Es probable que el tema le interese poco a Piñera. El presidente no está para cuentos ideológicos. Lo suyo es lo práctico. Si alguien comienza con la cosa de los valores de la derecha, él simplemente se aburre. Sus conversaciones son más bien concretas, van al grano lo antes posible, ojalá con cifras. Por ello, nadie sabe mucho lo que en estas materias piensa el presidente, cosa que a algunos llega a desesperar. Son los que lo acusan de que no hay relato, que no se sabe para dónde van las cosas. Incluso, están aquellos, los más puristas, que piensan que este gobierno sencillamente no es de derecha.
Pero, éste no deja de ser un planteamiento apresurado y que desconoce dos cosas fundamentales: el rol de un presidente en ejercicio y la propia historia de Piñera. Respecto de lo primero, es evidente que los mandatarios, mientras están en el poder, son más pragmáticos que ideológicos. Son, como bien dice su nombre, el Poder Ejecutivo. Por lo tanto, no es raro que todas sus energías estén puestas en las obras, más que en la teoría.
Más allá de eso, que es común a cualquier presidente, también hay que considerar que la historia personal de Piñera es peculiar para la derecha. Primero porque proviene de una familia con fuertes lazos con la Democracia Cristiana, algo que no sólo marca su pensamiento, sino que le genera afectos, como lo son su admiración por presidentes como Frei Montalva y Aylwin. Segundo, porque en su propio actuar político tiene a su haber el emblemático voto por el No en el plebiscito de 1988 y su temprana condena a las violaciones de los derechos humanos.
Por ello, antes que encasillarlo en términos de una doctrina particular, se puede decir que Piñera es por sobre todo un demócrata. Y en ese sentido, le ha dado a la derecha algo que es fundamental: un aura democrática que había perdido, convirtiéndola nuevamente en una opción de poder legítima. Y éste es, sin duda, el principal legado del presidente. Porque muchas cosas se podrán criticar de su gobierno, pero nadie puede dudar que con su triunfo en la urnas Piñera le lavó la imagen a la derecha en términos políticos, dejando atrás el fantasma dictatorial que adquirió con Pinochet.
La desconfianza
Claro, los más puristas indican que esto no tiene mucho valor, por cuanto el actual gobierno no es de derecha. O, al menos, no es la derecha que representan personas como Hernán Büchi o instituciones como Libertad y Desarrollo, entre otros, quienes han sido muy duros a la hora de evaluar algunas de las políticas del actual gobierno.
Éste es, sin duda, el principal legado del presidente. Porque muchas cosas se podrán criticar de su gobierno, pero nadie puede dudar que con su triunfo en la urnas Piñera le lavó la imagen a la derecha en términos políticos, dejando atrás el fantasma dictatorial que adquirió con Pinochet.
Y en algo tienen razón. El presidente no es como ellos, no sólo por historia, sino también por formación y convicción. Partiendo por el hecho de que Piñera no es un Chicago boy. Si bien estudió en la cuna de este grupo, la Universidad Católica, optó por hacer sus estudios de doctorado en la Universidad de Harvard, en un momento en que todos iban a Chicago. La diferencia no es menor. Es sabido que el enfoque económico de Harvard es mucho menos ideológico y más pragmático que el de Chicago. Piñera, por ende, tiene un concepto de economía de mercado que difiere en puntos no menores con la escuela de Milton Friedman, que marcó a muchos chilenos que estudiaron en ella.
Algo de esto esbozó hace algunos años, en 1985 para ser preciso, en una mesa redonda organizada por el Centro de Estudios Públicos. En dicha oportunidad, el actual presidente, si bien partió haciendo una defensa de la iniciativa privada, a la cual justifica como principio económico y ético, también plantea una fuerte defensa del rol del Estado, alejándose en cierta medida de sus colegas chilenos de Chicago. Para Piñera, existe, muchas veces, un sesgo a favor del objetivo de la libertad, en detrimento del otro objetivo fundamental que debe guiar una sociedad: la justicia. Lo anterior, agrega, tiende a minimizar más que optimizar el papel del Estado en una sociedad libre. "El significado de subsidiariedad no es que el Estado haga pocas cosas, sino que haga todas las necesarias para asegurar el objetivo de la justicia". Entre éstas destaca el papel de regulador y corrector.
Teniendo esto en mente, no es raro que su gobierno haya impulsado iniciativas como el Sernac Financiero, que tanto molesta a ciertos sectores de la derecha, que lo consideran innecesario, con un sesgo antiempresa, y lo ven como una medida que sólo busca popularidad. Lo que no entienden estos sectores es que iniciativas como ésta están metidas en el ADN del presidente, y no porque sea menos de derecha, sino porque está convencido de que la única forma de que exista verdadera competencia es teniendo una regulación que la promueva.
Algo parecido sucede en materia de impuestos, otro tema donde ha existido una fuerte polémica en la derecha. Piñera, si bien cree que el sistema tributario no debe ser expropiatorio -como comparten los más puristas-, agrega también que debe considerar el poder satisfacer las necesidades básicas de toda la población, cosa que lo hace no tener muchos dogmas al respecto, algo que asusta a no pocos de los que militan en sus filas.
Derecha a secas
Pese a todas las diferencias y matices que puedan distanciar a Piñera de los grupos más conservadores lo cierto es que, en la práctica, éste ha sido un clásico gobierno de derecha. Así de simple y concreto. Ni siquiera es la nueva derecha, como pretenden algunos. Es simplemente la derecha que, enfrentada al desafío de gobernar, debe hacerlo con pragmatismo, teniendo en cuenta todas las restricciones que implica el juego democrático que, entre otras cosas, significa que no gobierna solo y enfrenta a un Parlamento dominado por la oposición.
Es tan de derecha, que su logro más significativo hasta la fecha ha sido el manejo de la economía, algo que ha estado siempre entre las promesas centrales del sector. Ésta, que siempre fue una prueba para los gobiernos de la Concertación, es casi el "desde" sobre el que se construye un gobierno de derecha. Y esta administración lo está cumpliendo con creces.
Así las cosas, muchas críticas se podrá hacer desde la derecha a Piñera, pero hasta ahora el presidente ha hecho dos cosas muy grandes por ellos. Primero, hacerla volver al poder. Segundo, cumplir con el primer mandamiento del sector: un manejo económico eficiente y responsable como base del desarrollo. Pero parece claro que para Piñera eso no basta y está decidido a romper otro estigma de la derecha, cual es que no tiene preocupación sobre la desigualdad y la justicia social. Quiere terminar con el idea del "chorreo" que caracterizó a su sector durante los ochenta. Y si para ello tiene que romper ciertos paradigmas -como lo hizo en el posnatal-, está claro que no dudará en hacerlo. Si lo logra, entonces, podría incluso dejar de regalo la reelección de su sector. Y ahí nadie discutirá si este gobierno fue o no de derecha.