Era el lunes 29 de abril en la noche, y Pablo Longueira recibió una llamada de Andrés Chadwick. Horas antes la UDI lo había proclamado como su candidato presidencial en vez de Laurence Golborne. El ministro del Interior felicitó alegremente a su amigo. Pero le dio también un mensaje político: le dijo que aunque sabía de su posición histórica de llegar hasta primera vuelta para el gobierno era vital que hubiera primarias, porque si no sólo serían usadas por la Concertación. Al día siguiente, Longueira oficializó en la UDI su decisión de medirse el 30 de junio contra Andrés Allamand, para lo que jugaron un rol clave las gestiones de Chadwick.
Reconocido en La Moneda como el hombre que maneja los tiempos políticos del gobierno incluso desde que arribó a la vocería, el ministro consolidó durante los últimos tres años su poder en el oficialismo. Reconocido como “la voz de Piñera en los partidos”, en los pasillos del palacio sus amigos y colaboradores bromean entonando la melodía de El Padrino a su paso. Una velada alusión a su fuerte influencia que causa risas en el ministro.
El mismo sello del manejo político que catapultó a Chadwick jugó en contra de Rodrigo Hinzpeter. En 2010 arribó con plenos poderes a Interior y una intención declarada de reeditar con Piñera la emblemática dupla de Manuel Montt y Antonio Varas. Pero sus continuos roces con los partidos lo condenaron a una salida honrosa, el Ministerio de Defensa. Aunque en el entorno de Piñera y Hinzpeter recalcan que ambos siguen hablando frecuentemente y que el ministro mantiene su influencia, en el palacio no hay dudas a la hora de diagnosticar el panorama actual: “Si hoy se quiere conseguir algo con Piñera, la única forma es a través de Chadwick”.
EL CAMBIO DE EJE
La complicidad de Chadwick y Piñera va más allá del hecho de ser primos. “Ya llegará mi momento”, decía el entonces senador a su entorno a mediados de 2010. Varios lo habían mencionado como una carta para un ministerio: fue parte del equipo estratégico de la campaña de Piñera, junto a otros senadores como Allamand y Longueira. Ambos habían reclamado por no ser considerados. Chadwick se mantenía en silencio, pero expectante.
La dupla que mandaba en La Moneda era la de Hinzpeter y María Luisa Brahm, quienes tenían línea directa con Piñera. En el caso del jefe de gabinete, las aspiraciones apuntaban a fortalecer su influencia en RN, e incluso en una eventual carrera presidencial como “delfín” del mandatario. Pero las críticas empezaron pronto. Desde la propia Alianza le recriminaban un escaso manejo político; incluso, en junio de 2010 Hinzpeter se enfrentó a la UDI al plantear su tesis de la “nueva derecha”, una idea para refundar el sector que fracasó y no logró mayor vigencia.
En tanto, Chadwick mantenía influencia. Piñera lo invitó a varios de sus viajes oficiales y era uno de los miembros habituales en las reuniones de los fines de semana en Cerro Castillo. En privado, su diagnóstico era que existía falta de conducción del gobierno y que los partidos sufrían los efectos de un sistema en que los parlamentarios ganaban cada vez más poder a las directivas. Algo para lo que no había una respuesta sino el orden interno.
En Palacio marcan un día como el del “punto de quiebre” del liderazgo político: el 18 de julio de 2011, cuando Chadwick llegó a la vocería de gobierno. En medio de la “revolución pingüina”, la salida de Joaquín Lavín de Educación fue vista en la Alianza y en el propio gobierno como una señal de que existían deficiencias políticas. Aunque Hinzpeter se mantuvo en Interior, el arribo del senador UDI modificó la estructura de poder.
Con Hinzpeter centrado en la agenda de seguridad ciudadana y bajo fuego cruzado político, el vocero aprovechó su trayectoria para tender puentes al interior de la coalición oficialista y con la Concertación. Para muchos, el cambio de gabinete del 5 de noviembre de 2012, cuando llegó a Interior, fue sólo el reflejo de lo que ocurría informalmente: en los meses previos, él fue quien llevó las conversaciones entre los partidos y los ministros que podían dejar su puesto para postular al Parlamento, y fue el hombre con que Piñera selló tanto la salida de Allamand y Golborne como el rebaraje del equipo ministerial.
TODO ES POLÍTICA
El giro fue drástico: al día siguiente del cambio de gabinete y a primera hora, los equipos de Chadwick llegaron a instalarse a Interior, mientras aún seguían empacadas las cosas que Hinzpeter se llevaría a Defensa. La escena -que molestó en el entorno del segundo- refleja la urgencia con que el ex senador llegó a hacerse cargo del nuevo puesto.
Chadwick mantenía un diagnóstico crítico de la gestión política del gobierno al llegar a Interior. Para él, una de las claves era tener una relación fluida con las colectividades, algo que Hinzpeter no logró. Por eso, una de sus primeras medidas fue oficializar una segunda reunión semanal con RN y la UDI. Además del comité político de los lunes, creó una nueva instancia los viernes, pero sin los jefes de bancada. El objetivo era crear una interacción directa en un año crítico para el gobierno, y poder monitorear las plantillas parlamentarias y las candidaturas. La medida ayudó a disminuir las críticas de falta de coordinación hechas a La Moneda por los partidos oficialistas.
Su gestión también ha tenido puntos negros. Los dos más relevantes fueron la muerte del matrimonio Luchsinger en un atentado incendiario en La Araucanía y la destitución de Harald Beyer de Educación, donde La Moneda no consiguió los votos faltantes para salvar al ministro.
Pero el poder de Chadwick quedó en evidencia hace tres semanas, con el cambio de Golborne por Longueira como candidato de la UDI. Su participación en los diálogos que sellaron la salida del primero reflejó además otro elemento del que él se vanagloria: el estar encima de las situaciones internas de los partidos.
Hoy pocos disputan que Chadwick vive su momento de mayor poder. En especial considerando que tiene una relación privilegiada con los candidatos. Para muchos, en eso ha sido clave que el ministro nunca haya pretendido una carrera presidencial propia, un factor que tensionaba los vínculos de los hoy abanderados con Hinzpeter.
Más allá de la prescindencia legal, el ministro ya avisó que el gobierno “no será neutral” en las presidenciales. Por eso, en La Moneda dicen que su rol se acentuará al día siguiente de las primarias. Algunos incluso piensan una escena: Chadwick recibiendo al ganador y perdedor de la primaria de la Alianza, en un gesto que dé el inicio a una campaña unitaria.