"No supongo que ahora tengamos que recrear una nueva Bachelet: lo que tenemos que hacer es recrear la salud del vínculo ciudadano con la democracia. Ése es el gran desafío del próximo gobierno".
"He visto con tan malos ojos a la gente que está haciendo cálculos presidenciales, que no voy a ser parte de ese club. Estoy haciendo lo que tengo que hacer hoy. El momento de hacer esas evaluaciones es otro".
Carolina Tohá (48) ha tenido un diciembre agitado. El pasado viernes 6 cumplió un año al frente de la Municipalidad de Santiago y una semana después se sumó a los festejos de la Nueva Mayoría por el triunfo de Michelle Bachelet. La cercanía entre ambas no es un misterio: la ex presidenta del PPD fue su vocera de gobierno, recibió una llamada desde Nueva York la noche en que venció a Pablo Zalaquett en 2012, y pidió permiso administrativo en marzo para ir a recibir a la hoy mandataria electa al aeropuerto. “Estamos en una época de mucho desencuentro entre la ciudadanía y la política, y Michelle Bachelet destaca por sobre eso. La gente le cree a lo que ella es y a lo que es capaz de hacer. Y ella empleó ese capital político no para buscar una reelección, sino para buscar una agenda de transformaciones”, dice Tohá sobre su explicación de la victoria.
Pero la ex ministra afirma que lo más difícil está por comenzar. Que la Nueva Mayoría deberá consolidar lo que prometió ante una sociedad que ya cambió y que un factor clave del éxito del gobierno de Bachelet será si logra traspasar la banda a alguien de su propia coalición. Y aunque se le menciona como opción presidencial -es la figura mejor evaluada del bloque tras la presidenta electa-, ella se niega a abrir ese debate. “El momento de empezar a hacer esas evaluaciones es otro”, asegura.
-Hace cuatro años la Concertación perdió por primera vez desde el retorno a la democracia. ¿Qué cambió desde entonces para que la Nueva Mayoría ganara?
-La Concertación perdió porque no tuvo ninguna capacidad de interpretar el momento, y el camino que se ha hecho desde entonces ha sido de muchos quiebres, debates, autocríticas y reformulaciones para buscar ponerse en riel con el momento y el país en que estamos hoy. Pero en el camino se logró un acuerdo político mucho más allá de la Concertación, se estableció una manera de definir las candidaturas por primarias que fue totalmente dominante en la municipal y también en la presidencial, se generó mucho más diálogo con las organizaciones ciudadanas; o sea, hay una inflexión. Lo que pasa es que esa inflexión se tiene que consolidar ahora estando en el gobierno.
-¿Por qué?
-Todas esas buenas prácticas, cuando tú estás fuera del poder son meritorias, pero son realmente parte de tu ADN si las continúas realizando cuando estás en el poder. Ésa es la gran prueba de la Nueva Mayoría: ser capaz de persistir en esa línea desde una posición de gobierno.
-¿La Concertación había perdido la capacidad de leer lo que estaba pasando?
-Absolutamente. Esta sociedad tuvo cambios muy profundos, muchos de ellos gatillados por las propias agendas que la Concertación impulsó; otros debido a otras razones, y la Concertación no lo leyó. Se quedó administrando una especie de patrimonio acumulado en la época de la lucha contra la dictadura, que es un patrimonio grande, pero no infinito, y no puedes girar contra él de por vida.
-La noche de la elección, en la derecha hubo dirigentes que afirmaron que la única diferencia entre 2009 y ahora era que había postulado Bachelet…
-Ésa es una lectura un poco complaciente de la situación. Creo que hay una gran diferencia, y es que ya tuvimos un gobierno de derecha, y a la gente no le gustó y no respondió a las mismas expectativas que ellos generaron con el discurso que hicieron.
LA NUEVA GENERACIÓN
-Usted ha planteado la necesidad de una renovación en la Nueva Mayoría. ¿Cómo vio eso en la campaña?
-Ésta fue una campaña conducida por gente joven que no había estado a cargo de campañas previamente. Eso es muy positivo. Esas personas estaban ahí, estaban hace rato y no habían tenido la posibilidad, siempre habían quedado en una segunda o tercera línea. Bachelet apostó a abrirles ese camino, y yo espero que eso avizore o vislumbre que también en el gobierno va a haber un componente muy importante de figuras como ellos, como Rodrigo (Peñailillo), como Álvaro (Elizalde), como Javiera (Blanco), como Mane de Ferrari y tantas personas. Lo interesante es que eso se hizo sin ningunear a los partidos, sin marginarlos, sin esconder a los parlamentarios… O sea, se puede impulsar la renovación sin hacer razzias.
-A su generación históricamente se le había enrostrado el no tomar el protagonismo en la Concertación. ¿Esto va a cambiar en el nuevo ciclo político?
-Yo no quiero hablar de mi generación, sino que en general en la Concertación hubo mucha abstinencia de pelear los protagonismos, de creerse capaces de hacer un recambio con la generación que venía más arriba. Esa generación tenía una trayectoria de muchas batallas acumuladas en el cuerpo, desde la reforma universitaria de los 60, el protagonismo en la UP, el exilio, la transición… Resultó ser un hueso duro de roer. Pero finalmente está cediendo a una situación más mezclada, que yo creo que es lo sano. Creo que en eso Bachelet ha hecho apuestas muy valiosas y atinadas.
- Bachelet y otros dirigentes de la Nueva Mayoría han marcado que el programa no se acaba en cuatro años. ¿Cuán importante es que ella sea capaz de entregar el poder en 2018 a alguien de su misma coalición?
- Eso tiene dos caras. Una es que para hacer estas reformas, y especialmente la reforma educacional, hay que embarcarse en una programación de transformaciones que trascienden un período presidencial. Eso requiere convertir esta temática en una política de Estado, no solamente en una prioridad de un nuevo gobierno, lo que significa hacer acuerdos amplios. La segunda cara de la medalla es que lo ideal es que uno logre un gobierno de proyección, que continúe esa obra si uno quiere realmente consolidarla. Y yo creo que todo gobierno lo que busca y aspira es proyectarse en una continuidad. O sea, ¿fue un traspié la derrota del 2010? ¡Sin duda!
- ¿Pero cree que en este período se va a medir el éxito de Bachelet por su capacidad de traspasar la presidencia a otra figura de la Nueva Mayoría?
- Por supuesto. La manera en que tiene que darse, por lo menos en mi opinión, es no sólo estar mirando las encuestas a ver quién está bien. Cuando uno ve por qué perdió la coalición nuestra en 2010, es porque estaba políticamente desenfocada, y las decisiones que tomó las tomó sin tener sensibilidad respecto a lo que estaba pasando en el país. Eso es lo que no hay que perder: cuando tienes eso, vas a encontrar la candidatura y vas a resolver de buena manera ese tema. Si te desenfocas, no te salva nadie.
-¿Cómo se hace para tratar de que en cuatro años ese apoyo que ella tiene, que es un fenómeno especial, se trasvasije a alguien de su coalición?
-Yo no creo que sea necesario tener siempre a una Michelle Bachelet. No creo que la política se haga a punta de excepciones como ella; debiera hacerse por una capacidad de deliberación colectiva y de definir qué es lo que queremos, y definir cada vez quién es la persona más adecuada para representarlo. No supongo que ahora tengamos que recrear una nueva Bachelet: lo que tenemos que hacer es recrear la salud del vínculo ciudadano con la democracia. Ése es el gran desafío del próximo gobierno.
-Si uno ve la encuesta CEP, la figura mejor evaluada de la Nueva Mayoría, después de Bachelet, es usted. ¿Siente eso como una responsabilidad?
-¡Claro que es una responsabilidad!
-A su generación le falta que alguien llegue a La Moneda…
-Siento que mi responsabilidad es hacer bien el trabajo que hoy día tengo, que es muy exigente e implica también desafíos grandes para estos años. Así como de alguna manera anticipamos el éxito electoral, es importante también que anticipemos el logro de gestiones que hagan la diferencia.
-Usted aparece bien posicionada y tiene cercanía con Bachelet. ¿Estaría dispuesta a enfrentar una carrera presidencial si se lo pidieran?
-La verdad, he visto con tan malos ojos a la gente que está haciendo cálculos presidenciales ahora, cuando todavía ni siquiera asume el nuevo gobierno, que yo no voy a ser parte de ese club. Estoy haciendo lo que tengo que hacer hoy día, y creo que el momento de empezar a hacer esas evaluaciones es otro.
“EL PS Y EL PPD DEBIERAN SER UNA MISMA FUERZA”
-¿Siente, como dijo Felipe Harboe en La Tercera, que en los últimos años se ha ido desplazando el eje de la coalición hacia el PS y el PPD antes que a la DC?
-Absolutamente. La idea del eje PS-DC no fue buena. Fue un eje que desdibujó al PS y a la DC: en lugar de poner arriba de la mesa nuestra pluralidad, eso se empezó a desdibujar frente a la ciudadanía, y lo que había eran acuerdos de poder para garantizar la estabilidad, que nunca se entendía bien qué había detrás de ellos. Eso fue muy dañino para la Concertación, fue tóxico. Lo que corresponde hacer es hacer de esa pluralidad una riqueza, y estar dispuestos a debatir en ella. La DC es un partido que tiene peso propio, que tiene su historia y que su espacio en la sociedad chilena no lo va a conquistar con una salvaguarda que le ponga al PS, al contrario.
-¿Entonces piensa que lo natural sería retomar el eje histórico PS-PPD?
-Más bien yo lo diría al revés: en el largo plazo, estos partidos debieran ser una misma fuerza política. Programáticamente no tienen diferencias. Ante la ciudadanía, votar por uno o por otro tiene que ver con personas e historias, y no con proyectos de país. No le podemos poner en la papeleta a la gente cuatro o cinco partidos que ideológicamente representan lo mismo. ¿Para qué? Ahora, ése es un proceso. No digo que haya que hacerlo mañana.
-Hace dos semanas cumplió un año al frente de la Municipalidad de Santiago. ¿Cuál es su balance?
-Ha sido un año intenso y fantástico. Esta municipalidad es un espacio maravilloso para poner temas que han estado muy ausentes del debate político: el más importante es cómo la ciudad se puede transformar en un factor de igualdad y democracia en una sociedad. Por las características que tiene esta comuna, creo que estamos haciendo una contribución muy importante.
-¿Y no teme que la puedan acusar de “cuidarle las espaldas” a la presidenta Bachelet en relación a la postura que usted adopte sobre marchas y tomas?
-Yo espero que en el próximo gobierno tengamos mayor habilidad para manejar este conflicto. Eso tiene que ver con mostrar que hay realmente una agenda puesta para acoger las demandas que han puesto los estudiantes, y que hay una capacidad de diálogo superior a la que ha habido para enfrentar el tema de la violencia. No puedo creer ni entender que cincuenta personas que quieren hacer vandalismo no puedan ser manejadas de una manera más profesional por las fuerzas policiales. En otros países se logra, y en Chile hay que aprender a hacerlo.