Hay un país que se mueve y hay un hombre, en ese país que se llama Chile, que siempre está atento a esos movimientos, que los escudriña, que intenta hacer una lectura distinta de lo que sucede. Una lectura que muchas veces resulta incómoda. Pero hasta ahora, ese hombre, que se llama Tomás Moulian, sorpresivamente se había mantenido en silencio frente a las multitudinarias movilizaciones que hoy remecen el panorama nacional.
Sin embargo hoy, este sociólogo ligado al mundo de la izquierda ha decidido hablar. Y habla, sobre todo, de las paradojas de la política actual: un país con altos índices de crecimiento, pero que tiene a miles de personas protestando por demandas sociales; un gobierno de derecha que si logra negociar bien con los estudiantes, podría pasar a la historia como la administración que impulsó las reformas sociales que no logró hacer la Concertación. Polémico, como de costumbre, asegura que el de Piñera no es un gobierno de "unos tontos derechistas", sino que una dirección astuta, que sabe que es necesario dialogar.
Y, como pocas veces, hoy Moulian habla con optimismo: "Estos movimientos me parecen espectaculares por sus demandas, pero también por sus formas de acción. Esta capacidad de movilizar creo que le ha hecho muy bien a la sociedad chilena, por cuanto ha obligado a que mucha gente se haga preguntas, algo que necesitamos".
- ¿A qué preguntas se refiere?
- La gran difusión que ha tenido el movimiento estudiantil ha planteado temas que tienen que ver con la educación, pero también con algo más global sobre el carácter de la democracia que se vive. En el movimiento estudiantil está latente una crítica global a la sociedad neoliberal, en lo económico y social, del Chile actual. Estamos en un momento excepcional que supera el inmovilismo del pasado y que tiene como protagonistas a los estudiantes, igual como ocurría antes.
La gran difusión que ha tenido el movimiento estudiantil ha planteado temas que tienen que ver con la educación, pero también con el carácter de la democracia que se vive. Estamos en un momento excepcional, que supera el inmovilismo del pasado.
- ¿Cuáles son, a su juicio, los factores de la inmovilidad que primaron hasta ahora?
- Chile salió de una dictadura militar que duró 16 años y eso marca la transición; marca el periodo que va desde 1989 hasta el primero de los gobiernos socialistas, que podría ser el paso del autoritarismo a la democracia. Durante ese periodo -sobre todo en la administración de Aylwin- el inmovilismo se manejó desde arriba. Recordemos que se cerraron las revistas donde se debatía, como Apsi y Análisis, y todo eso por una decisión tomada por la cúpula del gobierno.
- ¿Quizás primó la opción de impedir que el ambiente se alterara, de manera de asegurar la transición?
- Sí, no querían movilizaciones, de hecho se les temía. De ahí a la necesidad de una transición manejada por el poder, donde la base asintiera y no presionara. Eso marcó los primeros gobiernos de la Concertación y marcó la época. Además, recordemos que el gobierno de Ricardo Lagos tenía como uno de sus objetivos principales el demostrar que la izquierda podría gobernar sin generar caos. Bueno, eso es gobernar tratando de evitar movilizaciones, tratando de manejar la situación con sumo cuidado, tratando de que las masas no se desbordaran, como si el desborde de las masas generara siempre crisis. Y eso es falso, a veces genera despertares, que es lo que ocurre con este movimiento estudiantil.
Un gobierno astuto
- ¿Cómo ha visto el desempeño del gobierno de Piñera hasta ahora?
- Creo que los partidos que acompañan a Piñera -sobre todo la UDI- han impedido que se pueda generar la sensación de que gobierna una "nueva derecha". Tenemos un gobierno que ha gobernado poco, que se ha debatido entre el terremoto, los mineros y ahora los movimientos estudiantiles, pero que ha tenido pocas condiciones para ser el que ponga los temas. Si el gobierno es capaz de negociar bien con el movimiento estudiantil, puede recuperarse de esa situación, pero eso significa que tiene que estar dispuesto a que los estudiantes también ganen.
Si el gobierno logra negociar bien con los estudiantes vamos a tener dos actores que van a ganar: el movimiento estudiantil y el gobierno. La Concertación tendrá que ver qué hace frente a eso: para ellos sería un panorama complicado.
- ¿Entonces, usted ve una salida para este conflicto?
- Quisiera que los estudiantes fuesen capaces de negociar con éxito algunos aspectos importantes que tengan que ver con la municipalización y con el lucro, entendiendo lucro como toda aquella ganancia que no es reinvertida en la sociedad educacional. Si los estudiantes son capaces de imponer esos puntos, vamos a tener cambios significativos en la educación y vamos a tener un movimiento que es capaz de mantenerse en el tiempo.
- ¿Pero al parecer no va a ser fácil negociar con el gobierno justamente estos puntos?
- El de Piñera es un gobierno astuto. No es un gobierno de unos tontos derechistas. Es un gobierno donde el presidente tiene más significación que los partidos políticos que lo acompañan. Creo que él se da cuenta de que está forzado a sentarse a discutir con los estudiantes. Además, este gobierno es paradójico: acaban de hacer esta modificación a la ley para eliminar el descuento del 7% a los pensionados, y por lo tanto tenemos un gobierno que trata de realizar algunas medidas de carácter populista. Por eso, creo que en esta negociación van a estar dispuestos a conceder las demandas a los estudiantes.
- Si ocurre eso, el gobierno podría ganar puntos frente a la ciudadanía, ¿o no?
- Si el gobierno logra negociar bien con los estudiantes vamos a tener dos actores que van a ganar: el movimiento estudiantil y el gobierno. La Concertación tendrá que ver qué hace frente a eso: para ellos sería un panorama complicado.
La vuelta de Moulian
- ¿Cuál podría ser la salida para la Concertación en este escenario?
- Veo incapacidad de las dirigencias partidarias de la Concertación para ponerse de acuerdo en un proyecto de futuro, de mostrárselo a la sociedad y decirles: "Discutamos estos temas, busquemos reformar el sistema neoliberal". No lo han hecho, pues están todavía en proceso de reorganización. En medio de este panorama, aparece la Democracia Cristiana con indicios de posible derechización bajo el mando de Walker. Eso puede presionar para que una reestructuración de la Concertación termine por ser menos de centroizquierda de lo que fue antes.
- ¿Y eso sería contraproducente para los intereses de ese sector?
- Si se quieren recuperar, deben hacerlo en torno a un programa socialdemócrata muy definido, que trate de superar en sus propuestas lo que hicieron cuando fueron gobierno. Es el único modo en que la Concertación puede lograr cierto peso dentro del escenario político que viene. Creo que ese escenario es una oportunidad para lanzar programas de reforma, y si la Concertación no hace eso, no va a tener ninguna significación.
- ¿Piensa que en este escenario el Partido Comunista podría tomar fuerza?
- No sé. Ahora parece que el PC está interesado en formar un bloque con la Concertación para el futuro, cuestión que en las circunstancias actuales puede decirse que sería un error: hoy los comunistas deberían estar pensando en lo que les indican los movimientos sociales. Ellos han tenido líderes capaces de estar a la cabeza de estos movimientos y hacia esa dirección deberían caminar, con un programa de reformas no de carácter socialista -no es el socialismo lo que está a la orden del día-, sino con reformas socialdemócratas al modelo neoliberal.
La hora de las reformas
- El surgimiento de este gran movimiento social coincide paradójicamente con que Chile se encuentra en buen pie, económicamente hablando. ¿Cómo explica usted este fenómeno?
- Así son las paradojas de la política. Mira, hoy la situación económica es buena, la situación del empleo es buena -un poquito mejor que en los últimos gobiernos de la Concertación- y, sin embargo, el movimiento estudiantil marcha. Quizás lo único que se puede decir aquí es que las movilizaciones seguramente aparecieron por ciertos liderazgos importantes. Y no sólo pienso en el liderazgo de Camila Vallejo, sino de otros que también están vinculados a la Confech. Conocemos mucho de ella y menos de los otros, pero son ellos los que toman las decisiones. Ahí hay liderazgos importantes.
No veo la posibilidad de una educación universitaria gratuita, pero sí de una educación universitaria donde cada uno pague según sus ingresos. Creo que esa consigna es más realista y más justa.
- Liderazgos que, además de hacer demandas por una mejor educación, plantean el desgaste del sistema neoliberal. ¿Qué piensa al respecto?
- No veo un colapso del sistema, pero sí veo una crisis que plantea preguntas, y hay que ver qué ocurrirá en adelante. No es posible saber qué es lo que viene, pero hay indicios, y éstos son los nuevos liderazgos, los movimientos. Pero sobre todo hay que ver cómo los estudiantes son capaces de negociar y continuar después haciendo cosas. Que no pase como con los pingüinos, que después de un tiempo desaparecieron. Acá veo que hay más capacidad de movilización y creo que eso tiene que ver con que sea un gobierno de derecha el que está en el poder.
- ¿De qué manera influye ese tema?
- Permite que la Concertación -o aquello que queda de ella- se sume y da la sensación de más fuerza. Si hubiera estado la Concertación gobernando, hubieran tratado de frenar el movimiento, tal como ocurrió con los pingüinos, pues son más próximos a sus líderes. Ahora, acá no se da que el PC o la izquierda de la Concertación sean los que manejen el conflicto desde las sombras.
- A propósito de las reformas que se discutirán en el encuentro entre los estudiantes y el gobierno este sábado: ¿Cree que es posible la idea de una educación gratuita en Chile?
- No veo la posibilidad de una educación universitaria gratuita, pero sí de una educación universitaria donde cada uno pague según sus ingresos, cuestión que introduce la reforma de los años 67 y 70. Creo que esa consigna es más realista que la educación superior gratuita para todos. También la encuentro más justa: por cuanto los ricos tienen que pagar la educación universitaria y los pobres no.
- ¿Y el tema de la desmunicipalización?
- Ese paso es necesario. Desgraciadamente la municipalización fracasó. Digo por desgracia, porque en ese proceso había algo interesante: la idea de que se pudiera dirigir desde la base a los colegios. Pero la experiencia demostró que esto sólo funciona en pocos municipios, ya que, pese a las compensaciones que hay para los más pobres, la municipalización no ha significado una descentralización positiva de la educación. Ahora, hay que tener cuidado con la estatización absoluta, en el sentido de que ese tema caiga en las manos de unos cuantos burócratas del Ministerio de Educación. Para evitar eso tendría que haber una superintendencia de educación, donde estuvieran representados diferentes grupos sociales.
- Algunos sectores han planteado la necesidad de una reforma tributaria para superar las inequidades en Educación y otras áreas. ¿En qué dirección deberían ir estas medidas?
- Estoy de acuerdo, pero siempre y cuando vayan en una dirección progresista, es decir, que aumente el impuesto a las ganancias de las empresas y que acreciente los impuestos de la renta a aquellas personas que ganan más. En ese sentido, una reforma tributaria es decisiva, no tanto para financiar las reformas en áreas como la educación -porque el Estado tiene formas para financiar sin necesidad de ésta-, sino porque una reforma tributaria es un gesto político destinado a decir: el que más tiene, más paga. Y claro, ésta podría ser otra de las paradojas de la política: que fuera la derecha la que hiciera esa reforma.