Convencidos que no pueden forzar un quiebre, Allamand y Larraín han dado su bendición a una mesa de consenso, que puede ser encabezada por un liberal “institucional” como Cristián Monckeberg o un senador más oficialista, como Francisco Chahuán.
Fue Ignacio Rivadeneira, asesor del Segundo Piso, quien instaló la tesis que hoy reina en palacio: Piñera debe mantenerse alejado de RN y de sus pugnas, y al dejar el cargo centrarse en su nueva fundación. La misma fórmula que ocupó Bachelet el 2010.
Era el funeral de uno de los próceres de Renovación Nacional y la primera vez que los militantes se veían las caras después que estallara la crisis. El 24 de diciembre en la iglesia San Juan Apostol, donde se despedía al ex diputado Domingo Godoy Matte, había un ambiente de tensión. El senador electo Andrés Allamand llegó al lugar flanqueado por el presidente del partido, Carlos Larraín -su principal apoyo político-, y sólo estuvo un momento en la misa, procurando ubicarse lejos de los ministros de La Moneda. Aún estaba fresca su entrevista donde arremetió contra el presidente Sebastián Piñera, acusándolo de ser el principal responsable de la derrota electoral de la Alianza, no sólo por su actuación durante la campaña sino también por el desempeño de su gobierno. La más feroz crítica al mandatario venía de su propio ministro y de su propio partido.
Durante la misa, la ex esposa de Godoy, Carmen Ibáñez -quien cinco días antes renunció a la colectividad en señal de protesta a la directiva por no llevarla como candidata a diputada-, compartió con la ex ministra Catalina Parot, quien no descarta dejar también la tienda, como ya lo hicieron Antonio Horvath y Hernán Larraín Matte, y como lo están evaluando los ministros Cecilia Pérez, Rodrigo Hinzpeter y Bruno Baranda. Otros que, según estiman en el partido, podrían sumarse en un futuro a la ola de renuncias son los diputados Joaquín Godoy, Marcela Sabat, Karla Rubilar, Nicolás Monckeberg y Pedro Browne. Todos piñeristas y de tendencia liberal. Pero esto podría ocurrir sólo en caso de que Allamand junto a Larraín se cierren a un pacto de gobernabilidad con otros sectores, sin abrirse a una mesa de consenso, y de que Piñera no retome su militancia y se reincorpore al partido una vez que deje el gobierno, una decisión que no está zanjada.
“Yo no veo ninguna crisis”, dijo al término de la misa Carlos Larraín, desdramatizando el éxodo de militantes. En la mesa creen que son sólo amenazas y que, una vez estando en la oposición, comprenderán los costos de marginarse de la colectividad. El timonel ha puesto todas sus fichas en intentar que no se adelante la elección de directiva prevista para inicios de mayo y rechaza la idea de sectores del partido de convertir el consejo nacional del 18 de enero en un consejo general, instancia máxima que tiene atribuciones para remover la mesa. Larraín, que ha indicado varias veces su interés en retirarse de la vida política, podría dejar la presidencia tras ocho años en el cargo, con un partido en pugna y al borde del quiebre. Sin embargo, en los últimos días ha comentado que la política es como una droga y que a ratos piensa en que no podrá dejarla por completo.
En RN señalan que el conflicto sirvió al menos para transparentar el nuevo mapa de poder del partido: por un lado, el pacto Larraín-Allamand de amplia mayoría y, por el otro, Piñera, quien podría arrastrar a los militantes más liberales fuera de la tienda. Y un tercer factor en juego: la aparición de Manuel José Ossandón como fenómeno político, del ala más conservadora, con respaldo en las bases y en el Instituto Libertad.
ALLAMAND, EL INCOMBUSTIBLE
Fue por años reconocido como el líder de la llamada derecha liberal. A favor de reformas constitucionales, de la píldora del día después y pionero en el proyecto de unión civil para parejas del mismo sexo. Pero en el último año se encargó de sacarse esa etiqueta. En su entorno dicen que fue una estrategia electoral donde jugaron un rol relevante sus dos principales asesores políticos: su esposa Marcela Cubillos y el abogado Gonzalo Cordero, histórico militante de la UDI.
Con ellos definió que la mejor estrategia para competir en las primarias presidenciales de la Alianza era derechizarse y hacer ver a Laurence Golborne como un aparecido en el sector. Así fijó su nueva agenda en los temas de seguridad ciudadana y la defensa a Carabineros, se negó a decir “dictadura” y -basándose en un antiguo proyecto parlamentario de Cubillos- presentó una propuesta de bono para madres adolescentes con el objeto de desincentivar los abortos. Pero el plan falló: cuando Pablo Longueira reemplazó a Golborne como candidato de la UDI, Allamand no volvió a su discurso liberal y perdió las primarias por estrecho margen.
Sus antiguos seguidores en el partido comenzaron a abandonarlo: como la diputada Karla Rubilar, que prefirió apoyar a Golborne. Ella y otros liberales, como Godoy, Marcela Sabat, Nicolás Monckeberg o el senador Alberto Espina, se apresuraron en apoyar a Evelyn Matthei como candidata de la Alianza cuando se bajó Longueira, bloqueando la posibilidad de Allamand.
Pero el senador ya tenía nuevos aliados: su antiguo adversario Carlos Larraín se la jugó por su candidatura junto al secretario general del partido, Mario Desbordes. Juntos controlan casi la totalidad del partido. Pero entendiendo que no pueden forzar un quiebre en la colectividad, han dado su bendición a una mesa de consenso que puede ser encabezada por un liberal “institucional”, como el diputado Cristián Monckeberg, que convoque a sectores diversos del partido. Pero siempre bajo la condición que en la directiva queden representantes de Larraín, como Desbordes o el senador Francisco Chahuán. Este último -quien también aspira a presidir la tienda- propone hacer un guiño a los liberales a través de reformas a los estatutos. Un acuerdo doctrinario que se podría discutir en el consejo del 18 de enero.
Será en esa instancia donde Allamand intentará marcar su liderazgo en el partido -y calmar a quienes han criticado sus últimas actuaciones- para lo cual prepara un detallado informe sobre la derrota de la Alianza. Consciente de que Piñera será su principal adversario si quiere competir a La Moneda el 2017, el plan del senador electo es intentar mostrarse a la par del mandatario y exponer los errores que ha cometido el gobierno para que no le salga gratis el fracaso electoral.
PIÑERA, EL ESTRATEGA
Fue Ignacio Rivadeneira, el jefe de Contenidos de La Moneda y asesor del Segundo Piso del presidente quien instaló la tesis que hoy reina en palacio: Piñera debe mantenerse alejado de RN y de sus pugnas internas, y al dejar el cargo centrarse exclusivamente en su nueva fundación. La misma fórmula que ocupó Michelle Bachelet el 2010, al perfilarse por sobre los partidos y no meterse en líos del PS, dedicándose a su Fundación Dialoga y luego a su cargo internacional, que la mantuvo al margen de las polémicas.
El concepto es que ya no es la hora de los partidos -que están desprestigiados frente a la ciudadanía -y se debe hacer política desde otras plataformas. Aunque no está definido si Piñera retomará o no su militancia en RN -a la que debió renunciar por estatuto al asumir la Presidencia-, lo claro es que no jugará un rol protagónico en la colectividad.
Así lo hizo ver en la extensa reunión que tuvo Piñera el 11 de diciembre en la residencia presidencial de Cerro Castillo con los parlamentarios sub-45 de RN y otras figuras del partido, como Luciano Cruz-Coke. Cita a la que también llegaron algunos UDI. Allí les hizo ver los detalles de su nueva fundación, sus planes para el 2017, y los invitó a trabajar juntos. Les dijo que tenía 50 proyectos en carpeta para que los diputados eligieran y tramitaran en el próximo periodo parlamentario, los invitó a un taller de capacitación en medios, que se realizará el 4 de enero, y les dijo lo que esperaba de ellos como oposición a Michelle Bachelet: que no fueran una oposición agresiva ni “odiosa”, pero que se encargaran permanentemente de ir marcando los contrastes con lo que fue el gobierno de derecha con frases como “a estas alturas Piñera había creado 500 mil empleos”.
El almuerzo con los diputados jóvenes terminó por fidelizar a los piñeristas y convencer a muchos que el mandatario era la única alternativa para volver al gobierno el 2018. Y están atentos a las próximas instrucciones que les dé. A la fundación ya ha invitado a figuras de RN como el diputado Frank Sauerbaum. Tras un gobierno complejo, Piñera ha tenido seis meses de ascenso en las encuestas y su desafío es evitar los golpes internos, que él mismo advirtió que venían.
OSSANDÓN, EL POPULAR
La noche del pasado viernes 15 de noviembre, tras participar del cumpleaños de un sobrino, Manuel José Ossandón partió a su casa manejando su auto. Pasadas las 23 horas, al llegar a San Juan de Pirque, Carabineros detuvo su auto. Tras revisar sus documentos, el policía le pidió que se bajara del vehículo para hacerle un alcotest. El resultado fue cero alcohol. Al llegar a su casa, el entonces candidato a senador por Santiago Oriente comentó con su señora qué hubiera sucedido si esa noche hubiera aceptado alguna copa de vino o algún trago, como le habían ofrecido. La respuesta de ambos fue inmediata: a menos de 48 horas de las elecciones, su caso hubiera aparecido en la prensa con resultados insospechados para su postulación.
Ossandón ha comentado varias veces a sus más cercanos que le llamó mucho la atención la actitud poco amable de los carabineros y la forma y lugar en que fue detenido.
Lo cierto es que ese domingo el ex alcalde de Puente Alto logró imponerse a Golborne, transformándose en el triunfo emblemático de RN, junto a Allamand. A partir de ese domingo Ossandón logró un nuevo estatus en la colectividad: además de recuperar un circunscripción clave, había logrado imponerse obteniendo votos que no eran de centroderecha. “Ése es un plus que hoy es invaluable”, señala un cercano al senador electo.
El ex edil se transformó también en potencial candidato presidencial de RN, junto a Piñera, Allamand, Espina y Lily Pérez. Pero, por ahora, su plan es destacar en el Senado, medir más sus palabras y, en dos años más, ver cómo está la cancha. Un punto a su favor es el Instituto Libertad, que preside su hermano Roberto y dirige Najel Klein, esposa de su sucesor en Puente Alto, Germán Codina, alcalde reconocido como su delfín político. De hecho en el gobierno leyeron con suspicacia la mediática denuncia de Codina por el retraso en las obras del Hospital de Puente Alto: se vio como un ataque indirecto de la gente de Ossandón a Piñera en sus últimos meses.
Por ahora, en forma paralela a la crisis del partido, el Instituto Libertad cambiará su directorio y se apresta a abrir sedes en varias regiones del país, buscando acoger a ex funcionarios del gobierno en todo Chile.
Ossandón sabe que su fuerza está en las bases del partido, pero para seguir avanzando debe moderar su estilo frontal y aumentar su liderazgo político. Justamente eso hará cuando le hable a su partido el 18 de enero.