En ningún momento Piñera habló directamente con Carlos Larraín. Las relaciones del presidente con la directiva de su partido quedaron quebradas a tal punto que no los invitó al juramento del ministro del Trabajo.
Después de la bajada de Allamand, el celular de Lavín comenzó a sonar. Eran alcaldes y parlamentarios de RN que querían plegarse cuanto antes a Matthei. Entre ellos, Luis Plaza y Alberto Cardemil.
“Apoyen a Matthei si quieren, pero si necesitan financiamiento de campaña vayan a pedírselo a la UDI”. La tarde del martes un irritado Carlos Larraín lanzaba su última munición en la comisión política ampliada de RN para intentar impedir que respaldaran a la ex ministra del Trabajo como candidata presidencial. El presidente de RN es también el principal sostenedor económico de la colectividad y ésa es su manija de poder para lograr apoyos entre los militantes. Pero esta vez la amenaza no fue suficiente. La situación se hacía insostenible y hasta los más cercanos a Larraín ya le hacían ver que su jugada había fallado y que el bluf de insistir en una candidatura propia no estaba surtiendo efecto. La UDI había ganado la partida.
En sólo cuatro días Evelyn Matthei había logrado perfilarse como una candidata competitiva frente a Michelle Bachelet, contando con el respaldo transversal de su partido y de La Moneda, que hizo gestiones reservadas para convertirla en la candidata única de la Alianza. La apuesta de la directiva de la UDI de proclamarla de inmediato y presentarla con un fuerte despliegue mediático contrastaba con la indefinición de RN y Andrés Allamand, que se enredaron buscando un mecanismo que favoreciera al ex ministro de Defensa. La falta de respaldo interno y el temor de Allamand de arriesgarse a una nueva derrota lo hicieron declinar su candidatura y precipitaron a RN a levantar bandera blanca, pese a la insistencia de Larraín en el camino propio.
Si el timonel no quería a Matthei ni tampoco levantar otras cartas como los senadores Lily Pérez o Alberto Espina, no era precisamente por sus diferencias valóricas o políticas con ellos. Su rechazo es porque los identificaba como cercanos al presidente Sebastián Piñera, su mayor rival al interior del partido y con quien ha sostenido visibles diferencias durante el gobierno. “No voy a proclamar a Matthei, que es la candidata de Piñera, ni a Lily Pérez que es la segunda candidata de Piñera”, se le escuchó decir esta semana en los pasillos de RN.
En efecto, Piñera no ocultó ni en público ni en privado su favoritismo por la ex ministra. El jueves -un día después de la bajada de Pablo Longueira de la carrera producto de una severa depresión- fue el primer nombre que mencionó con elogios como posible reemplazante y durante el fin de semana facilitó su desembarco en la campaña. Por mail le aceptó la renuncia el sábado en la noche, permitiéndole iniciar de inmediato su despliegue y ganarle el quién vive a Allamand.
FIN DE SEMANA DE FURIA
El botón nuclear lo apretó el sábado a mediodía el presidente de la UDI, Patricio Melero. Aunque aún estaba en conversaciones con Larraín para lograr un candidato único de la Alianza, ese día la directiva proclamó a la ministra como la abanderada. Pese a que Matthei no tenía buenas relaciones con el partido y no es una figura histórica, tras el desconcierto y pesar por la precipitada salida de Longueira, el senador Jovino Novoa impulsó la decisión de no perder tiempo y cuadrarse cuanto antes detrás de la ex senadora, quien según focus groups internos era el mejor nombre para enfrentar a Bachelet.
A esa misma hora el teléfono de Carlos Larraín se colmaba de llamados de parlamentarios de RN que le exigían aclarar la situación de Allamand. El ex ministro había declarado esa mañana que sólo postularía en un marco de unidad y que no estaba dispuesto a ir a primera vuelta, dos condiciones consideradas imposibles de cumplir. El ex candidato ya estaba dudando. Al llegar de sus vacaciones en México la jornada anterior, venía sonriente y entusiasta. La crisis de Longueira le había abierto una inesperada nueva oportunidad de postular a La Moneda tras perder las elecciones primarias. Sin embargo en Santiago lo esperaban dos malas noticias: el veto de la UDI y, peor aún, la falta de cohesión interna en RN, en particular en la bancada de diputados y los sectores piñeristas, quienes creían que su nombre ya estaba gastado y le pasaban la cuenta por su actitud confrontacional con el presidente.
Larraín debió salir a aclarar que la opción de Allamand se mantenía. La guerra ya estaba desatada en la Alianza. Mientras en RN acusaban a la UDI de no respetar un compromiso y forzar los plazos adelantando su definición presidencial, en la colectividad de Melero señalaban que el ex ministro fue un mal perdedor y recordaban que Larraín los pasó a llevar -así como al gobierno- al lanzar un acuerdo con la Concertación para reformar el sistema binominal, lo que torpedeó la candidatura de Longueira. El conflicto se convirtió en un espectáculo de televisión, mientras la directiva UDI visitaba a Matthei en su casa y publicaba fotos de la cita en las redes sociales, en RN se reunían de urgencia en la sede de Antonio Varas y reclamaban por los medios en directo que el presidente de la UDI ni siquiera había tenido la deferencia de informarles oficialmente que ya tenían candidata.
En RN estaban descolocados y libraban su propia batalla interna. En una reacción inesperada, Larraín envió a la UDI numerosos nombres “de consenso” para evitar la candidatura de Matthei. Entre ellos, Luciano Cruz-Coke, Manuel José Ossandón e incluso udis como Joaquín Lavín, Hernán Larraín y Andrés Chadwick. Esto indignó a altos dirigentes, que le reprocharon que no había consultado los nombres con nadie y que eran un volador de luces. Entre otros, Alberto Espina comentaba lo riesgoso de que la UDI hubiera aceptado alguna de estas propuestas, que no contaban con la venia del partido. El senador, además, se enfrascó en una disputa pública con Larraín al proponer junto al diputado Nicolás Monckeberg una convención ampliada para elegir al candidato de la Alianza. Un mecanismo que fue rápidamente recogido por la UDI, pero que Larraín desechó por estimar que era una victoria segura para Matthei, quien contaba con todos los votos de su partido más un importante caudal en RN, donde militó hasta 1993.
Mientras los ánimos ardían, Matthei tomó su primera decisión clave. Reclutó a Joaquín Lavín como generalísimo -el mismo rol que cumplía con Pablo Longueira- y juntos decidieron una ofensiva de medios para instalar el mensaje de que era la mejor carta de la derecha. El domingo, en cuanto recibieron la invitación de TVN y Tolerancia Cero, Lavín le preguntó: “¿Estamos preparados?”
-No -respondió ella-, pero vamos igual.
Sin programa, sin equipo y sin una estrategia definida para la campaña, se apostó a la experiencia política de Matthei y su capacidad para improvisar en televisión. Sólo se definieron dos puntos: resaltar su trayectoria y que ella estaba dispuesta a medirse en cualquier mecanismo con el candidato que escogiera RN. Un contraste evidente con la postura de Allamand.
Su desempeño fue bien evaluado en el oficialismo, donde tomaban nota de que los analistas y la prensa internacional ponían el acento en la comparación directa con Bachelet, tanto por su biografía y su estilo como por el factor género. Al final de la noche, el diagnóstico era compartido: Matthei tomaba la delantera en la Alianza.
FALSAS SEÑALES DE UNIDAD
Lunes, 13.30 horas. Carlos Larraín y Patricio Melero salen juntos del comité político de La Moneda y sin aceptar preguntas leen un comunicado donde informan el acuerdo para determinar el mecanismo con que se elegiría al abanderado único de la Alianza. Era una potente señal de unidad tras el agitado fin de semana. Sin embargo, no era del todo real.
Los dirigentes querían ganar tiempo y descomprimir el escenario. Para Larraín esto era vital. Había citado para esa misma tarde a un consejo extraordinario, donde pretendía nominar a Allamand, pero su candidato estaba dudando. En su entorno veían los riesgos de enfrentar a Matthei, con quien tiene una pésima relación, al punto que ni siquiera se dirigían la palabra cuando ambos estaban en el gabinete. Cercanos al ex ministro comenzaron a filtrar que su familia -en particular su esposa, Marcela Cubillos- le pedía no volver a presentarse y reflotaban los costos personales que tuvo para él el “caso drogas” de 1995, que lo salpicó. Pero simultáneamente Allamand hacía llegar el mensaje a la directiva de que estaba dispuesto a competir siempre y cuando le garantizaran un sistema que generara “incertidumbre” en el resultado. Una señal de que aún mantenía en pie sus aspiraciones presidenciales es que esa tarde suspendió una fotografía conjunta con Pablo Zalaquett, su adversario UDI en la senatorial de Santiago Poniente. En vez de ello, recibió con pizzas para almorzar a la directiva de RN, donde planteó sus resquemores.
Mientras Allamand se mantenía recluido en su casa, Matthei debutaba en terreno. En una actividad en Independiencia con 50 mujeres de esa comuna y de Recoleta, organizada por los cercanos a Lavín -el ex alcalde Gonzalo Cornejo y su esposa, la diputada de ese distrito Claudia Nogueira-, la ex ministra replicó los “mujerazos” que realiza Bachelet en su campaña. Allí dio cuenta de su estilo como candidata: se mostró informal y bromeando con las vecinas, tiró penales en una cancha de barrio y anotó en una libreta todas las demandas que le hacían las asistentes, pero repitiendo un mensaje que muestra su sello personal: “Me carga prometer cosas que no se pueden cumplir, porque por eso la gente no les cree a los políticos. Voy a estudiar si dan los números”, dijo, agregando que de ganar ella sólo tendrá un gobierno de cuatro años y puede ofrecer leyes y regulaciones, pero no dinero ni bonos sin un análisis previo. El discurso ya apuntaba a la ex presidenta.
A las 19 horas del lunes, Larraín y una comitiva de RN se reunieron con Melero y delegados de la UDI en el ex Congreso con una propuesta concreta: una primaria de militantes con participación de independientes seleccionados, que convocaría a 200 mil personas. La respuesta fue tajante, eso tendría un costo de 100 millones de pesos, que la UDI no estaba dispuesta a asumir, y además debía ser organizada contra el tiempo. La contrapropuesta era una primaria cerrada en que participaran las autoridades del gobierno y todos quienes hayan sido alguna vez candidatos de la Alianza a un cargo de elección popular. Lo que equivale a unas 5 mil personas. No había acuerdo alguno. Con la noticia en mano, Allamand comenzó a confidenciar a sus cercanos esa madrugada que se bajaba de la carrera. El costo era demasiado alto: él sería apuntado como el responsable del quiebre en la Alianza.
DERRUMBE EN ANTONIO VARAS
El ex ministro informó su decisión a las 11 de la mañana, en una concurrida conferencia de prensa en la sede de RN, a la que sólo llegó con su esposa. Evelyn Matthei se enteró de la decisión por la radio de su auto, junto a Joaquín Lavín y Laurence Golborne. El ex ministro del MOP y candidato presidencial hasta abril le dio todo su apoyo en una vistosa actividad en el Mercado Central, algo que no hizo con Pablo Longueira.
Después de la cita, el celular de Lavín comenzó a sonar. Eran alcaldes y parlamentarios de RN que querían plegarse cuanto antes a la candidata. Entre ellos, Luis Plaza y Alberto Cardemil. Otros RN ya habían insinuado su adhesión a ella, como Karla Rubilar, Marcela Sabat y René Manuel García. Pero el acople no iba a ser tan fácil. Un desencajado Larraín siguió insistiendo en que levantarían candidatura propia y encabezó una larga reunión-almuerzo de directiva lanzando nombres. Fue un bochorno tras otro. Cruz-Coke informó por teléfono que no estaba disponible, Lily Pérez aclaró por Twitter que no tenía intenciones en dejar el Senado y Manuel José Ossandón lo evaluó, pero rechazó la oferta, diciendo que RN estaba dando un espectáculo.
Finalmente, el vicepresidente del partido, Francisco Chahuán, fue promovido por la mesa. Pero tras las críticas que generó la sola filtración de su nombre en el mundo político y las redes sociales, él mismo salió a explicar que no era candidato, pese a que a la sede llegaron seis militantes con pancartas de cartulina que decían “Chahuán Presidente”. Para la gente del partido, fue la gota que rebasó el vaso.
La Moneda aprovechó el desgaste de Larraín para pasarle la cuenta. La vocera de gobierno, Cecilia Pérez -pese a que antes era cercana al presidente de RN-, fue mandatada por Piñera para mantener contacto con Matthei y con las figuras de la oposición de su partido. Esa tarde, ella encabezó las conversaciones con diputados como Joaquín Godoy, Cristián Monckeberg, Nicolás Monckeberg y Karla Rubilar para conseguir que la colectividad se alineara tras la candidata UDI. En ningún momento el mandatario habló directamente con Larraín: sus canales eran Chahuán y el secretario general, Mario Desbordes. Las relaciones del presidente con la directiva de su partido quedaron quebradas a tal punto que no los invitó al juramento del nuevo ministro del Trabajo, Juan Carlos Jobet, el miércoles en la tarde.
En la tensa comisión política del martes, que duró tres horas y media y que incluyó un apagón en la sede de RN, Larraín sufrió su peor derrota al frente del partido. Aunque insistió en que no iba a trabajar por Matthei y que la mano del gobierno estaba detrás de esa candidatura, uno a uno hasta sus más cercanos le fueron dando la espalda. Entre ellos, miembros de su directiva, como Juan Pablo Camiruaga, Chahuán y Ossandón. Leopoldo Pérez, uno de sus diputados más fieles, lo enfrentó diciéndole: “Yo hago esto para proteger su imagen pública, porque estamos quedando pésimo”. Finalmente, perdió por 24 votos contra 6: RN resolvió no llevar candidato propio y apoyar a Matthei. Y aunque nadie se atrevió a decirlo públicamente, el resultado dejó dudas sobre si Larraín permanecerá al frente de RN tras el Consejo General.
El miércoles a las 17:30 horas, Evelyn Matthei volvió al partido que dejó dos décadas atrás, esta vez como candidata de la Alianza. Entró radiante, con un vestido negro y saludando con abrazos a toda la directiva de RN. Aunque Larraín la recibió con cortesía y tuvo el gesto de llevarla a visitar la oficina que ella había ocupado en el partido, aprovechó de enviar un claro mensaje a la UDI: aún está en duda lo que resuelva el Consejo General del próximo 3 de agosto. “Y los consejos generales son chúcaros”, advirtió recordando el famoso cónclave de 2005, donde minutos antes de proclamar a Lavín terminaron ungiendo a Piñera de candidato por aclamación.
En RN y la UDI reconocen que en el consejo pueden ocurrir sorpresas. Incluso, que resucite la opción de Allamand. Por ello, la candidata tiene una semana para ganarse la confianza del partido, y ya les prometió una integración equitativa tanto en su comando como en sus definiciones programáticas, y el apoyo pleno a los candidatos al Parlamento. Matthei ya tomó una definición: hará el gesto más simbólico de todos y agendará una actividad con Allamand en apoyo a su candidatura senatorial.
LA "ANTI-BACHELET"
Ya instalada en su comando en calle Suecia, justo al frente de la UDI, la tarea de Evelyn Matthei será definir el discurso con que enfrentará a Bachelet. La propia candidata ha reconocido en privado que por lo fulminante de su postulación, ha debido improvisar y no ha tenido tiempo de fijar ideas programáticas ni estrategias de campaña. Cercanos a Matthei afirman que, al igual que la ex mandataria, levantará el tema de la inequidad social, pero espera marcar diferencias con ella en sus conocimientos y propuestas económicas. Los focus groups realizados por la UDI arrojan que la candidata es percibida como “matea”, “transparente”, “que no la mandan los partidos” y que “dice lo que piensa”. El flanco débil, según los mismos estudios, es su mal carácter. En la reunión en Independencia se rió de ello: “Yo en mi trabajo por la gente me he sacado la cresta… Perdón, no puedo decir garabatos”, señaló entre las risas de los presentes.
La arremetida de Matthei fue observada con inquietud en el comando de Bachelet. Con la candidata de vacaciones en Nueva York, temieron que la nueva abanderada copara la agenda y resolvieron reforzar las vocerías del comando de Ricardo Lagos Weber y Javiera Blanco para salir a enfrentar a la postulante UDI y sacar en cara sus errores, como su enrevesada explicación en CNN Chile de por qué votó “Sí” en el plebiscito de 1988 para que el “No” ganara por poca diferencia. Aun así, el miércoles, al encontrarse de casualidad en radio ADN con Blanco -quien fuera hasta hace poco directora de Paz Ciudadana-, Matthei la saludó afectuosamente. “¡Estamos acá las dos al galope!”, le dijo.