Por Josefina Ríos Mayo 12, 2011

"Ya q tantas y tantos han tenido la gentileza de preguntarme, respondo que SI, que estoy de acuerdo con HA. Y que NO, que no trabajo para HA", twitteó Eugenio Tironi el pasado 10 de mayo. Así, el sociólogo y socio principal de Tironi Asociados se hizo parte del encendido debate que en esa red social despertó la aprobación de las cinco megarrepresas que la empresa HidroAysén planea construir en la Patagonia.

Su rol como director de Enersis -matriz de Endesa que es dueña del 51% de ese proyecto hidroeléctrico-, y como socio de Gestión Social, empresa que ha asesorado a esa compañía en diversos momentos, despertó la suspicacia de algunos cibernautas y convirtieron a Tironi en el blanco de sus críticas.

Pero su respuesta no se hizo esperar. En esta entrevista explica por qué decidió involucrarse públicamente en esta discusión. Además, desde su visión como asesor comunicacional de numerosas compañías analiza el vertiginoso cambio que vive la relación entre empresa, sociedad y medioambiente.

-¿Por qué sintió la necesidad de dar público apoyo a HidroAysén y clarificar que no tenía una relación de servicios profesionales con ellos?

-Recibí muchas indirectas. Tendemos a actuar siempre suponiendo que nuestras actuaciones están basadas en principios y las de todos los demás, en intereses. Yo quería dejar explícito que en este caso, estoy por principio de acuerdo con HidroAysén y, por ende, no es algo que quiera camuflar ni esconder como un "servicio profesional" que no me involucra a mí como persona.

-¿Recibió "bullying" virtual?

-Nunca tanto. Tengo cuero duro en esta cuestión, porque frecuentemente estoy metido en polémicas: generalmente no tengo una opinión que va en la misma línea de los demás.

-De todas formas no se puede soslayar el hecho de que usted es director de Enersis, matriz de Endesa dueña del 51% de HidroAysén,  y en ese sentido sí existe una relación profesional entre usted y este proyecto.

-Es cierto. Conozco perfectamente el proyecto y lo he seguido desde sus orígenes. Soy testigo de cómo ha ido mejorando por efecto de las consultas e indicaciones que han surgido de este gobierno y del anterior. Por eso el ministro Hinzpeter se equivocó cuando dijo que este proyecto se pudo haber aprobado hace 10 años, porque no hubiese sido este proyecto, sino que uno mucho más malo. Desde ese punto de vista, aunque tome su tiempo, la institucionalidad está funcionando: obliga a los proyectos a mitigar todo cuanto puedan sus externalidades negativas, que por supuesto las tienen, porque no hay ninguna actividad humana que no las tenga.

-¿Entonces no cree que los gobiernos de la Concertación dilataron esta decisión por su impopularidad?

-No. Los gobiernos de la Concertación, a través del proceso que hicieron los organismos públicos de la XI Región, realizaron consultas y objetaron aspectos del estudio de impacto ambiental de HidroAysén que redundaron en una mejoría significativa del proyecto. Entonces, venir a decir hoy día de que fue por razones políticas que el gobierno anterior no tomó una decisión,  es otro "barranconazo": vale decir que se aprueba o no se aprueba un proyecto de acuerdo a cuánta "pechuga" tiene el gobierno de turno y no en función de los méritos que tenga el proyecto.

-De todos modos llama la atención que varios concertacionistas que en su momento apoyaron el proyecto hoy opten por el silencio. ¿Qué le parece esa actitud?

-Me parece mal, creo que es preferible tomar una postura que mantener silencio, porque éstos son los temas de la agenda, éstos son los temas de hoy. Creer que uno puede zafarse de este tipo de debate, de tal modo de guardarse para otro, no tiene sentido.

"Decir que fue por razones políticas que el gobierno anterior no tomó una decisión (sobre HidroAysén) es otro "barranconazo": vale decir que se aprueba o no se aprueba un proyecto de acuerdo a cuánta "pechuga" tiene el gobierno de turno y no en función de los méritos que tenga el proyecto".

"No existe lo natural"

-Usted tiene una larga trayectoria asesorando empresas que han mantenido una relación compleja con la sociedad civil. De hecho usted asesoró a Gas Andes en el polémico proyecto del gasoducto, la primera gran batalla medioambiental. ¿Cómo ha cambiado la relación empresa, sociedad y medioambiente desde entonces?

-Ha cambiado muchísimo. Tanto las empresas como las comunidades han debido reconocerse como actores legítimos. Junto con eso han tenido que tratar de entender cómo razonan y se justifican unos y otros. Ha cambiado también porque los grupos opositores son hoy día más poderosos técnicamente y en su capacidad de movilización, además están intelectualmente más preparados. Y a la inversa, en el mundo de la empresa y del gobierno -que en general han actuado como aliados tratando de impulsar estos proyectos que son vitales para el desarrollo de Chile tal cual como hasta hoy lo entendemos-, han vivido una suerte de tragedia que es haber perdido la supremacía sobre el conocimiento y el razonamiento científico y jurídico. Perdieron ese monopolio. Hoy hay tantos informes técnicos y jurídicos en una dirección como en la otra y ya nadie sabe a ciencia cierta en qué dirección van a fallar los tribunales, por lo tanto el grado de incertidumbre es mucho mayor.

-¿Cuáles son, a su juicio, los hitos que han marcado este cambio?

-Un hito clave es el caso de los cisnes en Valdivia. Ese es un caso perfecto en el cual no se ha logrado producir un consenso científico sobre la verdad de lo que allá ocurrió. Hoy lo que vemos es una disputa que yo creo que es interminable entre los científicos, y lo más probable es que nunca sepamos exactamente por qué migraron los cisnes. Eso es una prueba fehaciente de la impotencia de la apelación a la ciencia como recurso de última instancia. Otro hito muy relevante es el de Castilla: se dio un debate de muchos años de si era molesto o contaminante para definir si se podía instalar la central donde estaba previsto, llovían los informes técnicos y jurídicos de todo tipo y finalmente todo se resolvió con una negociación directa entre la empresa y una familia. El otro caso que es un hito gigantesco es Barrancones: de pronto la acción del Presidente de la República echa por tierra todo el andamiaje institucional, porque finalmente su convicción personal fue más definitiva que todo el proceso anterior. Esto dejó muy feble todo el sistema. Pero estos son los debates de la modernidad.

-¿Cree que va a surgir una nueva forma de tramitar estas iniciativas? Temas como los movimientos ciudadanos y los lobbys globales ya no son menores.

-Las decisiones empresariales y de los gobiernos están sometidas a un nivel mucho más grande de incertidumbre. Ahora, ¿qué hacer frente a esto? Una opción es que simplemente el mundo se detenga.

- Hay razones para creer que eso no va a suceder.

-Pero puede llegar a ocurrir. En cierto modo es lo que ha venido pasando en California, como lo anunciaba The Economist; ahí hablaba de un exceso de democracia que hacía que finalmente nada ocurriera. California, curiosamente, que es la tierra de la innovación, en materia de políticas públicas perdió la capacidad de tomar riesgos y eso ha significado un declive en su educación, en su sistema energético y en su infraestructura.

-Ese es probablemente el escenario más complejo, ¿cuál es el otro?

-Con la caída de las utopías políticas, resulta que hoy la única ideología viva es la naturaleza y su protección. Lo curioso es que en el pasado quienes tenían un contacto directo con la naturaleza y la manejaban eran los técnicos y los científicos. En la actualidad, en cambio, quienes parecen dueños de la naturaleza son los ambientalistas y nos hablan a nombre de ella. Pero tanto la noción de los científicos, como la de los ambientalistas son visiones totalmente discutibles, porque lo natural no existe. Esa separación entre lo natural y lo humano es totalmente artificial.

-¿En qué sentido?

Estoy  convencido de que mientras nosotros sigamos creyendo que explotamos recursos naturales estamos perdidos. No existe lo natural: el cobre no existe, los salmones no existen, la energía hidráulica no existe. Todos esos son productos del trabajo de personas. Entonces no hay una separación de una cosa con la otra. Me encantaría que fuéramos capaces de reinventar nuestra industria, que en el pasado era de recursos naturales en una industria basada más bien en la capacidad del hombre para interactuar con la naturaleza.

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