Por Sebastián Rivas Febrero 13, 2014

© Pablo Sanhueza

"Don Andrés (Zaldívar) está equivocado, y el riesgo que él dice que se abrió no es tal. Les recomiendo a todos que pongan el reloj a la hora con la sociedad chilena. Se nos están pidiendo otras cosas, no las mismas de siempre".

Marcelo Schilling (64) hace gala de su humor cuando responde sobre la polémica por la falta de chequeo de los primeros nombramientos de Michelle Bachelet. “No sé cómo se hace ahora, porque yo no me dedico a esos oficios de averiguar lo que pueden estar haciendo otras personas hace mucho rato”, dice entre risas quien fuera el encargado de la denominada “Oficina” durante el gobierno de Patricio Aylwin. Hoy, Schilling es diputado y será desde marzo el jefe de bancada del PS en el Congreso. Desde su posición como una de las figuras históricas del socialismo, destaca la importancia del acuerdo para sellar el nuevo eje PS-PPD y cuestiona el rol de la DC en medio de la crisis generada por el nombramiento de Claudia Peirano como subsecretaria de Educación.

-¿Cómo puede influir en el futuro gobierno el nuevo eje PS-PPD, que reemplaza al “histórico” de los socialistas con la DC?

-Un mayor entendimiento entre el PS y el PPD con una perspectiva no sólo de trabajo parlamentario en común, sino que también de ponernos de acuerdo en cada uno de los proyectos de ley y de votar en un mismo sentido, ayuda a recuperar el prestigio de los partidos entre la ciudadanía y a evitarnos el “sí, pero”. Aquí hay que cumplir con el programa y hay que ayudar a garantizar que se cumpla. Por eso acepté ser jefe de la bancada socialista. El eje tiende a equilibrar las cosas con la DC.

-¿Por qué hoy garantiza más el cumplimiento del programa un eje PS-PPD que el antiguo con la DC?
-Porque hoy el “sí, pero” no vale. Es “sí” no más. No porque seamos un conjunto de personas autoritarias, sino porque fue lo que le dijimos al pueblo en la campaña. ¿Cómo vamos a recuperar el prestigio los partidos? Haciendo que calcen los dichos con los hechos. Y en la DC hay muchos factores importantes que hablan del “sí, pero”.

-¿O sea que no están comprometidos?
-En la reforma constitucional yo he visto trabajos de altísimos dirigentes de la DC que dicen que basta con eliminar los quórums calificados, cambiar el sistema electoral y eliminar el control preventivo del TC, y que con eso tendríamos hecha la reforma. Yo digo: y la garantización universal de los derechos de las personas, en particular educación y salud, ¿no la vamos a hacer? ¿No vamos a eliminar la prohibición del derecho a huelga en la Constitución, como está dicho en el programa que suscribimos voluntariamente? Entonces, ¡aquí hay un problema!

-¿Por eso es importante un eje de los partidos progresistas?
-Este debate siempre va a tener un ingrediente de fuerza. Los argumentos valen, sin duda. Pero la gente de la DC no se pueden hacer los que vienen recién despertando a la vida: ellos han ejercido la fuerza en la dirección de la Concertación muchísimas veces. Nosotros ni siquiera queremos una aplanadora, queremos equilibrar una relación, hacerla de igual a igual. Punto.

-¿Esa relación no se daba así?
-¡No, pues! Si una relación, fuera de la DC con el PS o de la DC con el PPD, era de dos tercios a un tercio. Ahora, yo era partidario de eso. Lo defendí a brazo partido, me peleé con mucha gente en el PS con por estas cosas. Mire, Escalona era presidente y yo era secretario general cuando nos ratificó el PPD, en 2008,  que habrían dos listas para las elecciones municipales. Aparecieron Soledad Alvear con Jorge Burgos, pálidos ambos, en la sede nuestra, como diciendo que el mundo se había derrumbado. ¿Qué hice yo? Redacté una declaración de cinco líneas donde suscribimos ahí mismo que íbamos a ir juntos. ¿Por qué? Porque si se hubiese ido la DC en ese momento, en ese instante se acababa el primer gobierno de Bachelet.

-¿Y por qué ya no es partidario?
-Porque los tiempos cambian. No han cambiado al punto de que nos hayamos pasado a bandos opuestos: seguimos en la misma coalición. Pero las necesidades de Chile hoy requieren de una atención en que no se le puede dar la misma respuesta. La Nueva Mayoría no es la Concertación. Tiene que tener otra manera de conducción. No es la coalición de hace cinco años atrás.

-¿Tienen que avanzar el PS y el PPD hacia un bloque unitario?
-Yo soy partidario de una federación en que se mantienen los partidos, pero se hace una cesión de soberanía limitada en cuestiones como las relaciones internacionales y la proclamación conjunta de nuestros candidatos. Es necesario, para ir habituándonos a trabajar en conjunto, perder el miedo y las desconfianzas. Son todas cosas contribuyentes a construir una fuerza social sólida, que independiente mente de que haya una estrella luminosa o no -como es Michelle Bachelet- siempre va a estar actuando por el cambio.

-¿Es ahora el minuto más apropiado para una fusión del PS con el PPD?
-No es este momento, porque estamos partiendo. Pero hay que ponérselo como meta para que ocurra.

“EL CASO PEIRANO ES UNA ADVERTENCIA PARA TODOS”

-Está la sensación de que el nuevo gobierno partió con un autogol con el tema del nombramiento de los subsecretarios e intendentes.
-Se ha colocado como tema de debate nacional la coherencia de las figuras designadas con las políticas definidas y las exigencias de la sociedad sobre lo que deben ser sus dirigentes. Y ahí algo pasó. Lo que más me llama la atención es el caso de Claudia Peirano.

-¿Por qué?
-Porque ella explícitamente había abogado por un punto de vista en educación que es contrario al definido por la coalición. Eso para mí es inexplicable. Ahora, lo que le ocurrió al señor (Miguel) Moreno y su tentación en el Metro no está en el programa, pero sin duda que si eso ocurrió es una conducta reprobable y que una autoridad no la puede tener.

-¿Fue un error de inexperiencia por parte del equipo de Bachelet?
-No se cometían esos errores en gobiernos anteriores porque se tenía el modo de chequear las cosas con celeridad y eficacia. Ahora, más allá de lo negativo del episodio, que no se puede ocultar, tiene algo de positivo: que de aquí para adelante el error es imperdonable, no sólo para la persona que pueda tener el problema, sino que es imperdonable también para quien dijo: “OK, esta persona puede postular”. Entonces, todos los ministros, subsecretarios e intendentes designados no tienen margen de error. Estamos advertidos de que la sociedad no tolera manchas en la trayectoria.

-Pero eso debió haberlo visto alguien que chequeó los antecedentes.
-Sí, pero eso debió haberlo chequeado su propio partido, la DC. Porque la presidenta fue explícita: el requisito esencial era la identificación con el programa.

-¿Cree que la DC tuvo responsabilidad en el caso de Peirano?
-Puede haber habido relajo y no haberse tomado en serio las recomendaciones. Nosotros fuimos advertidos: ojalá caras nuevas. Ojalá hartas mujeres. Idoneidad y competencias con intuición política. Es un concepto exacto, no es invención mía. Y el cuarto punto, y más importante, identificación con el programa, porque este gobierno tiene una tarea mayor. Si alguien creyó que era una broma, está equivocado.

-¿En la DC no se lo tomaron en serio?
-Son los hechos los que hablan. Había un problema con la señora Peirano, y alguien a lo mejor no se lo tomó en serio. Es una advertencia para todos, porque a lo mejor los descreídos no sólo están en la DC.

-Figuras como el senador Andrés Zaldívar salieron a advertir que es riesgoso que el gobierno ceda ante “grupos de presión” como los estudiantes.
-Es una manera de ver las cosas, pero nosotros hicimos una campaña con puntos claros. No dijimos “sí, pero”. Y la señora Peirano era “pero”. ¡Si ella lo había escrito, y nunca se desdijo! Esto aquí no cabe.

-Las voces más críticas del actuar del futuro gobierno han venido desde la DC, como Zaldívar y Genaro Arriagada.
-La presidenta no removió a la señora Peirano, que no se le olvide a don Andrés Zaldívar. Ella puso su cargo a disposición, la presidenta la había ratificado. Don Andrés está equivocado, y el riesgo que él dice que se abrió no es tal. Les recomiendo a todos que pongan el reloj a la hora con la sociedad chilena. Se nos están pidiendo otras cosas, no las mismas de siempre.

-¿Entonces, no ve la situación en que se quedó ante el movimiento estudiantil como algo peligroso?
-No, porque cuando el gobierno entre a ejercer su poder, que no es poco, tendrá capacidad de interlocución con los movimientos sociales. Y si llega un momento en que no hay acuerdo, el elegido para gobernar no es el movimiento social, es la autoridad en funciones. Aquí va a haber debate, sin duda, pero también hay una autoridad que ha sido investida por el pueblo para zanjar las diferencias. Eso no se nos tiene que olvidar.

-Rodrigo Peñailillo, el nuevo ministro del Interior, dijo que hoy no importa tanto la experiencia en política. ¿Está de acuerdo con eso?
-Son discusiones bien inútiles. Peñailillo es una persona idónea para el cargo. Es prudente, reservado, todo el mundo lo conoce entre quienes toman decisiones y el país lo irá conociendo de a poco. Y si necesita consejo de los más experimentados, los llamará.

-Pero llama la atención que los errores que se han cometido remiten a la inexperiencia política.
-Pero no se le pueden cargar los errores a Peñailillo. La composición del elenco ministerial fue impecable, pero en los subsecretarios, en que pasaron estos casos, se tomó en cuenta a los partidos políticos. Los nombres no vienen de la nada: los pusieron las directivas. Sobre el señor Moreno, hay que preguntarle al Partido Radical.  Sobre la señora Peirano, hay que preguntarle a la DC.

-El ministro del Interior históricamente ha sido el encargado de coordinarse con los partidos. Peñailillo ha dicho que ejercerá más bien como un primer ministro.
-Me parece estupendo, sólo que aquí se ha instalado la práctica de que los lunes los parlamentarios tienen que hacer una procesión a La Moneda, y ahí se conversan y se cocinan las cosas, con un festival de declaraciones. No tengo ningún problema con que sea primer ministro y que nos coordine: al contrario, nos facilitaría la tarea. Pero ojalá que se tome la molestia de ir a hacerlo al Congreso, por un tema de respeto entre las instituciones. Hagamos algo equilibrado.

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