Es un mantra que se repite. Y dice así: “Las elecciones se ganan en el centro”. Según el discurso predominante, después de las primarias en que los candidatos buscan los extremos, en la elección general deben moverse hacia el centro. Es una sabiduría importada de las campañas estadounidenses (aunque con una década de retraso) y supuestamente testeada luego en nuestras criollas segundas vueltas.
Pero no. Eso de que las elecciones se ganan en el centro nunca fue tan cierto. Y ahora, con padrón abierto y voto voluntario, es menos cierto que nunca.
La lógica parece impecable a primera vista: los extremos votarán por el candidato más cercano, y serán los electores de centro los que desnivelen la balanza. Y en 1999 al parecer eso ocurrió. Ese año, Joaquín Lavín empató en la primera vuelta a Ricardo Lagos, robando a la Concertación una demografía en especial: las mujeres, donde sacó 200 mil votos de ventaja.
Para la segunda vuelta la Concertación aplicó terapia de emergencia: el discurso ideológico de “Crecer con Igualdad” fue desplazado por un aguado “Lagos Contigo”, y la DC Soledad Alvear asumió como generalísima con un electorado claro entre ceja y ceja: las mujeres moderadas de estratos populares.
El triunfo de Lagos en el balotaje volvió canónica la exégesis de que la elección se había ganado en el centro, recuperando a las mujeres que se habían fugado. Pero los números cuentan una historia distinta. Lagos ganó 300 mil votos entre la primera y la segunda vuelta. Casi exactamente los mismos que habían obtenido los candidatos a su izquierda: Gladys Marín, Tomás Hirsch y Sara Larraín reunieron 292 mil sufragios.
Entre las mujeres, Lagos ganó 150 mil votos. De nuevo, la cifra coincide casi matemáticamente con los 137 mil sufragios femeninos que habían sumado Marín, Hirsch y Larraín.
Si reiteramos el ejercicio en el voto femenino popular, las cifras se repiten. Entre las mujeres de Lo Espejo, la suma de los cuatro en primera vuelta fue de 18.478 votos. En segunda vuelta, Lagos obtuvo 18.594. En La Pintana, la votación combinada entre las mujeres fue de 17.417. En el balotaje, Lagos obtuvo 17.533.
Además, tanto en cada una de estas comunas como en el voto femenino nacional, Lavín creció entre la primera y la segunda vuelta. Por lo tanto, la tesis de que la campaña moderada “recuperó” votos de mujeres en comunas populares para Lagos no tiene sustento. La explicación de su triunfo parece estar en la capacidad para traspasar los votos de la izquierda, antes que en haber “rescatado” el centro.
LA CUOTA DE MERCADO
La tesis sobre la relevancia del centro también fue canónica en Estados Unidos. Hasta 2001, cuando un agudo analista republicano, Matthew Dowd, escribió un memo proponiendo abandonar el énfasis en el centro. “La prioridad debe ponerse en encontrar y movilizar a los que ya se identifican con los republicanos. Será más fácil expandir la cuota de mercado de Bush expandiendo su base, antes que buscando nuevos votantes en el centro”, explicaba.
Dowd convenció a su jefe, el célebre estratega Karl Rove, quien a su vez convenció al suyo, el presidente George Bush. El énfasis ya no se pondría en la “persuasión” (convencer a los indecisos en el centro político), sino en la “motivación” (movilizar a los simpatizantes de derecha).
Y vaya si lo fue. En 2004, Bush ganó la reelección pese a su alto rechazo entre los moderados. Dowd y Rove habían entendido que en un contexto de voto voluntario, movilizar a los simpatizantes es más eficiente que intentar capturar al centro.
Así ganó también Barack Obama en 2008 y 2012. Obama llevó a niveles récord la participación de afroamericanos, latinos y jóvenes, y sumó así millones de votos a sus filas.
LOS MILLONES DE BACHELET
Por cierto, el memo de Dowd no puede importarse mecánicamente a Chile. Por mucho que la que comienza vaya a ser la elección más ideologizada desde el plebiscito, la polarización en nuestro país aún es menor que en Estados Unidos.
Pero hay una gran similitud: en Chile ahora también tenemos voto voluntario.
En el primer ensayo (las municipales de 2012), la abstención fue el rival más peligroso. Josefa Errázuriz y Carolina Tohá ganaron porque fueron más eficientes en movilizar a sus partidarios. Cristián Labbé y Pablo Zalaquett no cayeron por haber perdido el centro, sino porque no motivaron a sus bases. Pese a la lección municipal, tras las primarias se vuelve a hablar del giro hacia el centro como el único camino para Michelle Bachelet y Pablo Longueira. De nuevo, los números ayudan poco a esa teoría. Los ex candidatos Velasco y Orrego sumaron apenas el 22% de los votos. El otro 78% estuvo a su izquierda (Bachelet y Gómez).
Para Bachelet, los 467 mil votos de Velasco y Orrego son valiosos, sin duda, pero mucho más lo es mantener movilizados al millón 600 mil electores que ya votaron por ella, o entusiasmar a los más de 2 millones que (si cruzamos estimaciones de participación en noviembre con intención de voto por Bachelet) adhieren a su candidatura y podrían votar en primera vuelta, pero no tuvieron la motivación suficiente para sufragar el domingo.
No sólo son más; también, ya hay camino avanzado con ellos. Por eso parece mucho más sensato centrar los esfuerzos programáticos, económicos y de agenda en esos millones de simpatizantes.
Es en la movilización de esos adherentes, dispuestos pero aún no entusiasmados, receptivos pero todavía no motivados, donde Bachelet realmente se juega la opción de ganar en primera vuelta.
Para Longueira, en cambio, el cálculo es más complejo. Deberá dilucidar si el fracaso de la Alianza en las primarias se debe a que movilizó peor a su gente, o a que tiene mucha menos gente que movilizar. Si la conclusión es la segunda, sí tendría sentido una estrategia mixta de búsqueda del centro, combinada con los incentivos necesarios para motivar a sus partidarios.
Para Bachelet, el mayor riesgo no es perder el centro. Tampoco ser sobrepasada por las campañas insurgentes de ME-O o Parisi. Su verdadero enemigo es la abstención. Como lo saben Bush y Josefa, Obama y Tohá, es ahí, en quienes deben resolver si quedarse en casa o no, donde están los millones de votos que decidirán la elección.