Esta semana, un nuevo episodio revivió fantasmas. La diputada comunista Karol Cariola fustigó y publicitó por Twitter las abstenciones de diputados DC y otros partidos, en la votación de la indicación que sanciona el lucro con penas de cárcel en la reforma educacional.
“Fue un error no forzado y muy grave, porque por sobre todas las cosas, despierta fantasmas”. La frase es de un alto dirigente de la DC y se escuchó por estos días en las conversaciones de pasillo, tanto en La Moneda como en el Congreso.
La incómoda discrepancia activada desde Uruguay por el embajador Eduardo Contreras, el primer diplomático comunista designado desde el gobierno de Salvador Allende, a propósito de su entrevista al periódico La Diaria de Montevideo, en que disparó contra la “ultraderecha empresarial” y la propia falange, revivió diferencias que parecían apaciguadas entre la DC y el PC.
Junto con reconocer que la participación de ambos partidos en el gobierno significaba la “aceptación de un gran compromiso”, enfocó sus dardos en las dificultades que ambas colectividades enfrentan para mantener un entendimiento. Una de las piedras de tope, según detalló, es la idea de que la “directiva DC de 1973 apoyó el Golpe”, debate que hoy sigue golpeando al interior del PC.
Debido a sus reflexiones, el diplomático fue llamado a consulta y tras viajar a Chile a dar las explicaciones del caso y pedir disculpas públicas, se mantuvo en el cargo, lo que fue interpretado de inmediato como un triunfo político para el PC, que terminó imponiéndose a la presión DC por una renuncia, o una salida empujada desde el gobierno.
El vuelo de regreso a Montevideo del embajador, lejos de despejar la polémica, reinstaló la desconfianza de sectores más conservadores de la DC, que miran con recelo la continuidad de un vínculo con el comunismo más allá de 2018, en lo que hoy se llama la Nueva Mayoría. Hace algunos meses, Gutenberg Martínez, de reconocida influencia interna, avizoraba un horizonte en el que dicho bloque tenía fecha de vencimiento. La expresión del actual consejero nacional de la DC si bien fue considerada “demasiado fuerte” por las cúpulas de su partido, es compartida con matices. Pero hay un elemento aún más poderoso que hace pensar en lo delgada que es la base que sostiene la convivencia de los extremos del bloque: hasta hoy la dirigencia DC admite que la Nueva Mayoría supone la existencia de un acuerdo “político y programático”, pero nunca de una coalición.
Un alto dirigente DC reconoce que si bien lo de Contreras es un episodio que se dio por cerrado y en el que no van a insistir, de todas maneras significó una “ofensa gratuita a la DC”, que pone en entredicho la “fluida” relación que hasta ahora ha caracterizado a ambas colectividades en los primeros seis meses de gobierno, donde incluso en la tramitación de las reformas tributaria y educacional han conseguido atenuar sus diferencias.
Pero esta semana, un nuevo episodio revivió fantasmas. La diputada comunista Karol Cariola fustigó y publicitó por Twitter las abstenciones y rechazos de diputados DC y otros partidos en la votación de la indicación que sanciona el lucro con penas de cárcel en la reforma educacional.
Pero, más allá de las escaramuzas, en la DC reconocen la eficiencia del pragmatismo comunista, al mismo tiempo que admiten que en los primeros seis meses de gobierno han encontrado un camino lleno de barricadas en la convivencia con sus otros socios, como el PS y el PPD.
A esta altura, la famosa “retroexcavadora” del presidente PPD, Jaime Quintana, despierta aún más desconfianza que los dardos de Contreras y los arrebatos de Cariola en la Cámara.
Por otra parte, desde la mirada comunista, hay un diagnóstico común con la DC: la continuidad depende del éxito del gobierno. Y para la militancia comunista hay una ley inquebrantable: el cumplimiento del programa.
Ni siquiera el protagonismo de figuras DC, como Andrés Zaldívar, en la “cocina” del acuerdo transversal para sacar adelante la reforma tributaria sembró dudas en el tranco comunista, pese al inmediato rechazo de sectores más de izquierda del bloque que reclamaron por un supuesto retorno a la “política de los consensos” de la década de 1990.
En la colectividad que conduce el diputado Guillermo Teillier entienden que hay que convivir con las diferencias para alcanzar el fin último. Tan así es que tras ambos impasses con la DC -Contreras y Cariola- Teillier y Walker no han vuelto a cruzar palabras, por lo que ambos episodios quedan registrados para un análisis que se dará en su momento, cuando tengan que enfrentarse de verdad a una decisión sobre el próximo período.
“Cuando se habla de profundización de la Nueva Mayoría o la proyección de la Nueva Mayoría, tenemos que ser capaces por cierto, de tener éxito en el gobierno”, anticipaba Alberto Undurraga antes de ser ministro en enero pasado, en la tradicional Fiesta de los Abrazos del PC, siendo el único representante DC en esa cita.
Esa es la línea de la tarea política en la que se embarcarían uno y otro partido: el éxito del gobierno. Eso haría esconder las diferencias de fondo. Guardarlas en un armario. Congelarlas.
Prueba de ello es que, pese a comprometerse públicamente, las dirigencias de ambos partidos suspendieron indefinidamente las gestiones para realizar un seminario en conjunto sobre derechos humanos, un tema donde la distancia que los separa es sideral. Quizás la DC y el PC prefieren el silencio en dicho terreno, para no volver a despertar a sus fantasmas.