Cuando Valentina Quiroga (33) estaba en primer año de universidad, leyó un libro que la marcó: Políticas educacionales en el cambio de siglo. La reforma del sistema escolar de Chile, de Cristián Cox. “Ahí empecé a aprender sobre el panorama de la educación chilena” dice. Luego siguió con La privatización de las universidades. Una historia de dinero, poder e influencias, de María Olivia Monckeberg.
Entonces estudiaba Ingeniería Civil en la Universidad de Chile. Y de a poco fue interesándose cada vez más en la educación. Pero su “militancia” en el tema ocurrió en agosto de 2008, cuando junto a Mario Waissbluth y a un grupo de compañeros fundó Educación 2020. “Originalmente, la idea era juntar firmas por uno o dos meses para ir a dejarlas al Congreso, pero el volumen fue tan grande que decidimos prorrogar, y en una o dos semanas ya teníamos 14 mil firmas”.
En ese tiempo, Quiroga, magíster en Economía Aplicada de la Universidad de Chile, estaba pensando en estudiar un doctorado. Pero postergó la decisión para quedarse a trabajar en Educación 2020. “Si bien en ese momento no había mucha seguridad de lo que iba a ocurrir, había una idea y un proyecto que me tenía agarrada la cabeza, el corazón y la guata, por lo que era imposible abandonarlo”.
En Educación 2020 fue directora del área de Política Educativa hasta el 2011, cuando se fue como directora ejecutiva de Espacio Público, think tank que dirige el economista Eduardo Engels y cuyo directorio lo formaban Alberto Arnas, hoy ministro de Hacienda; Eduardo Bitran, Andrés Velasco, Luis Felipe Céspedes, Marcela Repetto, Nicole Nehme y Andrea Repetto, entre otros.
Valentina estudió en el Colegio María Inmaculada de Providencia, donde fue presidenta del centro de alumnos. Se crió en Colina. “Viví en barrios que no eran de los más vulnerables de Chile, pero donde sí había dificultades y carencias económicas. Del barrio fui de las pocas que pudo llegar a la educación superior. Entonces uno desde chica se da cuenta que claramente hay una diferencia de oportunidades, que no tiene que ver necesariamente con habilidades”, cuenta.
Hoy, varias de las propuestas que son parte de la reforma educacional, como el fin a la selección en los colegios, el fin al copago y la figura de administrador provisional para las universidades, son parte de los planteamientos que Educación 2020 venía trabajando hace años.
Hoy, como subsecretaria de Educación, está a la cabeza de los cambios que vienen. “Hoy estamos en una sociedad tremendamente elitizada, en donde los círculos de poder económico y político son muy cerrados. Por lo tanto, avanzar hacia un sistema donde no haya ninguna relación entre la capacidad de pago de las familias y las oportunidades a las que puedan acceder es crucial”.
Hay varios modelos internacionales que ha estudiado. Para el desarrollo profesional docente, Singapur y Finlandia. “Y para aprender sobre cómo se relacionan los sistemas educativos con los territorios, los sistemas de Massachusetts, Ontario y Finlandia. Holanda y Bélgica son países que, a pesar de que tienen fuerte desarrollo del sector privado, uno tiene mucho que aprender en materia de regulación. Se han fundado en no entender la educación como un bien de consumo, sino como un derecho”.
El 2013, como director de la Escuela de Economía y Administración de la Universidad de Chile, Oscar Landerretche Moreno (41 años) implementó una profunda reforma a la malla curricular del plantel: introdujo cursos de ciencias sociales y humanidades como sicología, antropología, política e historia para que los futuros ingenieros comerciales salieran de su esquema, ampliaran su visión de mundo y respondieran a las necesidades del “nuevo Chile”. Por eso el primer día de clases les regala a los estudiantes el libro Pensar rápido, pensar despacio del premio Nobel Daniel Kahneman, que analiza la economía desde aspectos multidisciplinarios. La reforma contempla además una práctica social obligatoria en algún organismo y 100 cupos de equidad para estudiantes vulnerables de liceos públicos.
Es el sello de Landerretche. Militante socialista y Doctor en economía del Instituto de Tecnología de Massachusetts MIT -experto en macroeconomía, economía laboral y desarrollo económico- al ser nombrado esta semana por el gobierno como nuevo presidente del directorio del Codelco, se contactó de inmediato con la Facultad de Economía para ajustar su jornada de trabajo y poder seguir ligado a la academia.
Su designación en la cuprífera generó inmediata polémica: mientras algunos economistas criticaron su poca experiencia en temas mineros y dirección de empresas, la diputada RN Paulina Núñez presentó un requerimiento a Contraloría para que evaluara su idoneidad para el cargo. Es que el sólo nombre de Landerreche genera alerta en la derecha y sectores empresariales. De personalidad fuerte, era reconocido como el economista más duro en la comisión de expertos del comando de Bachelet -en todos los mapas lo ubican a la izquierda del ministro de Hacienda, Alberto Arenas-, también ha sido uno de los más activos defensores del proyecto de reforma tributaria, señalando abiertamente que es un debate ideológico sobre el modelo del país que queremos y en la biografía de su twitter @olanderretche se describe como “economista socialista, académico público, upeliento”.
Es hijo del ex ministro presidente de la Comisión Nacional de Energía del gobierno de Eduardo Frei, Oscar Landerretche Gacitúa, a quien siendo aún niño debió acompañar al exilio a Colombia y luego a Inglaterra. Allí le tocó vivir el último ciclo de la Gran Bretaña de postguerra y observar al Partido Laborista, uno de los modelos de socialismo que lo han inspirado en su concepción política. “Mis referentes clásicos como economista son, por cierto: Marx, Ricardo, Schumpeter, Keynes, Polanyi y Stiglitz. Esa es, más o menos, la mezcla con la que me identifico. Mis pensadores de cabecera actuales, no económicos, son Slavoj Zizek, John Ralston Saul, Alain de Botton y Michael Sandel y he tenido unos agradables re-encuentros furtivos con Alain Badiou, Nicos Poulatnzas y el favorito de la UDI Antonio Gramsci. Además, estoy leyendo a dos maestros ensayistas y grandes sabios: Isaiah Berlín y Stefan Zweig. Entre los políticos admiro profundamente a quienes intentaron procesos de cambio revolucionario -o si se quiere estructurales- a través de procesos pacíficos y democráticos. Salvador Allende es el más importante para mí, siento como personal su utopía, logros, fracasos y tragedia”, señala.
Sin lote partidario al interior del PS, ha equilibrado su trabajo en la academia con su labor política. Integró el equipo inicial de la primera campaña de Michelle Bachelet el 2005, aunque no obtuvo un puesto fijo en La Moneda porque partió a terminar su doctorado en Estados Unidos. Luego fue jefe económico de la campaña de Frei. Desde temprano se distanció de los economistas de izquierda liberales, levantando un discurso sobre el rol del Estado, la reconstrucción de la educación pública, y las reformas de impacto redistributivo como las tributarias y laborales. “Siempre he estado dispuesto a defender el proyecto político del PS chileno cuando no es muy popular hacerlo y pocos de mis colegas están dispuestos”, sostiene.
Landerretche afirma que se han instalado nuevos códigos y parámetros en la política chilena, donde ya no son aceptables los acuerdos de las elites a las espaldas de la gente y donde están en retroceso las lógicas de la gradualidad y el empate. “Creo que hay que respaldar al equipo económico de este gobierno que está dando una pelea política importante con adversarios formidables y bien financiados”, indica.
Entre los economistas lo describen como un MIT atípico, menos ortodoxo y que suele pensar “out of the box” y romper los moldes. Sus papers son de una gran diversidad de temas y siempre está interesado en aspectos fuera de la disciplina económica, como la literatura o la filosofía. En los últimos años ha dirigido talleres de economía para jóvenes socialistas y en la escuela sindical Infocap. Es militante, pero no disciplinado y no le importa salir contra la corriente: así la última semana salió a criticar que el movimiento educacional se centrara en contra de la selección del Instituto Nacional.
En su oficina en el segundo piso de La Moneda y dedicado a la elaboración de contenidos del discurso del 21 de mayo se encuentra por estos días el director de políticas públicas, Pedro Güell (56 años). El sociólogo de la Universidad de Chile y doctor en sociología de la Universidad de Erlangen-Nürnberg, Alemania, se ganó el respeto y la confianza de Michelle Bachelet durante sus 15 años en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, donde estuvo a cargo de coordinar la mayoría de los informes de desarrollo humano de Chile. En ellos hizo una completa radiografía de la sociedad chilena durante la transición, revelando las transformaciones culturales del país y mezclando estudios empíricos con la observación de la cotidianeidad. Así, si el 2004 se centró en abordar el poder, el 2006 el uso de las tecnologías y el 2008 el mundo rural, el 2010 abordó las relaciones de género y el 2012 la felicidad. Pero el informe más importante de su carrera fue el de 2002, llamado Nosotros los chilenos, un desafío cultural, sobre la tensión entre los proyectos personales y una sociedad desigual. El texto ganó reconocimiento mundial por sus innovaciones metodológicas, pero generaron polémica en el gobierno al ser un informe no complaciente con la Concertación.
Afín a la Nueva Mayoría, Güell se ha mantenido al margen de los partidos políticos centrándose en la actividad académica -se desempeñó como decano de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado- y aunque tiene cercanía con el PPD su nexo directo es con Bachelet, quien lo designó miembro del directorio de la fundación Dialoga.
Es 1992 y Claudia Sanhueza está a días de entrar a estudiar Ingeniería Comercial a la Universidad de Chile. Por entonces vivía en Ñuñoa y había sido una de las mejores alumnas de su colegio, el San Agustín, cuando su papá la llevó a la población Santa Mónica, en Zapadores, Recoleta, a mostrarle el block donde vivieron hasta que ella tuvo cinco años. Era un departamento Serviu, de 25 metros cuadrados. Fue un período duro, de precariedad, en que su padre había tenido que dejar de estudiar en la universidad para trabajar y mantener a la familia.
Claudia recordaba perfectamente el lugar y se reencontró con varios vecinos, entre ellos una amiga de la infancia con síndrome de Down que aún vivía allá con su familia.
Años después, su padre encontró trabajo como empleado de Codelco y se mudaron a El Salvador. Si bien las cosas mejoraron, Claudia vivió otra experiencia que fue clave para su futuro: sintió que en El Salvador se vivía la segregación. Las casas de los gerentes, empleados, supervisores y obreros estaban separadas. “Con los años me di cuenta que allí las divisiones eran muy marcadas y me cuestioné las causas y efectos de estas distancias sociales”, dice.
Así, apenas entró a estudiar se enfocó en temas sociales. Formó parte del Colectivo de Estudiantes de Izquierda, que agrupaba a alumnos de distintas facultades -como Iván Mlynarz y Daniel Jadue, hoy alcalde de Recoleta-, fue presidenta de su carrera y luego consejera de la FECh que entonces lideraban los comunistas Rodrigo Rocco y Marisol Prado. “En ese tiempo ya teníamos un diagnóstico claro acerca de la situación crítica del sistema de la educación en Chile”.
Hoy, a los 40 años, Claudia Sanhueza, doctora en Economía en Cambridge (fue la mejor alumna de su promoción) y profesora del Instituto de Políticas Públicas de la UDP, es una de las economistas más citadas por sus investigaciones sobre pobreza, desigualdad de los ingresos, discriminación social y de género, segregación residencial y en estudiar la factibilidad de que en Chile pueda haber educación gratuita.
De hecho, en 2011, cuando las marchas estudiantiles se hicieron cada vez más masivas, Sanhueza fue la primera economista en traducir en cifras -cruzando los datos de la encuesta Casen, de la que fue jefa de proyectos en 2009- las demandas por gratuidad. Así, el trabajo que realizó junto a Alejandro Corvalán, “La educación gratuita no es una política regresiva”, remeció a la academia al poner sobre la mesa algo que el programa de la Nueva Mayoría hizo suyo tres años después: que la educación gratuita mejora los niveles de desigualdad, y al descartar que esta medida implique que los pobres van a financiar la educación de los ricos. En los últimos años se transformó en un referente del movimiento estudiantil.
Sanhueza ha estudiado varios modelos de gobiernos socialdemócratas en países nórdicos. Uno de ellos es Finlandia. “Allá hay cargas tributarias altas con políticas sociales universales. Mayor igualdad, inclusión, un alto nivel de cohesión social y donde las tasas de participación femenina son las más altas del mundo”, explica. “Estos países no hicieron esto cuando eran ricos, sino cuando tenían ingresos per cápita y niveles de desarrollo iguales o menores que los que Chile tiene hoy”.
Hoy es asesora del Mineduc, miembro de la Comisión de Pensiones y parte del directorio de la Fundación para la Superación de la Pobreza. En 2007, integró la Comisión Trabajo y Equidad que dirigía el economista Patricio Meller.
En 2013 trabajó en la comisión de Educación y Pobreza del comando de Bachelet. Pudo estar en el gobierno, pero optó por seguir en la academia: “Acá tengo un espacio de contribución a las políticas públicas que es muy importante”.
Para los ministros y subsecretarios recién designados por Michelle Bachelet, la intervención de Rodrigo Uribe (44) fue la bienvenida. El psicólogo y doctor en Comunicación de la U. de Sheffield fue el primer expositor del cónclave que reunió el 30 de enero pasado a las autoridades en las Termas de Jahuel, donde centró su charla en un diagnóstico del contexto social chileno. Un mes y medio después, asumió como director de Estudios de La Moneda.
Aunque no milita en ningún partido, Uribe trabajó como asesor en el gobierno de Eduardo Frei y en el primero de Bachelet, donde reemplazó a Juan Carvajal en la Secom mientras éste trabajó en la campaña de segunda vuelta del ex mandatario DC, en 2009. También es profesor de la facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, donde se mantiene con media jornada. Es considerado como uno de los mejores expertos en márketing y realiza estudios de la persuasión en comunicación.
Inspirado por su profesor en la Universidad de Sheffield, Barrie Gunter -uno de los expertos mundiales en psicología y medios-, Uribe ha estudiado cómo reaccionan las personas ante lo que ven en los medios de comunicación, con énfasis en los niños. Pero ha hecho varios trabajos sobre el efecto en política. En 2007, de hecho, defendió la importancia de la emocionalidad en la comunicación política, un elemento considerado clave en cuanto a la popularidad de Bachelet. “La presencia de emoción puede ayudar a mejorar el conocimiento sobre los debates sociales relevantes, así como a aumentar el involucramiento con la política en los públicos masivos”, destacaba.
Tomás Jordán (39), abogado de la Universidad de Chile, hace una distinción: aunque ha trabajado como asesor de cinco ministros de Estado, todos DC, no se considera político, sino más bien un “técnico-político”.
Mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Chile, Jordán fue parte de la Democracia Cristiana Universitaria (DCU), donde trabajó codo a codo con varios estudiantes que, como él, hoy también son parte del gobierno, entre ellos el superintendente de Salud Sebastián Pavlovic; Ernesto Muñoz, director del Sernac; Jaime Burrows, subsecretario de Salud, y Andrés Romero, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía.
“Esa generación, o mi grupo, estuvo marcada en que quienes tenían vocación política pasaran de la universidad a los gobiernos de la Concertación. Era el paso natural: todos creíamos que la transición era un momento histórico”.
Así, apenas egresó de Derecho (es magíster en Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, estudió Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona y es profesor de la UDP), Tomás Jordán entró a Mideplan a trabajar a la División Jurídica. Luego a Salud, donde fue asesor directo primero de Osvaldo Artaza y luego de Pedro García. En este ministerio cumplió un rol clave, cuando a los 27 años fue corredactor de dos proyectos emblemáticos de la Concertación: el Plan AUGEy la Superintendencia de Salud.
Luego vino su trabajo en Interior, primero con Belisario Velasco y luego con Edmundo Pérez Yoma: fue jefe de la División Jurídica. Renunció el 10 de marzo de 2010. Por esos días, un asesor de Rodrigo Hinzpeter le ofreció quedarse en el gobierno. “Uno no puede tener doble militancia: o está con el proyecto o no está”, dice.
Trabajar en Salud gatilló que su carrera se enfocara hacia los derechos sociales, un tema en el que tiene varias publicaciones y que hoy lo tiene a cargo de un nuevo proyecto emblemático, pero para la Nueva Mayoría: coordinar los equipos que harán una nueva Constitución. Una tarea para la que fue convocado por Ximena Rincón (DC) apenas asumió en la Segpres.
Meses antes, Jordán fue parte del grupo de constitucionalistas que trabajaron en el comando de Bachelet. Dentro de los abogados DC del grupo era uno de los más “progresistas”: no era partidario de hacer ajustes a la Constitución, sino de hacer una nueva. Por ello en su voto marcó AC. “El desafío de una nueva Constitución sólo es posible con participación de la ciudadanía en su origen. Una Carta Fundamental para los próximos 50 ó 70 años no es posible sin los ciudadanos. El nuevo ciclo político que se inicia está determinado por el paso de una ciudadanía pasiva a una activa”.
Jordán, hijo de un abogado DC de Linares muy cercano al obispo Carlos Camus, se identifica con el constitucionalismo social, un modelo como el de Alemania e Italia: “Me interesa especialmente la tradición de las constituciones sociales europeas, que concilian libertad e igualdad, y los elementos participativos y de reconocimiento de los pueblos indígenas del constitucionalismo latinoamericano”.