La amplificación apenas ayuda a disimular los bocinazos. El equipo de Jorge Castro, el alcalde de Valparaíso, tenía todo listo para la llegada del ministro Laurence Golborne a la feria Los Copihues, en el cuarto sector de Playa Ancha. Pero no contaban con que minutos antes de las 12, una caravana de 70 automóviles, camionetas y buses con los afiches y carteles de su rival, Hernán Pinto, pasara por exactamente el mismo lugar.
El animador del acto de Castro reacciona rápidamente y sube el volumen de un jingle compuesto especialmente para el alcalde. Desde los autos sale la adaptación de “Danza Kuduro” que se convirtió en el himno de Pinto: “La mano arriba, con alegría, se viene Pinto a la alcaldía”. Los porteños y los feriantes se ríen. Así es la campaña en los cerros: no descansa ni en día domingo.
A una semana de la elección municipal, Valparaíso está en la mira del gobierno y la oposición. Quien resulte ganador obtendrá una de las “joyas” de los comicios. Y sus representantes son dos caudillos locales, que pelean a la antigua el voto en las poblaciones y los cerros, con reuniones, onces y un gran despliegue de recursos. De fondo, los anhelos de una ciudad que vive con la nostalgia de un pasado esplendoroso y que en los últimos años convive entre la sombra del poderío económico de su vecina Viña del Mar y las tenues señales de mejora.
La batalla aquí no es sólo de ideas. Es de personas. Golpe a golpe, con un estilo muy similar, Pinto y Castro esperan convertirse en los “hombres mimados” de sus coaliciones la noche del 28 de octubre. Incluso en La Moneda reconocen que la pelea entre ambos es de pronóstico reservado. Una disputa con olor a puerto.
La carrera de Castro
En la sede social del club Deportivo Pacífico, en el primer sector de Playa Ancha, nadie se entera del gol de Chile ante Ecuador. Es viernes a las 18:30 horas, y las 150 mujeres que están reunidas allí escuchan atentas a un hombre que camina por el pasillo. Que cuando llegó, rodeado por seis jóvenes vestidas de blanco con el logo de su campaña y que lo siguen a todos sus actos, saludó una por una a las presentes de beso. Les sonríe, bromea, pero también habla en serio. Jorge Castro, el alcalde de Valparaíso, les dice que serán sus “embajadoras” para sacar a sus maridos a votar. Algo clave para mantenerse en el puesto.
Hace cuatro años, Castro fue una de las estrellas de la noche de la elección. El militante de la UDI derrotó por dos puntos al alcalde DC Aldo Cornejo, en una victoria que simbolizó el triunfo de la Alianza en los comicios. Ahora, el desafío es diferente: retener el sillón ante un contrincante al que conoce bien y con el que comparte los cerros como bastión electoral.
El alcalde sabe que enfrenta un escenario duro. No sólo por la elección en sí, sino porque ser el jefe comunal de Valparaíso es el equivalente a cargar con muchísimas obligaciones. La corporación comunal está endeudada en más de $25 mil millones, la cifra más alta del país. Y los gastos del municipio son mayores que los ingresos anuales.
Por eso, Castro repite un ritual. Primero, explica el escenario del puerto, sin rehuir las dificultades. “Yo no soy Mandrake el mago”, señala. Pero después, apunta a sus logros: el descenso de la cesantía, la retención y compra de edificios históricos y obras como la mejora en la recolección de basura, la pavimentación de calles en cerros humildes, como el Santo Domingo y el Toro, la remodelación del palacio Baburizza y los ascensores. Algo que en la campaña de Pinto aseguran que se debe a los US$73 millones aportados por el Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de Valparaíso (PRDUV), conseguido en 2003, cuando el democratacristiano era alcalde.
Castro ha recibido importantes refuerzos: en septiembre, el presidente Piñera viajó dos veces a Valparaíso a inaugurar obras, el Baburizza y el ascensor San Agustín. Y el domingo pasado, el ministro de Obras Públicas, Laurence Golborne, lo acompañó a varias ferias de Playa Ancha.
Castro ha recibido refuerzos: en septiembre, el presidente Sebastián Piñera viajó dos veces a Valparaíso a inaugurar el Baburizza y el ascensor San Agustín. Y el domingo pasado, el ministro de Obras Públicas, Laurence Golborne, lo acompañó a varias ferias de Playa Ancha.
En su discurso, el alcalde apunta a criticar la gestión de Pinto. “Hubo hechos que hasta hoy están en la memoria porteña. La deuda con los funcionarios de salud, por ejemplo. Terminar una administración vendiendo una cantidad importante de los bienes que tenía, y además con complicaciones personales”, explica.
Pero su estrategia también busca convertir los comicios en una decisión sobre el carácter de cada candidato. Eso queda claro en su eslogan: “Buena persona, mejor alcalde”. Y en frases que desliza durante sus actos de campaña, como una durante su intervención del viernes, cuando destacó que está negociando abrir una escuela técnica especializada en minería para que los jóvenes de Valparaíso trabajen en las minas de Los Andes. En medio de los aplausos, Castro lanzó una sentencia que no pareció casual: “Nosotros sí cuidamos a los niños”.
El retorno del cacique
“Voy a ser cortito, porque a las nueve tienen un compromiso… ¿Le vamos a ganar a Argentina o no?”. Es martes a las 20:30 horas, y el presidente de la DC, Ignacio Walker, saca aplausos de los cerca de 80 vecinos de Placilla que a esa hora están en la sede comunal, mayoritariamente mujeres. En primera fila, juntos, están el diputado Aldo Cornejo, uno de sus mayores rivales al interior del partido, y el hombre al que ambos vienen a apoyar olvidando sus diferencias: Hernán Pinto, quien a los 59 años protagoniza una de las resurrecciones políticas más llamativas de estas elecciones municipales.
Pinto es un caudillo de la zona. Alcalde entre 1990 y 2004, su bastión histórico fueron los cerros. Las altas votaciones le permitieron ser electo tres veces consecutivas, hasta que, hace ocho años, dio un paso al costado. Llamado a declarar en medio del Caso Spiniak por declaraciones que lo vinculaban como cliente de una red de prostitución infantil, casi sin respaldo de su partido, la DC, su carrera política parecía terminada.
Pero Pinto tenía otro plan. En 2008, consiguió que la Corte de Apelaciones sobreseyera definitivamente su causa. En 2009, fue el compañero de fórmula de Ricardo Lagos Weber, en una candidatura testimonial para evitar cualquier posibilidad de doblaje en Valparaíso. Y, este año, ganó dos elecciones primarias: en enero, al interior de su partido, y en abril, cuando se impuso por el 55% de los votos a la ex ministra Paula Quintana, quien tras su derrota denunció acarreo de electores e incluso ayuda municipal para que ganara su rival.
Pinto ya se anotó un triunfo personal. Pese a las dudas de la DC y de la oposición, hoy tiene un respaldo transversal. El martes, la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa, una militante del Partido Comunista, se reunió con él para darle su apoyo. Algo impensable hace apenas unos meses.
Y eso se nota en la campaña, donde parece disfrutar cada momento. Como el lunes en la noche, cuando reunió a 100 mujeres en un local vecinal del cerro Morrillos. Sin separarse nunca de su esposa, Marina, que lo acompaña a todos los actos, cantó animado el coro de “Lágrimas de amor”, mientras un doble de Américo se subía a las sillas y recibía las caricias femeninas.
El mismo imitador fue quien presentó al ex alcalde, quien apuntó a una de sus estrategias clave: identificarse con Michelle Bachelet e incluso proclamarla, pese a ser una figura de la DC: “Recuperar Valparaíso es solamente el primer paso de la tarea que nos hemos propuesto: recuperar La Moneda para todos los chilenas. Y ustedes saben cómo lo vamos hacer. En diciembre del año que viene, entraremos a la presidenta a La Moneda nuevamente”, dijo Pinto en medio de una ovación. Los carteles de Valparaíso lo ratifican: en todos, el ex edil y la ex mandataria aparecen juntos.
Pinto dice que sabe que Castro lo atacará por el episodio del Caso Spiniak. Su respuesta es que eso lo favorece. “Él comete un error, porque no se da cuenta que ante los ojos de la gente se rebaja. Y además, genera el efecto comparación, que para mí es muy bueno. Castro se ve amenazado por una persona que hace nueve años dejó el poder, que entremedio tuvo una experiencia electoral fracasada, que además presenta una carga emotiva contraria muy fuerte, de la cual ellos se valen. Entonces, ¿cómo se entiende que esté peleando?”.
Valparaíso cuesta arriba
La ruta del té
En el puerto, la disputa es té a té, torta contra torta, beso contra beso. El grupo que se pelean es similar: la gente de los cerros de Valparaíso. Y especialmente las mujeres porteñas, las votantes más fieles y que en un escenario de votación voluntaria se convierten también en las enviadas para lograr que sus maridos e hijos “bajen” a sufragar al plan, el centro histórico de Valparaíso donde están la mayoría de los recintos de votación.
La escena se repite una y otra vez. Una sede vecinal o el patio de una casa, donde un grupo de mujeres espera al candidato, que llega habitualmente una hora más tarde de lo programado. Como Castro, el sábado en la noche, visitando a las vecinas del cerro Cárcel, bromeando con una ex compañera de curso. “Podríamos haber seguido juntos, ¿no?”, le dice con una sonrisa, mientras sus amigas ríen. O como Pinto, que el lunes por la tarde visitó las casas construidas por Elemental en Playa Ancha y tuvo una reunión en el patio de una de las viviendas, azotada por un viento que no perdonó ni a una sombrilla verde que protegía al ex edil. Las reuniones con grupos son lo más habitual. Un puerta a puerta, con la topografía porteña, podría terminar con cualquier candidato en el hospital.
Por eso, uno de los medios preferidos es la radio. Ambas campañas destinan la primera parte de la mañana a que sus candidatos vayan a visitar radios locales, e incluso comunitarias. Valparaíso es tan extenso y complejo que hay frecuencias que sólo cubren cerros determinados. Los oyentes son el público más cautivo: dueñas de casa que probablemente irán a votar sí o sí el domingo 28.
Pinto ya se anotó un triunfo personal. Pese a las dudas de la DC y de la oposición, hoy tiene un respaldo transversal. El martes, la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa, una militante del Partido Comunista, se reunió con él para darle su apoyo. Algo impensable hace apenas unos meses.
En una campaña extensa, todos los elementos son válidos. Son las caravanas de Pinto y los “operativos sociales” de Castro, en que los vecinos reciben cortes de pelo, anteojos y mediciones de presión gratis, mientras los niños presencian un show de muñecos de Toy Story y juegan con camas elásticas y castillos inflables. El sábado, a las tres y media de la tarde, uno de esos operativos lo estaba esperando en Placilla. El alcalde no pudo llegar. La campaña no perdona los tiempos.
Valparaíso tiene una pena
Hay dos ciudades que se repiten en las intervenciones de los candidatos a alcalde: Santiago y Viña del Mar. La primera representa el poder central, que se lleva gran parte de los beneficios y que no reconoce la naturaleza especial de Valparaíso. La segunda es la “hermana bonita”, la ciudad que tiene todas las cuentas al día y que cada día crece más, al punto de tener incluso más electores que el puerto. Ambos, Pinto y Castro, les explican a sus electores que Viña tiene el beneficio del Casino, que le entrega cerca de $20 mil millones al presupuesto anual, cuando todos los ingresos de Valparaíso suman $24 mil millones.
Los planes de ambos difieren en el enfoque. Castro afirma que Valparaíso debe apuntar a tener más autonomía presupuestaria de Santiago, y por eso se enfoca en nuevos negocios -como un relleno sanitario que se está construyendo en Playa Ancha- y alianzas con el sector privado. Pinto, en cambio, reclama que el actual alcalde ha perdido influencia a nivel central, y apuesta por exigir más ingresos para Valparaíso, por ejemplo, a través de un cambio en el estatus del manejo del puerto. Otro tema sensible es el mall Barón: mientras Castro defiende su instalación, Pinto afirma que revisará el proyecto.
Los pronósticos son variados. La última encuesta publicada el domingo pasado por La Tercera dio a Castro 10 puntos de ventaja (38% contra 28%). En el comando del alcalde manejan una diferencia de ocho puntos, mientras el equipo del ex edil sostiene que en mediciones presenciales gana por más de cinco puntos. Además, hay un factor que sobrevuela los sondeos: si existe un “voto oculto” que no reconoce que apoyará a Pinto y que pueda aparecer el mismo 28 de octubre en las urnas.
Ambos reconocen que hay un último factor que pesará: la presencia de cuatro candidatos más. Jorge Bustos (independiente), Carlos Johnson (Partido Humanista), Francisco Marín (Igualdad) y Yuri Vásquez (PRI) suman entre 10 y 12 puntos en los sondeos. Una cifra mayor a lo que se espera sea la diferencia final entre Pinto y Castro. Los “candidatos alternativos”, según coinciden en ambas campañas, dañan principalmente al ex alcalde: por eso, éste ha intensificado sus gestiones para lograr apoyo de dirigentes de la izquierda, como Guillermo Teillier (PC) y José Antonio Gómez (PRSD).
La última semana será a toda máquina. Pinto y Castro saben que pelean por el mismo público. Por convencer a los 281 mil electores del puerto, aunque el pronóstico es que los votantes serán cerca del 50%. En los cerros, las definiciones siguen pendientes, esperando que, sea quien sea el ganador, ayude a que el puerto, como dice la canción, vuelva a ser el principal.