“Van a tener varios meses para sacar fotos”, decía Luis Larraín, el director ejecutivo del instituto Libertad y Desarrollo, cinco minutos antes de la 1 de la tarde, mientras los fotógrafos y camarógrafos se apostaban frente a la testera donde Andrés Allamand y Laurence Golborne se saludaban. Había expectación en el Salón Aisén del Hotel Hyatt, y cierta tensión que se respiraba en el ambiente. Era el primer frente a frente de los dos precandidatos de la Alianza, la instancia donde se reencontrarían después de su salida del gabinete. El pequeño salón estaba repleto, con cerca de 500 personas y cien de ellas de pie: no quedaba un espacio para seguir el debate.
Al ser presentados, inmediatamente comenzó la medición de fuerzas. Allamand fue el primero en ingresar, entre aplausos, gritos y seguidores que se pusieron de pie para recibirlo. Luego ocurrió lo mismo con Golborne. Esto inquietó a Luis Larraín, uno de los coordinadores del cónclave organizado por los principales think tanks del sector y quien estaba a cargo de moderar el debate. Por ello, se salió del libreto y señaló: “Esto no va a ser un debate. Tampoco van a haber preguntas del público. Y les voy a pedir que mantengamos la compostura. Que hayan aplausos, pero no ‘barras bravas’”.
El director ejecutivo de Libertad y Desarrollo añadió que las reglas eran estrictas: 20 minutos para cada uno, sin réplicas posteriores ni interacción de los candidatos. “Afortunadamente soy amigo de los dos, así que puedo ser pesado”, cerró. En la primera fila, miraban cada detalle los equipos de los candidatos: sus esposas, Marcela Cubillos y Karin Oppermann; las “manos derechas” de los postulantes –Luz Granier, José Ramón Valente y Catalina Parot- y, al otro lado, un grupo de figuras influyentes de la derecha: Lucía Santa Cruz, Carlos Cáceres, Juan Andrés Fontaine y Fernanda Otero. De pie, casi al final de la sala, Carlos Larraín seguía el encuentro en solitario. Incluso salió un par de veces. Una periodista de la Secom registraba todo el debate. Y hacia el fondo de la sala, varias figuras “sub 35” de la Alianza seguían la cita. Entre ellos, Hernán Larraín Matte, Jaime Bellolio, Pablo Terrazas –jefe de asesores de Andrés Chadwick en Interior-, Felipe Kast y Rafael Ariztía.
Allamand y Golborne, en su primera cita, trataron de destacar sus énfasis y de mostrar diferencias. Pero ambos coincidieron en un detalle: un discurso preparado para la ocasión y para el público, donde compitieron por mostrarse quién era el candidato más fiel a las ideas de la centroderecha.
Allamand y la crítica a los “entreguistas”
Allamand abrió los fuegos con un discurso dirigido hacia la UDI. Elogió la estructura de la derecha chilena, apoyada en los partidos y en los centros de estudio, un guiño a los presentes. Y después, arremetió con una defensa de las ideas de la derecha: “¿Vamos a seguir tragándonos el cuento chino de que Chile es un país de izquierda y esconderemos nuestras ideas? Yo soy partidario de gobernar con los principios de la centroderecha”, dijo. Luego, arremetió contra lo que definió como un clima “entreguista” y criticó a los pesimistas. “A los 16 años me cambié de colegio y me fui a un liceo público para ganarle a la izquierda”, señaló. Y remató asegurando que “mi buen amigo Joaquín Lavín se equivocaba al declararse bacheletista-aliancista, y se lo hice ver”.
Afirmó que para él eran más importantes las ideas que las agencias de publicidad en una campaña política, y enumeró los principales ejes de su candidatura: democracia liberal, partidos sólidos, descentralización, emprendimiento privado, “tolerancia cero” a los abusos de los consumidores y “crecimiento más que festival de alza de impuestos”. También defendió el sello fiscalizador: “Chile va a ser más justo cuando los empresarios paguen lo que más puedan pagar a sus trabajadores, y no lo mínimo que les exige la ley”.
Allamand hizo una pausa y tomó un sorbo de agua antes de mencionar su propuesta valórica. Alzó la voz y dijo: “Rechazamos toda modalidad de aborto. Cerremos la puerta en Chile al aborto”, recibiendo los primeros aplausos. “Andrés, te quedan cinco minutos”, le informó Luis Larraín desde el estrado, interrumpiendo su discurso y generando risas nerviosas. El candidato de RN cerró reiterando su idea fuerza de hacer su campaña defendiendo sus principios y sus ideas, sin mencionar en ningún momento a Golborne. Tras un tibio saludo, se sentó junto a él y le aconsejó llevarse su propio vaso de agua, gesto que el ex ministro del MOP agradeció.
Golborne: “Me ganaré el apoyo de RN en la cancha”
Al igual como lo hizo en todo Chile al relatar el rescate de los 33 mineros, Golborne se apoyó en un PowerPoint, escrito de forma original y que incluía fotos de él en el Instituto Nacional, imágenes de la clase media chilena, entre otras cosas.
Partió un poco nervioso, pero quebró el hielo diciendo que tenía “grandes coincidencias con Andrés, más allá del traje y la corbata”, lo que causó risas: ambos iban de traje azul oscuro y corbata naranja. Eso sí, se apresuró en destacar que sus enfoques son distintos. Defendió con fuerza el modelo, pero dijo que es urgente hacerse cargo de la inestabilidad y fragilidad que hoy siente la clase media y el descontento ciudadano. Enumeró eso con tres conceptos: protestas, alta abstención y mala imagen de la política. Y dio el primer golpe de la mañana: “La gente está pidiendo a gritos caras nuevas”.
Luego sorprendió al público señalando que este gobierno tiene un buen desempeño, pero una baja popularidad. “Me rebelo ante la posibilidad de que el presidente Piñera le tenga que entregar la banda a un candidato de la Concertación más el Partido Comunista, y me rebelo ante la posibilidad de que el 11 de marzo de 2014 mis compañeros ministros deban abandonar el Congreso sin ver el resultado de sus proyectos”.
Dijo que hay que empezar a trabajar “desde ahora”, y proyectando los números, dijo que faltan “359 días, 7 horas, 9 minutos y 10 segundos” para que se abra la primera mesa de la elección presidencial, el 17 de noviembre de 2013.
Otra diferencia que marcó con Allamand fue su trayectoria de vida. Habló del “legado de esfuerzo” de su padre y su madre, su experiencia en la vida pública y privada. Después habló de que se debe dar más poder a la gente, e ilustró con una anécdota en que un vendedor en una esquina de Rancagua dio la solución a un problema de aguas lluvias en una calle que ni el Serviu ni el MOP habían podido resolver. La razón era que llevaba 20 años en esa misma esquina. “Hay que saber escuchar”, explicó.
Se mostró como un “independiente de centroderecha” y agradeció el apoyo de la UDI, pero también hizo un guiño al partido que apoya a Allamand: “Me ganaré el apoyo de RN en la cancha”, señaló antes de cerrar su intervención, justo en el límite de los 20 minutos que habían fijado para su presentación.
Al final de la cita, cuando ambos precandidatos comenzaban a retirarse, la organización hizo un pedido particular: que ninguno de los asistentes se moviera de su asiento, para evitar manifestaciones a favor de uno u otro candidato. Ambos salieron en el orden inverso al que ingresaron: Golborne primero, Allamand después. Y a la salida, cada uno organizó sus propias conferencias e intervenciones ante la prensa, demostrando que la carrera ya está desatada.