Cuando bajó de ese avión que lo traía de Antofagasta, en el mediodía del pasado domingo, Giorgio Jackson (24) no tenía conciencia de lo que le esperaba en Santiago. La noche anterior había dado un puñetazo sobre la mesa de la Confech, poniendo su cargo de vocero a disposición, como una forma de alertar que había que agilizar la toma de decisiones. El estruendo de las cacerolas en todo el país había logrado revitalizarlos, pero detrás de la euforia había estudiantes en huelga de hambre, colegios a punto de perder el año y una espiral de violencia en las manifestaciones. Y lo más preocupante, un punto muerto en el diálogo con el gobierno.
Jackson no tenía cómo saber que a partir de ese momento su decisión sería interpretada como un quiebre en el movimiento estudiantil, y que él tendría que negarlo una y otra vez, y que perdería la cuenta de las entrevistas. Tampoco que el Campus Oriente se iría a toma, con todo lo simbólico y poco habitual que es eso para la Universidad Católica. Y que él tendría que estar también allí, en todas partes, multiplicándose como nunca, mediando entre los bandos, buscando salidas.
Él mismo reconoce que es una imagen con la que tiene que lidiar, que no incluye el esfuerzo de su madre por sacar adelante a la familia luego del accidente que dejó a su padre incapacitado, antes de que él naciera. Ni tampoco el hecho de que al salir de su carrera deberá pagar una deuda de $10 millones por su crédito universitario.
Como no sabía nada de todo eso, simplemente se fue a la marcha familiar, donde lo esperaban su madre y su hermana, y donde pareció disfrutar más que nunca. Un buen trecho caminó en soledad. Bailó con las batucadas, se emocionó cuando alguien le dijo que tocaría Chinoy, y por un rato pareció uno más, feliz y desapercibido, un muchacho de look algo desaliñado que podría ser cualquiera de los miles que marchaban. Pero no era uno más y lo sabría apenas llegara a la Plaza Almagro, donde una decena de periodistas se le echarían encima y él entendería la semana de sobreexposición que estaba a punto de comenzar.
Por eso el martes, en la marcha en que los estudiantes demostraron fuerza reuniendo a al menos 70 mil personas, él volvió a la primera línea. Y caminó muy serio, al lado de Camila Vallejo y Camilo Ballesteros, sus pares de la U. de Chile y de la Usach. Él, que es el líder más improbable de este movimiento, el ingeniero de la UC, el que ha tenido que revalidarse constantemente por el prejuicio de ser un "niño bien" de una universidad que no está en paro, quiso demostrar que estaban más unidos que nunca y que no sería él quien diera pie atrás. Pudo decirlo más fuerte, pero no más claro: "Estoy más convencido que nunca de los cambios que tenemos que realizar. Y de que es el momento. No el próximo año ni en dos más, éste es el año que va a ser el punto de inflexión en la educación chilena".
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Todos parecen estar de acuerdo. Giorgio Jackson se ganó su lugar a la cabeza del movimiento estudiantil una noche en particular. Antes de eso, era el presidente de la FEUC, un cargo importante, pero que siempre levanta sospechas entre los otros dirigentes, por el perfil poco combativo de esa casa universitaria. Él siempre se ha declarado independiente políticamente, cercano a la centroizquierda, y dispuesto a luchar y aportar por lo que decida la mayoría. Claro que eso no basta para ser un líder en la Confech.
Es el domingo 3 de julio. Es de noche, y en Santiago hace frío. En los estudios de Chilevisión, Giorgio Jackson repasa punto por punto, palabra por palabra, lo que dirá en unos minutos más en Tolerancia Cero. Ahí, a sólo instantes de ir a la mesa redonda, Giorgio piensa. Piensa en otra imagen: la de Camila Vallejo, acorralada un mes antes frente al mismo panel, sin poder expresar las demandas de los estudiantes. En esos instantes, en ese mundo privado, intenta poner la mente en blanco. Y sólo recuerda un sentimiento: la rabia."Había quedado enrabiado, porque sentí que no dejaron hablar a la Camila. Me quedé con un gusto amargo. Por eso, cuando me invitaron, dije que sí altiro, porque sentía la necesidad de enfrentarlos", recuerda Giorgio.
Lo que vino después es historia conocida. Jackson explicó firmemente las demandas estudiantiles: mayor acceso a la educación superior, más financiamiento y fin del lucro en las universidades. Su sólido desempeño se convirtió en comentario obligado en las redes sociales. Él mismo lo notó esa noche, cuando prendió su BlackBerry y, por primera vez, no pudo revisar todas las menciones que había sobre él en Twitter. Y lo sintió a la mañana siguiente, cuando su viaje rutinario en metro desde su casa en Las Condes hasta la FEUC se convirtió en un diálogo constante con pasajeros. Muchos felicitándolo, algunos cuestionándolo. Pero nadie indiferente.
Sin embargo, la duda, el interés, la sospecha, recién estaba comenzando. Ahora, ya era masiva. Ahora, todos se preguntaban qué papel iba a jugar Giorgio Jackson.
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Siendo prejuicioso, uno podría pensar que la vida de Kenneth Giorgio Jackson Drago, de ascendencia británica e italiana, residente de Las Condes, egresado de colegio privado y estudiante de Ingeniería en la UC, no pudo ser demasiado complicada. Él mismo reconoce que es una imagen con la que tiene que lidiar. Una imagen que no incluye el esfuerzo de su madre por sacar adelante a la familia luego del accidente que dejó a su padre incapacitado, poco antes de que él naciera. Ni tampoco el hecho de que, como gran parte de los que protestan a su lado, al salir de su carrera deberá pagar una deuda de $10 millones por su crédito universitario.
Giorgio dice saber cuándo se despertó su vocación social. Fue a los 16 años, en las pruebas para formar parte de la selección nacional juvenil de vóleibol. Él estudiaba en el Colegio Alemán Santo Tomás Moro y era una de las figuras del Club Manquehue. Entonces lo convocaron y su primera sensación fue de molestia. Los otros convocados, de instituciones de menor nivel deportivo, a su juicio jugaban peor que sus compañeros de equipo en el club.
Pero al poco tiempo pudo ver con sus propios ojos cómo al ser sometidos al mismo entrenamiento, sus nuevos compañeros progresaban vertiginosamente mientras él se quedaba estancado. La lista final para la selección nacional fue de doce jugadores. Él quedó afuera, con el número 13. "Ahí entendí que veníamos preparados en distintos niveles. Pero que al momento de nivelar la cancha, de darles a todos las mismas oportunidades, sólo entonces se ven los verdaderos talentos. Fue algo que me marcó", asegura.
Se obsesionó con la idea de la desigualdad, y al momento de entrar a la universidad, entró también a Un Techo para Chile. Trabajó varios años en eso, hasta que se dio cuenta de que tampoco ése era el camino. Si quería hacer cambios, tenía que ingresar al mundo de la política.
Era 2009 y la Nueva Acción Universitaria (NAU), un recién fundado movimiento de centroizquierda, les quitaba el poder en la FEUC a los gremialistas, la derecha dentro de la UC. En ese momento, él se haría cargo del proyecto más importante de la lista, el Centro de Estudiantes y Trabajadores (CET), en donde los alumnos hacían clases a los funcionarios para capacitarlos en materias como inglés y computación. A fin de año incluso les entregaban títulos.
Su ascenso dentro del movimiento fue rápido. Su dedicación total y su perfil técnico e independiente empezaron a ganarle el respeto incluso de gente de los otros sectores. Dos años después, ya era el presidente de la FEUC. Pero entremedio había mutado: a su capacidad de gestión le había agregado un fuerte sentido político. Entonces llegó Tolerancia Cero y dentro de la UC vieron con sorpresa cómo se comenzaba a transformar en un líder, incluso dentro de la Confech.
"Al principio dudábamos un poco de su capacidad política, porque era ingeniero y no tenía una gran trayectoria. Dudábamos que supiera manejarse con las otras federaciones, liderar el consejo de presidentes", reconoce Joaquín Walker, su predecesor en la FEUC. "Le teníamos fe, pero no tanta como se ha desempeñado".
Ahora Giorgio da la batalla en dos frentes: la sobreexposición y la situación radicalizada le han generado una mayor oposición dentro de la propia universidad. Él sigue mediando entre las partes, y corre constantemente desde las marchas a la FEUC, intentando no dejar ningún flanco abierto. Es lo que le tocó, pero ya se está acostumbrando a estar en el ojo del huracán.
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"¿Por qué la UC no para?". Es lunes, son las 14 horas, y Jackson está sentado en una mesa en el Campus Oriente junto al rector, Ignacio Sánchez, y al jefe de la División de Educación Superior del Mineduc, Juan José Ugarte. La pregunta viene en un papel blanco arrugado, y la hace uno de los 300 estudiantes que asisten al foro. Jackson esboza una sonrisa, toma el micrófono y contesta:
-Ésa es la pregunta que me hacen siempre en la Confech.
Ser un presidente de izquierda de la FEUC en medio de una movilización está lleno de "pruebas de la blancura" para todos los sectores. Ya sea ante los estudiantes más radicalizados de la Confech, las autoridades de la universidad o la oposición interna. Para unos, es muy pragmático. Otros, al revés: lo consideran extremista en sus posiciones. Y también sacan a colación sus presuntos vínculos con la Concertación, pero él lo niega rotundamente.
Es un constante equilibrio precario, sobre todo considerando que Jackson ganó su cargo en octubre pasado por apenas 200 votos sobre los gremialistas. "Es algo complejo, hay distintas posiciones y tenemos que mantener un discurso coherente. Pero cada uno tiene que jugar el rol que le toca", dice Giorgio con seguridad.
Ser un presidente de izquierda de la FEUC en medio de una movilización está lleno de "pruebas de la blancura" para todos los sectores. Ya sea ante los estudiantes más radicalizados de la Confech, las autoridades de la universidad o la oposición interna. Para unos, es muy pragmático. Otros, al revés: lo consideran extremista en sus posiciones.
Sus cercanos consideran que esta semana fue clave para él. No sólo porque el sábado "golpeó la mesa" en la Confech, sino también porque el lunes consiguió que la mayoría de los delegados estudiantiles de la UC se sumaran al paro y la marcha del martes. Dos decisiones que han mostrado su determinación de empoderarse.
Porque, si uno lo ve desde el ángulo contrario, hay otro hecho indiscutible: hoy, Jackson y la FEUC son indispensables para el movimiento estudiantil. "Todos esperarían que la Usach o la Chile se movilicen. Pero cuando llega la Católica, eso ayuda al movimiento, porque ha mostrado amplitud", reconoce Ballesteros.
Jackson, Ballesteros y Camila Vallejo han construido lazos sólidos, pese a que los dos últimos militan en el PC. A ello se suma la buena relación que mantiene con el rector de la UC, Ignacio Sánchez, con quien habla al menos dos veces por semana. "Es una persona que tiene un liderazgo claro en la universidad, una mirada amplia y buenas relaciones con todos", dice Sánchez.
Incluso esta semana en La Moneda se encendió la preocupación ante el potencial retiro de Jackson, ya que es visto como una de las figuras con las que se puede dialogar. "Si se va, el movimiento quedaría en manos de los más radicales", afirman en el gobierno.
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En la mochila de Giorgio Jackson está viajando por estos días un pequeño libro. Es El Arte de la Guerra, de Sun Tzu. Un texto de la China antigua que consigna consejos para enfrentar la batalla. Una de sus frases célebres es: "Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después". Giorgio, quizás sin darse cuenta, parece estar en ese proceso.
"Hay cosas que ya están instaladas, como mejorar la calidad de la educación o el fin del Dicom por deuda universitaria. En esos puntos hay consenso, y hay que avanzar lo más pronto posible. Pero también habrá puntos en que no va a haber acuerdo. Te lo podría apostar", asegura. "La gente quiere un cambio de paradigma en el sistema educacional, y en ese caso, plantear un plebiscito me parece una buena idea".
La propuesta suena improbable. Pero no más improbable que muchas escenas que ha vivido Jackson en los últimos tres meses. Como verse en medio de una marcha de miles de personas y sentirse pequeño, desbordado. Como agarrar una olla en una noche santiaguina y cacerolear por primera vez en su vida.
O, simplemente, como la imagen más sencilla. La de Jackson junto a Camila Vallejo y Camilo Ballesteros caminando una noche de sábado por las calles de Antofagasta, ingresando a una peña donde los fotografiarán, los aplaudirán y brindarán por ellos, mientras sus nombres son repetidos una y otra vez en Twitter, y mientras ellos, por unas horas, pretenderán que aún son jóvenes normales y se reirán conversando sobre un mismo punto: "¿En qué estamos metidos?".