Ya han estado en charlas en salas de clases, pero este sábado darán un paso más. A inicios de semana, varios parlamentarios de RN y la UDI confirmaron que asistirán a las marchas convocadas en distintas ciudades del país por organizaciones de apoderados de colegios particulares subvencionados para protestar contra la reforma educacional impulsada por la Nueva Mayoría. Lo harán justo en la semana en que el oficialismo habló de un “punto de inflexión” y un “segundo tiempo”, coronado por el ingreso al Mineduc de Andrés Palma como secretario ejecutivo de la reforma. Un escenario que los tiene expectantes.
A comienzos de año, el análisis en el sector era descarnado. La tesis que predominaba era que el triunfo de Michelle Bachelet era el síntoma de algo más profundo, una “derrota cultural” -concepto acuñado por Gonzalo Cordero, uno de los pensadores históricos de la UDI-, en que la izquierda había ganado la batalla por imponer las ideas a tal punto que Sebastián Piñera terminó gobernando con banderas de ese grupo.
Entre los mismos dirigentes de derecha reconocen que en los primeros 100 días, la Nueva Mayoría ha acaparado casi toda la cancha política, merced a su ofensiva reformista y a la amplia mayoría parlamentaria con la que cuentan. Incluso, en los escasos sondeos que se han dado a conocer en este período, los políticos de oposición aparecen en su mayoría con bajas evaluaciones. Sin embargo, en los círculos intelectuales del sector se está tomando nota de un fenómeno emergente: el efecto que ha tenido la aparición de grupos organizados de ciudadanos vinculados a la clase media para reclamar contra las reformas tributaria y educacional.
En la derecha han tomado nota de ejemplos como el economista Bernardo Fontaine y el dirigente de los emprendedores Juan Pablo Swett, en el caso de la reforma tributaria, y el de Érika Muñoz, líder de la Confepa, que agrupa a apoderados de los colegios particulares subvencionados, para la reforma educacional. Sus mensajes han sido eficaces y directos, planteando que ambas iniciativas perjudicarán a la clase media y defendiendo principios como la libertad de elección, que son propios de la derecha. Si bien también se reconoce que el “fuego amigo” desde el oficialismo ha contribuido a las dudas del gobierno, para la derecha esta aparición ha sido una esperanza en medio de la profunda crisis del sector.
CONVERGENCIA Y ARTICULACIÓN
Si bien varios han mencionado el concepto, en la derecha se reconoce al cientista político Gonzalo Müller como el padre de la idea. Durante abril y mayo, coincidiendo con la primera oleada de reformas, el analista comenzó a plantear en distintos círculos que la derecha no había sufrido una “derrota cultural”, sino que no había logrado conectar con el electorado que sintoniza con sus planteamientos. A esa idea contrapuso que el gobierno de Bachelet, al impulsar una agenda estatista y refundacional, había estimulado una “oposición social” con diversas manifestaciones.
Para Müller, la derecha tiene que centrarse en dos tareas: convergencia entre todos los que puedan defender los ideales comunes del sector y articulación entre las colectividades y los emergentes movimientos sociales. “Nació primero una oposición desde la sociedad civil, de resistencia a las reformas. Eso abrió una oportunidad a que la derecha se reencuentre con el mundo social y haga causa común con los camioneros, los panaderos, las Pymes, los sostenedores de colegios y los apoderados. Hay que ir al encuentro de ese mundo, ser capaz de articular esa oposición social en oposición política, y luego en una alternativa de gobierno”, afirma.
La idea es compartida ampliamente. Desde figuras como Hernán Larraín Matte hasta el propio Gonzalo Cordero hablan de que la forma en que la Nueva Mayoría impulsó su programa, simbolizada en la imagen de la “retroexcavadora”, despertó a grupos que hasta ahora permanecían en silencio. “La oposición social es la consecuencia de que la Nueva Mayoría está gobernando con una visión autoflagelante del país, que no está haciendo sentido en la realidad de los chilenos. Los sectores medios lo que quieren es más calidad, y esa calidad no se encuentra en las opciones estatales. Si la derecha con rostros renovados y un discurso con convicción interpreta ese sentimiento de los sectores medios, tiene grandes posibilidades para el futuro”, analiza Cordero.
En el sector se hace el paralelo con lo que le ocurrió a la Concertación en las manifestaciones estudiantiles de 2011, donde pese a estar en medio de una crisis política interna lograron aferrarse a ese mensaje. Eso sí, marcan que hay una diferencia: los grupos que protestan contra las reformas no tienen un articulador común e incluyen a personas que votaron por Bachelet en la elección presidencial.
Los partidos están buscando fórmulas para atraer a esos grupos. Por ejemplo, el presidente de RN, Cristián Monckeberg, hace unas semanas señaló que el desarrollo personal no tiene sólo que ver con el empleo y el crecimiento económico, marcando un cambio con el discurso tradicional de la derecha. En el partido se ha definido insistir con temas de nueva generación, como los ciudadanos -al estilo del Sernac-, los medioambientales y los de género, así como con una apertura en los temas valóricos. En cuanto a las reformas, la directiva mandató a los mil alcaldes y concejales de la colectividad para que hagan ver los problemas en las juntas de vecinos.
En el caso de la UDI, el diagnóstico de la directiva de Ernesto Silva es que el sector debe cambiar el lenguaje que ha usado tradicionalmente, apelando a la ciudadanía con argumentos que no sólo sean pragmáticos y racionales, sino que también involucren aspectos emotivos, como incorporar a “los niños” o “los hijos” cuando se cuestionen puntos de la reforma educacional. Por eso, se encargó a un grupo de expertos comunicacionales encabezado por Müller un diagnóstico y una propuesta de posibles mensajes, los que luego serán socializados con parlamentarios, alcaldes y concejales de la colectividad. Además, se están buscando líderes de grupos sociales que sean posibles candidatos a alcaldes o parlamentarios. En el partido lo comentan así: quieren hallar a “los Iván Fuentes de la derecha”.
Y además, en los próximos meses podría haber un gesto simbólico: cambiarle el nombre a la Alianza. Las conversaciones se han llevado en secreto, pero hay alto consenso en que la nueva coalición deberá incluir en su lema el concepto “Popular” .