No dejó de sorprender la escasa votación del candidato presidencial de la DC Claudio Orrego en las recientes primarias. Su partido, cuyos alcaldes gobiernan al 20% de los chilenos, con un grupo de diputados que representa al 14% del electorado, y que ostenta la bancada de senadores más grande, simplemente no se la jugó por su candidato. La evidencia es irrefutable. En la Cuarta Región, por ejemplo, la DC tiene al alcalde de Coquimbo, al diputado por el distrito 8 y a uno de los senadores más votados. Sin embargo, Orrego remató penúltimo, con casi el 5,6%. Otra muestra es lo que sucedió en la Séptima Región. Ahí el PDC no sólo tiene al alcalde de una de las comunas más grandes (Curicó), sino también a dos diputados y dos senadores. No obstante, su votación estuvo por debajo del 6%. En ambas regiones cedió ante Velasco, un candidato sin partido.
El gráfico muestra lo falaz que es el argumento de algunos personeros del PDC respecto a que el voto del partido se fue hacia Bachelet y que el liderazgo de la candidata fue más que la capacidad movilizadora de la falange. Al comparar el desempeño de Orrego y de Velasco según circunscripción senatorial, el candidato del PDC perdió en casi todas, incluyendo aquellas con senador del partido (exceptuando la de Patricio Walker donde Orrego estuvo, no obstante, por debajo de su promedio nacional). En consecuencia, si bien es cierto que el liderazgo de Bachelet fue incontrarrestable para Orrego, su derrota frente a Velasco sólo se explica por el escaso compromiso de los representantes del partido. El argumento de los dirigentes sería válido si Orrego hubiese llegado segundo.
Otro argumento para explicar la derrota de Orrego es que Velasco cautivó a votantes de derecha, lo que en definitiva le aseguró el segundo lugar. En realidad, esto también funciona para Orrego, que obtuvo un desempeño superior a su promedio en comunas como Las Condes, Vitacura y Providencia. Por tanto, ambos candidatos tuvieron bases electorales similares aunque con distintas magnitudes de votación. Esto hace que los argumentos entregados por los dirigentes del PDC no estén a tono con la crudeza de los datos.
La situación es más dramática aún al llevar estas cifras a un total nacional, es decir, al calcular el voto de Orrego de acuerdo al total de votos válidamente emitidos en ambas primarias. Sus 190 mil votos equivalen sólo al 6,4%. En la última elección de concejales el PDC obtuvo casi el 15,5%, con más de 800 mil votos. En otras palabras, el PDC movilizó a favor de Orrego sólo a uno de cada cuatro votantes del partido.
¿Qué sucedió entonces? La evidencia es contundente. Es muy claro que la elite parlamentaria y de alcaldes del PDC no respaldó a su propio candidato. Basta con mirar el promedio que obtuvo Orrego en las comunas gobernadas por alcaldes de su partido. En ellas su promedio de votación fue del 11%, cifra levemente superior a su promedio nacional, pero que no es en absoluto una prueba de movilización electoral por parte de los alcaldes del partido. Incluso, en estas comunas fue superado por Velasco. Es más: la votación que obtuvo el PDC en 2012 para alcaldes y concejales no está correlacionada positivamente con el voto de Orrego. Por último, en aquellas comunas donde el PDC no tiene concejales la votación de Orrego fue de un 6,5%, mientras que en aquellas donde los concejales PDC eran tres o cuatro su votación creció en sólo dos puntos. Estas pruebas son suficientes para sostener la tesis del casi nulo compromiso del partido con su candidato.
Ante este escenario el centro, al menos por ahora, sencillamente se vació. No cabe duda que en la próxima elección los diputados y senadores de la Democracia Cristiana que van a la reelección movilizarán más gente en su favor. Ahí saldrán a la calle a pedir el voto moderado. Las fotos con Bachelet serán la tónica y con La Moneda casi en la mano olvidarán rápidamente la tragedia electoral de la noche del 30 de junio.
El PDC no parece entender la lección. Los partidos de centro, a diferencia de los partidos de izquierda o de derecha, necesitan reproducir liderazgos. Como el electorado de centro es diverso socioeconómica y culturalmente, entonces se requiere de distintos interlocutores. En los ’90, por ejemplo, el PDC tenía entre seis y siete líderes mencionados entre los políticos mejor valorados según la encuesta CEP. Hoy sólo tiene uno. El PDC olvida algo elemental para los partidos de centro: no basta con ser cercano programáticamente a los electores. Es decir, no basta con que el PDC tenga una posición intermedia en la escala izquierda-derecha, reflejando así las preferencias de los electores. Estos partidos requieren multiplicar liderazgos para aumentar no sólo la proximidad con los electores, sino que transmitir intensidad en sus propuestas.