Por Juan Pablo Sallaberry Octubre 10, 2013

© Agencia Uno

Sin Bachelet, los candidatos  tuvieron que redefinir su estrategia, mirar a los otros rivales y apuntar al electorado específico al que quieren conquistar. Parisi y Matthei  compartieron el mismo avión rumbo a La Serena. Ella en primera fila y él en las últimas. No se saludaron. 


Una treintena de carabineros, vallas papales, seis vehículos policiales y los miembros del GOPE que rastrearon el lugar con perros detecta-explosivos, fueron las fuertes medidas de seguridad en torno al hotel casino Enjoy de Coquimbo, donde se realizó el miércoles el primer debate presidencial de las elecciones 2013. Al final, nada de eso resultó necesario. Al lugar sólo llegó un solitario manifestante con un cartón pintado en que criticaba a la ex presidenta Michelle Bachelet por la situación de los temporeros de fruta en la región. Tuvieron que explicarle que la candidata no asistió al debate.

Fue la gran ausente. Su nombre rondó como un fantasma durante toda la jornada, llegando a ser mencionada 20 veces por sus contrincantes durante el foro y otras tantas por el moderador, el periodista Daniel Matamala, y el organizador del encuentro, el presidente de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), Álvaro Caviedes, quien lamentó la inasistencia de la ex mandataria por “problemas de agenda”. Incluso en un momento se evaluó poner una silla vacía en representación de ella, idea que finalmente se desechó.

Sin la candidata que lidera las encuestas, los demás tuvieron que redefinir su estrategia, mirar a los otros rivales y apuntar al electorado específico al que quieren conquistar. Franco Parisi, independiente, y Evelyn Matthei, de la Alianza, compartieron el mismo avión a mediodía del miércoles rumbo a La Serena. Ella en primera fila y él en las últimas. No se saludaron. Durante los días previos el economista se preparó para interpelar a la ex ministra, luego que las últimas encuestas de Ipsos e Ichem, donde alcanza a Marco Enríquez-Ominami, le hicieron ver que tenía que mostrarse de igual a igual con la abanderada oficialista para disputar el segundo lugar. “Yo lo aleoné, sólo Matthei, sólo Matthei, le decía”, comentaba el asesor del candidato, Patricio Mery. El candidato fue obediente. Cuando llegó al set del debate para su prueba de cámara, hizo una pregunta directa a los organizadores: “¿Dónde se va a sentar Matthei?”.

La ex senadora UDI estaba alertada de que los ataques irían en su contra. Sus colaboradores le recomendaron no picar, para no ser comparada con los candidatos que considera “chicos”. “Le dijimos mil veces que no le conteste, pero, bueno, su carácter la puede traicionar”, señalaba un miembro de su comando antes del inicio del debate. Tal cual: Matthei se negó con una sonrisa a la posibilidad de responderle a Parisi, cuando éste le dijo que “los problemas de las regiones no se arreglan con turismo”, y lo mismo hizo cuando el candidato afirmó: “Me acuerdo cuando recomendaba no subir el salario mínimo, yo no le creo nada”. Pero finalmente la abanderada perdió la paciencia: “Parisi no va a estar en el Parlamento y no a va estar en ningún lado”, disparó, generando risas en el auditorio. El aludido no pudo evitar sonreír mientras contraatacaba: “¿A cuántos no les subieron el sueldo porque la ministra dijo que venía una crisis?”. Matthei, incómoda, bebía agua y revisaba sus papeles. Tras el debate, la sangre llegó al río. Él recordó el plebiscito del 88’ y ella respondió que “el pobrecito quiere robar cámara”.

Pese al mal trago, el balance de la carta presidencial de la Alianza fue positivo. Estaba en la región donde fue senadora y en la ciudad había caravanas de vehículos que la apoyaban y vecinos que llegaron especialmente a verla. Matthei estuvo toda la tarde encerrada en su habitación del hotel, sola con un alto de papeles y un pastel de jaibas, preparando su intervención. Así, se mostró tranquila en sus respuestas sobre los más diversos ámbitos, como situación energética o desigualdad, pero sobre todo en su comando valoran la alusión que hizo a Bachelet, cuando tras un meditado silencio indicó que “como no conocemos su programa, si va a eliminar el FUT o va a convocar a una asamblea constituyente, es muy difícil saber cuáles son mis diferencias con ella”. Uno de sus asesores explica que “sabemos que la indefinición le está trayendo costos a Bachelet, es un flanco que no podemos soltar... pero hay que criticarla con elegancia”. 

Marco Enríquez-Ominami, al contrario de Parisi, hizo gestos a Matthei, en un hecho que llamó la atención a los invitados. “Ésta es una nueva alianza”, decían en el equipo de la candidata. Fue respetuoso al interpelarla y ella respondió que admiraba su “pasión”. 

En las pausas comerciales del debate no lo dudó: fue a conversar con su esposa, Karen Doggenweiler, quien enfundada en un vestido azul fue una de las figuras de la jornada. Su protagonismo en el evento se leyó como una muestra de la arremetida del abanderado del PRO para defender su opción presidencial.

Aproblemado por los sondeos que lo dan detrás de Parisi, la apuesta fue no separarse ni un milímetro de la animadora de TVN, quien tomó un rol mucho más político: incluso cuestionó la ausencia de Bachelet en el debate en una entrevista con CNN. En la conferencia de prensa posterior, ME-O se presentó junto a Doggenweiler ante los periodistas. Algo que fue replicado por Parisi, quien exigió a la organización un trato igualitario y habló junto a su novia, la argentina Mariela García.

El ex diputado fue quien golpeó más duro a Bachelet al decir que mientras el ex presidente Ricardo Lagos luchó en dictadura por unos minutos de televisión -recordando el famoso episodio del “dedo”-, la ex mandataria rehuía hablar ante el país y exponer sus ideas. ME-O sabe que su única posibilidad de crecer es ante el descontento que generen las recientes actitudes de Bachelet. 

 

ROBÁNDOSE LA PELÍCULA

El foro fue la ocasión ideal de los candidatos que aparecen menos en los medios de comunicación para mostrar su estilo y poder darse a conocer ante la opinión pública. Algunos supieron sacarle el máximo provecho a la situación.

Alfredo Sfeir, del Partido Ecologista Verde, llegó un día antes al debate para recorrer la región y visitar el Parque Eólico Totoral. En la mañana del miércoles aprovechó de trotar por la playa y filmar su franja presidencial. Estaba relajado. Fue el único de los hombres que vistió de colores, un traje verde de estilo asiático y cuello Mao, y en sus intervenciones hablaba de manera modulada y clara, aunque siempre sin salirse de su tema, la economía sustentable.

Más apasionada se mostró Roxana Miranda. Llegó a La Serena por tierra, luego de conseguirse un auto y exhausta tras seis horas de viaje. Dijo que no se preparó para el debate -“estoy preparada desde que nací”-, y aunque prometió lucir un vestido bordado por ella misma, finalmente optó por una sencilla polera blanca de su partido, Igualdad. Y sorprendió con una serie de objetos que exhibió durante el debate, como un carné de Gendarmería, una tarjeta Bip!, su tarjeta de salud, y una barra de cobre. Aunque la organización le quitó una Constitución empastada por estar en contra del reglamento. “Soy la voz de los sin voz, somos los nunca, somos los nadie, los sirvientes”, proclamaba y en ocasiones no respondía las preguntas que le hacían para continuar su discurso. Cuando las cámaras no la grababan saludaba con el brazo izquierdo en alto a sus adherentes.

Marcel Claude, candidato del Partido Humanista, se mostró serio en todo momento. Vistió de gris y evitó enfrentarse directamente con sus adversarios, para dedicar su tiempo a transmitir su mensaje contra el modelo y los grupos de poder. “Me parece poco interesante tratar de generar peleas entre los candidatos”, le dijo al moderador ante una pregunta. El economista fue especialmente crítico con el lugar donde se hizo el foro, a pasos de los tragamonedas y las mesas de póquer. “Que esto se haga en un casino es algo que sorprende y es lamentable, pero éste el Chile que tenemos hoy”. Las propuestas de Claude, como convocar a una asamblea constituyente “en 20 minutos”, fueron comparadas con las promesas de Francisco Javier Errázuriz de 1989. 

Quien mantuvo un bajísimo perfil fue Ricardo Israel. Llegó en auto con sólo dos personas, dio entrevistas a radios regionales y no se preparó para el debate. “Tengo experiencia en televisión y uno en estas preguntas sabe o no sabe”, explicó, agregando que los temas regionales -que marcaron el debate- eran su fuerte. Fue el único que no interpeló a Bachelet y su intervención de cierre la comenzó señalando: “por favor acudan a votar por cualquiera de estas alternativas”.

La polémica de la jornada la protagonizó Tomás Jocelyn-Holt (independiente). Luego de que se realizara el sorteo donde los candidatos conocían el orden en que responderían las preguntas, y en que “ganó” Matthei al quedarse con el cierre final, el ex diputado citó a una conferencia de prensa para decir que las reglas habían sido cambiado mañosamente “por influencia de un comando”, ya que en principio él iba a cerrar el debate, y amenazó con no participar del encuentro, retirándose molesto a su habitación en medio de los flashes y las cámaras. Finalmente, Jocelyn-Holt llegó al salón y participó del encuentro, aunque siempre criticando el formato. Para bien o para mal, fue protagonista del día. 

Mientras los ocho candidatos mostraban sus cartas y propuestas, durante todo el día Bachelet recorrió el extremo norte del país, Alto Hospicio, Iquique y Arica en reuniones ciudadanas. El comando se preparó durante toda la semana previa ante los posibles cuestionamientos, y por ello la candidata concedió una ronda de entrevistas a varios programas de TV, defendiendo que ha debatido “más que nadie” (en la campaña 2005 y en las recientes primarias) y que no rehúye a la prensa. Pero para evitar que las críticas sigan escalando, la ex mandataria aceptó asistir al próximo debate de la Archi el 25 de octubre, en el primer encuentro formal de los nueve candidatos que buscan llegar a La Moneda.

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