Por Sebastián Rivas Diciembre 12, 2013

2.- EL FIN DE LOS ORÁCULOS

Las encuestas se desplomaron en esta elección. Si antes eran el elemento indiscutido que adelantaba la tendencia de voto, ahora son miradas con precaución y sospecha. El voto voluntario barrió con la precisión de los sondeos, que no pudieron acertar eficazmente ni en las elecciones municipales ni en las presidenciales. Aunque los partidos afirman que no se puede prescindir de ellas, también deberán reinventarse para el futuro.

 

Fue la única y pasó casi desapercibida. El miércoles 11, cuatro días antes de la segunda vuelta, la empresa Ipsos y la Universidad de Santiago publicaron una encuesta sobre el resultado del balotaje. El sondeo -que pronosticaba un triunfo de Michelle Bachelet con una votación entre 63% y 66%- quedó reducido a breves informaciones, aunque hasta la fecha era la primera medición que intentaba anticipar lo que ocurriría en la elección.

Las encuestas fueron una de las grandes perdedoras de los comicios. En especial las presidenciales: casi ninguna le acertó a los márgenes de votación de los candidatos, y la mayoría de las consideradas “grandes” -con preguntas cara a cara y medición a nivel nacional- erraron el resultado por distancias amplias, ungiendo a Bachelet como ganadora en primera vuelta.

El ícono fue la encuesta del CEP. Desde 1999 habían acertado todos los resultados de primera vuelta con menos de 2,5 puntos de distancia de cada candidato, y en el caso de los postulantes de la Concertación, con una diferencia menor a un punto porcentual. Pero en esta ocasión, tuvo una diferencia mayor: casi 13 puntos con Bachelet y 5 con Evelyn Matthei.

También los sondeos privados fallaron. En los partidos reconocen que varios de los estudios contratados daban cifras muy distintas a la realidad. El ejemplo fue Santiago Oriente: el candidato de RN Manuel José Ossandón manejaba encuestas que lo daban perdiendo por un margen importante con Laurence Golborne.

En todo caso, las colectividades estaban avisadas. “En la elección municipal se tomaron muchas decisiones equivocadas por hacerles caso a las encuestas. Por eso ahora optamos por considerarlas como un elemento más, y no el principal”, señala uno de los encargados de la campaña de Renovación Nacional.

Con ese escenario, en los centros de estudios y las firmas encuestadoras reconocen que ya están trabajando para las próximas elecciones. Porque ahí se jugarán el recuperar un prestigio que hoy está en baja.

NO SABE, NO RESPONDE

Roberto Méndez, el director de Adimark, dice que fue una decisión difícil. El año pasado resolvió que su empresa no daría a conocer ninguna encuesta de intención de voto presidencial. “Era irresponsable tirar predicciones, porque no tenemos experiencia”, dice. “Estamos en proceso de aprendizaje”.

No fue el único. Si en la anterior elección presidencial más de 15 firmas y centros de estudio dieron a conocer sondeos a nivel nacional, este año la cifra se redujo a cerca de la mitad. El temor a equivocarse estaba instalado.

En los centros de estudio y universidades afirman que hoy es más difícil hacer encuestas, sobre todo en las zonas más ricas. Señalan que es complejo llegar a ese público por sus hábitos de vida, como vivir en condominios o edificios, y que eso hace que haya una alta tasa de reemplazos, lo que reduce la efectividad de los sondeos. Algunos de los expertos plantean que esto podría explicar la subrepresentación de Matthei.

Pero entre quienes hicieron encuestas para la elección aseguran que el gran problema a resolver es cómo detectar quién irá a votar. Si hasta la elección de 2009 había un grupo definido al que apuntar -inscritos en el padrón electoral-, el voto voluntario llevó todo a fojas cero. Plantean que la gente ha sido reacia a decir que no irá a votar. Por ejemplo, en el sondeo del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales -que dio por ganadora a Bachelet en primera vuelta y mostró una distancia muy pequeña entre Matthei y Franco Parisi- hicieron hasta tres preguntas apuntando a definir quién iría a votar con seguridad.

En tanto, en el Instituto Chileno de Estudios Municipales de la Universidad Autónoma - que también tenía a Bachelet ganando sin balotaje, aunque por un margen menor- por estos días se está contactando nuevamente a sus encuestados para saber si fueron finalmente a votar y cuáles fueron sus motivos.

Miguel Ángel López, académico de la Universidad de Chile, afirma que este punto es relevante. “Hay que crear nuevas preguntas de filtro para ir determinando si la gente va a ir a votar. Esta batería sólo la puedes crear con ensayo y error”, plantea.

Méndez agrega que Adimark sí hizo mediciones presidenciales, pero sólo para testear métodos y afinar la precisión. “Estamos evaluando distintos caminos para llegar a la intención de voto, porque las mismas personas no son capaces de predecir si irán a votar o no”, señala.

LOS NUEVOS CAMINOS

Un par de días antes de la primera vuelta, la directora del Instituto Libertad, Najel Klein, sorprendió con sus pronósticos. Se la jugó porque Matthei bordearía el 25% y que Bachelet no lograría más del 50%.

Lo que pocos sabían es que los datos estaban apoyados en una nueva metodología que estaba probando la entidad vinculada a RN. Se optó por discriminar a quienes iban a ir a votar por varias variables. Por ejemplo, se sacó a todos aquellos que declaraban que no habían votado en la elección pasada, aunque señalaran que irían a votar en ésta.

El ejemplo es la muestra del camino que están siguiendo quienes hacen encuestas. Saben que tienen que reinventarse, y que para ello es clave dar con un método que sea más eficaz que el actual. En las empresas encuestadoras se habla de mezclar al menos tres variables predictivas para determinar a los posibles votantes: declaración de si se irá a votar o no, conducta pasada e interés por la política. “Hemos tenido que aprender todos de nuevo cómo hacer campañas y encuestas”, dice Méndez.

El pronóstico, eso sí, es optimista. Los expertos afirman que en las próximas elecciones tanto las encuestas como los ciudadanos se irán adaptando y los resultados serán más precisos. “Si ya llevo tres elecciones sin votar, ya no voy a tener problemas en decir que no voy a ir a votar”, dice Miguel Ángel López.

Con todo, lo más llamativo es que la medición que estuvo más cerca de predecir el resultado de la elección no fue una encuesta, sino una suma de ellas. El académico Kenneth Bunker creó un modelo predictivo que usando la información de todos los sondeos disponibles, estimó un 47,2% para Bachelet y un 24,5% para Matthei, un trabajo que fue destacado por  el Washington Post. Su apuesta fue calibrar los sondeos con factores como tamaño de muestra, cómo les fue a las encuestas en elecciones anteriores y la distancia de la elección. “Todas las encuestas tienen sesgo, pero lo importante es detectar los sesgos”, asegura Bunker. “Tenemos que aprender a leer las encuestas, porque claramente no nos están diciendo cómo votan los chilenos”.

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