En la última década, la izquierda se ha consolidado en la región, tanto en las vertientes encabezadas por Hugo Chávez y su “socialismo del siglo XXI” como en las socialdemocracias. Entre los intelectuales de derecha, la sensación es que el riesgo es quedarse completamente fuera del debate de las ideas.
Aun cuando recibió fuertes aplausos, la alocución de Piñera fue recibida con escepticismo por un grupo de los intelectuales asistentes. Sobre todo porque le enrostran que en su gobierno condujo a Chile con banderas ajenas y lo culpan del giro a la izquierda que podría tener el país con Michelle Bachelet.
“Conquistaremos no solamente la libertad de Venezuela, sino la de América Latina”. La frase retumba en todo el auditorio central de la Universidad de Lima y desata una ovación. Es lunes a las 14 horas y en el podio está María Corina Machado, la diputada venezolana que lidera las protestas contra Nicolás Maduro, la misma que casi no llega a hablar en el foro por problemas en su salida de Caracas, y la misma a la que, apenas un par de horas antes, el presidente de la Asamblea Nacional de su país, Diosdado Cabello, le había anunciado por televisión que le quitaría su escaño por hablar ante la OEA. La acompaña lo más selecto de la centroderecha latinoamericana: los ex presidentes Sebastián Piñera (Chile) y Felipe Calderón (México) -quienes la recibieron haciéndole un pasillo de honor hasta el escenario-; el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri; el senador y candidato de la oposición uruguaya Jorge Larrañaga; y Mario Vargas Llosa, anfitrión del seminario de la Fundación Internacional para la Libertad -creada por el Premio Nobel de Literatura- que por dos días analizó el panorama de América Latina desde la perspectiva liberal.
Venezuela fue el tema que dominó la agenda. En todas las intervenciones, una y otra vez, los expositores no cedían en sus cuestionamientos al gobierno de Maduro. La cita también marcó el debut de Piñera en una gira internacional tras dejar La Moneda. Y además, en los paneles hubo figuras como los escritores Héctor Aguilar Camín y Arturo Fontaine, y el chef peruano Gastón Acurio.
Pero la pregunta de fondo, la que comentaban los asistentes y se tomaba las conversaciones de pasillo, iba por un lado más preocupante para el sector. Aunque nadie lo reconoce en voz alta, la derecha sudamericana pasa por uno de sus peores momentos. Sólo dos países -Paraguay y Colombia- tienen gobernantes de ese sector, e incluso en ese último caso Juan Manuel Santos ha marcado distancia de los postulados derechistas y ha dividido aguas con su antecesor, Álvaro Uribe. Más aún, en la última década la izquierda se ha consolidado en la región, tanto en las vertientes encabezadas por Hugo Chávez y su “socialismo del siglo XXI” como en las socialdemocracias. Entre los intelectuales de derecha, la sensación es que el riesgo es quedarse completamente fuera del debate de las ideas. Un camino sin retorno en el corto plazo. Y con una amenaza a la vuelta de la esquina: en 2014 habrá elecciones en Bolivia, Brasil, Colombia y Uruguay. Sólo en el tercer país la derecha tiene posibilidades reales.
Por eso, Vargas Llosa impulsó al foro como un espacio de reflexión y de replantear perspectivas. Además de los expositores, invitó a representantes de think tanks sudamericanos: por Chile, por ejemplo, asistieron el consejero del CEP David Gallagher y el director de programas de la Fundación para el Progreso, Ángel Soto. Pero si la organización cuidó hasta el más mínimo detalle para que todo fuera perfecto, el debate de ideas dejó una conclusión distinta: una centroderecha con muchas tareas que hacer para ser parte de una fiesta sudamericana de la que hoy están prácticamente excluidos.
¿EN QUÉ MOMENTO SE JODIÓ LA DERECHA?
La palabra “derecha” no se escuchó en boca de ninguno de los dos ex presidentes que fueron a la cita de Lima. El primero en mencionarla fue Arturo Fontaine, cuando aludió a la fuerte derrota sufrida por Evelyn Matthei contra Michelle Bachelet. El filósofo fue una de las pocas voces que apuntaron a que el sector debe hacer una autocrítica profunda, y para eso utilizó la experiencia de Chile. “En presencia de resultados económicos muy buenos, la agenda económica, política y social se ha corrido hacia la izquierda, y hacia una bastante populista”, apuntó, para luego plantear que la desconfianza de los ciudadanos y consumidores en el modelo de educación y el desprestigio de las empresas -con ejemplos como la colusión de las farmacias y La Polar- habían causado el movimiento.
Según Fontaine, la situación refleja un “gran cambio” en el pensamiento de la élite y deja un gran desafío: cómo hacer que la agenda liberal vuelva a ser la agenda de la sociedad. “Es sintomático del estado de ánimo que hay en Chile que el gobierno haya ganado con una campaña en la cual la palabra crecimiento económico no se usó. La palabra clave fue igualdad”, sentenció.
No era la primera respuesta que se esbozaba al panorama general, pero sí la más autocrítica hasta ese momento. Por ejemplo, el ex presidente mexicano Felipe Calderón centró su exposición en defender las bondades de la Alianza del Pacífico y en explicar que los países vinculados al eje chavista se habían beneficiado del superciclo de crecimiento de China, que estaba llegando a su fin. Más tarde, figuras como Álvaro Vargas Llosa, Óscar Ortiz -ex presidente del Senado de Bolivia- y Jorge Larrañaga apuntaron a los males del neopopulismo. “Es tan perverso y efectivo como los antiguos regímenes totalitarios”, planteó Ortiz para explicar el fenómeno, en el que encuadró al presidente Evo Morales.
Sin embargo, la exposición más dura con el sector vino al día siguiente, de parte de Fernando Schüler, director del centro Fronteiras do Pensamento de Brasil. Después de un breve PowerPoint en que repasaba los logros de los últimos gobiernos de su país y resaltaba los guiños al modelo económico liberal hechos por Lula y Dilma Rousseff, se declaró desesperanzado en cuanto al futuro para la centroderecha. “¿En qué momento los liberales latinoamericanos perdimos para los socialistas el tema de la pobreza? ¿En qué momento perdimos el tema de la igualdad a manos de la izquierda? ¿En qué momento perdimos el tema del contenido ético?”, repitió Schüler, parafraseando inadvertidamente a Mario Vargas Llosa, sentado a unos metros y quien consagró hace cuatro décadas, en su célebre inicio de Conversación en La Catedral, la pregunta de “en qué momento se había jodido el Perú”.
Quienes han hablado con el intelectual peruano reconocen que está preocupado por el estado actual de las ideas liberales y la falta de un proyecto común de la centroderecha en Sudamérica. Por eso, gestionó personalmente la convocatoria de todas las figuras y las organizaciones. Él mismo, en la apertura y el cierre de la conferencia, intentó fijar un relato, un modelo claro a seguir: el principio de la libertad como eje guía. Aunque, en un ejercicio de sinceridad, también reconoció las dificultades de promover la idea, cuando en medio de su alocución sobre Venezuela hizo una pausa y advirtió: “No debemos olvidar que en siete elecciones, los venezolanos desencantados de la política votaron por Hugo Chávez”.
Mario Vargas Llosa (foto izquierda) abrió el lunes el seminario “América Latina: perspectivas y oportunidades”. Los primeros expositores fueron los ex presidentes Sebastián Piñera y Felipe Calderón (foto superior). Y una de las presentaciones que causó mayor interés fue la de la diputada venezolana María Corina Machado, emblema de la lucha contra el gobierno de Nicolás Maduro. En la foto inferior, conversa con el periodista Álvaro Vargas Llosa.
PIÑERA, EL NUEVO REY
“Les deseo lo mejor, porque siempre hay segundas oportunidades. ¿Verdad, presidente Piñera?”. El remate del primer panel del foro por parte del rector emérito de la Universidad de Lima, Luis Bustamante, causó risas y no dejó margen a las dudas. En público y en privado, Sebastián Piñera respondió con sonrisas cuando los participantes en el seminario le deslizaban que en su horizonte más próximo está la repostulación a La Moneda. El encuentro fue el debut en su nuevo rol de charlista internacional: la fundación de Mario Vargas Llosa ya tiene avanzadas las conversaciones para que participe en dos encuentros más este año, uno en Rosario (Argentina) y otro en un lugar aún por decidir.
Ubicado a la derecha del Premio Nobel durante todo el encuentro, Piñera recibió una serie de elogios de los expositores. Felipe Calderón, entre risas, dijo que era difícil exponer después de alguien tan preparado como él. Álvaro Vargas Llosa destacó que fue la “única excepción” entre los presidentes latinoamericanos cuando decidió no ir a Caracas a reconocer el triunfo de Maduro ante Henrique Capriles mientras aún había dudas sobre la legitimidad del recuento. Y María Corina Machado destacó su rol como referente en la crisis venezolana.
La mayor expectación era por saber qué diría Piñera sobre el estado de la región. Y aunque ocupó gran parte de su tiempo en relatar su experiencia en Chile, dedicó una parte especial a mencionar los “nuevos pilares del desarrollo” que ve para la sociedad: calidad del capital humano, ciencia y tecnología, innovación y emprendimiento, el rol de los empresarios en un minuto en que hay un fuerte rechazo hacia ellos, la lucha contra la pobreza, la modernización del Estado, la integración y la libertad. La mayor paradoja, en todo caso, no estuvo a la vista: en el mismo momento en que Piñera proyectaba un video de Usain Bolt en la posta 4x100 de Londres 2012 para destacar la importancia de que los gobiernos no pretendan “partir de cero cada vez que hay una nueva administración”, en Santiago el presidente del PPD Jaime Quintana patentaba su concepto de la “retroexcavadora” para remover los cimientos del modelo que el ex mandatario defiende.
Aun cuando recibió fuertes aplausos, la alocución de Piñera fue recibida con escepticismo por un grupo importante de los intelectuales asistentes. Sobre todo porque le enrostran que en su gobierno condujo a Chile con banderas ajenas y lo culpan del giro a la izquierda que podría tener el país con Michelle Bachelet. Esto es crucial para la región por la calidad de Chile como modelo: en el foro se comentaba que si las reformas son profundas, será mucho más difícil defender las ideas liberales sin un referente emblemático. Incluso uno de los presentes, Ian Vásquez -director del influyente think tank liberal Cato Institute-, publicó hace dos semanas una columna adjudicando a Piñera la responsabilidad de que Chile se haya corrido a la izquierda.
Quizás pensando en ese mismo grupo, el ex presidente guardó un guiño al final de su intervención, en que dejó ver que está feliz con el rol que está asumiendo en Latinoamérica: tras agradecer a Mario Vargas Llosa, explicó que había viajado a Lima porque pretende “no perder ninguna tribuna para defender el concepto de la libertad”.
ACURIO Y EL ORGULLO PERDIDO
En las exposiciones de Lima se debatieron temas en los que no existe una postura única en la centroderecha. Desde la necesidad de despenalizar el consumo de drogas hasta la forma de enfrentar los sistemas educacionales, las intervenciones mostraron un debate en curso. Una búsqueda de un lugar desde el cual hablar, que dé cuenta de los cambios de un mundo que, según todos afirman, es muy distinto al de hace una década.
En esa línea, ya hay algunos consensos. Todos ponen por delante los conceptos de democracia y libertad, y le entregan a la lucha en Venezuela un poder clave, una especie de signo premonitorio que servirá de guía para lo que, esperan, será la recuperación de la influencia que tuvieron hasta hace poco.
Sin embargo, la ausencia de un relato atraviesa como una inquietud transversal. En una Sudamérica en que los partidos del bloque son minoría, están disminuidos o incluso en algunos países casi no existen, el solo hecho de declararse como de derecha se ve como un hándicap, algo que puede ser un lastre. Y muy distinto a lo que ocurre con los candidatos de izquierda, para los que fijar su domicilio político es algo indispensable y que no avergüenza.
Tal vez por eso fue que la intervención más aplaudida de las dos jornadas del foro fue la última. Porque no estaba en los pronósticos de nadie que, en sólo doce minutos, un chef resumiera todo aquello que la centroderecha está buscando y que no ha podido sintetizar en un único modelo.
Gastón Acurio, el cocinero estrella que le cambió el rostro a Perú, se planteó con un discurso de alcance universal. Reivindicó que los empresarios, que antes se avergonzaban de serlo, “le han perdido el miedo a llamarse empresarios”, y que hoy día son distintos, más atrevidos, aprovechan las oportunidades del nuevo mundo global y sienten que tienen la tarea de integrar a quienes están más desfavorecidos, como los campesinos o los pescadores, para que se beneficien del crecimiento junto a ellos. “Los empresarios tenemos una ideología, que es el trabajo”, disparó antes de recibir una ovación. Por eso, además de ser el más requerido para las ya famosas selfies y recibir los elogios de Mario Vargas Llosa, Acurio hizo desear a varios de los presentes que la broma con que empezó su presentación fuera más que eso: “No estoy aquí como un político… de momento”, remató el chef, que c ontaría con 23% de apoyo si se presentara a la presidencia de Perú, según las encuestas.
Pero quizás el mensaje que caló más hondo fue cuando habló de que la tarea más difícil de su generación, la que estableció la Marca Perú e hizo conocida a la gastronomía, había sido que primero debieron “recuperar el orgullo de los peruanos”, dañado tras décadas de menosprecio y críticas. Algo que recordó al estado actual de la centroderecha sudamericana, golpeada tras una ola de gobiernos de izquierda y una falta de actualización de sus ideas. Por eso, varios de los presentes recordaron otro gesto de Acurio, un par de días antes, cuando publicó una comentada columna en que citó a Friedrich Hayek y Karl Popper, y cuyo título era casi una síntesis del programa que buscaban los políticos e intelectuales reunidos en el seminario: “Somos libres, seámoslo siempre”.