Por Josefina Ríos Julio 4, 2013

Los votantes de centro juegan un rol clave. En el comando reconocen que, a diferencia de elecciones anteriores, deberán apuntar a varios nichos. “Los votos de Velasco y Orrego son muy diferentes entre sí. Y muchos votantes de centro tampoco se identifican con ellos”, dice un estratega del comando.

En el comando esperan que el gobierno se vuelque a apoyar a Longueira. El primer gesto está definido: en los próximos días habrá una reunión con ministros y subsecretarios. La idea es generar aportes para el programa final que reflejen las tareas pendientes y la proyección del gobierno a futuro.

Laurence Golborne estaba a unas horas de irse de vacaciones, pero la cita no podía esperar. El martes por la tarde, el ex candidato independiente llegó en completa reserva a una reunión con Joaquín Lavín, el generalísimo de la campaña de Pablo Longueira. En la reunión, el ex ministro de Desarrollo Social fue directo: le planteó a Golborne el deseo de que se incorpore en un rol protagónico en la campaña de cara a noviembre. El ex abanderado, de acuerdo a quienes conocieron la conversación, quedó de dar una respuesta en los próximos días.

No fueron las únicas gestiones de Lavín esa maratónica jornada del martes. En paralelo, contactó a Luciano Cruz-Coke, uno de los rostros de Evópoli, para sondear su disponibilidad para apoyar el despliegue del ahora candidato único del oficialismo. Ambas figuras, según reconocen en el comando, marcan las necesidades más urgentes de Longueira: apuntar hacia los votantes más despolitizados, que según los análisis de la UDI son los que no fueron a votar el domingo pasado.

El entorno de Longueira tomó esta semana sus primeras definiciones de cara a noviembre. Aunque la votación en las primarias de la Alianza superó todos los cálculos, el millón quinientos mil votos que obtuvo Michelle Bachelet disparó alertas en el sector. “Es un camino cuesta arriba”, reconoce un asesor del ex ministro de Economía.

Los votantes de centro juegan un rol clave. En el comando afirman que, a diferencia de elecciones anteriores, deberán apuntar a varios nichos. “Los votos de Velasco y Orrego son muy diferentes entre sí. Y muchos votantes de centro tampoco se identifican con ellos”, dice uno de los estrategas del equipo. Sin embargo, también matizan señalando que Longueira desarrolló una campaña orientada al electorado de derecha, y que ahora comenzará un tránsito hacia el centro, que incluye propuestas específicas para cada grupo.

LAVÍN Y UNA CAMPAÑA A LA DERECHA

En la UDI y el comando hay una sola mirada: Joaquín Lavín fue el hombre clave para el triunfo. Y uno de los secretos fue su lectura de que la primaria se ganaba apuntando a la derecha tradicional.

En mayo, cuando aún era ministro de Desarrollo Social, Lavín asistió una noche a una de las reuniones estratégicas de la campaña. Ahí, defendió que las primarias eran una elección de nicho y que debían concentrarse en los centros urbanos -Santiago, Valparaíso y Concepción- y sobre todo en las zonas con mayor electorado fiel.

Longueira fue de la idea de recorrer todas las regiones y tratar de hacer una campaña nacional, enfocado en el concepto de un Chile más justo. “Al principio se planteó una campaña sobre la naturaleza de Pablo, pensando en noviembre”, reconoce un asesor. “Eso fue un error”.

El despliegue inicial no fue bien evaluado. El desempeño de Longueira no conectaba con los sectores tradicionales de la UDI y las encuestas del gobierno mostraban una sostenida ventaja de Allamand. Al ingresar Lavín al comando, ordenó enfocarse en los electores de derecha: explicó que en Estados Unidos las primarias se ganan siendo el candidato más atractivo para los votantes del sector. En la UDI afirman que, entre militantes y simpatizantes, lograron “movilizar” a 150 mil personas para que votaran en la primaria. A eso se sumó que él personalmente coordinó el despliegue de gigantografías de Longueira con Piñera, la franja electoral e insistió en que el candidato hablara del “centro social”. “Fue una campaña pensando en el sector”, explica un cercano a Lavín.

El esquema dio frutos: Longueira repuntó en las dos semanas finales y cazó al abanderado RN. En el comando afirman que el sábado La Moneda manejaba una encuesta en que Allamand ganaba por sólo tres puntos, pero que no representaba el porcentaje de votación de Longueira en zonas como Santiago Oriente y Poniente.

Por eso, el ex candidato presidencial fue el objeto de felicitaciones el domingo pasado, cuando llegó a la sede de la UDI junto a Longueira. Y aunque su diseño fue elogiado, al día siguiente se levantaron las primeras dudas sobre cómo seguir hacia noviembre.


EL DEBATE SOBRE EL CENTRO SOCIAL

El análisis del comité político de la campaña el lunes por la tarde, apenas horas después del triunfo de Longueira, fue intenso. Más allá de la alegría por el resultado, en la cita se debatió con franqueza sobre el difícil escenario que enfrenta la candidatura de cara a las presidenciales. Y hubo críticas que advirtieron que, de no jugársela por completo, se sector arriesga una derrota de proporciones.

Mientras el senador Jovino Novoa cuestionó la falta de despliegue en varias comunas y distritos, Pablo Zalaquett, candidato por Santiago Poniente, planteó la necesidad de cambios estratégicos. En su intervención, apuntó a la debilidad del concepto del “centro social” como eslogan: explicó que si bien era un análisis que conecta bien con los sectores altos y medios, no basta para movilizar al electorado que requiere Longueira para noviembre, que es mayoritariamente de la clase media y sectores populares. Aunque nadie discute que la idea de “centro social” creada por Lavín le sirvió a Longueira para posicionarse frente a Allamand, encasillando al candidato RN en el área política y mostrándolo como poco conectado con los problemas de la gente, el debate sobre si se debe ocupar o no como concepto central en la nueva campaña está presente.

En el comando reivindican la vigencia de la idea. “Si funcionó bien, ¿para qué cambiarlo?”, afirma un senador. En cambio, hay quienes, como Zalaquett, defienden la idea de un nuevo concepto, más amplio e inclusivo. “Si sumas RN, la UDI y el centro social aún no alcanza para ganar a Bachelet. El centro social no es el cambio: se necesita un relato más humano”, dice un miembro de la directiva, en alusión al eslogan que catapultó a Lavín en 1999.

Con todo, el análisis llegó a un punto en común. Con datos en la mano, expertos del partido mostraron el lunes pasado a la directiva un gráfico que comparaba los resultados parlamentarios de cada coalición en 2009 y los de las primarias. Mientras la oposición retuvo el 75% de su votación, la Alianza sólo consiguió que volviera el 25%.

En la UDI afirman que el perfil del elector perdido es un votante “blando”, poco ideologizado, más bien conservador en cuanto a cambios y que duda si ir a votar o no en elecciones con sufragio voluntario. Por eso, se definió redoblar la preocupación en temas como salud, educación, infancia y transporte. “No es un público al que se puede convencer con propuestas políticas”, afirma un miembro del equipo de Longueira.

El análisis en el comando es que buena parte de esos votantes fueron convencidos en 2009 por las propuestas de Sebastián Piñera y que estarían dispuestos a evaluar un voto por Longueira.  Además, la mirada es que la elección demostró la existencia de otros dos grupos: el “centro liberal”, identificado con Andrés Velasco, y el mundo democratacristiano que no fue a votar por Bachelet.

Sin embargo, en la reunión del lunes también se planteó otro dato que preocupó a los presentes: en las primarias se repitió el fenómeno de las municipales, en que la oposición llevó más gente a votar que la Alianza. En la UDI  hay dos lecturas. La primera apunta a que el electorado que apoya al sector se está guardando de cara a las presidenciales, o que simplemente es más reacio a sufragar en un escenario de voto voluntario. “Lo segundo sería sumamente riesgoso, porque nos puede complicar hacia adelante”, comenta un miembro de la directiva.

En el comando de Longueira afirman que la elección presidencial tendrá en torno a ocho millones de votos. Por eso, hablan de cinco millones de votantes que no fueron el domingo pasado y a los que aún se puede convencer. La esperanza, dicen, es que gran parte del “voto duro” de Bachelet ya la haya apoyado el domingo y que la votación de otros candidatos, como Marco Enríquez-Ominami y Franco Parisi forzará sí o sí una segunda vuelta. Pese a eso, reconocen que tendrá el “efecto ganador” de su lado.

LA HERIDA ABIERTA

Las caras de molestia entre los dirigentes de la UDI que estaban en la sede el domingo eran evidentes. Eran las 21:20 y Pablo Longueira había llegado al mismo tiempo que Allamand daba el discurso en el que aceptaba su derrota. La frase que desató el malestar fue cuando el candidato de RN lamentó que “la diferencia se haya producido en Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea”. En la UDI afirman que la frase fue “un misil al corazón de la campaña de Longueira, que habla del mundo popular”.

Esta semana, el comando intentó bajar tensiones y hacer “control de daños”. Longueira visitó el martes a los senadores RN -cita en que Lily Pérez se restó de la foto final por sus diferencias con el candidato- y Lavín monitoreó las repercusiones de la publicación del enfrentamiento que Allamand tuvo con él la noche de la elección, con disculpas incluidas. En el entorno del candidato reconocen que en los próximos días la tensión se mantendrá por la negociación parlamentaria, pero la apuesta es rearmar el comando en las próximas dos semanas, con la idea de que esté completamente operativo a fines de julio. Uno de los puntos clave de la nueva etapa será el área programática. En la UDI recuerdan que Longueira ganó las primarias sin un programa de gobierno y que ello le permitirá flexibilidad para apuntar a distintos públicos. Lavín contactó esta semana a José Ramón Valente -ex jefe programático de Golborne- y a Luis Larraín, de Libertad y Desarrollo -donde Longueira expondrá en una cita privada el próximo miércoles-, para que se sumen. Además, se esperaba una conversación con Juan Carlos Jobet, del comando de Allamand, y se harán gestiones con Juan Andrés Fontaine. El plazo fijado para la presentación del programa es de 45 días. La idea es que éste haga gestos a los votantes de Orrego y Velasco.

Pero en el comando cuentan con un “as bajo la manga”: esperan que el gobierno se vuelque a apoyar a Longueira. El primer gesto fue definido esta semana. En los próximos días se hará una jornada de trabajo con ministros y subsecretarios “fuera del horario de trabajo”. La idea es que se generen aportes para el programa final que reflejen las tareas pendientes y la proyección del gobierno a futuro. “Hay que tratar de replicar la experiencia de Piñera”, explican en el comando. Incluso, una de las ideas que están en evaluación es incorporar a independientes y movimientos, para crear una coalición más amplia, al estilo de la Coalición por el Cambio de 2009. El nombre está en evaluación, pero ya hay una propuesta: Alianza Popular.

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