Por Juan Pablo Sallaberry Julio 3, 2014

En la comisión política, Monckeberg debió explicar sus fallidas tratativas con La Moneda. Los consejeros definieron que el quiebre de confianzas obligaba a asumir un rol más duro como oposición.

Silva no tiene un buen diagnóstico sobre el estado del partido. En su círculo ha comentado que durante años se ha manejado como una gran familia. Por eso su objetivo es modernizar la UDI.

“¡Están hipotecando el futuro del sector!”, “¿Pero ustedes ya cerraron el acuerdo o no?”, “¡Esto es un error gravísimo, gravísimo!”. A las 8 de la mañana del lunes un desesperado Ernesto Silva hacía su último esfuerzo para  desarticular lo que, a su juicio, era el golpe de gracia a la derecha. Al otro lado del teléfono el diputado Pedro Browne respondía imperturbable: explicó que ya no había marcha atrás y no aceptó reunirse con el timonel de la UDI.

En Amplitud estaban de fiesta. Esa mañana la senadora Lily Pérez y los diputados Joaquín Godoy y Karla Rubilar, todos ex RN, llegaron a la sede del nuevo movimiento con regalos para Browne por su cumpleaños 42. “Llegó el gran día”, reía Lily Pérez. “Es un día histórico”, comentaban los demás. A las 13 horas todos se fueron caminando a La Moneda, ubicada apenas a una cuadra de la sede, donde los recibió el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, para firmar el acuerdo sobre el proyecto de ley que pone fin al sistema electoral binominal. Se desataba la guerra en la derecha.

Con los votos de Amplitud, el gobierno podía aprobar con tranquilidad su fórmula, que fija 35 nuevos diputados, 12 nuevos senadores y un rediseño del mapa electoral que, según todos los analistas, favorece a los candidatos de la Nueva Mayoría. Peñailillo no dio uno, sino cuatro besos a Lily Pérez frente a las cámaras de televisión. “El cambio al sistema electoral, cuando ya sea una realidad, se va a deber en gran parte a Amplitud”, señaló.  El colectivo de derecha se anotaba un doble triunfo, por una parte, consiguió que el proyecto incorporara facilidades para constituirse como partido político, lo que pretenden hacer en los próximos meses. Por otra parte, se ganaron las portadas de los diarios como articuladores de un gran acuerdo, desplazando a RN, cuya directiva llevaba semanas negociando con el gobierno una fórmula de consenso que fijaba un sistema proporcional, pero sin afectar en demasía a la derecha. En la tienda que preside Cristián Monckeberg estaban incendiados. El fin de semana, al enterarse del principio de acuerdo con Amplitud, pidieron al gobierno una reunión de emergencia. Peñailillo los recibió el domingo en la tarde en La Moneda, en medio de la batahola por el saludo de la presidenta Michelle Bachelet a la selección. RN filtró el encuentro a los medios, flexibilizó su propuesta e intentó convencer al ministro que era mejor tener un acuerdo contundente con los 15 diputados del partido, que hacer la reforma sólo con los tres votos de Amplitud, lo que sembraría una sensación de ilegitimidad sobre el nuevo sistema electoral. Nada sirvió.

“Está reforma genera una sobrerrepresentación de la Nueva Mayoría. Le entregaron la llave maestra a la izquierda para hacer lo que quieran. Amplitud está fuera de la Alianza”, afirma el secretario general del partido, Mario Desbordes. “Esto es un arreglín político entre aquellos que quieren repartirse cargos”, remató Ernesto Silva, que desde la UDI tampoco miraba con buenos ojos las tratativas entre RN y el gobierno.

El conflicto permanente de la derecha chilena sumaba un nuevo capítulo. Una prueba de resistencia para las flamantes mesas directivas de la UDI, que lleva ocho semanas al mando, y de RN, que recién cumple dos semanas.  Ha sido una instalación difícil. Con el peso de la derrota electoral sobre los hombros, tanto Silva como Monckeberg no sólo deben enfrentar la fragmentación del sector y recuperar la sintonía perdida con el electorado, sino que necesitan lidiar con los personalismos y viejas disputas internas. Y tienen una misión más difícil aún: ganarse un espacio de poder entre las figuras históricas que se niegan a dar un paso al costado.


¿QUIÉN MANDA EN RN?

La comisión política, la tarde del lunes en la sede de Antonio Varas, fue tormentosa. Era la primera reunión de este tipo con Monckeberg como presidente y el diputado pudo ver cómo se venía la mano. Según relatan los presentes, los pesos pesados del partido comenzaron a hablar golpeado. Históricos como Carlos Larraín, Sergio Romero y Raúl Torrealba criticaban la traición de Amplitud y de La Moneda. Decían que era el Pearl Harbor de la derecha. Teodoro Ribera sentenció: “Si el gobierno se manda a cambiar con la amante, que asuma las consecuencias”. Monckeberg debió explicar sus fallidas tratativas y defendió la postura de hacer un último esfuerzo con La Moneda. Pero los consejeros definieron que el quiebre de las confianzas obligaba a asumir un rol más duro como oposición. Respecto a Amplitud, serían expulsados de la Alianza.

En el gobierno señalan que tenían la voluntad de llegar a un acuerdo con RN y que sólo le pidieron a Monckeberg que subiera de 148 diputados a 150, pero el dirigente estaba sin piso para hacerlo. El análisis de la Alianza es que al ser una directiva de consenso, que incluye a todos los sectores del partido, el timonel está inmovilizado y Larraín mantiene una importante cuota de poder. Por eso muchos se preguntan quién manda realmente en RN.

Aunque se detuvo por el momento la fuga de militantes de principios de año, el partido aún se encuentra tensionado. Uno de los problemas es el desafuero del diputado Rosauro Martínez por una causa de derechos humanos, cuya partida hizo bajar los quórums para que el gobierno apruebe leyes. Entre los militantes circula un mail exigiendo que renuncie a su escaño para recuperar ese cupo, pero los dirigentes lo han apoyado y argumentan que por ley no se puede renunciar a la cámara, salvo que sea por razones invalidantes de salud.

Otro autogol fue la primera interpelación, a la ministra de Vivienda, Paulina Saball, el 19 de junio. Uno de los traspiés peor evaluados de la oposición. Monckeberg defendió el mecanismo y dejó en manos de Joaquín Godoy el cuestionario. Pero los senadores de RN Manuel José Ossandón y Francisco Chahuán le quitaron el respaldo a la acción, el primero acusando un “show mediático”, y el segundo recorriendo los cerros de Valparaíso con Saball en señal de apoyo. El fuego amigo llegó también desde la UDI, donde el ex ministro Andrés Chadwick pidió usar más responsablemente el mecanismo de la interpelación. Finalmente el evento, realizado en medio del Mundial de Fútbol, pasó sin el impacto esperado.

Monckeberg aún no termina de definir si encabezará una oposición dialogante o rígida con el gobierno. Tampoco sabe la línea política que tomará el partido: su plan de aprobar en noviembre unos estatutos más liberales se verá enfrentado con el ala conservadora que persiste en la colectividad.


A LA SOMBRA DE LOS CORONELES

Hace dos semanas, el ex senador Jovino Novoa pidió una reunión con el nuevo líder de la UDI, Ernesto Silva. En su calidad de presidente de la Fundación Jaime Guzmán, le hizo ver la necesidad de mayor coordinación entre ambos organismos porque había problemas, como la duplicidad de funciones de algunos profesionales. Novoa, quien aún tiene una oficina en la UDI, ha mantenido un rol muy activo, echando a andar nuevas comisiones e insistiendo en que las críticas a la reforma educacional deben ser la madre de todas las batallas. Por eso encargó un plan de trabajo a su equipo en la fundación, que le hará llegar a Silva en los próximos días.

A sus 38 años, el nuevo presidente debe enfrentar el poder directo o indirecto que aún ejercen los antiguos coroneles: las opiniones de Novoa, las críticas de Andrés Chadwick al actuar de la Alianza, las entrevistas de Juan Antonio Coloma y las actuaciones de Pablo Longueira. Para la directiva fue una complicación que mientras recién se instalaban, el ex ministro saltara a la polémica por mostrarse como asesor del Ministerio de Energía. Para el partido es un problema que sus figuras, que hasta hace poco estaban en la primera línea de la política, hoy se relacionen con labores de consultoría y lobby.

Por eso el anuncio,la semana pasada de la disolución de la consultora Longueira, Chadwick y Hermosilla, LCH&H, para “evitar cualquier interpretación equivocada y poder actuar con libertad en la vida pública”, fue un alivio para el partido, pero al mismo tiempo una señal de que los coroneles seguirán activos en política.

Silva no tiene un buen diagnóstico sobre el estado del partido. En su círculo ha comentado que durante años se ha manejado como una gran familia y de forma poco profesional y muy dependiente de los liderazgos de algunas figuras. Por eso su objetivo es modernizar la UDI, para lo cual creó comisiones de trabajo independientes de los think tanks del sector (Libertad y Desarrollo y la Fundación Jaime Guzmán) y ha pedido muchos informes y datos para revisar las finanzas y el funcionamiento territorial.

Pero tiene una tarea aún mayor: intentar superar las desconfianzas que por años han existido con RN. Dejando a un lado el discurso de ser el partido hegemónico y más influyente de la Alianza -que es lo que la antigua directiva de Larraín le reprochaba al ex timonel UDI Patricio Melero-, Silva se abrió a una agenda de coordinación. Así, crearon cinco comisiones de trabajo, empezaron los primeros acercamientos con miras a las municipales 2016 y fijaron  reuniones de los secretarios generales cada 15 días, a las que también invitarán a Evópoli.  La primera reunión de camaradería de las directivas se realizó en casa del vicepresidente de RN Felipe Guevara, la siguiente será en la residencia de Silva.

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