Un liberal a secas. Así es como se define Ian Vásquez, el director del Centro para la Libertad Global y la Prosperidad del Cato Institute, uno de los think tanks más influyentes de Estados Unidos y en el que uno de sus investigadores es José Piñera, el creador del modelo de AFPs. De origen peruano y avecindado en Washington, Vásquez -quien también es miembro de la célebre Sociedad Mont Pelerin- visitó Chile, invitado por la Fundación para el Progreso. “Somos totalmente independientes, y criticamos duramente a los dos partidos, demócratas y republicanos. Eso nos da la credibilidad que hemos ganado. Me parece que es importante no estar ligados a ningún partido para mantener la independencia”, dice a modo de presentación.
El investigador aterrizó en medio de un debate al interior de la derecha chilena sobre cuál debe ser su identidad. En esa línea, Vásquez encarna una visión que en Chile pareciera ir con los bonos en baja: aquella que sugiere que el mejor modo de resolver nuestros problemas es permitir los más altos grados de libertad posible, sobre todo en el ámbito económico. Éste es su análisis sobre nuestro país y qué es ser hoy liberal.
-Después de la crisis financiera que comenzó el 2008, se le atribuyó responsabilidad a una suerte de liberalismo desatado y a la falta de regulación del mercado financiero. Sarkozy llegó a decretar el fin del laissez-faire, ¿qué le parece a usted esa lectura?
-La crisis ha sido un fracaso de los gobiernos y del Estado, y no una falla de mercado. Los gobiernos no sólo generaron la crisis, sino que también empeoraron las cosas con sus respuestas. Era de esperar que la primera reacción de los políticos, los mismos que ayudaron a crear el problema, culpara al mercado y se dieran más poderes y más control. Hemos visto esa película una y otra vez. Rusia el 98, Argentina, todos terminaron rechazando al libre mercado a pesar de que los problemas fueron creados por gobiernos.
-Hay quienes afirman que la crisis también se produjo por incentivos incorrectos y relaciones incestuosas entre reguladores y regulados...
-Por supuesto. Es un gran problema, y yo creo que debe erigirse una muralla entre el gobierno y el sector privado-financiero. Hay una relación muy poco saludable entre el Departamento del Tesoro y Wall Street, y eso ha influido mucho en decisiones de rescatar a ciertos bancos. Es un problema clásico, el de regulados que capturan a los reguladores.
-¿Y no puede decirse que es una tendencia inherente al mercado? ¿No es acaso lo natural si la regla indica que hay que maximizar las ganancias?
-Los hombres de negocios siempre tratan de limitar la competencia. Es por eso que las regulaciones son tan nocivas, porque les permiten aprovecharse, y terminan elevando el costo de hacer negocios dentro de ese mercado. El problema es dar mucho poder a los reguladores. Hay que dejar que las empresas privadas compitan, y si fracasan, pues bien, que fracasen.
-En Chile hay cierta inquietud con lo que se ha llamado el modelo. Incluso, hay quienes predicen su derrumbe. Otros, sostienen que el modelo, así como se ha aplicado hasta ahora, se agotó.
-Es una exageración sin límites. No hay ningún país perfecto, pero el modelo no se ha agotado. Chile todavía no es un país rico, tiene mucho por hacer, y la mejor vía es a través del crecimiento económico. Es injusto criticar a Chile por no lograr todas las metas que se ha propuesto. La comparación debe hacerse respecto de la situación anterior de Chile, y respecto de los países que han tenido otras políticas; y ahí nos damos cuenta, rápidamente, que Chile está muy por encima de la mayoría de los países en desarrollo. He visto algunas declaraciones del movimiento estudiantil que simplemente no están basadas en hechos. No es verdad que la educación sea mala en Chile, o que esté generando desigualdad. Es al revés. Está generando más igualdad, y los números lo muestran, y mucho más que cualquier país en América Latina. La gente que dice eso busca cambios radicales y ya sabemos que sus propuestas no funcionan.
-Desde el punto de vista más bien fáctico, uno podría decir que el sistema pierde legitimidad cuando la gente deja de creer en él. ¿Cómo se debe manejar eso?
-Me parece que en Chile hace falta más esfuerzo en explicar los principios detrás del éxito, hay que explicar la base moral de un sistema basado en el intercambio voluntario, en el respeto de las personas y de su propiedad, y por qué eso funciona para erradicar la pobreza y mejorar los indicadores.
-¿Puede decirse que el pensamiento neoliberal, o liberal, tiene algo de utópico, pues conceptualiza un mundo de equilibrios perfectos que no existe?
-Primero, yo no conozco a ningún neoliberal, conozco sólo a liberales. Es un término usado de manera despectiva por gente que no entiende. Las ideas liberales son opuestas a esa descripción: son las más atadas a la realidad social y económica. El liberal reconoce que el político no puede simplemente declarar que todos tienen un derecho a una vivienda, o todos tienen derecho a un cierto ingreso, eso nunca pasa. Es bien fácil para un político hacer esa declaración, y que aparezca como si él tuviera ese poder, pero eso ya es entrar en una mentalidad que crea en la magia. Los liberales no creen en la magia, creen en la realidad.
-Aron le criticaba a Hayek que su modelo sólo podía ser aplicado en dictadura, porque la democracia exige, por definición, compromisos con grupos de presión. ¿No confirma el caso chileno esa tesis?
-No creo, porque los gobiernos autoritarios no suelen ser liberales. Tenemos muchos casos contrarios, como el caso de Europa Central, donde se introdujo exitosamente la práctica democrática junto con las reformas liberales económicas, con éxito, y esto en más de un país.
-¿En esta lógica, puede afirmarse que la democracia es meramente instrumental para la libertad económica?
-No hay que confundir la democracia con libertad. La democracia es un vehículo para garantizar la libertad, y muchas veces no lo logra. En América Latina ha habido muchas democracias no liberales.
-Otra crítica que Aron dirige contra Hayek es la de reducir todas las libertades a la libertad económica. ¿Acepta esa crítica?
-Por supuesto que no comprende a la totalidad del hombre. Es una parte importante de lo que es la libertad, y es solamente una libertad. Yo creo que Hayek lo tenía muy claro. Lo que pasa es que la libertad económica es importante para sostener las otras libertades, y para lograr los fines que todos queremos: el progreso, el bienestar o la reducción de la pobreza. Es muy difícil tener libertad civil y política sin libertad económica y sin mercado. Simplemente no ocurre. Si el político tiene control sobre la economía, entonces puede controlar también la prensa y cualquier cosa.
-¿Pero la libertad económica debe ser ilimitada? Estoy pensando que hay bienes que no deberían ser transados en el mercado, como los órganos.
-Ojalá que los órganos sean ofrecidos en el mercado. Porque la interdicción crea escasez, y hay gente que está muriendo por ese control. Si tú crees que eres el dueño de tu propio cuerpo, nadie tiene derecho a decirte qué hacer con eso. Como en cualquier mercado, todos nos vamos a beneficiar.
-En Chile, el liberalismo económico ha estado tradicionalmente asociado a posiciones conservadoras en lo moral y en lo cultural. ¿Cómo se sitúa usted en ese debate?
-Somos liberales en todo lo que respecta a la relación del individuo con el Estado. Eso implica muchas cosas sociales, como el uso de la droga, que no debería estar prohibida. Podemos ver, además, cuáles son los resultados negativos de una guerra contra las drogas. Creemos que el Estado no debe meterse en las decisiones personales. Si uno quiere ser homosexual, debe ser una decisión privada; así como tantas otras. En eso sí, somos muy consistentes.