En la reunión que sostuvo esta semana con los senadores, Bachelet hizo una arenga: señaló que la elección generó un ambiente armónico en la Nueva Mayoría y que les demandaba evitar las luchas de poder y preservar la unidad del sector.
Otra razón, tal vez más oculta, que promueve el vínculo entre los dos partidos es que esta vez el PPD cuenta con cartas presidenciales para 2017 y el PS no, por lo que un acuerdo puede resultar conveniente para ambos.
“¿Estás de acuerdo en que el PS y PPD formen un partido federado?”. Ésa es la pregunta que publicó el sábado 4 de enero el Partido por la Democracia en su página web oficial. Los primeros resultados arrojaban un 68% a favor y un 32% en contra.
La misma interrogante es la que ha circulado con fuerza en las últimas semanas en los pasillos del Congreso, las sedes partidarias y las oficinas de la presidenta electa Michelle Bachelet. A fines de noviembre los presidentes de ambos partidos, Osvaldo Andrade y Jaime Quintana, mandataron a un equipo para buscar fórmulas de convergencia para fortalecer el llamado bloque progresista de la Nueva Mayoría.
En las reservadas reuniones, celebradas en medio de los preparativos para la segunda vuelta, no sólo se habló de mecanismos de coordinación, como unir las bancadas o celebrar encuentros periódicos de las directivas. Sobre la mesa también se resucitó un antiguo anhelo del sector: que el PS y el PPD se fusionaran en una misma fuerza política.
El PS, a través de su representante, Marcelo Schilling, propuso la creación de un partido federado; es decir, un modelo donde ambas colectividades conservan su identidad, directiva e institucionalidad, pero eligen una mesa común de entre tres a siete personas, a la que se le ceden atribuciones soberanas para temas como la proclamación e inscripción de candidaturas a cargos de representación popular y el manejo de las relaciones internacionales. El PPD, representado por Pepe Auth, fue más lejos y habló de que se podía pensar en un nuevo referente político. Incluso se deslizó un nombre tentativo: Partido Socialista Democrático.
En cualquiera de los casos, la fuerza política resultante se convertiría de inmediato en la más grande del país. Con 12 senadores, 31 diputados, 67 alcaldes y 546 concejales, la suma de los votos del PS y el PPD supera el 20% en la mayoría de las elecciones, más que la UDI -el actual partido con mayor representación y votos-, RN o la DC. Son dos colectividades que comparten una idéntica sensibilidad política y programática, y son los que tienen mayor sintonía con Bachelet, a quien apoyaron desde las primarias.
El jueves 2, recién volviendo de los festejos de Año Nuevo, los diputados del PS y el PPD sorprendieron al anunciar que por primera vez trabajarían en conjunto en el próximo período legislativo, uniendo ambas bancadas. El simbólico gesto es explicado como un primer paso hacia la convergencia. Una suerte de “marcha blanca” de un proceso de largo plazo en que el objetivo es limar viejas asperezas para avanzar en una alianza con perspectivas electorales para 2016 y 2017, y explorar las condiciones para un eventual partido único.
La sola idea genera incomodidad y recelo en varios sectores de la Nueva Mayoría. En la DC siguen con lupa las tratativas, que ponen en riesgo su influencia dentro del futuro bloque oficialista y sepultan el tradicional eje DC-PS que hasta hoy dominaba el sector.
En el bacheletismo también se encendió una luz de alerta. En la reunión que sostuvo con los senadores, el lunes 6 en la casa del presidente de la Cámara Alta, Jorge Pizarro (DC), la futura presidenta hizo una arenga: señaló que la elección generó un ambiente armónico en la Nueva Mayoría y que hay que mantener ese impulso. Por eso, agregó que en este período les demandaba evitar las luchas de poder y preservar la unidad del sector. Su intervención fue leída como una advertencia de que hay que actuar prudentemente, porque no es el momento de abrir un flanco entre la DC y el PS-PPD.
EL FRENO A LA DC
El detonante que aceleró el proceso de unión entre el PS y el PPD fue el malestar que produjo la actitud de la Democracia Cristiana durante las negociaciones de la Nueva Mayoría para repartir los cargos más importantes de la Cámara de Diputados. Fueron encuentros maratónicos: ocho reuniones y más de 40 horas de trabajo entre Santiago y Valparaíso, donde se definían las presidencias y vicepresidencias de la Cámara y de sus principales comisiones.
En plenas tratativas, la DC puso varias veces sobre la mesa su mejor derecho al tener 21 diputados. Y en medio de las conversaciones, sorprendió al unir su bancada con la del PRSD, sumando otros seis parlamentarios.
Fidel Espinoza y Marco Antonio Núñez -jefes de bancada del PS y el PPD- informaron de inmediato la situación a sus directivas, las que decidieron dar su primera muestra de fuerza conjunta en la Nueva Mayoría. Anunciaron que sus diputados trabajarán bajo un solo comité, lo que implica, entre otros puntos, más representantes en las comisiones, más minutos para hablar en la sala y mayor financiamiento de asesores.
Son temas administrativos, pero que esconden un potente mensaje político: la notificación a la DC del peso que el ala progresista tendrá en el nuevo oficialismo. “El nacimiento de este eje permite una relación de iguales entre la izquierda democrática y el centro, que hoy es asimétrica”, explica Marcelo Schilling. “El PS no tiene la talla de la DC, y el PPD tampoco, pero la unión entre ambos construye igualdad en esta relación”.
Auth plantea que si antes la política de ambos partidos era competir para ver cuál era el más fuerte, ahora comprendieron que comparten el mismo electorado. “Nos dimos cuenta de que instalar una superioridad sobre el otro ya no es posible. Lo más adecuado es adaptarse a ese dato de la realidad actual, que pudiera terminar en un gran partido único”.
En su negociación, Auth y Schilling ya acordaron nuevas medidas de cooperación. Habrá reuniones conjuntas de directivas y comisiones políticas una vez al mes, para coordinar posiciones. Además, incluyeron el manejo conjunto de las relaciones con el exterior, ya que los dos partidos pertenecen a la Internacional Socialista. Y en el Senado hay avanzadas conversaciones para también unir sus bancadas. Los mismos parlamentarios ya están actuando en esa línea: Guido Girardi y Carlos Montes han convocado a seminarios conjuntos, y el senador PPD ha tenido contactos con sus futuros pares socialistas Alfonso de Urresti y Rabindranath Quinteros.
El PPD ya ratificó formalmente los acuerdos. En su comisión política del lunes 6 se votó que la colectividad tendrá una relación preferente con el PS, desechando su anterior pacto con comunistas y radicales. El PS discutirá su política de alianzas y la idea de una federación en el comité central de este sábado 11, para poder votar una propuesta concreta en el congreso del partido de mediados de año.
HISTORIA DE DOS PARTIDOS
Es un debate de veinticinco años. Ya en 1989, cuando figuras como Jorge Arrate y Clodomiro Almeyda rearmaban el PS tras el quiebre del partido luego de la UP, hablaban de que en el proceso se incorporara al PPD. Con ese mismo objetivo, varios socialistas ingresaron a esa colectividad, como Juan Pablo Letelier y Osvaldo Puccio. Pero el proyecto fracasó, porque el flamante PPD -creado como partido instrumental para la campaña del No- buscaba formar su propia identidad y distanciarse del socialismo histórico. Incluso criticaban los símbolos tradicionales del PS, como la figura de Salvador Allende, que a inicios de los 90 era visto como una carga para los sectores más liberales de la izquierda.
En el socialismo la idea de la fusión también generaba resistencia, sobre todo en la Nueva Izquierda que lidera Camilo Escalona. Como muestra de ello, en el congreso del partido de 1990 se ordenó terminar con la doble militancia que tenían algunas figuras, como Ricardo Núñez, José Antonio Viera-Gallo, Erich Schnake, Carlos Montes y Víctor Barrueto. El único al que se le permitió mantener ese privilegio fue a Ricardo Lagos.
El ex presidente ha defendido por décadas la necesidad de un partido ampliado. Lo intentó concretar durante su gobierno, con un plan que incluía sacar a figuras cercanas a él para que tomaran el control de ambas colectividades -José Miguel Insulza, en el PS, y Francisco Vidal y Fernando Flores, en el PPD-. Pero no tuvo éxito. Es una de las grandes frustraciones de Lagos, que quería dejar el nuevo partido como un legado político, al estilo de lo que hizo Eduardo Frei Montalva con la DC. Tras dejar La Moneda, ha vuelto a repetir en varias ocasiones la idea, pero ha recibido portazos de ambos partidos. No era el momento. Los partidos estaban con sus relaciones quebradas y distanciados desde las elecciones municipales de 2008, cuando el PPD decidió ir en listas separadas de concejales junto al Partido Radical, lo que forzó al PS a forjar su alianza electoral con la DC.
Pero la llegada de Bachelet y la conformación de la Nueva Mayoría en 2013 cambió los balances de poder y permitió recomponer las relaciones. El PPD, que por años tuvo un sello liberal, se izquierdizó para sintonizar con las movilizaciones sociales, lo que los acercó ideológicamente al PS. A su vez, en ese partido se alzaron las voces contra la política impulsada por Escalona y Andrade de acercarse a la DC. Obligados a hacer una campaña conjunta en las primarias, ambos partidos realizaron gestos de unidad, como la reunión de sus presidentes en la víspera del arribo de Bachelet a Chile.
El proceso siguió avanzando. En septiembre comenzaron extraoficialmente conversaciones sobre el rol que ambos partidos jugarían en el gobierno de Bachelet. Y durante la campaña parlamentaria hubo apoyos cruzados. Pero fue a fines de noviembre, en un almuerzo de la bancada PS, donde Andrade dio un giro a lo que había sido tradicionalmente su política y habló de la necesidad de reinstalar la convergencia de la centroizquierda, mandatando a Schilling y Marcelo Díaz para iniciar conversaciones con el PPD en esa línea.
La lectura es que Andrade se hizo cargo de un nuevo panorama en su partido. Dos días después de la primera vuelta, Montes y De Urresti, como flamantes senadores electos, desahuciaron el pacto con la DC, mientras que el histórico defensor del acuerdo, Camilo Escalona, sufrió una dura derrota electoral y perdió peso en el debate.
En el PPD, en tanto, los sectores “laguistas” lanzaron una ofensiva de declaraciones en la misma línea. Carolina Tohá calificó al eje PS-DC como “tóxico” y Felipe Harboe marcó que la alianza natural de su partido era con los socialistas. Incluso Girardi, cuyo sector antes se oponía a un acuerdo de este tipo, ahora defiende la importancia de retomar el pacto. “A diferencia del acuerdo PS-DC, que estaba basado en la estrategia, la idea hoy es crear una fuerza política unida por los contenidos, que pueda dialogar con los movimientos sociales”, afirma el senador.
PASO A PASO
“Éste es el primer paso”, repetía el diputado Marco Antonio Núñez al exponer ante la comisión política del PPD, el pasado lunes 6, la alianza con el PS. Pero aunque el acuerdo fue aprobado, la presentación generó una fuerte polémica. Varios de los presentes pidieron la palabra para advertir que se debe ser cuidadoso para que un partido no termine “fagocitando” al otro, pidiendo cautela en los tiempos.
La mirada es similar a la que tienen figuras históricas de ambos partidos que están a favor del entendimiento. Personeros como Ricardo Lagos, Sergio Bitar, Juan Pablo Letelier y Ricardo Núñez han remarcado en privado que el proceso debe hacerse sin estridencias, apuntando a un mediano plazo y evitando dañar a la DC. Bitar, por ejemplo, propuso que la alianza se sustente en un eje programático conjunto trabajado por los centros de estudio del sector, como Igualdad y Chile 21. Y Letelier ha dicho que se debe evitar un escenario similar a los “tres tercios” de la UP, en que la DC quede aislada.
Por eso, quienes llevan las conversaciones han hecho un llamado a bajar las expectativas y el tenor de las declaraciones que puedan poner al pacto PS-PPD en confrontación con la DC. En la directiva socialista afirman que a Andrade le irritó particularmente la actitud de algunos PPD, como Carolina Tohá, que han fustigado el acuerdo previo PS-DC. “Echan por la borda cualquier tipo de avance”, afirma un dirigente de esa colectividad.
Desde la DC sostienen que hasta el momento no han sido notificados de un cambio en la política de acuerdos. Pero reconocen que ven con incertidumbre el panorama del PS, que enfrenta elecciones internas este año. Afirman que el pacto entre ambos partidos ha sido exitoso y que el mayor riesgo es que la Nueva Izquierda de Escalona sea derrotada por una tendencia anti-DC. “Cambiar un acuerdo que ha funcionado no tiene sentido”, dicen en su directiva.
Sin embargo, los defensores del nuevo pacto dan tres argumentos a favor del nuevo eje político. El primero es que se minimiza o anula el fenómeno de los “díscolos”, al tener dos grandes bloques en la Nueva Mayoría (DC-PRSD y PS-PPD) que pueden dar órdenes a sus parlamentarios con mayor eficacia. Esto también permite acotar el margen de influencia de los partidos más pequeños, como el PC, el MAS y la Izquierda Ciudadana. El segundo apunta a que con la incorporación de los comunistas, un eje PS-PPD se ubicaría al centro del oficialismo y no a la izquierda, un argumento que evitaría ver la maniobra como un aislamiento de la DC. Y, finalmente, que si se ejecuta el cambio al sistema binominal por uno más proporcional, conviene tener una política de alianzas entre partidos más grandes. Otra razón -tal vez más oculta- que promueve el vínculo es que esta vez el PPD cuenta con cartas presidenciales para 2017 y el PS no, por lo que un acuerdo presidencial puede resultar conveniente para ambos.
Siguiendo la instrucción de la mandataria electa de no entorpecer el buen ambiente del conglomerado, el diagnóstico es que 2014 será un año de ensayo y error. La forma en que el PS y el PPD implementen su nuevo acuerdo y el panorama político que se dé en los primeros meses de gobierno influirán en los siguientes pasos. En todo caso, la alianza entre ambas colectividades tiene un lema claro: quieren convertirse en el partido de Bachelet.