Patricio Aylwin (92) cuenta que hace dos semanas visitó a Gabriel Valdés en su departamento en Las Condes y que lo encontró muy bien y animado. "Conversamos de todo, de política, del gobierno de Sebastián Piñera, del partido y, como era su pasión, de mucha política internacional, donde él sabía mucho más que yo… No me imaginé que se fuera a morir, no lo vi enfermo; por eso, hoy me sorprendió su muerte", dice el ex presidente con sus ojos un poco llorosos desde su oficina en calle Arturo Medina, en Providencia. Está acompañado de su yerno, el historiador Carlos Bascuñán, quien fue su jefe de gabinete en La Moneda y a quien hoy (miércoles 7 de septiembre) volvió a acudir para que le ayudara a reorganizar su agenda a raíz de la muerte de su compañero de partido de toda una vida. Se ve cansado. El ex mandatario acudió al velorio a dar el pésame a la viuda, Silvia Soublette, y a su hija María Gracia (Maximiano y Juan Gabriel venían retornando desde Estados Unidos), luego recibió a invitados a almorzar y ha debido atender innumerables llamadas nacionales e internacionales.
- ¿Recuerda cuándo conoció a Gabriel Valdés?
- Lo recuerdo como si fuera ayer: a mediados de los años 40, un día Gabriel me fue a ver a la casa de mis padres en San Bernardo, donde yo viví hasta casarme con Leonor. Empezamos a conversar sobre lo que estaba pasando en la Falange Nacional, que era un partido pequeño. Discutimos largamente hacia dónde iba nuestro partido, cómo podíamos darle mayor fortaleza. Él concluyó que ambos debíamos asumir protagonismo.
- ¿Y así fue?
- Trabajamos juntos en la primera campaña de Frei Montalva, recorrimos todo el país. Luego, él fue un destacado canciller de Frei, pienso que de los mejores que ha habido en Chile, y yo me dediqué a la vida parlamentaria, pero siempre apoyándonos mutuamente.
- A partir de 1970 tuvieron carreras políticas paralelas, pero muy distintas.
- En el gobierno de la Unidad Popular recuerdo que Gabriel partió a Estados Unidos y cuando él volvió a Chile participó en la constitución de la Alianza Democrática y asumió un papel muy importante. Fue un verdadero líder durante todos esos años y yo trabajé con él con mucha pasión. Luego recuerdo la elección del 84, cuando Gabriel asumió la presidencia de la DC tras ganarle a Juan Hamilton, quien había sido alumno mío y muy cercano a mí, y por ello lo apoyé a él.
- A partir de entonces se enfrentaron varias veces al interior de la DC.
- Sí, pero a pesar de que públicamente siempre trataron de mostrarnos en diferentes bandos, nuestra relación personal siempre fue muy afectiva. En la vida política es muy frecuente que personas de las mismas ideas tengan posiciones distintas de cómo hay que hacer las cosas, pero para serle bien franco no recuerdo alguna diferencia ideológica de fondo que haya tenido con Gabriel.
- Valdés siempre estuvo más a la izquierda y usted más a la derecha. Él fue el líder de los "chascones" y usted, de los "guatones".
- (Ríe) Yo diría que existe esa imagen, sin embargo nunca peleamos por eso. A pesar de nuestras diferencias, le diría que siempre fuimos amigos, siempre nos respetamos mucho, éramos camaradas. Le confieso, además, que no recuerdo haberme enfrentado a él en alguna junta, un consejo, por un tema ideológico de fondo, en el que él haya postulado corrernos más allá, y yo más para acá (mueve sus manos rugosas sobre la mesa); pero es cierto, él estuvo en esos tiempos a la izquierda mía.
"(Carmengate) Yo eso lo paso por alto, siempre la consideré una reacción comprensible, pero injusta. La verdad es que yo le gané en buena lid y tengo mi conciencia tranquila (...) Logré el consenso entre mis camaradas y eso llevó a que en definitiva fuera yo el candidato presidencial".
- Él en sus memorias se refiere al "Carmengate". "La elección fue una fatigosa jornada que duró todo el día (...) Al anochecer, cuando los escrutinios fueron entregados, sorpresivamente los resultados fueron favorables para Patricio Aylwin. Yo quedé en segundo lugar y Eduardo Frei en tercero", cuenta en su libro.
- Yo eso lo paso por alto, siempre la consideré una reacción comprensible, pero injusta. La verdad es que yo le gané en buena lid y tengo mi conciencia tranquila. Yo nunca tuve nada contra él, en esa oportunidad surgieron dos corrientes dentro del partido, él lideró una, yo la otra, y yo gané, porque logré el consenso de la mayoría de mis camaradas. Después, sentí una gran satisfacción cuando siendo presidente, a él lo nombraron presidente del Senado, porque me pareció que era justo. Ahora, perfectamente pudo haber sido al revés, que él me hubiera ganado a mí, y yo después hubiera ido al Senado, pero así pasaron las cosas.
- Él quedó dolido con usted tras esa elección, ¿tuvieron momentos para aclarar esas diferencias?
- (Piensa varios segundos antes de responder) Últimamente no recuerdo, pero lo que sí le puedo asegurar es que nunca dejamos de ser amigos. Siempre le agradecí el rol fundamental que tuvo para el éxito de mi gobierno como presidente del Senado. Él fue un gran aporte. Su elección como la segunda autoridad del país, fue un acto de justicia.
- A pesar de ello, ¿cree que fue injusto que él no llegara a ser presidente, como lo buscó tantos años?
- Bueno, méritos para ser Presidente de la República los tenía de sobra. Gabriel era un gran señor y cuando el 89 competimos para ser el candidato presidencial del partido, yo tenía la mayoría, y Gabriel con un gesto de gran señor pidió la palabra a la asamblea antes de que se iniciara la votación, y solicitó que me proclamaran a mí, cosa que yo siempre valoré mucho. Esa imagen se me ha venido hoy a la mente.
- ¿Cree que en su elección el partido valoró el hecho de que usted haya estado en Chile durante todo el gobierno de Allende y todo el régimen militar?
- Yo no sé si eso fue premiado o no, los hechos se dieron, yo logré adquirir cierto prestigio y consenso entre mis camaradas y eso llevó a que en definitiva fuera yo el candidato.
Sin memorias
Patricio Aylwin tiene sobre la mesa de su despacho varios grupos de hojas apretadas con ganchos negros: son los capítulos de su próximo libro, que está casi listo para partir a imprenta, y al cual le ha dedicado gran parte de su tiempo este año.
- ¿Éstas serán sus memorias, don Patricio?
No, ya no tengo ganas de escribir más -responde con resignación. Y continúa-: Será un libro sobre el rol de la Democracia Cristiana en la Unidad Popular.
- ¿Cómo ve hoy a su partido? ¿Percibe nuevos liderazgos como el suyo y de Valdés?
- Sí, aparecen caras nuevas, muchachos jóvenes que ni siquiera me tocó conocer y que me sorprenden mucho diariamente. Creo que la Democracia Cristiana tiene hoy más que nunca una razón para seguir viviendo.
- ¿Y la Concertación? ¿Se ha criticado mucho a sus dirigente últimamente?
- Yo no me atrevería a descalificar a nadie, creo que todos los dirigentes tratan de hacerlo lo mejor posible cada día. Ahora, creo que el brillo y la forma con que Gabriel dirigió al partido en sus distintas etapas, son un ejemplo para todos.
- ¿Compartió las críticas que se le hicieron el año pasado a Valdés cuando elogió el gobierno de Piñera?
- No, para nada. Lo que dijo Gabriel sobre Sebastián Piñera no merecía ningún reproche, era una opinión muy respetable. Él es un ejemplo de servidor público que a lo largo de toda su vida ha sido un militante disciplinado y entusiasta del Partido Demócrata Cristiano.
- ¿El partido le pidió que hablara en los funerales de Valdés?
- No, no creo que corresponda.