Por Sebastián Rivas Agosto 29, 2013

En el último año del gobierno de Bachelet se gastaron como diez mil millones de dólares, y se regalaron muchos beneficios a mucha gente. Entonces, ella obviamente salió con una popularidad muy alta. Además, era conocida, venía haciendo campaña desde hace mucho tiempo. Lo nuestro fue muy a último minuto, hubo muchos percances


Suena particularmente gracioso que un conglomerado que estuvo veinte años en el poder ahora se presente como el cambio. Lo encuentro jocoso. Son puras caras de siempre, ¿y me van a decir que ése es el cambio?


Hace treinta años, el problema era la pobreza y la falta de empleo. Hoy lo que tenemos es una clase media que emergió, preocupada del medioambiente, de la calidad de vida y de darles a sus hijos un buen futuro. Y que está muy frustrada

(En relación a los 40 años del golpe) Cuando uno empieza a hablar del perdón, y hay un grupo que no quiere perdonar, entonces ¿no te parece que antes deberíamos hacer un esfuerzo de reconciliación? Ése es el paso que falta


Los dos teléfonos celulares que constantemente revisa Evelyn Matthei-un iPhone y un BlackBerry- muestran que no tiene un minuto que perder. Por delante, tiene una campaña presidencial contra el tiempo y contra los pronósticos: en menos de cien días aspira a revertir la diferencia que lleva Michelle Bachelet, ventaja que ella misma reconoció en el discurso en que asumió oficialmente la candidatura ante el consejo general de la UDI.

Tras el apoyo de RN, la candidata oficialista comenzó sus giras por regiones y el trabajo de su equipo programático. A ello, la semana pasada sumó una cita emblemática con Andrés Allamand, con quien ha tenido fuertes diferencias públicas. “Se confunde mucho cuando se mezclan los temas personales con temas políticos. Creo que es una niñería. ¿Me vas a decir que alguien va a empezar ‘éste me cae bien’, ‘éste me cae mal’? ¡Perdón! Eso no es la vida y mucho menos es la política”, afirma sobre ese reencuentro.

Es en ese escenario desde el cual Matthei lanza sus definiciones. No ahorra críticas para la Nueva Mayoría y la campaña que encabeza Bachelet. Afirma que la derecha cambió con el presidente Piñera hacia una perspectiva más liberal. Plantea que su sector debe entender que Chile cambió y que se necesitan recetas que den cuenta de un Estado que proteja a las personas. Y asegura que esa mirada -más asociada a la izquierda- no sólo no es incompatible con la derecha, sino que debe ser asumida para enfrentar al nuevo país, que tiene demandas distintas a las de las últimas dos décadas.

-En su discurso ante la UDI habló de una campaña de David contra Goliat, refiriéndose a Michelle Bachelet.

-¡Obviamente! En el último año del gobierno de Bachelet se gastaron como diez mil millones de dólares, y se regalaron muchos beneficios a mucha gente. Entonces, ella obviamente salió con una popularidad muy alta. Además, era conocida, venía haciendo campaña desde hace mucho tiempo. Lo nuestro fue muy a último minuto, hubo muchos percances. Por lo tanto, efectivamente es como David contra Goliat. Y creo que nuevamente David puede ganar.

-¿Cómo va a marcar diferencias con Bachelet?

-Yo no tengo por qué entrar a marcar diferencias. 

-Pero hay áreas con propuestas radicalmente distintas.

-Por supuesto. Nunca, ¡jamás!, regalaría la universidad a todo el mundo, como ellos lo están proponiendo. Es lo más regresivo e injusto que hay. Es un problema que tiene que ver con el grado de desarrollo y de inequidad que hay en nuestro país. El 10% más rico de nuestra población no tiene el 10% de los estudiantes de la universidad, tiene mucho más. Por lo tanto, si les regalamos la universidad a todos, a los que más proporcionalmente les vamos a estar regalando es a los más ricos.

-Usted también afirmó que la reforma tributaria de Bachelet aparecía como improvisada.

-Primero, le aseguro que no hay absolutamente ningún estudio sobre el impacto que tiene terminar con el FUT para la pyme. ¡No hay! Segundo, ¿cómo me pueden decir que se va a compensar con las medidas que proponen? Porque ¿cuál es el problema de las empresas pequeñas? Que no tienen acceso a financiamiento. Y, por lo tanto, usan sus propias utilidades no repartidas. Con eso financian el capital de trabajo, comprar insumos, etcétera. ¿Y cuál es la compensación que le están dando? Depreciación instantánea. ¡Perdón, pero eso es no entender nada!

-¿Por qué?

-La pyme no compra ni invierte en activos fijos. Usa la plata para el capital de trabajo. Por lo tanto, la compensación no es compensación. Es como si le dijera a un hombre: “Mire, le voy a bajar su sueldo, pero le voy a dar un cupón para que compre maquillaje”. ¿De qué le sirve? Es lo mismo que le diga a la pyme que le van a dar depreciación acelerada cuando inviertan. ¡Si no invierten! Mire usted cuál fue la reacción del propio Andrés Velasco, que dijo que no le parecía y que él más bien cobraría una tasa de interés por esa plata. Pregúntele usted a cualquier economista de los que han aparecido ahora, pero que al parecer están nada más para la foto, porque tengo la impresión de que adentro del comando no los escuchan demasiado.

-Su jefe de campaña, Joaquín Lavín, señaló que Chile no necesita una mamá, sino que una mujer asertiva y con carácter, refiriéndose a Bachelet y usted...

-Tenemos imágenes muy distintas. Ambas somos mujeres y tenemos una comprensión súper fuerte de cuáles son las penas, los miedos, las rabias, las frustraciones de la población. Pero también creo que hay diferencias de si una lleva el mando o si son los asesores los que lo llevan. Creo que esas cosas están instaladas.

-En el consejo general de la UDI también criticó que con Bachelet se venía a repetir el plato no sólo ella, sino que figuras como Andrade y Girardi.

-Eso lo planteé porque suena particularmente gracioso que un conglomerado que estuvo veinte años en el poder ahora se presente como el cambio. Lo encuentro jocoso. Son puras caras de siempre, ¿y me van a decir que ése es el cambio? La gente se mata de la risa cuando yo lo digo.

 

“EL ESTADO SE HA QUEDADO ATRÁS EN MUCHAS COSAS”

Matthei tiene un crudo diagnóstico sobre la situación de Chile: afirma que el país enfrenta un creciente malestar y que se está en un momento clave. Ella señala que compartió ese diagnóstico en la exposición que hizo el martes pasado ante los empresarios reunidos en la CPC: “Les conté que sentía que la sociedad había cambiado enormemente, para bien. Es un cambio fascinante. Pero plantea desafíos muy grandes. Hace treinta años, el problema era la pobreza y la falta de empleo. Hoy lo que tenemos es una clase media que emergió, preocupada del medioambiente, de la calidad de vida y de darles a sus hijos un buen futuro. Y que está muy frustrada. Entiendo esas frustraciones, y las comparto”.

-¿Por qué?

-Si yo tuviera un hijo enfermo y debiera esperar un año y medio hasta que me lo vea un especialista, yo estaría muy enojada. Si hubiese sido una mamá que por primera vez en toda la historia de mi familia puedo mandar un hijo a la universidad, me endeudo, y resulta que ese joven sale y no encuentra trabajo o trabaja por 300 mil pesos… Yo me sentiría traicionada por el sistema. Hemos progresado en muchos sentidos. Sin embargo hay cosas en las que nos hemos quedado terriblemente atrás y en las cuales no hemos tenido el debido cuidado hacia la ciudadanía.

-¿Pero eso se refleja en la gente?

-Hay una situación en que hay mucha rabia, una sensación de que “bueno, y todo este trabajo, ¿para qué?”. Hay una sensación de cómo poder asegurarme de que mi hijo tenga una mejor calidad de vida que la que yo tuve, cómo puedo salir a la calle y gozar con mis hijos, y yo creo que el Estado se ha quedado atrás en muchas cosas. Nos tenemos que hacer cargo como país de esas situaciones de enojo, que se reflejan básicamente en cuatro áreas: regionalización, delincuencia, educación y salud. Pero, además, tenemos que seguir creciendo como país y generando empleo. Si sólo nos dedicamos a solucionar esos problemas, pero se empieza a generar el desempleo, las marchas y protestas que vamos a tener van a ser diez veces peores.

-¿Qué es lo que está en juego?

-Hay dos riesgos: uno, hacerse cargo y dejar de crecer, y otro es creer que seguir creciendo resuelve todos estos problemas. En un caso va a estallar por el descontento social, y en el otro va a estallar por la rabia de no encontrar un empleo. La gente ahora se acostumbró a que puede tener un empleo cuando quiera. Y, por lo tanto, hay una coyuntura bien especial, que si la tratamos bien, nos vamos a convertir en un país desarrollado. Si no la tratamos bien, por un lado o por el otro, realmente este sistema puede estallar. Siento que hay un reto muy particular, y con muy poco tiempo para hacernos cargo.

 

“EL MODELO ESTADOUNIDENSE NO SIRVE PARA CHILE”

En su breve campaña, Matthei ha marcado una distancia con el discurso tradicional de la derecha: poner como modelos a observar para Chile a países con un rol poderoso del Estado -como Alemania-, en vez de Estados Unidos, y ha resaltado la importancia de tener un Estado con mejores servicios. “El sentido común de los chilenos es muy distinto al sentido común de la política norteamericana. En Estados Unidos, tú ves que todos dicen: “No vamos a subir los impuestos”. ¡Y allá ése es un argumento para ganar elecciones! ¿Cómo podrías tener acá un sistema como el estadounidense, donde la mitad de la población no tiene un sistema de salud?”, señala.

-¿Cree que el modelo estadounidense no funciona para Chile?

-Obviamente que no. Chile tiene una mentalidad mucho más de lo colectivo, de lo público, y tradicionalmente ha sido así. Tiene que ver con la cultura española, con cómo se fundaron los países. De tal manera que si tú dices qué sistemas son los más cercanos a lo que puede ser aceptable para los chilenos, en el sentido de ir promoviendo equidad, pero al mismo tiempo ser competitivos para generar empleo, para seguir creciendo, son modelos como el de Alemania, pero también el de Australia, de Nueva Zelandia, donde realmente hay una preocupación por la equidad muy fuerte, y por las oportunidades. Es una preocupación del Estado, pero al mismo tiempo una mirada muy aguda de cómo seguir creciendo, generar empleos y mantener el país más competitivo.

-¿Y la derecha puede hacerse cargo de esa demanda de equidad?

-O sea, no es que pueda, ¡tiene que hacerse cargo! ¿Usted cree que alguien podría decir que mayor equidad es malo para un país? Miguel Kast estaba preocupado de la pobreza y de la equidad. Y cuando veo lo que decía Jaime Guzmán, a quien prácticamente yo no conocí… ¡Hablaba de la pobreza todo el tiempo! Y si ves qué es lo que ha estado hablando Pablo Longueira, es eso también. O sea, yo creo que no hay nada más propio de nosotros que esa visión.

-Pero son valores más vinculados a la izquierda. ¿Cómo pueden plantear que ustedes darán mejores respuestas a esa reivindicación?

-Nuestra campaña se trata justamente de que aquí hubo 20 años de Concertación, ¡y miren ustedes cómo entregaron la salud, cómo entregaron las universidades! ¡Miren cómo se hicieron los lesos con las universidades malas! Miren cómo creció la delincuencia… La Concertación estuvo dos décadas y lo hizo muy mal en esos aspectos.

 

“PIÑERA LE DIO A LA DERECHA UN SELLO MÁS LIBERAL”

-Usted estuvo hasta hace muy poco en el gobierno de Sebastián Piñera. ¿Cuál es su evaluación?

-Va a pasar a la historia como un gobierno de enormes cambios y realizaciones. Creo que la calidad de las políticas públicas que se han adoptado en este gobierno ha sido impresionante, y además en muchas áreas en forma simultánea y con muchos cambios muy importantes. Quizás demasiados cambios juntos, de tal manera que, en el fondo, a la gente le cuesta retenerlos… En cualquier otro gobierno, por ejemplo, el tema del posnatal de seis meses hubiese sido “el” logro. Aquí es uno de cientos.

-Pero incluso en encuestas hay personas que asocian el posnatal al gobierno de Bachelet…

-Por eso hay que salir a hablar mucho, aunque creo que la gente a estas alturas ya capta que fuimos nosotros los que lo hicimos. El gobierno fue avanzando enormemente en su capacidad de comunicar en la medida en que ha ido pasando el tiempo.

-¿Piensa que el gobierno de Piñera cambió la forma de ser de la derecha en Chile?

-Yo estoy clara que, en el fondo, el presidente Piñera le dio a la derecha un sello de modernidad y mayor liberalidad de lo que tenía.

-¿Y eso llegó para quedarse?

-Me parece regio. Espero que sí.

-Usted ha mostrado posiciones liberales en tres áreas de la agenda valórica: marihuana, aborto terapéutico y Acuerdo de Vida en Pareja. ¿Teme que eso le cueste votos en sectores más conservadores?

-No, de ninguna manera. Yo creo que hay otros temas que le importan más a mucha gente.

-Durante el gobierno usted tuvo desencuentros públicos con Libertad y Desarrollo. Hoy son uno de los grandes integrantes de sus comisiones. ¿Cómo se explica?

-A mí me interesa que contribuyan. Están apoyando también otras personas. Ahora, yo tuve efectivamente una diferencia grande con LyD en la materia de la reforma tributaria, pero en otras cosas puedo no tener diferencias. Ellos saben de muchos temas y creo que es muy importante escuchar a todo el mundo.

-Pero en 2011, en una crítica a LyD, usted planteó que era muy importante tener presentes los temas sociales más allá de los números. ¿Mantiene esa visión?

-Eso es parte del corazón de mi candidatura. Si no nos preocupamos del aspecto social, la sociedad puede reventar.

-Este viernes es la primera reunión del comité multidisciplinario que define su programa de gobierno. ¿Va a tener la última palabra si hay diferencias?

-Si hubiese posiciones muy divididas, obviamente que lo que a mí me parezca que se acerca más a lo que yo quiero proponer va a tener relevancia. No me gusta hablar de última palabra, porque suena súper dictatorial, pero obviamente no voy a proponer algo que vaya en contra de lo que creo y opino.

-A Piñera lo acusaron en varios momentos de “gobernar con las banderas de otros”. ¿No siente que eso le puede pasar en su campaña?

-No, porque he estado 22 años en la política, y la gente me conoce. Siento que son exactamente las banderas que quiero enarbolar.

 

“HOY SE LES CARGA LA RESPONSABILIDAD A LAS FF.AA.”

Esta semana, Matthei enfrentó una polémica por su declaración de que no siente que debe pedir perdón en el marco de los 40 años del golpe de Estado, a raíz de los dichos en esa línea del senador UDI Hernán Larraín. Aquí explica sus dichos y profundiza su mirada sobre el tema.

-¿Qué le pareció el perdón que pidió Larraín?

-Lo que hizo es una opción bonita y la valoro. Pero siento que desgraciadamente en Chile… Mire, cuando uno escucha a José Zalaquett, que es especialista en derechos humanos, y un hombre al que admiro y respeto mucho, siento que ahí hay una mirada más sincera que en lo político.

-¿Entonces dice que ha habido una utilización política de los 40 años del golpe?

-Uno no puede hablar de utilización política, pero lo que sí creo es que las sociedades tienen que llegar a una cierta madurez, en que se pueden mirar los hechos con más imparcialidad, con mayor distancia, y en que cuando una persona dice: “Mire, yo pido perdón por esto”, se le acoja, y no se le crucifique. Eso falta.

-¿Cuál es su análisis de lo que ocurrió con Juan Emilio Cheyre y su salida del Servel?

-Lo que uno ve ahí son dos vivencias sumamente distintas, dramáticas. Y a mí lo que me deja de lección es que uno nunca puede llevar a un país a una situación política que finalmente desemboque en un golpe militar o en un escenario de resolver los problemas por la fuerza. Ahí hay una tremenda responsabilidad de los políticos. Hoy día se les carga la responsabilidad mucho a las Fuerzas Armadas, pero creo que hay muy poca preocupación de señalar cuál fue el rol de la política. Por eso es que me complica tanto cuando alguien dice: “Vamos a cambiar la Constitución por las buenas o por las malas”. 

-¿Por qué?

-Creo que justamente son ésos los temas y el lenguaje que son sumamente peligrosos. Todo lo que signifique polarizar lo encuentro francamente irresponsable. Cuando uno siembra vientos, al final siempre cosecha tempestades. 

-Usted dijo que no tenía problemas con llamar dictadura al régimen militar.

-Lo que dije es que cada uno le podía llamar como quisiera. Algunos lo llamarán gobierno militar, otros lo llamarán dictadura. Lo único que digo es que todos estamos de acuerdo en que no fue un gobierno democrático. Pero creo que pelearse por cómo se llama no tiene ningún sentido.

-¿Y por qué fue tan rotunda esta semana al decir que no le correspondía pedir perdón?

-Porque creo que cuando uno empieza a hablar del perdón, y hay un grupo que no quiere perdonar, entonces ¿no te parece que previamente deberíamos hacer un esfuerzo de reconciliación? Ése es el paso que falta.

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