-¿Qué define a un liberal?
-Es una confluencia entre ideas liberales clásicas, como la autonomía de la persona, el desarrollo de sus capacidades y potencialidades propias, obviamente con apoyo externo de la sociedad en el potenciamiento de las capacidades, y la diversidad que resulta de las decisiones autónomas de las personas. La idea central es que todos debieran poder actuar en todos los planos con plena capacidad de decidir su propio proyecto de vida.
-¿Qué une y qué diferencia a un liberal de derecha de uno de izquierda?
-El liberal progresista combina las tradiciones liberales clásicas con la socialdemocracia, que es una tradición de políticas que favorecen la equidad y la igualdad. Eso al menos ha sucedido durante los últimos 30 años. Esas tradiciones son muy distintas a lo que llamamos neoliberalismo, que se centra más bien en una visión de las decisiones que toman las personas en torno al consumo.
-¿Un liberal como usted tiene más en común con un dirigente PS de la vieja guardia o con un miembro del CEP, centro de pensamiento ligado a la centroderecha, pero reconocido por sus posturas liberales?
-Me siento compartiendo un mundo de ideas con una persona como fue Edgardo Boeninger, a pesar que él militaba en la DC, que es más bien un partido de tradición católica -no siéndolo él- y relativamente conservador en muchas materias. Me identifico también con Andrés Velasco, porque él es típicamente un liberal progresista que valora este encuentro entre tradiciones de plena autonomía y desarrollo de las capacidades personales con las tradiciones socialdemócratas modernas. En lo demás es difícil pronunciarme, porque el desarrollo que uno hace en su cabeza no es puramente de ideas: las identidades político-culturales son producto de una experiencia y la mía durante 50 años ha sido una experiencia con la gente de izquierda, de una generación que hizo determinada trayectoria, que fue expulsada el 73 y que vivió bajo condiciones que le eran profundamente hostiles. Entonces, yo puedo concordar en muchos puntos concretos con alguien como David Gallagher, Arturo Fontaine o Enrique Barros, pero al final de cuentas mis raíces culturales y mi desarrollo de un pensamiento liberal progresista se da en una matriz cultural de izquierda.
-¿Vislumbra que en el futuro se puedan unir los liberales, pese a sus diferencias, en un referente común?
-Perfectamente de una generación a otra. Pero no en la generación de la que yo formo parte, porque algo que tiene mucho peso es la identidad histórico-cultural. Y en nuestra generación eso tiene un peso doble por las experiencias que nos ha tocado vivir.
-¿A las nuevas generaciones les importa menos votar por Golborne o por Velasco?
-Por cierto. En cambio, a mí no se me pasa por la cabeza votar por alguien que no venga del mundo progresista.
-Parece que el liberal de izquierda es menos comprometido con las ideas. Muchos liberales de derecha dicen que votarían por Velasco.
-Claro, e incluso votaron por Lagos. Muchos liberales de derecha votaron por Lagos porque querían defender la idea liberal, que la veían mejor representada en esa alternativa que en Lavín. No ha ocurrido lo mismo en nuestro sector, en lo que uno pudiera decir: las ideas liberales están mejor representadas por Golborne que por Bachelet, si ella llega a ser la candidata. Pero yo no descarto para nada que entre los hijos y los nietos nuestros vaya a haber ese tipo de razonamientos.
-¿Cuáles son las luchas del liberalismo hoy?
-Me siento completamente ajeno a pensar que el esfuerzo intelectual, político y cultural de los sectores progresistas en Chile hoy debiera ser el esperar que surja una candidata que los vaya a salvar de la incertidumbre. Por lo tanto, la primera batalla acá es una lucha por desarrollar las ideas que permitan dar cuenta de los cambios que han experimentado nuestra sociedad y el mundo, y cómo volver a construir una plataforma de gobernabilidad. En Chile hay una ausencia completa de contenidos de oferta desde los partidos, tanto en la Alianza como en la Concertación. Ésta es una gran tarea y ahí la gente que tiene esta adscripción liberal, social y democrática tiene una posición tremendamente productiva para lo que viene, porque lo que viene tiene que ver mucho con la individualización de las personas, con las carreras más meritocráticas, con el ansia de cultivar la diversidad, el pluralismo y las libertades. Es decir, lo que viene por delante va a tener claramente una vertiente liberal en el sentido más profundo de la palabra.
“Es frustrante y desesperante lo que hoy vive la Concertación, vive mirando a Nueva York a ver si sale una voz. En la candidatura de Andrés Velasco hay algo que no está jugado a la persona, sino a un conjunto de ideas, de valores, de visiones de futuro de Chile y del mundo”.
-Hoy esa vertiente más liberal dentro del progresismo está encapsulada en la candidatura de Andrés Velasco, pero no necesariamente se extrapola al resto de la Concertación. Muchos de los que claman por Bachelet discuten si se debe gobernar o no con el PC, un partido no precisamente liberal.
-Eso no es tan importante. En el plano de la coyuntura, de cómo se arman las alianzas, para los que somos respetuosos del pluralismo, nos parece razonable que el día de mañana, en torno a un programa concordado, pueda estar gente tan diversa como la que estuvo en el origen de la Concertación. Esa parte no me preocupa para nada, lo que me preocupa es con qué ideas se va a constituir un nuevo conglomerado, se llame o no Concertación. O sea, si las ideas que van a propugnar ahí el día de mañana son ideas nostálgicas y anticuadas, de un alto centralismo, o, por ejemplo, decir cosas como que Cuba tiene una democracia muy significativa, yo no me sentiría parte de eso en lo absoluto. Ahora, me parece difícil: es tal la fuerza que han ido adquiriendo en la sociedad chilena las ideas de las libertades, de la valoración de la diversidad, la autonomía y el pluralismo y están tan arraigadas las ideas socialdemócratas de centroizquierda modernas, que me parece que aunque los liberales no aparezcan en la primera línea, es muy difícil que no sean sus ideas las que van a conducir a un gobierno.
-Las figuras de Expansiva -un polo liberal y progresista- han ido desapareciendo de los círculos de poder concertacionistas. Algo parecido pasó con la nueva derecha en este gobierno. ¿Es Chile un país más conservador de lo que creemos?
-Lo que uno ve es que los cambios son fuertes. Lo que ha ido ocurriendo es que ideas que parecían como rompedoras hace 15 años, particularmente aquellas que provenían desde lo que en su momento se llamó la “renovación socialista” y luego se conoció como “liberales socialistas”, hoy se han transformado en buena medida en sentido común, y los desafíos que hay por delante son de otra naturaleza. Entonces, grupos que nacen asociados a un cierto movimiento o a un cierto gobierno y después pueden desaparecer, a mí no me llaman la atención. Ahora, no compararía para nada al grupo Expansiva con lo que se llamó la “nueva derecha”, que realmente fue un invento comunicacional y nunca tuvo nada sustantivo. Detrás de Expansiva había años de elaboraciones, de discusiones, había toda una generación de gente que venía de una socialdemocracia y adoptaba ideas modernas, de mercado, de libertades. Uno puede decir que hay una corriente liberal en la derecha en el CEP, eso tiene raigambre, pero no en la “nueva derecha”, eso era más bien un invento de armar una potencial candidatura en torno al ministro del Interior, pero no pasaba de eso.
-¿Qué posibilidades reales le ve a la candidatura de Velasco en este contexto? ¿No cree que es más bien una candidatura testimonial?
-Si llegara a ser así -cosa que no descarto-, en esta visión de que lo que importa son los procesos culturales ¿quién ha dicho que los testimonios no sean importantísimos?. Son los testimonios los que le permiten a mucha gente entender que hay valor en este tipo de conjunción de ideas, de que hay un grupo de técnicos, de intelectuales, de académicos que se sienten muy bien representados en este tipo de ideas, y eso influye y permea hacia otros lados, aunque no se traduzca en lo inmediato en una cantidad de votos o en si se pasa o no después de una primaria. Ésta es una de las grandes diferencias respecto de candidaturas que están completamente identificadas con la persona, cosa frustrante y desesperante que hoy vive la Concertación, que fue un gran movimiento de ideas y de cultura, y que ahora lo único que hace es vivir mirando a Nueva York a ver si sale una voz. Y, por otro lado, uno escucha la discusión de gente de derecha que dice: dependiendo si llega o no Bachelet, entonces nosotros tenemos que ir con Golborne. ¿Qué ideas, qué trayectoria, qué experiencia, qué identidad cultural está detrás de eso? Nada. En la candidatura de Velasco hay algo que no está jugado a la persona, sino a un conjunto de ideas, de valores, de visiones de futuro de Chile y del mundo. Ésta es una cosa más pequeña, pero que es superinteresante y yo no la proyecto a dos años, sino a 10 ó 20 años plazo. No es necesariamente la apuesta de Velasco, sino la apuesta de esta conjunción y que es lo que resulte de esto en esta nueva etapa que vivimos.