sub 40", provenientes en su mayoría de Estrategia Digital o de la misma Segpres, y espera cerrar en los próximos días la contratación de dos o tres colaboradores más.
Entre las experiencias internacionales que se están analizando, se encuentran las reformas en Gran Bretaña, Australia, Singapur y Nueva Zelandia. También miembros del equipo de Ariztía viajaron a Canadá y EE.UU. para conocer experiencias puntuales.
Pero el tema central que le intriga resolver es cómo en un mismo Estado puede haber casos completamente opuestos. Por ejemplo, mientras el 98% de las casi 2 millones 400 mil declaraciones de renta de 2010 se hicieron vía internet gracias a la plataforma del Servicio de Impuestos Internos, a fines de ese mismo año aún existían 21 municipios que no tenían un sitio web.
Para superar eso, su apuesta es adoptar las mejores experiencias y modernizar al Estado mirándolo como si éste fuera la mayor empresa del país, con millones de "consumidores obligados" que requieren sus servicios. Ariztía lo resume así: "Si el mundo del gobierno fuera competitivo, habría un incentivo a reducir sus procesos. Si una empresa siguiera con la misma estructura que tenía el año 80, probablemente estaría quebrada".