Hay palabras que funcionan, escribía el cientista político Frank Luntz. Y continuaba con “no es lo que dices, sino lo que las personas escuchan”. Cada 21 de mayo, los gobiernos deben rendir cuenta ante el Congreso Pleno, eligiendo con detalle cuáles serán esas palabras y conceptos para transmitir sus mensajes. Y mientras el gobierno desea lucir lo hecho, enfrentar la actualidad y proyectar lo que queda para terminar su período, la oposición ya tiene escrito qué dirá y estarán atentos a la más mínima omisión para salir a criticar.
Pero el verdadero problema es cuando el mensaje del gobierno no es recibido por la ciudadanía de la manera esperada. ¿Qué ha ocurrido con los discursos de los anteriores gobiernos?
Al hacer una revisión de todos los discursos entre 1990 y 2011, y usando un programa (www.worldle.net) que genera una “nube” de palabras se puede observar gráficamente cuáles han sido las más utilizadas.
Aylwin usó recurrentemente los conceptos de gobierno, nacional y política. Luego menciona muchas veces desarrollo, crecimiento y proyectos. Tiene sentido para un gobierno que recuperaba la democracia y donde el sistema económico y político, cuestionado por los sectores extremistas, era el camino elegido para sacar adelante al país.
Con Frei, la palabra país toma más preponderancia y surgen educación, recursos, inversión, infraestructura y esfuerzo. Y claro, se produjeron algunos procesos modernizadores del Estado, reforma a la educación y la ratificación de un modelo que era presentado por todo el mundo.
Lagos, en tanto, es quien más menciona Chile. Al mismo tiempo, continúa con educación y desarrollo, pero además se agregan: jóvenes, salud, reformas y lo social. La creación del plan AUGE en salud así como otros programas focalizados hacia los más pobres no pasaron desapercibidos en sus discursos.
Bachelet pareciera haber sido una síntesis de los anteriores, quizá como consecuencia del desgaste que mostraba su coalición. Chile, país y gobierno son conceptos muy repetidos, al mismo tiempo que educación, sistema, congreso y política toman mayor importancia. Los nuevos conceptos que aparecen son: mujeres, ciudadanos, derechos y calidad. Todo esto es coincidente con el movimiento de los “pingüinos”, la idea de garantizar derechos y la intención inicial de realizar un gabinete paritario, que tuvo poca duración.
Mostrar lo hecho puede no ser lo más aplaudido, pero seguir prometiendo puede afectar aun más la credibilidad.
¿Y cambió el discurso?
Al asumir el presidente Sebastián Piñera se vaticinaba un cambio en el discurso. Un nuevo relato. El del primer 21 de mayo llevaba como título “Del Chile del bicentenario al país de las oportunidades”, intentando introducir la idea de un relato en torno a las oportunidades, seguridades y valores. En el análisis de las palabras de esa ocasión destacan los conceptos de proyectos, calidad, educación, oportunidades, sociedad y personas. Como era el primer discurso del gobierno, era de toda lógica que se plantearan muchos proyectos y promesas. Y se notó un cambio con respecto a los gobiernos concertacionistas, puesto que Piñera puso acento en las personas y sus oportunidades, y también por primera vez aparece Dios.
No fue muy distinto con su segundo discurso, resaltando aun más el concepto de educación y permaneciendo proyectos, familias, personas y pobreza. Es decir, hubo una rendición de lo ocurrido el año anterior, sumado a múltiples nuevos anuncios y proyectos.
La oportunidad final
La cuestión ahora es si es que este nuevo discurso debe ser similar a los anteriores. Creo que no. Esta es la última oportunidad de plantear con claridad cuál es el proyecto de sociedad que ha ofrecido a los chilenos. Es la última vez, antes de entrar en el frenesí de las campañas, donde se podría dar un discurso que plantee ideas para el futuro.
En esa línea, este discurso debiese tener énfasis en mostrar cumplimiento de lo prometido, en vez de ser un catálogo de anuncios por hacer. Mostrar lo hecho puede no ser lo más aplaudido, pero seguir prometiendo puede afectar aun más la credibilidad.
En segundo lugar, debiese elegir un concepto que permitiera unir los principales éxitos y avances. Y se podría ocupar uno que ya está a la mano: personas y sociedad. Es decir, insistir en el eje de que son las personas y el ejercicio de su libertad donde están las soluciones a los problemas, y no en el Estado que deba regularlo y proveerlo todo. Así, la manera de enfrentar la desigualdad es la educación y el empleo, dos ámbitos donde sin duda este gobierno ha marcado la diferencia. Con respecto a los más vulnerables -eje central de un gobierno verdaderamente de centroderecha-, el proyecto del ingreso ético familiar y el mejoramiento de la política habitacional, entre otros, sólo reafirman esta idea.
En el fondo, ratificar la centralidad en las personas, su dignidad y la realización de éstas en sociedad. Así, las justas y naturales diferencias que se produzcan entre las personas serán fruto del propio esfuerzo y talentos.
Por último, el discurso debiese tener la humildad de decir en qué se ha fallado y cómo ello se corregirá en lo que queda del período. Aquí debiese tocarse el tema de la delincuencia y seguridad pública.
El presidente se enfrenta al último discurso para presentar un relato y mostrar que éste ha sido el primer gobierno de transición para otro de centroderecha que pueda cosechar en abundancia. Y todo, en un 21 de mayo.