Fue en Caburgua, a mediados de febrero, cuando Cecilia Piñera Morel sintió las ganas de acompañar a su padre a una gira internacional. No lo había hecho antes. Quedaba poco tiempo de gobierno y se dio cuenta que quería ver cómo se desenvolvía Sebastián Piñera fuera de Chile. Sin planearlo, apareció un viaje que le hizo sentido. El jueves 14, el mandatario la llamó para invitarla a la ceremonia donde el Papa Francisco iniciaría su pontificado.
Así, Cecilia, la menos política de los Piñera Morel, se embarcó en su primera visita oficial, haciendo un paréntesis al bajo perfil que ha mantenido durante estos tres años. Fue en Roma donde accedió, por primera vez, a hablar sobre política y lo que ha significado para ella y su familia que su padre sea el hombre más poderoso de Chile.
Es cercana al mandatario. Almuerza con él una vez por semana en La Moneda. Pero ella está en lo suyo: es pediatra en el Hospital Exequiel González y en marzo comenzó su subespecialidad en infectología pediátrica en el Calvo Mackenna.
Votó por Ricardo Lagos porque se identificó con su proyecto, pero se desilusionó de la administración de Michelle Bachelet. “Siendo pediatra y mujer se farreó la oportunidad de hacer grandes cambios en esas áreas”, asegura. Además, analiza las debilidades y los logros de esta administración. Y cómo ha debido “blindarse” para sortear los ataques y críticas.
-¿Cambió su vida cuando su padre asumió la presidencia?
-Mi vida cambió poco. Seguí trabajando en lo de siempre: en un hospital público de niños, el Exequiel González Cortés. Me tuve que acostumbrar a que todos los días hay una noticia relacionada con mi papá, y de que me tenía que comportar bien políticamente. Muchas veces me dan ganas de opinar, pero sé que esas opiniones pueden generar ruido. No son gratuitas las opiniones que hacemos nosotros. A la gente le cuesta diferenciar que no somos los políticos, somos los hijos de ellos.
-Durante el actual mandato, de los hermanos es la que ha estado más sumergida. ¿Por qué?
-Opté por un bajo perfil una vez que mi papá salió electo. Los cuatro hermanos nos jugamos en la campaña porque creíamos en el proyecto de gobierno de mi papá, pero cuando salió pensé, bueno, éste es su trabajo, no el mío. Y elegí mantenerme más al margen. La gente en Chile ha sido bien respetuosa, pero igualmente uno está expuesto a comentarios buenos y malos. A nadie le gusta que opinen del trabajo de tu papá.
-Pero su papá es el Presidente de la República. Eso de inmediato lo hace público…
-Efectivamente es un personaje público, y como familia lo tuvimos que trabajar. A uno le tocó así. He aprendido que uno debe pensar las cosas dos veces antes de decirlas. Yo soy bastante más sensible que mi papá. No tengo el cuero de él. Mi papá es superclaro en diferenciar lo que está en el plano laboral político y lo que está en el plano personal: él puede tener un conflicto que yo leo por los diarios con alguien, pero mi papá se encuentra con esa persona en una circunstancia distinta de la vida, y lo saluda y conversan. A mí me cuesta entender eso.
-Hoy cualquier persona puede hacer llegar lo que piensa a través de las redes sociales. ¿Cómo se cuida de eso?
-Jamás leo los comentarios de las noticias. Tampoco tengo Twitter. Porque internet se presta para una cosa supercobarde: la gente tira comentarios hirientes y poco informados. En la red hay muchos cara de palo, que dicen cosas que no serían capaces de hacerlo a la cara. La noticia que alguien postea en Facebook, otro la repostea como si fuera la verdad, cuando muchas veces es rumor. Eso afecta mucho. A varios amigos los saqué de Facebook porque sus comentarios me hacían mal.
-¿Haber optado por irse a Estados Unidos a los pocos meses de que su papá asumiera fue parte de esta estrategia de involucrarse poco políticamente?
-No, porque era un proyecto que lo teníamos programado de antes. No fue para escaparme de la contingencia política, pero me ayudó a tener una perspectiva distinta de lo que estaba pasando en Chile. Cuando estuve en Stanford (entre 2010 y 2011) el gobierno pasó por momentos muy positivos, como el rescate de los mineros, pero también periodos difíciles, como las movilizaciones estudiantiles. Mirar desde fuera me permitió ser más objetiva. Tuve compañeros de todas partes. Recuerdo que amigos colombianos y franceses me comentaban que las marchas eran similares en sus países. Ahí entendí que eran procesos normales en todo el mundo. Si hubiera estado en Chile me habría angustiado mucho.
“Voté por Lagos”
-¿Cuál es su diagnóstico del gobierno?
-Aunque la instalación costó, creo que han logrado mejorar la vida de las personas. Eso recién se está cosechando. Lo he podido tantear en la gente en el hospital. Queda mucho por hacer, pero siento que se demostró que este gobierno siendo de centroderecha tenía mucha sensibilidad social y que está más preocupado de los pobres y de la clase media que del resto.
-¿La centroderecha no era sensible a ellos antes?
-Estaba el mito que no era un tema que les importara mucho. La izquierda se había apropiado del tema social. También del cultural. Y ha sido este gobierno el que ha llevado la cultura a la gente. La cultura dejó ser elitista: por eso vemos que en varias regiones se han construido centros culturales, porque la idea era descentralizarla, hacerla más democrática. La sensibilidad social no es un tema que le pertenezca a un sector político.
-Sin embargo, ha votado por la Concertación…
-No pertenezco a ningún partido, pero efectivamente voté por Ricardo Lagos. Entonces me identificaba más con su proyecto. Lagos para mí era una persona que unificaba, que tenía ideas claras, que incluía a más gente.
-¿Votaría por un gobierno que no fuera de derecha? -Si me representa más en el proyecto y en los valores, sí. -¿Como médico se identifica con Michelle Bachelet?
-No, todo lo contrario. Siendo pediatra y mujer se farreó la oportunidad de hacer grandes cambios en esas áreas. Lo lógico que uno hubiese esperado era que fuera ella quien sacara adelante el proyecto del posnatal, y en su gobierno no hubo ningún avance en ese sentido.
-Pero, ¿en qué iniciativa concreta este gobierno ha actuado mejor que en el periodo de Bachelet?
-En invierno, por ejemplo, las enfermedades respiratorias de los niños se triplican. Durante los dos años que trabajé en el gobierno de Bachelet, a mediados de julio, los pediatras estábamos agotados por la sobredemanda. No hubo conductas anticipatorias para contratar personal extra. En cambio, en las dos campañas de invierno que me han tocado en este gobierno, se ha anticipado: hay refuerzo médico, se arriendan ventiladores mecánicos, hay mayor coordinación en las camas UCI en el extrasistema. Hay varios casos como éste.
-¿Cuáles son las mayores debilidades del gobierno?
-Ha faltado hacer una traducción de lo que está haciendo el gobierno. Se han hecho muchas cosas pero la gente no lo percibe. Efectivamente ha habido errores políticos: muchos jóvenes -muy capos en sus áreas- llegaron muy románticos a aportar al gobierno, y se toparon con una máquina burocrática muy frustrante. Estuvieron un año. No pensábamos que eso iba a pasar.
Noticias Injustas
-¿Cómo le afecta que al presidente no lo quieran, a pesar de los logros económicos?
-Me da pena. Me encantaría que fuera distinto, sobre todo porque es discordante con lo que veo que está haciendo. Si fuera un presidente que no hiciera nada y sólo estuviera pasándolo bien, estaría bien que tuviera baja aprobación. Ahora, prefiero un presidente con bajo nivel en las encuestas, pero que hace cambios profundos y que beneficiarán a la gente en el largo plazo.
-¿Le genera frustración?
-Lo que más me apena es cuando son noticias injustas. Estoy clara que aún faltan muchas cosas por hacer en varias áreas. Eso mi papá lo sabe. Insisto que fue este gobierno quien sacó adelante el posnatal de seis meses, que para los pediatras es un lujo.
-Muchos en la derecha criticaron el posnatal, por no estar alineado a las ideas del sector.
-Era más lógico que el posnatal se creara en un gobierno de la Concertación. A mí, como pediatra, me tocó ver a mamás que a los dos meses y medio tenían que dejar a sus hijos y reintegrarse al trabajo. Desde el punto de vista médico, el vínculo madre-hijo es superimportante los primeros meses; la lactancia materna es muy difícil de mantener si la mamá se reintegra al trabajo al tiro; se producen más enfermedades. Desde que salió el posnatal no he hecho ninguna licencia por enfermedad grave del hijo menor de un año. Desconozco la estadística nacional, pero pienso que fue un avance. A los seis meses, las mujeres quieren volver a trabajar. No a medias, como antes.
La olla a presión
-En el gobierno de Piñera la ciudadanía se empoderó. ¿Cómo siente que incorporó su padre este nuevo escenario?
-Creo que los movimientos fueron una olla a presión que reventó en este gobierno. Y me parece que está bien: aportaron en el sentido de cuestionarse realmente el sistema. Aunque fue un fenómeno mundial, en cierta forma veo positivamente que la gente se haya atrevido a hacer sus demandas en este gobierno. Tal vez porque se generaron expectativas de cambio con esta administración. De hecho, se ha avanzado en materias que debieron haberse abordado en gobiernos de izquierda: el tema homosexual y la eliminación de la discriminación; la ley Zamudio, y avanzar en legislar en las uniones civiles.
-¿Esta administración no ha gobernado con las ideas de la derecha?
-Mi papá es una persona más abierta de mente, más pluralista. Mi abuelo fue fundador de la Falange y tiene una familia diversa. Creo que eso ha sido crucial para avanzar en estos temas.
-¿Es Sebastián Piñera un hombre de derecha?
-Noo. Él se autodefine como de centroderecha. Pero es mucho más liberal, y más abierto a otros temas. Alguien de extrema derecha no habría sido capaz de conversar sobre la homosexualidad.
El defecto de los chilenos
-Tuvo un papá empresario exitoso y un suegro (Hernán Levy) al que también le ha ido bien. ¿A quién quiere más la gente, a un papá presidente o a uno empresario?
-A los chilenos les molesta que alguien sea exitoso. A todo nivel, no sólo como presidente. En las universidades, muchas veces el premio al mejor egresado se lo dan al que más se esforzó y no al mejor, y son distintas cosas. Ése es un defecto de los chilenos. Todos deberían alegrarse porque al vecino le va bien. Eso no pasa en Chile. A la mayoría le molestan ambas cosas: el poder y la riqueza. -¿Como le cambió la vida a su padre desde que es presidente?
-Hoy trabaja mucho más. Es un tipo muy mateo y siempre está preocupado de conocer a fondo los temas. Como familia, intentamos almorzar una vez cada fin de semana. Pero mi papá siempre se para en el postre a leer alguna minuta. Anda siempre con sus carpetas: las saca cada vez que tiene tiempo. El otro cambio que he notado, es que ha aprendido a escuchar. Ésa era siempre una crítica que le hacían. Ahora establece una conexión con la gente que antes no generaba.
-¿Por qué le cuesta conectarse?
-Porque es acelerado. Va a mil por hora. Ponerse en la sintonía de la gente es algo que ha debido trabajar. En eso mi mamá lo ha ayudado harto, porque ella es empática y muy cercana a la gente.
-¿Lo ve físicamente cansado?
-Se ha envejecido. Le han salido canas. Mi papá hacía mucho deporte, le gustaba la lectura. Ahora no lo hace mucho. Eso pasa la cuenta.
-¿Cuánto lo critican puertas adentro?
-Al principio nos costó entender nuestro rol. Que no me correspondía criticarlo políticamente. Es agotador ver como la gente le opina sobre todo. Podemos ir al supermercado, y siempre hay alguien que se acerca a dar su opinión. Eso nos ayudó a entender que criticar cuando llegaba a la casa era lo peor que podíamos hacer.
-¿El presidente habla de política en la casa?
-Siempre es bien discreto. Puede comentar alguna anécdota, pero nunca sé quién deja o ingresa al gabinete, por ejemplo. Hacemos el esfuerzo de hablar poco de política. Pero somos una casa donde todos sabemos de la contingencia: estamos bien informados y ninguno es indiferente a lo que pasa.
-Cuando le da su opinión al presidente, ¿la escucha?
-Aunque a veces siento que no, de repente lo pillo repitiendo cosas que le he dicho. Ahí me doy cuenta que me oye.
-Le parece bien el rol que ha tomado su hermana Magdalena, ¿o es demasiado protagónico?
-(Risas) Obviamente se generan roces, porque se mezcla el rol de hermana con su trabajo. Algunos piensan que está ahí por ser hija de, pero estoy segura que está porque lo hace muy bien: el jefe de gabinete es un cargo muy personal, hay que llevarse muy bien con el jefe, entender su lenguaje no verbal, ella juega bien ese rol. Ahora, somos de carácter distinto. Ella es más Piñera, yo soy más Morel.
-¿Cuál ha sido el momento más duro para Piñera?
-Lo vi muy tenso para las movilizaciones de 2011, porque generó mala onda en toda la gente. Cuando eso pasa se pone callado, más ensimismado, menos comunicador, mas introspectivo. En ese tiempo el aire estaba pesadito, denso, había mala onda. Hoy hay un ambiente más positivo. Si este gobierno hubiera durado seis años, se podría haber reflejado en los avances.
-Algunos han señalado que quiere volver a gobernar…
-Nunca se lo he escuchado. Ha sido feliz siendo presidente, pero el costo es alto: varias veces lo ha pasado mal y se ha perdido etapas familiares importantes.
-¿Le ayuda en la vida ser hija de quien es?
-No. Uno tiene que romper una muralla de prejuicios: demostrar siempre que uno está donde está por sus propios méritos. La gente tiene muchas fantasías sobre la vida que llevamos. Y la verdad es que mi vida es mucho más normal de lo que la gente cree.