Bárbara Figueroa tuvo una clase exprés de liderazgo cuando entró por primera vez a una sala de clases como profesora de Filosofía. Tenía 20 años de edad, aún estudiaba en la universidad, y empezó a enseñar en un colegio de adultos. “Yo era muy joven, bien hippie, y todos mis alumnos eran mucho mayores que yo”, recuerda. “Ahí aprendí cómo uno va construyendo su autoridad, convenciendo poco a poco. No la impones sólo por el hecho de ser profesor”.
La misma filosofía debió aplicar trece años más tarde, cuando, para sorpresa general, esta dirigenta comunista del Colegio de Profesores ganó las elecciones de la CUT y se convirtió en la primera presidenta de la multisindical más importante de Chile. Con apenas 33 años (acaba de cumplir los 34), pasó a ser la líder de dirigentes que ya estaban en la lucha sindical cuando ella aún no había nacido.
8 meses después de su victoria, Figueroa afronta sus pruebas de fuego: la marcha del 1 de mayo y el llamado a un paro nacional para el 11 de julio.
-¿Le han dicho cosas como: “Yo tengo más experiencia que tú, yo estuve en la lucha contra la dictadura y tú no”?
-Eso es parte de lo que vives en las organizaciones sindicales. En el Colegio de Profesores yo eso ya lo viví, más incluso de lo que lo he visto acá. Yo lo he vivido en otros espacios, hay ciertos estilos donde ese tipo de comentarios pesan.
-No sólo es joven, además es mujer. ¿Es machista el mundo sindical?
-Sin duda que responde a una lógica de cierto machismo, hay una cierta cultura muy dada al chiste, a la talla de doble sentido, tienen ese tono.
Bárbara Figueroa se ríe en la espaciosa oficina de la Presidencia de la CUT. Habla fuerte y rápido, sin vacilaciones. Una flor de género le da el toque femenino a su escritorio, y junto a él un cenicero revela la tensión que conlleva su esfuerzo por validarse al frente de la CUT y reorientar una organización que ha perdido gran parte de su influencia y prestigio. “Estoy fumando más que antes”, reconoce, mientras juega con la cajetilla de cigarrillos aún cerrada que acaba de encargar, junto a una botella de agua mineral. “No es bueno fumar… el tabaco te destruye hasta matarte…”, cita de memoria la advertencia en la cajetilla. Claro que gran parte de la entrevista, Bárbara Figueroa la afrontará sin abrirla. Sólo cuando aparezcan dos nombres necesitará prender un cigarrillo. El primero será el de Arturo Martínez. El segundo, el de Michelle Bachelet.
Sin tabaco: La nueva CUT
Por ahora no hay cigarrillos. Bárbara Figueroa viene feliz, llegando de la marcha del agua. “Estuvo bueno, estuvimos ahí marchando con los viejos”, dice, refiriéndose a sus colegas sindicalistas.
-Su primer gran desafío para relanzar la CUT es el 1 de mayo. ¿Habrá algo distinto a años anteriores?
-Queremos hacer una apuesta por la masividad, creemos que la posibilidad de que la agenda de los trabajadores cobre valor, cobre visibilidad en un año electoral, tiene que ver mucho con cuánta ropa le pongamos, y eso es cuánta calle le puedes poner. Por lo tanto, la apuesta principal es la masividad.
-¿Qué significa eso? ¿Cuánta gente en la calle?
-No me comprometo con cifras, también hay elementos de calidad en las movilizaciones. En las marchas por la educación lo que uno ve es mucha cantidad de gente, pero también mucha transversalidad, muchos actores reunidos, que le dan un valor distinto a una movilización. Yo apuesto por un primero de mayo de esas características: muy convergente, muy amplio, muy unitario, donde todos tengan cabida.
-¿Espera que haya familias, estudiantes?
-Sí. Y es más: yo no soy de las que creen que las movilizaciones sociales tienen que ser sólo con actores sociales, y que los partidos políticos no puedan ir. El espacio ciudadano es para todos.
-Pero la última vez que aparecieron dirigentes de la Concertación para un 1 de mayo no les fue muy bien…
-Eso ya no tiene que ver con uno, hay gente que siente que tiene que pasarles la cuenta a cada rato.
-¿Pero le gustaría ver a parlamentarios de la Concertación marchando? ¿A los presidentes de partidos?
-Más allá de lo que a mí me gustaría, yo creo que una organización nunca puede decir “esta movilización es sólo de nosotros”. Eso es no entender. Una gran mayoría de los dirigentes, y yo misma, somos militantes. Quién soy yo como presidenta de la CUT para decir usted sí y usted no, esos son ejercicios intolerantes, que no corresponden si queremos construir una democracia sana.
-¿Debería haber candidatos presidenciales marchando el 1 de mayo?
-Yo no sé si ellos estarían dispuestos…
-¿Pero desde el punto de vista de la CUT, sería bueno que estuvieran, sí o no?
-Lo que me gustaría es que todos aquellos que sientan que los planteamientos que estamos haciendo son justos, lo reconozcan no sólo en el discurso, sino también en esas acciones, de acompañarnos. Lo que menos debemos hacer es aislarnos. No es nuestra voz la que va a decir quiénes pueden estar y quiénes no. Podemos debatir eternamente sobre quién es bueno y quién es malo. Pero escudarnos tanto en esos debates de principios termina atrincherándonos, más que permitiéndonos avanzar.
En los últimos días la CUT dobló la apuesta. Y decidió convocar a un paro nacional para el 11 de julio. Es el sexto desde la vuelta a la democracia y el primero desde agosto de 2011, cuando aprovechó el momento más álgido de la protesta estudiantil.
-¿Para qué sirve un paro nacional, qué ganan los trabajadores?
-No sé si se puede hablar de una ganancia. Lo que sí podemos decir es que una movilización nacional ayuda a mantener este camino. La CUT ha hecho una definición: aquí hay un gran flagelo que es la desigualdad, y se expresa en diversos frentes: educación, salud, vivienda… Y el origen de la desigualdad está en el mundo del trabajo, en las trabas para efectuar negociaciones colectivas, tener más poder como sindicatos y así participar de manera justa en las ganancias que se generan en una empresa. Eso queremos demostrar.
-Un paro nacional es una demostración de fuerza…
-Exactamente.
-Hacia quién es esa demostración: ¿hacia el gobierno o hacia Michelle Bachelet?
(El nombre de Bachelet aparece por primera vez en la entrevista. Y por primera vez, la presidenta de la CUT hace una larga pausa antes de contestar).
-Es hacia ambos, porque nosotros estamos preocupados de cómo incidimos en las plataformas y los contenidos de los candidatos, pero aquí hay una administración que está cerrando su gobierno, hay que evaluarlo, y nuestra evaluación no es positiva.
-Pero este gobierno ha logrado cifras récord de empleo, ¿no es eso algo que el sindicalismo debería celebrar?
-Creció el empleo, sí, pero no es un empleo de calidad. Hubo una promesa de campaña: el término del multirrut, eso está en el programa de Sebastián Piñera, y no se ha cumplido en el Congreso. Eso hay que evaluarlo y criticarlo, y es una pequeñez decir que por eso el paro es político: los paros siempre son políticos.
-¿Cómo se imagina el 11 de julio?
-Espero que ése sea el día en que se reconozca a los trabajadores como un gran actor social, responsable, capaz de establecer diálogo. Nosotros siempre vamos a estar disponibles para dialogar con el gobierno, es el abecé de la dirigencia, yo no puedo restarme de conversar con alguien. Pero el diálogo no puede ir solo; la potencia de la calle es necesaria, y espero que el 11 de julio se reconozca a un movimiento sindical a la altura de los desafíos, sin populismo, sin panfletos, nosotros no estamos en ese rol hoy día. También vamos a demostrar que somos agentes de convergencia.
-El paro de agosto de 2011 fue traumático, hubo grandes movilizaciones, pero también violencia y un muerto. ¿Vale la pena?
- Oye, yo sé lo que cuesta un día de paro, sé lo difícil que es para un trabajador asumir un día de huelga, significa menos sueldo, posibilidad de sumario, de despido. El problema es en qué momento esos obstáculos los transformamos en una oportunidad, hoy creo que ha llegado ese momento en Chile. Ésta es una demostración de fuerza, pero no en el sentido de ser violento, tomarte las calles y dejar la embarrada. No es eso. Es el ejercicio de decir “somos una fuerza, somos una potencia”.
El primer cigarrillo: Arturo Martínez
-La CUT perdió poder de convocatoria en estos 20 años. ¿Al final, los estudiantes les hicieron la pega?
-Yo creo que son tiempos distintos. No estaríamos donde estamos hoy si no fuera por la fuerza de los estudiantes. No puedo sentir menos que orgullo por lo que se ha hecho en las calles de Chile, por lo que han hecho los chiquillos, aunque hay cierta injusticia cuando se dice que lo han hecho sólo ellos: los profesores también han tenido un rol fundamental.
-¿Con qué se encontró al llegar a la CUT? Da la impresión de que nunca había sido tan débil, tan poco relevante en el debate nacional…
-Ésta era una CUT que en vez de salir hacia fuera tenía todo su despliegue hacia adentro, en las rencillas particulares.
-¿Los doce años de Arturo Martínez al frente de la CUT debilitaron el sindicalismo en Chile?
(Bárbara Figueroa hace una pausa para abrir la cajetilla y sacar el primer cigarrillo. Lo enciende y tras una bocanada, comienza a hablar de su rival y actual secretario general en la central).
-Era importante un proceso de renovación no sólo de generación, sino de plataforma. Lo que nosotros propusimos para la central, creo que hasta en términos estéticos se expresaba de mejor forma. La posibilidad de avanzar hacia un nuevo repunte de la central era retomar su tradición histórica, más allá de los tres o cuatro últimos años de Arturo. Eso es lo que había que recuperar, no tomar el último período (de Martínez) y a partir de él construir el sindicalismo hacia delante.
-¿Cómo una presidenta novata, trabaja con un secretario general que conoce cada uno de los mecanismos de poder? ¿Ha atornillado al revés?
-Hay legítimas y necesarias tensiones que se han vivido, porque somos liderazgos distintos, con tradiciones y formaciones diferentes, por una cuestión generacional, porque tenemos estilos distintos. Hemos visto tensiones naturales, aprensiones propias de instalar una nueva conducción, que se sentían y se notaban en la central cuando tú transitabas…
-¿Y hoy?
-Hoy día, que el gobierno adelantara el debate del salario mínimo, en una coyuntura muy intensa, ha tendido a solidificar la unidad más que tensionarnos. Quisieron medirnos y nosotros respondimos con unidad.
El segundo cigarrillo: Michelle Bachelet
El paro nacional de la CUT impulsará tres demandas principales: reforma tributaria, nuevo sistema de pensiones y reforma laboral. Y ocurrirá once días después de las primarias. La fecha no es coincidencia: “Espero que los candidatos asuman nuestras demandas. Hemos escuchado eslóganes. Pero los tiempos actuales demandan mucho más que un eslogan para poder asirse a un candidato”.
-Me imagino que eso de los eslóganes es una alusión a Bachelet. ¿Ella es una aliada o un obstáculo para las transformaciones que propone la CUT?
(Bárbara Figueroa se detiene, piensa algunos segundos y enciende su segundo y último cigarrillo de la entrevista).
-Hasta ahora Michelle Bachelet no ha tenido ningún pronunciamiento sobre el tema laboral, por lo tanto, es una incertidumbre. No sé. No sé qué vaya a pasar con ella. Hasta ahora no hay equipos para reformas laborales, ni hay pronunciamiento.
-¿Por quién vota?
-Sin duda yo voy a respetar la definición de mi partido, como militante responsable que soy.
-A estas alturas, la única duda parece ser si el Partido Comunista apoyará a Bachelet antes o después de las primarias. ¿Se sentirá cómoda votando por ella?
-En política yo he aprendido que una tiene que hacer procesos, más que por la comodidad personal, por el bien colectivo, y yo voy a estar donde los trabajadores tengan más posibilidad de avanzar.
-¿Eso significa también estar dispuesta a hacer campaña por Bachelet?
-Eso hay que evaluarlo, porque hasta hoy no es necesario. Bachelet tiene un respaldo que no requiere otras figuras que la acompañen. Pero uno no sabe lo que va a pasar en campaña, cuando el tiempo se venga más duro. Como CUT, la central va a mantener autonomía de los gobiernos, nosotros somos contraparte de los gobiernos, y eso es una cuestión clave.
-La CUT fue parte de un gobierno, el de la UP. ¿Podría ocurrir de nuevo?
-Estamos hablando de un gobierno distinto, que era de los trabajadores. Siento que éste no es el tiempo, no vamos a estar frente a un gobierno que sea el representante de los intereses de los trabajadores.
-¿Aunque esté el PC y sea su gobierno?
-No necesariamente el PC va a ser parte de ese gobierno, una cosa es apoyar con el voto y otra es ser parte de ese gobierno. Lo que yo sí tengo claro es que no estamos en Chile frente a un gobierno que vaya a ser representante de la clase trabajadora. Lo que vamos a tener es una definición muy clara: tendremos o un gobierno que profundice la democracia y por lo tanto entre en tensión con el modelo de mercado, o una alternativa oficialista que mantiene, en la medida de lo posible, con más regulaciones, la política de mercado. Vamos a ver una disputa ya no de alternancia de gobierno, sino que de alternativas de gobierno: unos están por mantener lo que hay, y otros dirán no, esto ya no puede seguir así. Creo que es uno de los momentos más importantes que el país ha enfrentado, y que eso es gracias a las movilizaciones sociales. La agitación social va a pesar mucho en los programas, por eso los candidatos todos están hablando hoy de educación.
-Y si el PC le pidiera tomar un cargo en ese gobierno, ¿aceptaría?
-No. No me parece que corresponda. Todavía tenemos que hacer mucho trabajo en el movimiento sindical, en elevarlo a su mayor potencial. En el futuro puede ser. El mundo político y el mundo social es uno, no son dos. En la realidad uno no se divide. No es que haya dos Bárbaras transitando por la calle. Está la Bárbara que es militante del PC y es presidenta de la CUT. Lo que mi partido puede lograr y avanzar, corriendo el cerco de lo que la Concertación debatió por 20 años, es muy importante. Por eso comparto plenamente lo que mi partido está haciendo. No creo que estemos traicionando nuestros principios, porque hay convicción detrás de lo que estamos haciendo.
-¿Le gustaría hacer eso desde el gobierno, con ministros comunistas?
-No creo que ése sea el camino, pero tampoco se le puede negar al PC. Por principios, un partido revolucionario no puede restarse. Lo que el partido tiene que hacer es avanzar lo más que pueda. Esto no es una traición. Avanzamos porque ganamos posiciones, no porque nos despercudamos de lo que tenemos. Y si eso significa que los que somos hoy día dirigentes tenemos que asumir cargos en los gobiernos, creo que no, creo que todavía no es el tiempo para eso.
"La agitación social va a pesar mucho en los programas"
"Lo que mi partido (PC) puede lograr y avanzar, corriendo el cerco de lo que la Concertación debatió por 20 años, es muy importante. Por eso comparto plenamente lo que mi partido está haciendo. No creo que estemos traicionando nuestros principios, porque hay convicción detrás de lo que estamos haciendo"