Supe de la existencia de Ernesto Ottone mucho antes de que nos conociéramos. De movimientos lentos, tono cansino y enemigo de las prisas, fue forjándose en torno a él una verdadera mitología, la que por cierto se acrecentaba con sus silencios públicos, en los que monacalmente perseveró durante todo el gobierno de Ricardo Lagos.
Fue justamente en el Palacio de La Moneda donde me presentaron al que a poco andar bautizaríamos como “el Cardenal”. Y aunque dicho apodo se encuentre algo devaluado por estos días, constituía en ese entonces un adecuado título para retratar al personaje.
Muchos años después, y con posterioridad a una entrevista que le hice para www.elpost.cl, es que nos propusimos grabar varias sesiones de largas charlas, donde se habló de política, filosofía, literatura y otras yerbas. Lo que aparece en este libro, Entre la crítica y la esperanza (Conversando de política) es sólo una pequeña parte de esa conversación, que manteniendo el formato original de un diálogo, quisimos plasmar en una publicación que reflejara lo que habitualmente hacemos cuando nos encontramos: hablar de política y enfrentar nuestros puntos de vista.
Bachelet y el ocaso
Jorge Navarrete (JN): El liderazgo de Bachelet, en su forma y estilo, pudo haber contribuido a deteriorar todavía más esta relación, simbolizándose en ella el ideario noble y positivo, y dejando a la clase política tradicional como la principal responsable de los males que menoscaban el debate público. Lo anterior pudo haber contribuido a una despolitización de su gobierno, capitalizando el sentido común ciudadano pero infligiendo, al mismo tiempo, un duro golpe a su coalición en particular y a la elite dirigente en general.
Ernesto Ottone (EO): He oído esa crítica y me parece injusta. Estamos ante un problema que tuvo una larga incubación, los problemas de la Concertación como coalición comenzaron mucho antes y las brechas entre percepción de gobierno y coalición fueron creciendo con el tiempo. ¿Podría haber sido diferente? Con los ojos de hoy pensamos que seguramente sí. Quizás se debió cuidar mucho más que esas brechas no se ensancharan. Quizás los requerimientos urgentes de la acción hicieron descuidar espacios de una reflexión y un debate mayor sobre la visión estratégica de la centroizquierda. Quizás el éxito de la acción gubernamental generó una cierta arrogancia acerca de lo que se hacía y no permitió abrir interrogantes sobre alternativas de políticas públicas a aplicar. Seguramente hubo voces que no se escucharon suficientemente.
Monopolio de la crítica
JN: Un poco más de audacia no hubiera redundado en los pesimistas vaticinios que escuchábamos de la oposición, con la complicidad -hay que reconocerlo- de quienes monopolizaron las políticas públicas durante esa época. Carlos Ominami ha sido persistente en denunciar esta tesis, en la medida que el miedo o el temor por la fragilidad institucional fue sobreexagerado, en nada más parecido a un chantaje político, para imponer una particular mirada al interior del gobierno.
EO: Tengo algunas dificultades para reconocer de buenas a primeras y de manera tan marcada el mundo que tú describes. Me cuesta imaginar ese mundo en blanco y negro, donde algunos tenían el monopolio de la crítica y las ideas avanzadas y eran “chantajeados” por otros que monopolizaban, gobierno tras gobierno, la orientación de las políticas públicas. Estos últimos serían malos y conservadores y los primeros buenos y progresistas, capaces de resistir veinte años en responsabilidades políticas públicas de alto nivel, ocupando ministerios, embajadas y senadurías movidos sólo por la esperanza de cambiar las cosas, suspirando desde el poder por lo que no les era permitido realizar. Unos gradualistas impenitentes, los otros audaces frustrados. No me resulta creíble esa visión.
El éxito de la Concertación
JN: En 20 años la sociedad chilena experimentó un cambio fundamental, el que sin embargo no fue necesariamente acompañado por un permanente proceso de revisión o aggiornamiento. Más bien, y si de exagerar un poco se trata, los gobierno de Concertación fueron exitosos con un diseño y diagnóstico propio de la década de los 80, en cuya incapacidad para renovar o actualizar-junto a varios otros factores- está el origen de la derrota electoral del 2010.
EO: Aun cuando el gobierno debe mantener una relación estrecha e indispensable con su coalición política de sustentación, su deber primero es gobernar para todos, proponiéndose metas de país para el horizonte de su período y más allá, en términos estratégicos. Debe exigírsele que lo haga bien y que obtenga el más amplio apoyo a su tarea. Tiene que tener siempre a la vista el interés nacional, nunca dejarse llevar por intereses de bando. Los gobiernos de la Concertación, con todos sus defectos, son lo mejor de la Concertación.
La nueva cancha
JN: El que nuestra economía se sustente en la explotación de recursos naturales y el capital financiero pudiera tener directa relación con la desigualdad, en la medida que se trata de bienes o áreas que fácilmente pueden apropiarse o monopolizarse. En cambio, invertir en conocimiento no sólo contribuye a diversificar, sino también a formar una sociedad más igualitaria en la medida que, por definición, es más difícil acaparar o apropiarse de los talentos individuales.
EO: Hoy es posible agregar valor a toda la actividad productiva en un sentido amplio en el desarrollo minero, agrario, manufacturero, en los servicios, en las finanzas. Son muchos los terrenos donde esto es posible. Para ello se requiere también un sistema de innovación integrado, recursos públicos correctamente invertidos. Son muchos los ejemplos en Asia, Finlandia, Australia, Nueva Zelandia que ofrecen muy diversas combinaciones de relación virtuosa público privada.
JN: Cuando estabas en el gobierno, el propio ex presidente Lagos planteó el concepto de la “sociedad de garantías”, como un esquema en el cual el Estado nivelaba la cancha en la provisión de bienes básicos para que, sólo en forma posterior, se desarrollara una legítima competencia. En este caso, una carrera justa.
EO: La igualdad social es algo mucho más complejo, por lo tanto, junto con el punto de partida igualitario, debe haber otras medidas que aseguren garantías de dignidad y morigeren las desigualdades de los menos meritorios. No se trata sólo de que todos puedan avanzar en la vida, se trata de que no haya diferencias siderales entre las distintas categorías sociales. Se trata también de que exista un mínimo civilizador, cuya única razón de ser es la dignidad humana. Es justo que el talento y el esfuerzo sean premiados, pero no es humano que el que tenga menos méritos caiga en una situación de indignidad. La vida no es sólo competencia, y la igualdad de partida tiene que ser reproducida en cada nueva generación.
Los hijos de la Concertación
EO: Si usamos para entender lo que sucede de manera figurada la relación paternidad -filiación, debemos tener conciencia que difícilmente los hijos aprecian el rol de los padres, sólo lo hacen cuando son adultos. La relación padre-hijo suele ser asimétrica. Para los padres el hijo es central, es la criatura. Para los hijos los padres son un antecedente que tiene cada vez menos centralidad en sus vidas. El hijo, en la mayoría de los casos tendrá dificultades para reconocer los méritos del padre o la madre y en consecuencia va a considerar la acción paterna o materna como algo natural y obligatorio.
JN: Uno podría decir que estamos frente a dos Concertaciones. No me refiero a la disputa de los autoflagelantes con los autocomplacientes sino a la dicotomía entre la expresión sociológica -entendida como el anhelo de mayor libertad, solidaridad y justicia social- y la representación corporativa o formal de la coalición, hoy cuestionada en sus prácticas, liderazgos y ausencia de ideas. Y aunque es obvio que esto ocurre en todas partes, me refiero a la distancia entre el ideario y su expresión política concreta, aquí la brecha fue de tal magnitud, que la relación entre uno y otra se hizo irreconciliable.
LA RENOVACIÓN EN DEUDA
JN: Nos transformamos en muy buenos gerentes, pero en dueños de nada. Más de una vez, y a ti te consta, nos dimos cuenta que hacíamos política con ropa prestada y, sin embargo, siempre con la peregrina idea de que llegaría ese momento para liderar el relevo. En el camino aprendimos que el poder no se regala o se hereda, sino que se quita o usurpa. Lo intentamos varias veces y con disímiles resultados.
EO: La renovación y los reemplazos han sido muy complejos, sobre todo por la debilidad de las estructuras partidarias y su manejo de grupo y clientelas. Se conjugaron varios factores entonces para impedir procesos más fluidos de renovación. Pienso que eso no debiera esperar más. Quienes sientan el llamado de la representación popular deben correr riesgos y aspirar al mundo municipal parlamentario y finalmente a la Presidencia de la República. A lo mejor para muchos ello significará acumular algunas derrotas, pero no pueden aspirar a dirigir si no corren riesgos.
JN: A veces me he preguntado por cuál es la diferencia con la generación que viene más abajo. Una hipótesis es suponer que ellos tienen más libertad que nosotros, son menos consientes del proceso histórico, en la medida que no cargan con ninguna mochila o culpa en relación al libre ejercicio de los derechos que otros ganaron. Aunque eso pudiera ser mirado de forma negativa, al final ha redundado en más frescura y gran capacidad para cuestionar lo que a otros (nosotros) les resultaba obvio.
EO: Una de las primeras manifestaciones masivas después del golpe de estado en Chile, se organizó en Italia, en la ciudad de Turín. La plaza estaba llena, la gente coreaba “Chile libre”, el único orador era el presidente de la República, Sandro Pertini, un viejo magnifico, gran luchador antifascista de gran lucidez: Cuando iba a tomar la palabra un grupo de ultraizquierda no lo dejaba hablar gritando “Chile rojo”. Pertini esperó un rato y después con un impensable vozarrón en un anciano de apariencia frágil les dice: “Griten, griten, tienen la libertad para hacerlo porque hubo muchos partisanos que murieron para que ustedes puedan hoy ocupar esta plaza y gritarle al Presidente de la República. Ahora dejen que pueda hablar porque también luchamos para escucharnos unos a otros”.
JN: Esto que tú relatas es la larga conclusión de un proceso no exento de contradicciones. Fuiste un importante dirigente del PC, presidente de la internacional, sin ir más lejos. En el pasado ideológicamente un marxista, eres hoy día un social demócrata, filosóficamente un liberal. ¿Cuánto tiene de autobiográfico y sicológico esto?
EO: Es una ilusión pensar que las sociedades no pueden volver atrás. Por lo tanto debemos cuidar siempre que un fenómeno como ese no se repita en nuestra historia. Sería absurdo pretender que mis ideas no tengan que ver con mi biografía, pero ten la seguridad que mi alegato reformador y democrático supera largamente mi propia experiencia. En ese sentido mi opción de juventud fue la de muchos, soy por supuesto un hijo de mí tiempo. Lo que es importante es tomar en cuenta lo dicho por el viejo Marx refiriéndose al “18 de Brumario de Luis Bonaparte”, al golpe de Estado de Napoleón el “pequeño ”la historia sucede primero como tragedia y después como farsa. Es necesario cuidarse de la farsa.