Por Juan Pablo Sallaberry Julio 4, 2013

"La constituyente italiana surge después de la segunda guerra, la boliviana cuando entra el movimiento indígena al sistema, las reformas en Sudáfrica vienen cuando muere el apartheid. Chile no está en una situación de catástrofe que amerite la generación de una asamblea constituyente"

La tarde del domingo se vio al sociólogo Ernesto Ottone esperando el resultado de las elecciones primarias en el Hotel Plaza San Francisco donde se instaló el comando de Michelle Bachelet. Y aunque el lobby del recinto estaba repleto de figuras  del bacheletismo que se colgaron al cuello la credencial azul que tenían los invitados, él fue una de las contadas personas que recibieron el tarjetón rojo que le permitía subir directamente al segundo piso a compartir con la candidata. Una muestra más de su cercanía con la ex presidenta, que cultivó desde que ella era ministra y él jefe del Segundo Piso del gobierno de Ricardo Lagos.

-¿Cómo se explica usted la alta votación de Michelle Bachelet y con tanta participación? ¿Qué está haciendo bien?

-Yo creo que Michelle Bachelet combina dos cosas muy importantes: primero, un talento, una capacidad natural de relacionarse con la gente, que ve en ella credibilidad y confianza. Y segundo, no es una mujer que oculta sus ideas, porque alguien podría decir que es una figura sólo carismática y ponerle nombres místicos, religiosos, siempre hay una sociología dispuesta a eso, pero no. Es alguien que tiene ideas, que señala propuestas fuertes de cambios, pero al mismo tiempo lo hace con serenidad, no lo hace peleando, entonces ello produce una combinación muy potente.

-¿Su misión ahora es salir a buscar los votos de centro?

-Ella ya tiene votos de centro. En ese millón y medio de votos hay votos de centro. Pero yo no creo en la existencia autónoma de un centro “para sí”, como diría el viejo Marx, lo que creo es que hay gente moderada que tiene definiciones más de izquierda y otras, más de derecha, la gente cuando dice que es de centro es para decir que no es extremista, es sobre todo una ubicación geométrica, no es un espacio ideológico, salvo para una pequeña elite política. Aquí hay un centro fantasmagórico, donde todos buscan votos, lo que están buscando son los votos de las personas que no tienen definiciones marcadas o son apolíticas y vitrinean qué candidato los identifica, buscar un centro constituido no es muy distinto a buscar un unicornio, y quien busca ese unicornio se va a equivocar.

-¿Es un error estratégico apostar al centro?

-Los que apuestan a un centro organizado no están mirando bien la sociedad.

-¿Claudio Orrego por poner un nombre?

-Claudio fue un candidato notable, pero probablemente no vio eso con claridad. Pero son el tipo de cosas que hay que repensar, que muestran la no existencia de ese centro. Acá lo que hay son personas moderadas que se sienten muy cómodas con un candidato de centroizquierda, siempre que éste no les proponga un asalto al Palacio de Invierno.

-¿Y en esa línea, en esta segunda etapa Bachelet debería mantener o moderar su discurso, porque ella habla de reformas profundas, no de “reformitas”, dice?

-Ella ha hablado de reformas profundas, pero no ha hablado de revolución, no ha hablado de hacer explotar al país. ¡Por favor! de las cosas que habla Bachelet, reforma tributaria, reforma educativa, reforma al sistema político y una nueva Constitución, son cosas que existen en todo Occidente. Son cosas que existen en países con economías de mercado, pero con mayores niveles de igualdad y con democracias más inclusivas, como la de los países nórdicos.

-Pero para incluir en su campaña, por ejemplo, a los sectores liberales que votaron por Andrés Velasco, ¿debería ceder en algunas materias?

-Seamos claros, aquí hubo una elección y en esa elección Bachelet sacó el 73%, Velasco sacó el 13%. Entonces, pongamos las cosas en su nivel. Bien por la votación de Velasco, pero no convirtamos un torrente en un océano. Por lo tanto, lo que va a tener que pasar ahora es que naturalmente las sensibilidades que compitieron y no triunfaron se incorporarán con sus propuestas. Habrá que ver cuáles de esos elementos se conjugan, enriquecen y dialogan, pero sin perder de vista que hay una ganadora que es Michelle Bachelet.

-La complejidad es que Velasco planteaba reformas bastante más acotadas y graduales…

-Hay que diferenciar la profundidad de las reformas y su temporalidad. Hay que comprender que si ella gobierna, esas propuestas se tienen que transformar en políticas públicas. Y en mi experiencia, cuando haces una propuesta y la transformas en política pública ahí tienes que afinar la puntería y priorizar.

NO A LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

-Bachelet propone una nueva Constitución. Pero el gobierno de Lagos modificó la Constitución del 80, e incluso le puso su firma. ¿Eso no fue suficiente? 

-Por supuesto que no fue suficiente. Pero era indispensable y hay que ver su valor en ese contexto histórico. Lo de la nueva firma tiene un valor simbólico de sacar la firma de Pinochet, lo que era bastante indigno para una democracia. El país del año 2000 era muy diferente. Cuando nosotros llegamos al gobierno había censura cinematográfica, pena de muerte, los comandantes en jefe se podían quedar en contra de la opinión del presidente, había senadores designados… podría seguir. La república democrática estaba en construcción. Avanzamos hasta donde pudimos, pero no significa creer que esa Constitución era perfecta.

-El comando de Bachelet no ha cerrado del todo la posibilidad de una asamblea constituyente. ¿Le parece que es el mecanismo adecuado para cambiar la Constitución?

-Entrego mi opinión personal: Yo creo que es necesario hacer cambios en la Constitución, porque tiene una carga ideológica conservadora y muchos cerrojos. Pero no se trata de salir de una Constitución ideológica para entrar en otra. Se trata de que pueda representar a todos los chilenos.  Ahora, la forma cómo se haga, creo que tiene que ser hecha a través de mecanismos institucionales. La asamblea constituyente normalmente se realiza cuando los países vienen de una catástrofe o están en un período fundacional, la constituyente italiana surge después de la Segunda Guerra, la constituyente boliviana se realiza cuando entra el movimiento indígena que estaba fuera del sistema político, las reformas en Sudáfrica vienen cuando muere el apartheid. Yo no creo que Chile esté en una situación de catástrofe que amerite la generación de una asamblea constituyente y dedicar siete meses a discutir y paralizar el país.

-¿Qué dice la candidata sobre la asamblea constituyente?

-Eso hay que preguntárselo a la candidata. Lo que ha planteado con claridad es que esto se dará por vía institucional y con elementos de participación. 

-¿Qué le pareció la alta participación en primarias, usted dijo que fue un triunfo de la democracia representativa?

-Así es. Estos tres millones tienen un valor enorme porque en Chile hay muchas críticas a la política y los políticos, sin embargo se demostró que hay apego al acto electoral, que es la base de la democracia.

-¿Y las protestas y tomas de secundarios que se oponían a las primarias?

-Hay que diferenciar la legitimidad que tiene la expresión y la participación del movimiento social y la actitud de grupos que muestran arrogancia y un desprecio a la democracia que tanto nos costó reconstruir. Este fenómeno es global y lo analizamos ahora que estuve en París, donde hubo un coloquio sobre el pensamiento global y uno de los temas que surgieron fue el de la primavera árabe, de los indignados en Europa, de Wall Street -después vendrían Brasil y Turquía-, que si bien tienen orígenes distintos, en todos estos procesos hay un fenómeno en el cual a los instrumentos de la democracia clásica aparecen tensionados por la globalización, la cual agrega nuevos instrumentos, de comunicación,  de democracia continua. Antes tu elegías y en cuatro años o seis se juzgaba el resultado, hoy día la gente opina de inmediato. A mi modo de ver, el problema es cómo incorporar estas nuevas expresiones democráticas y conjugarlas con los mecanismos de la democracia clásica.

-¿Cuáles son los riesgos del asambleísmo?

-Si se piensa en esto como un reemplazo de la democracia representativa es muy peligroso, porque puede terminar generando una restricción del espacio democrático. Porque en el asambleísmo deciden los que están en la asamblea y dentro de ella puede darse que decidan los que hablan más fuerte. Puede ser caldo para populismos, para formas de autoritarismo.

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