La redistribución partía de la base de los distritos creados en 1989: éstos no se dividirían, sólo se fusionarían. Junto con eso, la idea era no quitar diputados a ningún distrito. Y además, no habría uniones entre distritos que no fueran de una misma región.
En los senadores el acuerdo fue pasar a 44 fusionando circunscripciones que están en una misma región. La excepción fue la Metropolitana, que mantendría Oriente y Poniente. Según quienes conocen las negociaciones, RN evaluó que esa fórmula le daba más ventaja ante la UDI.
La reunión era secreta. En una oficina del tercer piso del Congreso, a inicios de julio, estaban reunidos un grupo de senadores de la DC y RN: Carlos Larraín, Francisco Chahuán, Soledad Alvear y Patricio Walker. Junto a ellos, los expertos electorales de cada partido, Mauricio Morales y Tomás Duval.
La cita era el punto de partida para un esfuerzo inédito: generar en conjunto -y buscando el consenso de los demás partidos- un nuevo mapa electoral de Chile. Ambas colectividades habían hecho público pocos días antes un acuerdo para reformar el sistema binominal. Pero eso requería además revisar, distrito por distrito, cómo quedaría el nuevo orden.
A inicios de septiembre, ambos partidos acordaron un modelo: 144 diputados y 44 senadores. Aunque la iniciativa quedó en stand by por las elecciones presidenciales, se espera que en el verano se retome la discusión, una vez aprobada definitivamente la modificación del “guarismo 120”.
Pero la trastienda del pacto habla de una negociación inédita, en que participaron expertos de otros partidos y el gobierno, y en que cada modificación fue calculada con detalle para ver cómo beneficiaba o perjudicaba a las colectividades.
RAZONES DE UN REDISEÑO
A inicios de 2012, el experto electoral Mauricio Morales llegó a exponer ante un grupo de altos dirigentes DC que estaban reunidos en la casa del senador Andrés Zaldívar. Entre los asistentes estaban Gutenberg Martínez, Jorge Pizarro, Jorge Burgos e Ignacio Walker. La presentación era en torno a cómo se modifican los sistemas electorales.
El tema era prácticamente desconocido para muchos de los presentes. A diferencia de otros sistemas, como el estadounidense -en que está establecido que los parlamentos de los estados pueden rediseñar los distritos cada diez años en función del censo-, la distribución chilena fue hecha en 1989, un año después del plebiscito, y no se puede modificar salvo que se consiga un quórum de ley orgánica. Los críticos afirman que el modelo se diseñó para potenciar las zonas donde Augusto Pinochet había obtenido más votos; un ejemplo del denominado “gerrymandering”, como se llama en Estados Unidos a la práctica de crear distritos “a la carta” para conseguir el mejor resultado para un sector determinado.
En su charla, Morales fue crudo. Expuso que los partidos que van en caída electoral deben buscar nuevos sistemas para mejorar sus resultados y mantenerse vivos. Con el mapa de los distritos chilenos en mano, explicó algunos principios que son básicos: primero, que la DC debía evitar perder representación en las zonas rurales, donde tiene sus mejores rendimientos. Segundo, que en un nuevo sistema no se debían fusionar distritos donde hubiera dos diputados del partido, porque implicaría -casi con seguridad- perder uno de ellos. Y tercero, que la repartición de los escaños debía aumentar en la zona centro-sur, porque en el Norte la colectividad es más débil.
Los principios se consideraron en el proyecto de ley que Burgos presentó ese mismo año y en que planteaba aumentar a 150 los diputados en 28 distritos. Sin embargo, el proceso de negociación aún no se había abierto.
Paralelamente, el mismo grupo llevaba las negociaciones con Renovación Nacional para reformar el sistema político. Cuando a inicios de julio -una semana después de las primarias-, Ignacio Walker y Carlos Larraín anunciaron el acuerdo para cambiar el binominal, ambos partidos comenzaron un trabajo conjunto para rediseñar el sistema, por primera vez desde el retorno a la democracia.
LAS NUEVAS REGLAS
Para debatir un nuevo mapa de diputados, las reglas sobre la mesa estaban claras. La redistribución partía de la base de los distritos creados en 1989; por lo tanto, éstos no se dividirían, sólo se fusionarían. Junto con eso, la idea era no quitar diputados a ningún distrito. Además, no habría uniones entre distritos que no fueran de una misma región. Y el límite máximo de posibles diputados en un mismo territorio electoral sería de ocho.
La disputa se centró rápidamente en tres regiones: Valparaíso, el Biobío y la Metropolitana. En las regiones extremas (Arica, Iquique, Aysén y Magallanes), el acuerdo fue dejar los mismos dos diputados que tienen hoy, por su baja población. En las restantes, se unieron los distritos que hoy están al interior de una misma circunscripción, manteniendo el número total de diputados que eligen: si eran dos distritos, elegirían cuatro parlamentarios. Y si eran tres, seis.
El aumento de diputados se jugaba en las zonas más pobladas del país. La lógica era que eso mejoraría la representatividad del Parlamento, ya que esas zonas actualmente están subrepresentadas. En ese minuto, aún no estaba claro cuál sería el límite de legisladores. La DC llegó con una propuesta inicial de 142 diputados. RN traía, por su parte, una propuesta hecha a inicios de este año por el senador Francisco Chahuán, que establecía 34 distritos, pero manteniendo los 120 parlamentarios. Ambas partes delegaron las negociaciones en sus expertos electorales: Morales por la DC, y Tomás Duval por RN.
Morales dialogó con el experto electoral del PPD, el diputado Pepe Auth, para saber cuál era su posición sobre el tema. Auth le hizo llegar una propuesta con un posible redistritaje que, entre otros puntos, incluía unir Viña con Valparaíso, Santiago con Maipú, y La Florida con Puente Alto. A su vez, Las Condes quedaba unida con Peñalolén, lo que se veía como más favorable para la izquierda que una fusión del distrito 23 con Providencia: como ejemplo, en la elección de 2009 la Concertación obtuvo 44% de los votos en Peñalolén y 38% en Providencia.
A inicios de agosto, el senador Patricio Walker recibió otra propuesta, esta vez proveniente del gobierno. Entre las diferencias, la nueva hoja ponía a Viña y Valparaíso en dos distritos separados, unía Puente Alto con San Bernardo, Cerro Navia con Santiago, y Las Condes con Providencia.
Aunque Morales y Duval trabajaron un escenario para ambas propuestas, al poco andar frenaron. La primera iniciativa era vista como demasiado positiva para la Concertación y la DC, porque potenciaba zonas con buenos resultados históricos para el bloque. Por ejemplo, Santiago-Maipú contaba con ocho diputados. Por su parte, el mapa del Ejecutivo causó inquietud no sólo en la izquierda; también entre los expertos de RN llamó la atención que varios de los nuevos distritos propuestos eran zonas donde la UDI históricamente ha sido fuerte, como la idea de fusionar Pudahuel con Melipilla o Peñalolén con La Florida.
Además, otro factor comenzó a tomar peso. La cifra de 142 diputados perdía consenso; mientras La Moneda y la UDI insistían con mantener los 120 parlamentarios, la comisión política de RN tuvo una fuerte discusión sobre el potencial aumento. No sólo por términos de costos, sino que también por un factor operativo, ya que las oficinas en el Congreso no alcanzaban. Así, a mediados de agosto, el nuevo “número mágico” era 134.
ACUERDO SALOMÓNICO
Una reunión en el Instituto Libertad entre Duval, Morales y el experto electoral de la UDI, Andrés Tagle -Auth estaba invitado, pero no pudo asistir-, realizada a fines de agosto, fue el punto para mostrar los nuevos avances. Tagle había seguido de cerca el proceso, porque Duval lo mantuvo al tanto: era importante porque él, además de representar a la UDI, es un asesor clave de la Segpres y La Moneda. Sin embargo, él no participó de las negociaciones.
Para ese entonces, Morales y Duval estaban trabajando en un nuevo mapa, que mezclaba las propuestas iniciales. Por ejemplo, si bien se insistía en Valparaíso y Viña del Mar juntos, también se unía a San Bernardo con Melipilla, creando un distrito de seis diputados. Algo que se consideraba un gesto a la UDI, fuerte en ambas zonas.
El modelo llegó a una propuesta con 31 distritos. Sin embargo, aún faltaban los últimos cambios.
A inicios de septiembre, Duval sugirió un cambio en el mapa: dejar en solitario al actual distrito 29, Puente Alto, asignándole cuatro diputados. Era algo que no estaba en ninguno de los planes previos, porque todos los distritos -salvo los de las cuatro regiones extremas- se fusionaban al menos con uno más. En RN explican que esta zona ha sido históricamente favorable para el partido y que allí tienen la esperanza de ganar a la UDI y sacar dos diputados.
Morales contraatacó con otra idea: si se separaba a Puente Alto, también se podía hacer la misma fórmula con Maipú. La comuna -que hoy es representada por Pepe Auth- es un bastión de la DC, y, por lo tanto, ayudaba a un posible cupo adicional en el Parlamento para ese partido.
Las negociaciones por los distritos que quedaban pendientes se solucionaron de manera salomónica. Por ejemplo, en la Quinta Región se respetó la división sugerida desde el gobierno, dejando por separado a Viña y Valparaíso. Lo mismo en la Octava Región -donde Lota se fusionó con Los Ángeles y no con Coronel, como era la primera propuesta de Morales- y en Las Condes, donde se fusionó el distrito con el de Providencia. Sin embargo, entre las ideas de Morales que se mantuvieron estaban fusionar El Bosque con Pedro Aguirre Cerda, creando un distrito con fuerte apoyo para la izquierda, y fundir Pudahuel con Cerro Navia. La fórmula resultó en un total de 30 distritos, con un límite de seis diputados electos por cada territorio.
En los senadores, el mecanismo fue más simple. El acuerdo fue pasar de 38 a 44 cupos, aumentando dos en Arica -un tema que está pendiente desde que se creó esa nueva región- y cuatro en la Región Metropolitana, fusionando todas las circunscripciones que están en una misma región. La excepción fue la Metropolitana, que mantendría Oriente y Poniente. De acuerdo a quienes conocen las negociaciones, RN evaluó que esa fórmula le daba más ventaja ante la UDI que disputar entre ambos en una circunscripción única con ocho senadores. Para Santiago, además, se creó una cláusula especial: de aprobarse el proyecto, elegirá por una única vez otros cuatro senadores en 2017 para un período de cuatro años, con el fin de completar el Parlamento.
Aun cuando el acuerdo fue sellado, lo más probable es que la hora de la verdad llegue el próximo año. El proyecto necesita un alto quórum para su aprobación (25 de los 38 senadores), y varios senadores han manifestado sus críticas. Entre ellos, Ricardo Lagos Weber (PPD), quien cuestionó que la propuesta no es un cambio de fondo del binominal. Además, aún se deberá negociar con el PS, que no se involucró en el debate inicial. Así, el rebaraje recién comienza.