Para muchos no es casualidad que por esas salas hayan pasado tantos banqueros centrales y destacados economistas. Quienes conocen la filosofía de esa casa de estudios aseguran que en su ADN está formar expertos que influyan en políticas públicas.
“El MIT es ideológicamente riguroso en el análisis económico y ecléctico en cuanto al rol del estado en la economía”, dice uno de sus ex alumnos.
El último día de julio, los ocho asesores económicos de Michelle Bachelet se reunieron por primera vez en las oficinas del comando. Estaban ocupados discutiendo temas estratégicos y propuestas de gobierno. Entonces uno de ellos hizo notar algo que hasta entonces había pasado desapercibido: cinco de los ocho expertos sentados en esa mesa eran ex alumnos del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Inmediatamente empezaron las bromas. “Desembarcó el ejército del MIT”, le señaló entre risas uno de ellos a Alberto Arenas, jefe del programa económico de la ex presidenta.
Allí estaban José de Gregorio, René Cortázar, Óscar Landerretche, Andrea Repetto y Eduardo Engel. Todos economistas del MIT y piezas claves de esta nueva artillería. La anécdota no dejó indiferente a Arenas. Uno de los asistentes comenta que hasta esa primera reunión el ex director de Presupuestos no se había percatado que las fichas estaban cargadas a la institución de Paul Samuelson y Franco Modigliani. La revelación, dice uno de ellos, lo dejó descolocado.
Los ajustes vinieron una semana después. Pero dicen que más pesaron razones políticas. El martes pasado Bachelet incorporó dos nombres al equipo económico: Ricardo Ffrench-Davis y Andrea Bentancor, quienes se sumaron al grupo que además integran Guillermo Larraín y Eduardo Bitran. Los nuevos nombres no fueron elegidos al azar: ninguno de los dos se doctoró en Boston. Pero la inclusión de Ffrench-Davis, según un miembro del comando, se debe a que la ex mandataria quiso dar una señal a las sensibilidades de izquierda de la Nueva Mayoría. Pese a que estudió en Chicago, es considerado un economista que representa ese espectro. Por su parte, Bentancor, quien estudió en Wisconsin, aporta a la diversidad de género, algo que consideraron esencial, ya que hasta su nombramiento la única mujer en el equipo era Andrea Repetto.
Casual o no, la arremetida de los MIT entre las huestes de Bachelet ha generado varias interpretaciones. Si en la administración Pinochet se apostó por el modelo de los “Chicago Boys”, el presidente Piñera eligió a los ex alumnos de Harvard para que administraran las arcas fiscales. Todo indica que la candidata de la Nueva Mayoría estaría apostando por el MIT en caso de llegar al poder. De todos modos, no es la única. En el último proceso de selección más de 18 mil alumnos de todo el planeta postularon para ingresar a la universidad estadounidense. Sólo 1.600 lograrán convertirse en alumnos a partir del 2016.
"MENS ET MANUS"
Hay un gráfico que los ex alumnos de la institución distribuyen orgullosos: el árbol genealógico de la “familia del MIT”, realizado por Bloomberg. En él aparecen fotos de figuras reconocidas que han pasado por la prestigiosa casa de estudios, como la del mismo Paul Samuelson, primer premio Nobel individual de Economía; la del actual presidente del Banco Central de Israel, Stanley Fischer; la del jefe del Central Europeo, Mario Draghi, y la de Ben Bernanke, cabeza de la Reserva Federal de Estados Unidos. Desde su imagen hay una flecha que lo vincula con uno de sus ex alumnos: José de Gregorio, ex presidente del Banco Central de Chile.
Para muchos no es casualidad que por esas salas hayan pasado tantos banqueros centrales y destacados economistas. Quienes conocen la filosofía de esa casa de estudios aseguran que en su ADN está formar expertos que influyan en políticas públicas. “Mens et manus”, dice el lema de la universidad, algo así como “mente y acción”. Vittorio Corbo doctor en Economía del MIT y ex presidente del Banco Central, también tiene claro el leitmotiv: “Al parecer tenemos una formación mayor en políticas públicas que otras universidades”.
El Banco Central ha sido muestra de lo anterior. Según comenta Rodrigo Valdés, economista jefe de BTG Pactual y también ex alumno del MIT, en algún minuto en el consejo del instituto emisor también hubo un desembarco de economistas de esa universidad. En él coincidieron Corbo, De Gregorio y Jorge Desormeaux. Además, varios expertos que han sido gerentes de primera línea de la entidad se formaron ahí. Entre ellos, además de Valdés, se encuentran Kevin Cowan, Luis Óscar Herrera y Pablo García.
Algunos incluso se toparon en los pasillos de esa institución: el propio José de Gregorio, por ejemplo, estuvo al mismo tiempo que Eduardo Engel en el plantel. En todo caso, son muchos los chilenos que han pasado por ahí. Ricardo Caballero, Klaus Schmidt-Hebbel, Salvador Valdés, Ernesto Tironi y Arnoldo Hax, entre varios otros, hicieron del MIT pieza angular de sus carreras.
Hax, profesor emérito de la institución, recuerda que durante 30 años organizó comidas en su casa para integrar a los alumnos latinoamericanos que llegaban a Boston. Con el tiempo, los chilenos se “tomaron” el evento. “De hecho, todos los del comando estuvieron comiendo en mi casa”, confiesa.
MÁS SAMUELSON Y MENOS FRIEDMAN
A la hora de definir ideológicamente al MIT, generalmente se lo sitúa más cerca de Harvard y más lejos de Chicago, aunque también con matices. “Harvard está más jerarquizada, usa casos de estudio como método de enseñanza, mientras que el MIT es distinto, más horizontal y abierto”, comenta un profesor que ha hecho clases en ambas.
Un ejemplo de lo anterior lo da el asesor del Ministerio de Hacienda Salvador Valdés, que esta vez habla a título personal: “Las universidades de excelencia acogen a personas de un amplio espectro de posiciones políticas. En el MIT ocurre lo mismo. Por ejemplo, Ben Bernanke, economista graduado en el MIT, fue invitado por el presidente republicano George Bush a tomar el puesto de presidente del Banco Central de EE.UU.”.
“El MIT es ideológicamente riguroso en el análisis económico y ecléctico en cuanto al rol del Estado en la economía”, dice otro de los que se graduaron allí. Muchos coinciden que en sus salas no se predica el poder de la mano invisible como única alternativa, como frecuentemente ocurre en Chicago, sino que se lo conjuga con el papel que puede jugar el Estado. Sin embargo, algunas voces difieren de esta teoría. Para Andrés Solimano, también ex alumno de esa casa de estudios y hoy asesor económico de Marco Enríquez-Ominami, las nuevas generaciones del MIT son bastante conservadoras. “El MIT ha evolucionado más hacia la derecha. Hoy está más cerca de Chicago. Antes había una tradición más de avanzada, más desarrollista, más de izquierda. En el comando de Bachelet hay un equipo diverso, que ella va a tener que calibrar. Tiene que elegir entre los economistas que quieren cambios, o los del MIT, que son ortodoxos y bastante más continuistas”.
Otra de las claves que dan algunos egresados del MIT para distinguirse de economistas de otras casas de estudio es la preocupación por los temas de equidad. Más que el mercado regule todo, ellos están más preocupados de cómo hacer políticas específicas para distribuir de mejor manera la riqueza.
Más allá de su orientación, todos coinciden en que es un lugar de excelencia. Por algo de entre sus alumnos han salido 78 premios Nobel, entre ellos Joseph Stiglitz y Paul Krugman.
LA DECISIÓN DE MICHELLE
Existen distintas tesis de por qué Bachelet escogió, en su gran mayoría, economistas del MIT para armar su equipo económico. El asesor del Ministerio de Hacienda, Salvador Valdés plantea una teoría que es completamente personal: “Una hipótesis es que cayó en cuenta de algunas debilidades de su primer equipo programático, e intentó dar un mensaje de mayor solidez a los inversionistas y empresarios, sumando economistas del MIT a su comando”.
Lo anterior cobra sentido luego de los cuestionamientos que despertó Alberto Arenas tras su primera reunión con académicos y empresarios en el Centro de Estudios Públicos.
En todo caso, el mismo Valdés matiza y destaca el hecho de que “la candidata ha cuestionado el informe de la Comisión Corbo, integrada también por varios economistas del MIT, al no reconocer que su gobierno legó un déficit fiscal estructural del 3,1% del PIB”.
Hay otros que ven con menos suspicacia la incorporación de macroeconomistas como De Gregorio o Cortázar. Según Arnoldo Hax, Bachelet puede ser considerada una persona de centro, con moderada inclinación a la izquierda y sin estar comprometida con ningún extremo. “Por eso no sorprende que busque este tipo de colaboradores que tienen un pensamiento similar”, argumenta.
Más allá de las motivaciones, lo claro es que el MIT desembarcó en las oficinas de calle Tegualda. Lo que está por verse es si alguno de ellos ocupará las oficinas de calle Teatinos 120, las del Ministerio de Hacienda.