Los dos candidatos salieron juntos, lo que provocó la primera guerra de aplausos: “¡Allamand, Allamand…!”, “¡Golborne, Golborne…!”. Desde un balcón del patio, en medio de dos grandes focos, Magdalena Piñera, la hija del presidente, se sumaba a los partidarios del candidato de RN.
Dos largas filas humanas desde las puertas de La Moneda hasta la Alameda -parecidas a las de la entrada a un recital, salvo por la elegancia de los trajes - sorprendieron la tarde del lunes a los transeúntes que a esa hora regresaban a sus casas. Espontáneamente, en la fila de calle Morandé se fueron ubicando decenas de funcionarios de gobierno, alcaldes, parlamentarios y dirigentes partidarios, algunos no muy acostumbrados a esperar más de media hora para entrar a un lugar. “Aquí, haciendo cola como cualquier chileno”, comentaba el alcalde de Las Condes, Francisco de la Maza. Unos metros más atrás, el ex ministro Juan Andrés Fontaine no entendía bien lo que pasaba.
Al otro lado, el grueso de la fila de Teatinos eran dirigentas poblacionales que bajaban de buses estacionados frente a la Tesorería. A RN se le encargó Cerro Navia, a la UDI Estación Central, entre otra división de las comunas. A los comandos presidenciales se les repartió igual cantidad de entradas.
Adentro, una puesta en escena minimalista -sillones y sofás de cuerina blanca, mesas bajas y pantallas gigantes- esperaba a los cientos de asistentes, a los que, por altavoz, se les pedía que por favor pasaran a sentarse en las graderías instaladas en el patio de los Cañones.
A las 20.25, se apagaron las luces y el locutor del acto del tercer aniversario del gobierno, con una música épica de fondo, comenzó a anunciar a los protagonistas de la jornada, quienes caminaban a paso rápido por la alfombra roja, saludando y golpeando las manos del público, emulando la salida de los jugadores de fútbol a la cancha. Primero, los jefes de partido; luego los ministros: la más aplaudida fue Evelyn Matthei, seguida de Pablo Longueira, para algunos la “banca” que tiene Piñera en la eventualidad de que los actuales presidenciables no logren subir en las encuestas. Momentos antes de que se les anunciara, uno de los productores de la presidencia informó a los candidatos que, a diferencia del resto, ellos saldrían juntos para evitar una medición de fuerzas. Sin embargo, la primera guerra de aplausos y gritos se produjo igual. “¡Allamand, Allamand…!”,“¡Golborne, Golborne…!”. Desde el primer balcón del patio, en medio de dos grandes focos, Magdalena Piñera, la hija del presidente, se sumaba a los partidarios del candidato de Renovación Nacional.
El locutor no escatimó en elogios al anunciar a Piñera, a quien presentó como “el líder de la centroderecha”. De la mano de Cecilia Morel, que lucía un vestido de seda color cobre, saludó al público sonriente como un candidato a la reelección.
“del voto por la emoción al voto por la razón”
Esa tarde, el presidente desplegó una ofensiva comunicacional planeada con antelación. Su idea: interpelar a los chilenos para que comparen su gobierno con el de Michelle Bachelet. En La Moneda creen que el balance les es favorable y que es el único camino para que la derecha siga en el poder. “Hay que pasar del voto por la emoción al voto por la razón”, dicen en palacio. “La idea fue hacer un acto de reivindicación de la obra del gobierno, no un balance, decir que hemos hecho buenas políticas públicas y no tenemos un Transantiago ni nada de qué avergonzarnos”, agrega un alto personero de La Moneda.
Por eso la estrategia para enfrentar el liderazgo emocional de Bachelet serán los datos duros: los salarios crecen al 4% y 5% real, en la construcción hay una fuerte demanda de empleos, el gasto público está controlado, el gobierno consolidó reformas políticas que la Concertación habló mucho, pero hizo poco, como la inscripción automática, el voto voluntario y la Ley de Primarias. “Estamos cosechando porque sembramos con responsabilidad”, es otro de los eslóganes escogidos para esta etapa y que el mandatario destacó la noche anterior al acto, al anunciar el adelanto en el reajuste del salario mínimo a $200 mil y una ampliación de cobertura del “bono marzo”.
La arremetida de Piñera tiene su base en el duro diagnóstico que hizo en febrero: la Alianza estaba desencantada y Bachelet sería la protagonista de la agenda en el segundo trimestre, recorriendo el país y encabezando diálogos ciudadanos rodeada de periodistas. Para contrarrestar este escenario era indispensable controlar la agenda y dar un mensaje de unidad hacia el futuro. Para ello se autoimpuso como labor propia el reencantar a su sector, y posicionarse como “el líder de la centroderecha”. Para ello, a fines de febrero pidió a sus colaboradores convocar a toda la Alianza a un gran acto para dar un de mensaje de optimismo, aprovechando las mejoras en las encuestas. Se evaluó hacerlo en regiones, en una comuna popular de Santiago, pero finalmente se optó por la sede de gobierno. Paralelamente anunció a su equipo político, bajo estricto secreto, el bono marzo y el alza del sueldo mínimo, que buscaría descolocar a la oposición. A través de un mail del mandatario, el resto del gabinete se enteró de las medidas minutos antes de la cadena nacional.
Ambos comandos presidenciales ya le había hecho llegar a Piñera un mensaje similar: en un año de elecciones, es clave que el gobierno maneje la agenda y le saque partido al poder que concede estar a cargo del Estado. Un miembro del equipo de Golborne recuerda que, en el gobierno de Eduardo Frei y ante el virtual empate entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, José Miguel Insulza envió al Parlamento un proyecto de reforma laboral que puso en jaque a la UDI. “Queremos una actitud así de parte del gobierno”, reflexiona.
“No nos dejemos atrapar en esa nube de pesimismo”
En las últimas dos semanas Piñera escribió -de puño y letra- los lineamientos de su discurso, que pronunció el lunes 11 en un inédito acto de campaña en La Moneda, abriendo los fuegos de este año electoral. “No nos dejemos colonizar ni tampoco nos dejemos atrapar en esa nube de pesimismo que a veces afecta a nuestro sector”, pidió Piñera esa noche.
Ante el reciente debate sobre el carácter que debe tener la centroderecha hacia el futuro y las críticas de Jovino Novoa, el presidente subrayó en su discurso que ha gobernado con las ideas de la centroderecha. “Estamos avanzando con nuestros valores y principios que son los que han inspirado siempre a la centroderecha chilena. El valor de la libertad, de la democracia, de la dignidad de todos los seres humanos, de la vida, incluyendo en forma muy especial a esa criatura inocente e indefensa que está por nacer”, dijo.
Otro de los puntos de su nuevo relato fue mostrar sencillez y borrar cualquier atisbo de arrogancia, punto que las encuestas identifican como el principal causante de su bajo apoyo ciudadano. “Lo quiero decir con toda franqueza y humildad, sabemos que la tarea no está cumplida, que aún nos queda un largo camino por recorrer, muchos problemas por enfrentar, muchos errores por corregir y muchos desafíos que el futuro nos va a poner frente a nuestro camino”, dijo con un tono para algunos impensado en sus primeros años en la presidencia.
El objetivo ahora es que ese mensaje llegue a todo el gobierno. Durante las últimas semanas la ministra Cecilia Pérez ha intensificado su agenda de reuniones con diversas autoridades, donde ha enfatizado con fuerza la necesidad de transmitir la obra del gobierno en cada una de las regiones. Mismos puntos que el lunes recién pasado destacó en Valparaíso, durante la visita que marcó el inicio del despliegue de los ministros por diversas regiones, en el marco del aniversario del tercer año de gobierno, idea planteada por Cristián Larroulet.
Una las armas reservadas para esta etapa es Cecilia Morel. A diferencia de su esposo, las encuestas indican que posee un alto apoyo de la gente y una baja tasa de rechazo.
Tras fotografiarse hasta pasadas las 23.00 con muchas personas, un sonriente Piñera partió temprano a los matinales de televisión. Se veía fresco: en Chilevisión, Carmen Gloria Arroyo, la popular “Jueza”, tuvo que hacer esfuerzos para ir a comerciales: el gobernante quería seguir enumerando los contrastes entre su gobierno y el de Bachelet para intentar convencer a los chilenos que lo mejor para el país son cuatro años más con cualquiera de sus dos sucesores.